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Nube, nativo digital, papelera de reciclaje... Así nos engaña el lenguaje tecnológico
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la lengua evoluciona sin cesar

Nube, nativo digital, papelera de reciclaje... Así nos engaña el lenguaje tecnológico

Detrás de “nube”, “amigo” o “papelera de reciclaje” hay una realidad que permanece oculta: servidores que contaminan o documentos que no terminan de desaparecer.

Foto: Llevamos un documento a la papelera de reciclaje y se convierte en un papel arrugado, pero aunque la vaciemos sigue ahí (Nathan Makan)
Llevamos un documento a la papelera de reciclaje y se convierte en un papel arrugado, pero aunque la vaciemos sigue ahí (Nathan Makan)

Subimos documentos a una nube que nada tiene de algodonosa, mientras agregamos a un amigo en Facebook que de amigo tiene poco: lo conocimos anoche en una fiesta y a las dos horas ya estábamos intercambiando contactos. Él y otras personas nos ayudan a escribir nuestra biografía, en la que subimos fotos que quizá, en un futuro, no soportarían nuestro primer día como concejales. Las nubes, los amigos y las biografías ya no son lo que eran: la tecnología ha cambiado el lenguaje y ha enmascarado ciertas realidades que hay detrás de las palabras rimbombantes.

Foto: Mu. (Facebook)

Manuel Alcántara Plá, lingüista y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, acaba de publicar ‘Palabras invasoras. El español de las nuevas tecnologías’ (Ediciones UAM-Catarata), un libro en el que lo de “palabras invasoras” es un poco irónico. Para Alcántara, el problema no son esos préstamos que llegan de otras lenguas, sino la necesidad de una visión crítica sobre la realidad que hay tras ellos y cómo nos afectan en el día a día.

Para los más puristas, también hay un recado: tanto anglicismo y préstamo es una evolución natural de la lengua. No tiene por qué tener nada de malo, salvo que se use para camuflar realidades poco agradables.

La idea de este libro surgió mientras Alcántara se dedicaba a la lingüística computacional, la rama del lenguaje dedicada a la inteligencia artificial. En contacto con ingenieros, informáticos y su lenguaje, percibió que con los neologismos sucedía algo: “Utilizábamos términos que dejaban entrever algunos cambios que se estaban produciendo, y me puse a investigar esa terminología”, explica a Teknautas.

Una lengua en continuo cambio

Cuando se topaba con textos sobre los nuevos términos de la informática, “todo lo que leía siempre eran más bien críticas a lo típico: que hay muchos anglicismos, que la gente ya no escribe bien, que los jóvenes con el WhatsApp ponen los puntos y las comas mal… Críticas a las nuevas formas”. Para él, todo esto es “una evolución natural dentro de la lengua. La lengua siempre ha cambiado. No existe una lengua pura que se esté manchando, sino que la lengua ya es impura por naturaleza, es una evolución: no hablamos el latín antiguo ni los que hablaban latín era una cosa que surgía de la nada”.

Cuando decimos que la generación de mayores son inmigrantes digitales les relegamos a una posición social complicada

Esa tesis la defiende en la primera parte del libro (“la lengua va cambiando y ya está”). En la segunda dice que la crítica está mal dirigida: “Sí tenemos que fijarnos más en cómo cambia y en qué significados son los que estamos añadiendo a nuestra lengua o importando de otras culturas”.

Por ejemplo, los términos de nativo digital e inmigrante digital. “Es una forma de discriminación bastante fuerte”, explica. En el sentido original de las palabras, “los nativos son los que tienen unos derechos de nacimiento adquiridos, y sin embargo los inmigrantes son como los extraños que se tienen que ganar un poco esos derechos. Entonces, cuando decimos que la generación de mayores son inmigrantes digitales, cuando todo el mercado laboral y todo el dinero actual tiene que ver con lo digital, en realidad les estamos relegando a una posición social bastante complicada”.

Otro ejemplo es el de la nube. “En realidad son unos servidores que están en sitios muy protegidos, incluso militarmente. En muchas ocasiones son antiguos búnkeres militares, porque son una cosa que tiene muchos datos y puede ser fácil de atacar. Que además consumen mucha energía porque son máquinas que se calientan mucho y necesitan una refrigeración muy alta”. En cambio, lo llamamos nube, “que es una cosa muy positiva, que es ecológica en principio, inocua”. Además, al estar encima de nosotros lo vinculamos a cosas positivas, “mientras lo que está por debajo es cosa negativa”.

La metáfora [de la papelera] es que parece que se ha destruido como el papel, pero no es cierto

Otro ejemplo es la metáfora del escritorio de un ordenador: ahí también tenemos carpetas, documentos… “Eso facilita el uso, pero a la gente le hace más difícil comprender qué es lo que está manejando realmente”, afirma Alcántara. Llevamos los documentos a la papelera y los vemos como un papel arrugado, pero “la información está en su disco duro, incluso al vaciar la papelera la información sigue estando exactamente igual en el disco duro. La metáfora es que parece que se ha destruido como se hubiera destruido el papel, pero no es cierto. Lo único que ha hecho es decirle al sistema que ese espacio está disponible y cuando tenga que grabar alguna cosa lo puede utilizar”. Y a no ser que destruyamos el soporte, la información queda ahí.

También hay tiempo para el concepto de amigo en las redes sociales. “Tenemos todas nuestras miserias expuestas en nuestro Facebook y en nuestro Twitter con bastante alegría, y esto tiene que ver también con la terminología que nos hacen utilizar”, pues estamos ante nuestros (supuestos) amigos. “Un amigo es una persona con la que normalmente te abres fácilmente, le cuentas cosas, tienes una relación estrecha…” Además, las publicaciones de Facebook que compartimos o en las que nos etiquetan forman parte de nuestra “biografía”, una biografía “fragmentada” y contada por todos, que nada tiene que ver con las que leemos en los libros.

Lo que Alcántara quiere mostrar, en definitiva, es que “muchas veces estas metáforas ayudan a que manejemos las tecnologías”, pero también “nos dificulta acercarnos a la realidad que hay detrás de ello”. O sea, “estos términos afectan a nuestra visión de las tecnologías, pero al final es a la visión de nuestra propia vida”.

Estas metáforas ayudan a que manejemos las tecnologías, pero también nos dificulta acercarnos a la realidad que hay detrás

Por eso el profesor pide que asumamos una visión crítica. Que el término esté en inglés o que esté mejor o peor escrito da igual. No es más que una cortina de humo. “Ha hecho que no nos fijemos tanto en esta parte que es más importante: que seamos más críticos en cómo nos relacionamos con los demás, qué nombre le ponemos a las cosas y por qué”, explica.

Por otra parte, ve bien y normal que la Fundéu o la RAE busque adaptaciones para las palabras, si bien “los académicos a veces tienen una visión un poco más de la que critico”. En el libro recoge algunos ejemplos: periodistas que acusan a los informáticos de haber empobrecido la lengua española, actores que dicen que Twitter es dañino para la lengua o un Observatorio del Neologismo en el español que se creó en 2001 y del que no se supo mucho. “Las lenguas que no son el inglés añaden a la juventud y al cambio el ya mencionado pecado de la ‘importación’”, escribe Alcántara.

Las metáforas que nos ayudan a comprender

“Las nuevas tecnologías son un campo en el que se dan muchos cambios y estas novedades o cambios suceden muy rápido”, recuerda a Teknautas Judith González Ferrán, filóloga y lingüista de Fundéu. González añade que es perfectamente natural el uso de metáforas a la hora de nombrar nuevas realidades o funcionamientos tecnológicos, porque “ayudan a comprender esas realidades nuevas al conectarlas con aquello que nosotros ya conocemos”.

Los motores tienen caballos porque cuando hubo que definir la fuerza de las máquinas de vapor el caballo era algo veloz

Esto lleva pasando con innovaciones tecnológicas desde hace siglos. Los motores tienen caballos, porque cuando hubo que definir la fuerza de las máquinas de vapor “el caballo era algo veloz, que daba potencia”, recuerda González. Pero también hablamos de plumas de escribir cuando ya no se usan plumas de ave.

Volviendo a la tecnología, González destaca también las metáforas del escritorio y de la nube (“una metáfora básica de nuestra sociedad, lo que está arriba es mejor que lo que está abajo”) y añade otras del ordenador, como memoria (caché, que es lo que queda ahí durante un tiempo y luego olvidamos) o el correo electrónico (del que decimos que se puede extraviar aunque no existe una realidad física donde pueda hacerlo), las diapositivas del Power Point o las capas de una imagen en Photoshop.

“Este tipo de metáforas dan al usuario una manera de entender las cosas y de usarlas. Después, el experto tiene que saber un poco recorrer el camino que hay detrás. Desarrollar esa tecnología potente y compleja es tarea del experto, no del usuario”. Y añade: “Para manejar un ordenador o hacer una presentación o estar activo en una red social como Facebook, no necesito saber que soporta detrás esa tecnología”.

Si la nube o los amigos son conceptos con connotaciones positivas, este hecho se repite en otros ámbitos de la tecnología. Alcántara también habla en su libro de los lanzamientos de nuevos productos, en los que se repiten palabras como “nuevo”, “gigante” o “reinventar”. “Las palabras elegidas para estas noticias son positivas y espectaculares, probablemente porque están financiadas directa o indirectamente por las marcas, pero también porque los avances tecnológicos se perciben precisamente como eso, ‘avances’”, escribe el profesor.

Lo cierto es que tampoco hay algo que temer. Al final de su libro, Alcántara nos recuerda que “una lengua que no evoluciona y que no recibe influencias de otras culturas es una anomalía que delata que algo extraño está ocurriendo [...] Lo que nos está diciendo el español con sus transformaciones es que sigue a nuestra disposición, que podemos contar con él, viejo compañero, para recorrer los nuevos caminos inventados por las tecnologías digitales”. Lo único que resta es asumir una visión algo más crítica de todo aquello que hay detrás de esas palabras que nos han ‘invadido’.

Subimos documentos a una nube que nada tiene de algodonosa, mientras agregamos a un amigo en Facebook que de amigo tiene poco: lo conocimos anoche en una fiesta y a las dos horas ya estábamos intercambiando contactos. Él y otras personas nos ayudan a escribir nuestra biografía, en la que subimos fotos que quizá, en un futuro, no soportarían nuestro primer día como concejales. Las nubes, los amigos y las biografías ya no son lo que eran: la tecnología ha cambiado el lenguaje y ha enmascarado ciertas realidades que hay detrás de las palabras rimbombantes.

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