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El secreto de la delgadez y la potencia sexual
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Los mayores delirios del populismo (III)

El secreto de la delgadez y la potencia sexual

El investigador Kim Hyeongsoo desveló hace poco las dos líneas de investigación que más obsesionan a los ‘reyes’ coreanos: la potencia sexual y el control del sobrepeso

Foto: Ilustración: Martínez
Ilustración: Martínez

La crisis económica y política ha provocado un auge del populismo en todo el mundo. No es la primera vez en la historia que sucede; cada periodo de incertidumbre es caldo de cultivo para un populismo que acaba derivando en totalitarismo. En sus delirios, los mayores populistas de la historia acaban dejando una impronta que, con el paso de los años, se convierte en tragicomedia que no oculta ni disimula la tragedia que provoca en la ciudadanía.

En un despacho en Washington, un tipo coge un mapa del mundo y una regla. La coloca sobre el paralelo 38 y traza una raya. Así nacieron Corea del Norte y Corea del Sur y así, por degeneración, que es una constante en la historia, se ha constituido la primera monarquía comunista de la historia. La dinastía que hoy representa Kim Jong-un, tan despiadado y feroz como su padre y su abuelo -sus antecesores en el ‘trono’-, ha logrado una extraordinaria repercusión en todo el mundo porque, a diferencia de ellos, ha promovido su imagen gracias a las redes sociales como personaje cómico, con millones de imitaciones, chistes y memes. Esto es también un signo de los tiempos que corren: podríamos decir que Kim Jong-un es el dictador más famoso de la historia. Nadie ha conseguido esa popularidad cómica en vida.

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El tipo que cogió la regla y el mapamundi se llamaba Dean Rusk. La Segunda Guerra Mundial había finalizado y Rusk, que años más tarde sería secretario de Estado con Kennedy, trabajaba en el departamento de Guerra americano cuando se le ocurrió que la solución para Corea, tras el dominio japonés, era dividir la península en dos; media Corea para Estados Unidos y media Corea para Rusia. Así fue como trazó la frontera por la mitad para dividir una de las civilizaciones más antiguas de la historia siguiendo el paralelo 38, que por si a alguien le sirve de referencia pasa también por Murcia.

Corría el año de 1948 y, desde entonces, en Corea del Sur ha habido una docena de presidentes mientras que en Corea del Norte solo ha habido tres: padre, hijo y nieto. Corea del Sur está entre los países más desarrollados del mundo mientras que Corea del Norte es una de las zonas más deprimidas del planeta, con periodos de hambruna que han arrasado a la población con centenares de miles de muertos.

Kim Il-sung, el padre de la saga de esta primera dinastía comunista de la historia, se sacudió como polvo de los hombros la influencia soviética tras la guerra de Corea, en 1950, cuando quiso ocupar la península entera. No lo consiguió, porque aquello acabó en un conflicto bélico internacional, pero la contienda le sirvió para alumbrar su propio régimen.

Una ideología propia que se estudia en los colegios coreanos, el ‘juche’, que lo abarca todo, la política, la religión, la filosofía y las costumbres sociales. Todo se explica por el 'juche', la extravagante ramificación coreana del marxismo-leninismo que tiene como lema central –esto es lo mejor– que “el hombre y la mujer son los responsables de sus destinos”. En fin. Eso…

Como todo los dictadores, la dinastía coreana se inspira en las religiones y busca su propia deidad. La coreana tiene como Gran Líder, presidente eterno, a Kim Il-sung, de forma que el calendario coreano comienza el año que nació, en 1912. Está enterrado, embalsamado, en el panteón más grande del mundo, un lujoso palacio de 100.000 metros cuadrados con jardines, lagos y una guardia permanente de un millar de soldados.

A su muerte, en 1994, le sucedió su hijo, Kim Jong-il. Si su padre dejó en su biografía hazañas tales como la de haber escrito 18.000 libros, a razón de un libro cada día y medio desde los diez años hasta su muerte, King Jong-il inlcuyó en su biografia un dato sorprendente: no defecó jamás. A su hijo, Kim Jong-un, el gordito entrañable que es un icono de los memes de las redes sociales en todo el mundo, le enseñó todo lo que se debe saber sobre el lujo y la tortura, la represión y los placeres, la maldad y el mesianismo.

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El más oculto de todos sus planes era un laboratorio al que acudían para someterse a los tratamientos secretos que, previamente, experimentaban con los ‘ciudadanos cobaya’. El investigador Kim Hyeongsoo, un biólogo que pudo escapar de Corea del Norte, desveló hace poco en Londres las dos líneas de investigación que más obsesionan a los ‘reyes’ coreanos: la potencia sexual y el control del sobrepeso. Durante años, y es posible que aún continúe, un centenar de científicos del país probaron con toda clase de ungüentos para fabricar un poderoso afrodisíaco. Genitales de león o de foca y las más selectas hierbas medicinales. Pero nada tuvo tanto éxito como el aceite de rana.

Lo cuenta el propio biólogo: “Hay una rana que habita al norte de la península de Corea de cuyas hembras extraíamos un aceite del que Kim Jong-il y su padre creían que mejora el vigor sexual de quien lo consume”. Para recolectar ranas, los sátrapas coreanos recompensaban a los ciudadanos con un kilo de arroz a cada uno que le llevase unas. “Llegamos a vernos con 20.000 ranas en el laboratorio”, confiesa el biólogo. Lo dramático es pensar que a los pobres coreanos los recompensaban con comida para poder luego usarlos como cobayas de sus experimentos de sobrepeso, porque famélicos como están no les sirven de nada. Pobres coreanos. Y pobres ranas…

La crisis económica y política ha provocado un auge del populismo en todo el mundo. No es la primera vez en la historia que sucede; cada periodo de incertidumbre es caldo de cultivo para un populismo que acaba derivando en totalitarismo. En sus delirios, los mayores populistas de la historia acaban dejando una impronta que, con el paso de los años, se convierte en tragicomedia que no oculta ni disimula la tragedia que provoca en la ciudadanía.

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