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El 'momento Borrell': la crisis ucraniana hace a la UE aprender "el lenguaje del poder"
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Las tesis del catalán se van demostrando

El 'momento Borrell': la crisis ucraniana hace a la UE aprender "el lenguaje del poder"

El jefe de la diplomacia europea ha pasado dos años en un segundo plano ante la crisis sanitaria. El tiempo y la agresión de Putin le han acabado dando la razón

Foto: Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. (EFE/Stephanie Lecocq)
Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. (EFE/Stephanie Lecocq)

Cuando Josep Borrell, todavía ministro de Asuntos Exteriores español, se sentó ante las comisiones europarlamentarias que le examinaban para el cargo de Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, hubo una idea que destacó por encima de todas las demás: la UE, aseguró, tenía que aprender a hablar "el lenguaje del poder". Pero si captó la atención de los presentes fue más por tratarse de una idea exótica que por ser un escenario plausible. Dos años y medio después, la visión del político catalán se ha hecho realidad.

Esta semana, poco después de que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski se dirigiera a la Eurocámara, Borrell tomaba la palabra en el Pleno del Parlamento Europeo para hacer el mejor discurso desde que ocupó el puesto de Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. "Han visto el nacimiento de la Europa geopolítica", explicaba a los diputados en una intervención apasionada, ágil, clara y decidida, que ha sido aplaudida por propios y extraños en la capital comunitaria.

Han sido tiempos complicados para Borrell. Desde que ocupó su puesto a finales de 2019, ha tenido pocas oportunidades para destacar. Por un lado, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, le robaba parte de su cartera al presentarse como la voz de la Unión Europea en el exterior para apuntalar su cargo. Por el otro, el comisario francés Thierry Breton se encargaba de asuntos relacionados con la industria de la defensa que deberían haber caído bajo su mandato.

placeholder Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. (Reuters)
Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. (Reuters)

Además, la pandemia, que golpeó Europa cuando el Ejecutivo comunitario llevaba solamente un par de meses trabajando, dejó al político catalán en un segundo plano. Pero, desde esa segunda o tercera fila, el jefe de la diplomacia europea siguió insistiendo en su mensaje. Escuchado por pocos, centrado todo el mundo en otros menesteres, el Alto Representante machacaba una y otra vez con un discurso que siempre giraba en torno a la idea de una Europa que debía despertarse, que ya vive en un mundo mucho más conflictivo y complejo de lo que quiere creer. Una Europa que debía aprender, subrayaba de nuevo, el lenguaje del poder.

Lo hacía en cualquier foro, en cualquier conversación y en cualquier momento. No demasiadas veces ante unas cámaras que no solían estar muy interesadas en él. Borrell tiene su corpus de pensamiento y se aferra a él. En otras palabras: es muy cabezón. No tiene demasiada paciencia y está seguro de llevar la razón. Eso le provoca algunas enemistades dentro y fuera de las instituciones europeas. La suerte para el catalán es que el tiempo le ha dado la razón, y donde antes algunos veían a un político gruñón, demasiado insistente y un poco prepotente, ahora ven a un hombre que vio venir este escenario, que intentó advertir y que insistió una y otra vez, aunque nadie parecía prestarle atención. La cabezonería ahora ha pasado a ser perseverancia.

Y en estos momentos, hasta lo que en un primer momento parecía una carga se está volviendo a su favor: sus 74 años. En una Comisión relativamente joven e inexperta, Borrell tiene décadas de experiencia política a sus espaldas y sabe cómo moverse. En una cúpula de la Unión en la que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, tienen su particular lucha de egos, él, en su etapa final en la política, ofreció a ambos la victoria en su discurso ante el Parlamento Europeo y les otorgó a ellos la paternidad de este giro hacia una Europa geopolítica.

Foto: Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. (EFE)

Borrell no se queda atrás. Su edad y su experiencia no le ha desprovisto de su ego ni de su apetito político. Pero está en una batalla distinta. En la de llevar la razón a medio plazo. La ventaja que tiene respecto a Von der Leyen o Michel es que él no ha intentado saltar de un debate a otro, tratando estar presente en todos los foros, en todas las noticias, en cada plató y en cada polémica. Se ha concentrado en un solo tema, en una sola idea: la de una Europa geoestratégica. Ha insistido en ello una y otra vez. Y ha esperado a que el tiempo hiciera su trabajo. Ha esperado su momento. El momento Borrell.

En dos ocasiones en los últimos meses el Alto Representante ha ganado peso tras esperar pacientemente el momento adecuado para impulsar sus tesis. La salida en Afganistán le dio la razón en su visión de una Europa autónoma e impulsó la Brújula Estratégica, un plan en el que él y su equipo han trabajado durante meses con el que buscan apuntalar esa apuesta por la soberanía europea. La segunda vez con la invasión rusa a Ucrania.

Borrell ha estado en el centro de la acción y de la coreografía, con reuniones continuas con los ministros de Asuntos Exteriores, coordinando un despliegue de sanciones de una contundencia y a una velocidad sin precedentes. Además, ha hecho que la Unión financie por primera vez el envío de armamento a un país tercero en guerra, algo que hasta hace solamente unos días era una auténtica línea roja.

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Borrell habla con el secretario de estado de Estados Unidos, Antony Blinken. (Reuters)

El jefe de la diplomacia europea ha logrado retener la unidad europea, ha trabajado en la sala de máquinas de las sanciones y ha dado el primer empujón a la Europa geoestratégica que empieza a despertar y a ver que se encuentra en un mundo convulso, complicado, en el que no todos los países comparten sus métodos y sus fines. Ahora espera terminar de resucitar el acuerdo nuclear con Irán, en el que ha estado trabajando día y noche su mano derecha, el también español Enrique Mora.

El discurso de Borrell ante la Eurocámara de la semana pasada fue un momento de liberación. Casi de revancha tras años en la sombra y tras algunos momentos duros en el cargo. Hace un año, los mismos que hoy aplauden su discurso le criticaban duramente por el viaje a Moscú que acabó en una encerrona del ministro Sergei Lavrov. Hizo el viaje porque creía que era lo correcto y lo sigue pensando, incluso ahora, cuando es una de las voces que lidera la respuesta al Kremlin. "Las fuerzas del mal, las fuerzas que pugnan por seguir utilizando la violencia como forma de resolver los conflictos, siguen vivas y debemos demostrar una capacidad de acción más poderosa, consistente y unida de lo hecho hasta ahora", explicaba el Alto Representante a los eurodiputados presentes. Tras dos años largos de travesía por el desierto, el jefe de la diplomacia europea siente que ha llegado su momento.

Cuando Josep Borrell, todavía ministro de Asuntos Exteriores español, se sentó ante las comisiones europarlamentarias que le examinaban para el cargo de Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, hubo una idea que destacó por encima de todas las demás: la UE, aseguró, tenía que aprender a hablar "el lenguaje del poder". Pero si captó la atención de los presentes fue más por tratarse de una idea exótica que por ser un escenario plausible. Dos años y medio después, la visión del político catalán se ha hecho realidad.

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