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¿Síndrome del domingo por la tarde? Así flojea la democracia en Europa del Este
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Polonia, uno de los más afectados

¿Síndrome del domingo por la tarde? Así flojea la democracia en Europa del Este

Todos los países europeos que dejaron atrás dictaduras comunistas empeoran en clasificaciones que miden el estado de la democracia, libertades civiles o corrupción

Foto: Una manifestación en Polonia (Reuters)
Una manifestación en Polonia (Reuters)

Alguien comparó la llegada de la democracia a los países excomunistas con un luminoso y prometedor lunes: se tenía la sensación de que, aunque había mucho trabajo por delante, empezaba la mejor etapa en su historia. Más o menos tres décadas más tarde, se diría que estos países, dese el Báltico hasta los Balcanes, se enfrentan al temido síndrome del domingo por la tarde: cansancio, desencanto y pesimismo que se traducen en mala salud; la de la democracia.

Una mala salud certificada por las clasificaciones internacionales que miden el estado de la democracia, las libertades civiles, la protección a minorías y la corrupción. Sin excepciones, todos los países europeos que dejaron atrás dictaduras comunistas presentan una situación que va de lo preocupante a lo alarmante. En algunos casos, como el de Hungría, ya ni se considera que exista una democracia plena: el informe “Naciones en tránsito”, que hace un seguimiento desde 1995 del progreso democrático en 29 estados excomunistas, calificó a Hungría como una “democracia semi-consolidada” hace seis años y desde 2020 la define como un régimen híbrido, no plenamente democrático y escenario de “un impresionante colapso democrático”.

Foto: Una nevada en Praga. (Reuters)
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Otros países, como Eslovenia o Croacia, que eran dos de los mejores ejemplos de adaptación democrática de todo el antiguo “Bloque del Este”, han empeorado en su salud democrática recientemente según el informe mencionado, y ni siquiera Estonia, el país que presenta mejores indicadores democráticos de todo este conjunto, y que no hace mucho llegó a superar en puntuación a los Estados Unidos de Donald Trump, se libra de un declive democrático.

Pero el caso más llamativo es el de Polonia, que ha perdido posiciones en todos los principales índices internacionales que miden el estado de la democracia, los derechos civiles y la corrupción, alcanzando en algunos casos su peor clasificación en varias décadas. Desde que la coalición conservadora liderada por el partido Ley y Justicia llegó al poder en 2015, Polonia ha sufrido una erosión constante en la calidad de su democracia, la libertad de prensa, el respeto a minorías y problemas de corrupción, según muestran las evaluaciones de organismos internacionales independientes.

Índices de Democracia

Según el informe Variedades en Democracia (V-Dem) publicado este año por el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), Polonia ha avanzado más pasos hacia la autocracia que cualquier otro país del mundo durante la última década, situándose en el puesto 63º del mundo (por debajo de Bulgaria, Lesoto o Mongolia), y superando solamente a Hungría (puesto 89º) en la Unión Europea. El índice V-Dem es elaborado por unos 3.500 expertos en todo el mundo que analizan la información obtenida a través de casi 30 millones de datos en 202 países, por lo que se considera como la mayor base de datos mundial sobre democracia.

Michal Šimečka, eurodiputado eslovaco del Grupo Renew Europe (liberales), coincide con los resultados reflejados por el V-Dem, "[un índice] especialmente sólido, dada la metodología y la experiencia necesarias para su elaboración". "Los expertos independientes, así como las instituciones de la UE (especialmente el Parlamento Europeo), han estado destacando durante años el deterioro del estado de derecho en Polonia. Hemos sido testigos de cómo el Gobierno se ha apropiado el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, el procedimiento de nombramiento judicial, próximamente la oficina del Defensor del Pueblo…” añade, en declaraciones a El Confidencial.

“Si miramos la situación en su conjunto, no hay duda sobre el progresivo debilitamiento de la democracia en Polonia. Los estándares democráticos dependen fundamentalmente de tribunales independientes y de la libertad y el pluralismo de los medios de comunicación, así como de la protección de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos”, concluye Šimečka.

Foto: Irene Joveva. (Parlamento Europeo)

Efectivamente, el índice de V-Dem no es el único en el que Polonia ha caído varios puestos. El año pasado Polonia volvió a perder posiciones en la clasificación anual de calidad democrática elaborada por Freedom House, una ONG con sede en Estados Unidos, pasando de la categoría más alta: "democracia consolidada", a la de “democracia semi-consolidada”.

La pandemia ha puesto fáciles las cosas a los gobiernos con tendencias autocráticas

La situación provocada por la pandemia ha puesto fáciles las cosas a los gobiernos con tendencias autocráticas para imponer restricciones que no solo han limitado la libertad de movimiento o reunión por razones sanitarias, también están imponiendo medidas que les facilitan el control de los medios de comunicación y la represión de las protestas públicas. Es el caso del húngaro Víktor Orbán, que ha estado gobernando el país a base de decretos tras arrogarse poderes extraordinarios con la excusa de controlar la pandemia, o del ultra conservador gobierno polaco, que ha tratado de impedir las manifestaciones contra la prohibición del aborto invocando la misma razón, cuando poco antes su primer ministro animaba a los ciudadanos “especialmente a la tercera edad” a acudir a votar en masa a unas elecciones presidenciales programadas a su conveniencia.

Foto: Protestas en coche en Varsovia contra la nueva ley del aborto (Reuters)

En cuanto a la libertad de prensa, tampoco hay ningún país que salga muy bien parado en, por ejemplo, el último informe de Reporteros sin Fronteras: sobre Rumanía, que llegó a ocupar el puesto 42 en 2013 y ahora está en la posición 48, se dice textualmente: “la actitud hacia el periodismo y la libertad de expresión que prevalece en el Estado y la clase política sigue fomentando la censura y la autocensura. Los mecanismos de financiación de los medios son opacos o incluso corruptos, y las políticas editoriales están subordinadas a los intereses de los propietarios. Los medios de comunicación se han convertido gradualmente en herramientas de propaganda política y los servicios de seguridad los vigilan habitualmente.

Por su parte, Polonia cayó al puesto 62 de entre los 180 países que forman la lista del Índice Mundial de Libertad de Prensa confeccionado por Reporteros sin Fronteras (RSF), la ONG parisina que sirve de referencia mundial en la defensa y promoción del periodismo independiente y la libertad de información.

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(RSF)

El documento publicado por RSF en 2020 coloca a Polonia como un país con menos libertad de prensa que Armenia (61º), Níger (57º) o Papúa Nueva Guinea (46º), y señala que, tras cinco años consecutivos de decadencia en esta clasificación, Varsovia tiene “un notable problema” en el ámbito de la libertad de expresión en medios no afines al Gobierno, indicando por ejemplo que, en un solo año, organismos estatales o controlados por el Gobierno interpusieron unas 50 demandas contra el diario Gazeta Wyborcza, el principal diario del país con una postura crítica contra el Gobierno.

Corrupción: la consecuencia

Sin una democracia plena ni libertad de expresión, la corrupción se instala en el funcionamiento de una sociedad y termina convirtiéndose en una especie de sistema operativo defectuoso que sigue cumpliendo con sus funciones, pero que lo destruye todo poco a poco. Bulgaria, el país más corrupto de toda la UE apareció en el puesto 71 de los 180 países analizados en el Índice de Percepción de la Corrupción 2017 de Transparencia Internacional, un dudoso logro que repitió en 2018, cuando descendió incluso más, hasta el puesto 77 del mundo. El 76% de los búlgaros ve a los partidos políticos como organizaciones básicamente corruptas y el 86 por ciento cree que el poder judicial es corrupto.

Polonia, otro 'énfant terrible' de la UE, obtuvo su puntuación más baja (56) y su peor clasificación (45ª) en el índice anual de corrupción de 2020 que publica Transparencia Internacional desde 2012.

El descenso es especialmente significativo si se le compara con la buena posición (29ª) que el país ocupaba en 2015, la mejor hasta la fecha; los autores del informe señalan a Polonia como un “país en declive” en lo relativo a problemas de corrupción, considerando factores como la falta de independencia del Poder Judicial, la falta de mecanismos independientes de control de la democracia y la falta de confianza en el estado de derecho como las claves que sitúan a Polonia como un país más corrupto que Costa Rica o Botsuana.

Sin embargo, la caída de posiciones de Polonia en estos índices internacionales apenas ha llegado a los periódicos. La prensa oficialista no se ha hecho ningún eco de estos informes y a cierre de este artículo ningún ministerio y autoridades polacas han querido hacer comentarios a los correos de este diario.

Alguien comparó la llegada de la democracia a los países excomunistas con un luminoso y prometedor lunes: se tenía la sensación de que, aunque había mucho trabajo por delante, empezaba la mejor etapa en su historia. Más o menos tres décadas más tarde, se diría que estos países, dese el Báltico hasta los Balcanes, se enfrentan al temido síndrome del domingo por la tarde: cansancio, desencanto y pesimismo que se traducen en mala salud; la de la democracia.

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