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Bruselas pone precio a un acuerdo sobre migración: solidaridad a la carta
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PODRÍA NO SER OBLIGATORIO

Bruselas pone precio a un acuerdo sobre migración: solidaridad a la carta

La Comisión Europea busca poner fin a un lustro de caos e improvisación con una nueva propuesta para un pacto migratorio

Foto: Ursula Von der Leyen. (Reuters)
Ursula Von der Leyen. (Reuters)

La crisis migratoria de 2015 y 2016 hizo saltar por los aires el pacto migratorio europeo y abrió una enorme grieta en el corazón de la Unión Europea y que especialmente se ha notado en Hungría o Polonia, países que se negaron completamente a recibir algunos de los miles de refugiados que llegaban continuamente a las costas de Malta, Grecia o Italia. Un trauma y un fracaso que han marcado la fisonomía de una crisis europea que ha llegado para quedarse. Ahora la Comisión Europea busca poner un parche con un nuevo pacto migratorio. ¿El objetivo? Fundamentalmente tener un sistema que funcione. Mejor o peor, pero que funcione. Y eso lleva a la "solidaridad a la carta". Que haya un sistema en pie, aunque este no resuelva muchos de los problemas actuales.

Desde la última crisis migratoria, cuando un acuerdo que se logró acabar aprobando por mayoría cualificada en el Consejo resultó imposible de aplicar en la realidad por la negativa de algunos Estados miembros de cooperar, la Unión Europea ha ido respondiendo a los desembarcos con soluciones improvisadas en las que la Comisión Europea negociaba el reparto de migrantes entre los Estados miembros dispuestos a acogerlos. Y ese goteo de negociaciones y soluciones ad-hoc no era sostenible durante más tiempo. Había que mecanizar y automatizar los procedimientos.

Foto: Llegada de inmigrantes al puerto de Lampedusa el pasado 3 de agosto. (EFE)

Ahora el Ejecutivo comunitario busca con esta nueva regla dos cosas: facilitar el proceso para aquellos que sí tienen derecho a asilo en la Unión Europea, con registros rápidos y decisiones aceleradas de un máximo de 12 semanas, y agilizar también la expulsión de aquellos que no reúnen las condiciones. Tener una política migratoria que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, siempre califica de la misma forma: “Humana y efectiva”. En asuntos migratorios eso no siempre es sencillo.

El objetivo de tener decisiones aceleradas y también expulsiones rápidas tiene un objetivo: que los migrantes que no tienen derecho al asilo no realicen el viaje. Hoy, con un sistema colapsado, algunos de los que llegan a las costas europeas permanecen en territorio comunitario durante años antes de que se resuelva su procedimiento y que sea deportado. Bruselas espera que con este nuevo sistema caiga el número de migrantes sin derecho al asilo que cruzan el Mediterráneo.

La estrategia de Bruselas se divide en varios puntos. El principal es el llamado Mecanismo de Solidaridad, un sistema que un país puede pedir activar en caso de encontrarse ante una presión migratoria importante. ¿Consistirá en cuotas obligatorias por las que el resto de Estados miembros tendrán que acoger a algunos de los llegados a ese país? No. Será una solidaridad "a la carta". El resto de los países pueden acoger a refugiados y migrantes, por los que recibirán por parte de la Comisión Europea 10.000 euros por cada persona, podrán apoyar de forma financiera o técnica, y también podrán hacerse cargo de la deportación de aquellos solicitantes que no hayan sido aceptados. Pero tienen que escoger una de las opciones y la Comisión pone el acento sobre la última opción: muchos de los migrantes que colapsan el sistema no tienen derecho de asilo y por lo tanto deben ser retornados. Con su deportación también se alivia la presión migratoria, ha explicado una y otra vez Ylva Johansson, comisaria de Interior.

Para Bruselas las cuotas obligatorias eran inviables: llevaron a una enorme división y a que Hungría y que Polonia, entre otros países, se negaran a recibir refugiados cuando se puso en marcha en su momento. Esa es la principal victoria de Budapest y Varsovia con la actual propuesta. “La presión sobre nuestras fronteras varía, y eso resulta en un nuevo equilibrio entre responsabilidad y solidaridad, no consiste en si los Estados miembros deben colaborar sino cómo deben hacerlo”, ha explicado Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. En ningún caso ese equilibrio hará que vuelvan las cuotas obligatorias. En el peor de los casos los Estados miembros se verán obligados a elegir: o se hacen cargo de solicitantes o realizan las deportaciones.

placeholder Un barco de Frontex remolca una embarcación de migrantes. (Reuters)
Un barco de Frontex remolca una embarcación de migrantes. (Reuters)

Una larga negociación

“Es un compromiso, un terreno de aterrizaje”, ha explicado Schinas. El documento busca un terreno intermedio que corre el riesgo de no gustar a nadie. Demasiado solidario a ojos de los países de Visegrado (Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa) y también Austria, pero demasiado “a la carta” a ojos de los Estados miembros que apuestan por un sistema de cuotas obligatorias, como España. Un punto muerto que abrirá paso a una durísima negociación.

Cuando hay solidaridad “a la carta”, significa que algunos países nunca acaban participando, por lo que en la víspera de la presentación algunos diplomáticos mostraban ya su escepticismo y lo veían como el inicio de una larga batalla. La solidaridad, a ojos de los países afectados, no es algo que se pueda trocear: lo mismo que los Estados miembros no pueden decidir cerrar el grifo a sus contribuciones al presupuesto europeo que beneficia con sus fondos de cohesión a algunos países, estos no pueden negarse a prestar auxilio en otros asuntos. En las próximas semanas comenzará una negociación con el Consejo y con el Parlamento Europeo que serán muy complicadas.

Foto: File photo: the towers of the european court of justice are seen in luxembourg

El texto, que buscaba un cierto equilibrio, se acaba centrando fundamentalmente en la protección exterior de las fronteras europeas y expulsiones de migrantes, de nuevo una victoria clave para Hungría o Polonia. No soluciona tampoco uno de los principales agujeros negros del Convenio de Dublín, que obligaba a pedir asilo en el primer país europeo que se pisara, lo que supone una carga enorme para los Estados miembros de primera línea. Estos, como España, Grecia o Italia, seguirán teniendo que cargar con esa responsabilidad a pesar de que Von der Leyen anunció que el pacto de Dublín sería “abolido”.

“Se acabó la reunión del Colegio. Misión cumplida. Después de largas consultas con todas las partes, nuestra propuesta para un nuevo Pacto sobre Migración y Asilo está ahora sobre la mesa. Presentamos una arquitectura completamente nueva, un nuevo comienzo con acción dentro y fuera de nuestra Unión”, ha escrito en redes sociales Schinas al finalizar la reunión de la Comisión Europea en la que se abordaba el asunto.

Pero la realidad es que no hay ninguna “misión cumplida”. Lo que viene a continuación son muchísimos meses de negociación que, según explican varias fuentes, solo podrá resolverse finalmente a un nivel político y que va a mantener a la Unión atascada en unas difíciles negociaciones en las que entran cálculos políticos internos, emociones y miedos. Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia o Austria intentarán recortar todavía más los puntos que puedan llegar a obligarles a ayudar a los países en primera línea, mientras que éstos, como España, Grecia o Italia, exigirán mayores medidas, unas que les garanticen algo de ayuda.

La crisis migratoria de 2015 y 2016 hizo saltar por los aires el pacto migratorio europeo y abrió una enorme grieta en el corazón de la Unión Europea y que especialmente se ha notado en Hungría o Polonia, países que se negaron completamente a recibir algunos de los miles de refugiados que llegaban continuamente a las costas de Malta, Grecia o Italia. Un trauma y un fracaso que han marcado la fisonomía de una crisis europea que ha llegado para quedarse. Ahora la Comisión Europea busca poner un parche con un nuevo pacto migratorio. ¿El objetivo? Fundamentalmente tener un sistema que funcione. Mejor o peor, pero que funcione. Y eso lleva a la "solidaridad a la carta". Que haya un sistema en pie, aunque este no resuelva muchos de los problemas actuales.

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