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Qué está pensando Putin sobre Bielorrusia (y qué es lo que no debería hacer la UE)
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Qué está pensando Putin sobre Bielorrusia (y qué es lo que no debería hacer la UE)

El Kremlin sabe que si interviene militarmente perdería el favor de los bielorrusos, pero eso no descarta una transición controlada para mantener a un candidato de su beneplácito

Foto: Vladimir Putin. (Reuters)
Vladimir Putin. (Reuters)

El movimiento de protesta en Bielorrusia estalló después de las fraudulentas elecciones presidenciales del 9 de agosto en favor del presidente Alexander Lukashenko. Desde entonces, han crecido para convertirse en un movimiento nacional que incluye tanto la capital como las provincias, tanto a los intelectuales como a los trabajadores de las fábricas, empresas y medios de comunicación estatales. En un principio, el régimen de Lukashenko reaccionó con extrema violencia, con golpes y detenciones arbitrarias de la policía así como torturando a los manifestantes.

Pero el 14 de agosto, grandes grupos de las fuerzas policiales rechazaron seguir usando la fuerza bruta. Y con parte de las fuerzas de seguridad negándose a reprimir a los ciudadanos y con un presidente que ha perdido el apoyo de parte de sus bases, es difícil pensar que el régimen pueda durar mucho más, a no ser que una potencia extranjera interfiera en su ayuda.

Foto: Manifestantes en Praga contra Alexander Lukashenko. (Reuters)

Por eso, todas las miradas están puestas en Moscú. Lukashenko llamó a Putin para que interviniera y ha ordenado que las mejores unidades militares bielorrusas se movieran desde la frontera rusa a la polaca para pintar las protestas como una forma de intervención híbrida de la OTAN. Al mismo tiempo, ahora mismo hay mucho tráfico militar en la zona rusa en la frontera con Bielorrusia. Recientemente, las fuerzas armadas rusas concluyeron maniobras al sur de San Petersburgo y se están llevando a cabo ejercicios preparatorios en el sur de Rusia antes de los simulacros de Kavkaz este año. Todo esto es una buena cortina de humo para mover más fuerzas a la frontera con su vecino.

En 2016, Rusia movió la 144ª División de Fusileros Motorizados cerca de la frontera con Bielorrusia y ahora ha sido reforzada con la 28ª Brigada Motorizada. Dado que la lealtad de las fuerzas armadas bielorrusas no está del momento clara y sabiendo que Rusia puede leer todas las señales y comunicación gracias a la Organización del Tratado para la Seguridad Colectiva, una intervención militar es posible. ¿Pero es probable?

Pese a que el ejército ruso es superior, la armada bielorrusa está en mucho mejor forma que las fuerzas armadas de Ucrania en 2014, por lo que intervenir sería una idea muy costosa. Además, el Kremlin ha aprendido de sus errores en Ucrania en 2004 o 2014 a la hora de apoyar a un presidente deslegitimado, que solo le dará dolores de cabeza y desconfianza. Si intervinieran, perdería a la población bielorrusa por completo. De momento, los sentimientos de la población hacia Rusia no son muy negativos.

En su lugar, las maniobras militares rusas son, hasta ahora, una prueba de fuerza y una señal de intimidación. Primero hacia Occidente para evitar que intervenga. Pero igualmente importante, es una señal para la oposición bielorrusa para decirles que cualquier Gobierno pos-revolucionario necesitará respetar las líneas rojas geopolíticas de Moscú. Y estas son: que Bielorrusia siga siendo un aliado cercano, pero también que los canales de influencia permanezcan intactos. Este punto podría ser controvertido en el futuro, ya que las fuerzas de seguridad bielorrusas incluyen a las fuerzas armadas, la policía y a la KGB (que mantiene el nombre). Y parece que en la agenda de un posible gobierno pos-revolucionario estaría la idea de reformar y mejorar la policía y la KGB, ambas involucradas en la represión poselectoral.

placeholder Alexander Lukashenko. (EFE)
Alexander Lukashenko. (EFE)

Si no es probable que lo invada, ¿apoyará el Kremlin un cambio de gobierno? Potencialmente sí. Después de todo, no dudó en apoyar a algunos de los mayores autócratas del planeta, desde Nicolás Maduro en Venezuela a Bashar al Asad en Siria. Pero Bielorrusia es diferente a Rusia por muchas razones. En este caso, Bielorrusia es tan importante para Rusia que tendrá mucho cuidado para asegurarse el resultado que quiere. Es probable que actualmente estén analizando si es productivo invertir recursos en un dictador cada vez más débil, aunque esto pueda empujar a la oposición hacia Occidente. Puede ser que no valga la pena. La cauta respuesta de Putin tras la petición de ayuda de Lukashenko sugiere que, esta vez, no irá al rescate.

Además, el Kremlin ya ha permitido en el pasado las transiciones de liderazgo en países cercanos siempre y cuando se ha asegurado que los nuevos líderes respetarían los intereses geopolíticos rusos. La revolución de 2018 en Armenia es el mejor ejemplo, pero Rusia también ha tenido que aceptar el fin de algunos presidentes en Abkhazia en 2014 y 2020. Aceptó la elección de 2011 en Transnistria que propulsó a Revgeny Shevchuk al poder en vez del candidato elegido por él. Y, en otras ocasiones, Rusia ha tenido que aceptar, si no facilitar, las transiciones de poder en Asia Central.

Una vez Moscú concluya que Lukashenko es un callejón sin salida podría aceptar una transición política si pudiera estructurar un proceso que le dé el mayor control posible. Rusia mantiene un contacto cercano con algunas figuras del nuevo movimiento de oposición: Valery Tsapkala, quien introdujo Lukashenko a los círculos políticos rusos en los primeros años de los noventa y ha volado a Moscú con su familia, y Viktar Barbaryka, el favorito para la carrera presidencial antes de que se le prohibiera presentarse y fue encarcelado, pese a haber trabajado previamente para Gazprombank. Por lo tanto, hay algunas facciones en la élite bielorrusa que ha abandonado Lukashenko con la que el Kremlin podría trabajar.

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Dicho esto, la profundidad del movimiento demuestra que se ha extendido mucho más allá de la élite bielorrusa que controla el Kremlin. Y como muchas protestas que emergen de abajo arriba carecen de estructuras organizacionales y líderes claros. Y esto desconcierta al Kremlin, porque es muy malo a la hora de entender este tipo de movimientos —esperando siempre que sean jerárquicos y con una clara organización—, suspicaz de una oculta conspiración que les esté ayudando para salir a la superficie.

Por si fuera poco, la actividad también ha aumentado hace muy poco por parte de las fuerzas aéreas rusas. La flota de transporte vip, que ha estado entrando y saliendo de Minsk, sugiere que el Kremlin está hablando con ambos bandos para buscar la posibilidad de un proceso de transición.

Al contario de lo que sugiere Lukashenko, el Kremlin ha evitado comprometerse de una forma u otra para mantener todas las opciones sobre la mesa. No tendría sentido apresurarse si quiere tener la situación bajo control. Si las cosas van mal para Moscú, puede ser que decida una intervención militar más adelante, pero seguro que sería la peor de las opciones posibles y la que más riesgos conllevaría.

El truco aún está muy lejos de la propaganda contra los 'fascistas de Kyv' y la 'junta' que allanó el terreno para la invasión de Ucrania en 2014

La intervención sigue siendo algo lejano pero, en caso de llegar, el Kremlin tendría que cambiar la narrativa de lo que está pasando en Bielorrusia para poder vender esa intervención a la audiencia nacional. Justo después de las elecciones, los medios estatales rusos fueron críticos con Lukhasenko, las fraudulentas elecciones y la represión. Sin embargo, las propias líneas de Lukashenko están entrando poco a poco en los medios rusos, pero el truco aún está muy lejos de la propaganda masiva contra los 'fascistas de Kyv' y la 'junta' que allanó el terreno para la invasión militar de Ucrania en 2014. Por supuesto, si la máquina propagandística empieza a ponerse en marcha será un signo de que habrá problemas en el horizonte.

En cuanto a la política de transición, la Unión Europea debería escuchar las demandas de la calle de Bielorrusia y no tratar de incluir una agenda propia. Las demandas externas emitidas en el momento y en el contexto equivocado pueden fortalecer a Lukashenko a ojos de Moscú. Sin embargo, el problema en Minsk es que los movimientos de protesta están desorganizados y no tienen una agenda política coherente más allá de pedir que Lukashenko debe renunciar. Pero el primer intento para tratar de andar la delicada línea para apoyar el movimiento de protesta sin dar a Rusia una excusa para golpear sería que la UE no tomara ninguna acción que no fuera más allá de las propias demandas de los bielorrusos.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Gustav Gressel y titulado 'Russia’s military manoeuvres at the Belarus border – a message to the West'.

El movimiento de protesta en Bielorrusia estalló después de las fraudulentas elecciones presidenciales del 9 de agosto en favor del presidente Alexander Lukashenko. Desde entonces, han crecido para convertirse en un movimiento nacional que incluye tanto la capital como las provincias, tanto a los intelectuales como a los trabajadores de las fábricas, empresas y medios de comunicación estatales. En un principio, el régimen de Lukashenko reaccionó con extrema violencia, con golpes y detenciones arbitrarias de la policía así como torturando a los manifestantes.

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