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La Unión Europea debe dejar a un lado la retórica y diseñar un plan para Bielorrusia
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La Unión Europea debe dejar a un lado la retórica y diseñar un plan para Bielorrusia

Un nuevo y masivo movimiento cívico ha emergido en Bielorrusia. Y Europa debería apoyarlo para crear así un nuevo tipo de política hacia el país

Foto: Protestas en Bielorrusia. (EFE)
Protestas en Bielorrusia. (EFE)
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La Unión Europea no necesita una política hacia Bielorrusia desde los años 90. El régimen bielorruso normalmente se ha aislado y se ha echado a los brazos de Rusia. Bielorrusia no era más que un miembro marginal de la Política de Cooperación del Este después de 2009. Tanto la política como los patrones comerciales estaban congelados, pese a algún leve giro europeo.

Pero ahora, la UE necesita una nueva política hacia Bielorrusia. Y la necesita rápido.

Las elecciones presidenciales del pasado fin de semana en Bielorrusia no solo acabaron en fraude, sino en un robo descarado. Se suele decir lo mismo de las cuatro victorias —fraudulentas— anteriores de Alyaksandr Lukashenko, todas ellas eran reelecciones que él podría haber ganado igualmente en una competición justa, aunque excluyendo a los rivales más poderosos y obligando a un tercio de los votantes a votar antes con todas las miradas puestos en ellos. En esta ocasión eso ya no fue cierto. Algunos colegios electorales publicaron los resultados reales y la líder de la oposición Sviatlana Tsikhanovskaya rondaba el 70% de los votos.

Foto: Una pareja en las protestas de Minks. (Reuters)

Lukashenko no calculó bien. Todos los candidatos defenestrados apoyaron a Tsikhanovskaya en una gran campaña ciudadana cuyo único programa era acabar con la era de Lukashenko prometiendo celebrar una segunda ronda de elecciones libres y justas tan pronto como fuera posible. Tsikhanovskaya y otras dos mujeres representaron a los candidatos excluidos este año, y consiguieron congregar multitudes allá donde fueran. La campaña estuvo en todas las redes sociales. Por lo tanto, nadie se cree las cifras oficiales: el 80% para Lukashenko contra el 10% para Tsikhanovskaya con una participación del 84%.

Represión policial y detenciones

Esta movilización ciudadana sin precedentes ha chocado contra la intransigencia del régimen. Las protestas tras las elecciones se han extendido por todo el país y se han construido barricadas en algunas ciudades. Pero Lukashenko ha lanzado varias amenazas y sus fuerzas policiales son mucho más fuertes que en otros estados postsoviéticos. Esto no es como Ucrania en 2014 o Armenia en 2018. La policía ha usado una violencia extrema (a veces aleatoria), balas de goma y gases lacrimógenos. Algunos manifestantes contestaron tirando cócteles molotov. Además, la represión acumulada durante la campaña y después de ella iguala y supera (aunque quedaría que se promulgaran largas sentencias de cárcel) al nivel que obligó a la UE a imponer sanciones después de las elecciones de 2010. Estas mismas sanciones se levantaron en 2016.

Además, es probable que la represión postelectoral aumente. Dos personas murieron en los primeros dos días de las protestas. Cientos de personas han sido arrestadas y puede que pierdan sus trabajos. Se ha cortado el acceso a Internet y la libertad de prensa está amenaza. Tras presentar una queja contra las elecciones, Tsikhanovskaya se fue a Lituania después de supuestas amenazas contra su familia y el equipo de campaña, siendo obligada a grabarse un vídeo como si fuera una rehén pidiendo calma.

Rusia puede que explote el aislamiento de Lukashenko o se adentre dentro del país para completar el trabajo de la represión

Una huelga general está juego. De momento, el régimen parece unido tras la represión. Tan solo hay unos pocos signos de desencanto a nivel local. Podría, por lo tanto, haber un periodo prolongado de supresión de derechos humanos como en Polonia después de 1980. Rusia puede que explote el aislamiento de Lukashenko o se adentre dentro del país para completar el trabajo de la represión. Vladimir Putin ha felicitado a Lukashenko por su 'victoria', pero muchos otros rusos han sido críticos. De momento, Rusia mantiene todas las puertas abiertas.

Los Estados Unidos de Trump no harán nada, aunque el comunicado de Joe Biden al menos reconoce que estamos en camino de una crisis a largo plazo.

El jefe de la diplomacia europea Josep Borrell y el comisario de Vecindad y Ampliación Oliver Varhelyi han condenado "el uso desproporcionado e inaceptable de violencia estatal contra los manifestantes pacíficos". Pero no es el momento para condenas verbales ni para decir que se está "monitoreando la situación". El líder del partido Popular europeo, Donald Tusk, dijo: "Bielorrusos, ayer hicisteis una elección: democracia, libertad y el final de la dictadura. Admiramos vuestro coraje y determinación. Todos los pueblos de Europa y del mundo están de vuestro lado". Pero eso debería significar un apoyo sustantivo.

Foto: Protestas contra el Gobierno libanés en Beirut el 11 de agosto (EFE)

La UE necesita desarrollar una nueva política que vaya más allá de la vieja elección binaria de apoyo a la oposición marginal pro-UE y el diálogo que intentó con el régimen en 2016.

Había elementos pragmáticos en el antiguo gobierno que fueron eliminados en junio. Pero las nuevas autoridades están desacreditadas y son incapaces de participar en un diálogo. Hay una nueva oposición, un movimiento cívico enorme. Ayudar a que sobreviva debería ser la principal tarea de los próximos meses. Se enfrentará a un acoso físico, legal, económico y en los medios sin precedentes. La UE debe actuar rápido y apoyar diversas políticas. El régimen también podría ceder a la presión y la UE debería tener planes para este resultado, aunque es menos probable.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Andrew Wilson y titulado 'Why The EU needs now a deliberate Belarus policy'.

La Unión Europea no necesita una política hacia Bielorrusia desde los años 90. El régimen bielorruso normalmente se ha aislado y se ha echado a los brazos de Rusia. Bielorrusia no era más que un miembro marginal de la Política de Cooperación del Este después de 2009. Tanto la política como los patrones comerciales estaban congelados, pese a algún leve giro europeo.

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