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Un puente colapsado y un puente por hacer, resumen del drama económico italiano
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La crisis económica italiana viene de largo

Un puente colapsado y un puente por hacer, resumen del drama económico italiano

Italia casi puede resumirse en dos puentes. Sur y norte. Un puente nunca construido en un sur olvidado, y un puente que se hundió como metáfora de la situación económica italiana

Foto: Hundimiento del Puente Morandi, en Génova. (Reuters)
Hundimiento del Puente Morandi, en Génova. (Reuters)

Italia casi puede resumirse en dos puentes. Sur y norte. Principio y final del país. El primero, al sur, es el puente no hecho, la deuda siempre pendiente y la muestra de la falta de poder para acometer una obra que más allá de los posibles beneficios económicos tiene algo de simbólica. El segundo puente, al norte, en Génova, es el símbolo de la tragedia y decadencia italiana, y también del renacer y la capacidad de un país de reinventarse desde un pasado que misteriosamente parece siempre futuro, tras la tragedia del 14 de agosto de 2018, cuando el puente colapsó llevándose por delante a 43 personas.

El del sur, el puente sobre el estrecho de Mesina, que debe conectar la Italia continental, desde Calabria, con su región de mayor tamaño, Sicilia, es un proyecto que viene de los tiempos de los romanos. En el libro 'El mítico puente sobre el estrecho de Messina', del profesor de la Universidad de Palermo, Aurelio Angelini, se narra como en medio de las Guerras Púnicas, año 250 antes de Cristo, “las tropas romanas colocaron sus barcos en fila en el estrecho de Mesina para hacer pasar los elefantes capturados de los cartagineses”.

Veintidós siglos después, ese puente, que une dos costas que casi se tocan con los dedos, tiene algo de evocador y casi maldito. Carlomagno, Mussolini, Berlusconi, Renzi y ahora el primer ministro Giuseppe Conte han jugado con la idea de construirlo para cicatrizar de alguna manera esa herida norte y sur por la que sangra el país.

Foto: Una manifestación de residentes médicos por los derechos laborales. (Reuters)

“Usted me habla del puente del Estrecho. Yo he hablado de una red de transporte vial en Italia que es inaceptable. Cuando hayamos hecho las obras urgentes, sin prejuicios, me sentaré en la mesa y valoraré hacer el puente sobre el Estrecho”, decía el pasado 3 de junio Conte al hablar sobre el futuro plan de obra pública de su Gobierno para luchar contra la crisis económica poscovid. Es cierto lo que indica Conte, quizá el drama italiano es que antes de acometer la conexión entre Calabria y Sicilia tiene deberes más urgentes como simplemente asfaltar carreteras de todo el país que están en un estado lamentable.

Decadencia social y económica

El 14 de agosto de 2018, a las 11:36 horas, el Puente Morandi o Ponte delle Condotte en Génova colapsaba y fallecían 43 personas. Decenas de coches y camiones se iban al vacío en un trágico accidente que tenía algo de revelador, de dramático y de previsible. Italia llevaba años sorteando una fuerte decadencia social y económica, con recortes y falta de nuevas infraestructuras, que provocaron que el país comenzara a desmoronarse de forma gráfica. El puente destruido, de alguna forma, simbolizaba Italia.

El 28 de abril pasado, en menos de dos años, sin embargo, se concluía la reconstrucción del nuevo viaducto, en el que han ido de la mano las administraciones públicas y la excelencia de la empresa privada italiana encabezada por el arquitecto Renzo Piano, que ha elaborado de forma altruista todo el proyecto.

placeholder El nuevo puente sobre Génova. (EFE)
El nuevo puente sobre Génova. (EFE)

“Esta obra es el símbolo de la Italia que sabe cómo levantarse, que se arremanga, que no se deja derribar, que no se abate, que no se deja vencer. Génova es un modelo para Italia. Desde Génova brilla una luz que da esperanza a toda Italia”, declaró Conte. Italia necesita símbolos positivos, obras, grandeza, optimismo, para abatir ese pesimismo crónico del que se ha apoderado un país que gira a tantos lados y direcciones que acaba siempre en el mismo sitio.

"Italia no morirá nunca, esa es la extrañeza de este país”, señala el economista y profesor universitario Gustavo Piga a El Confidencial. “Hay que hacer un fondo de reconstrucción que acelere la recuperación. Para Italia esta crisis es una oportunidad de renacer”, opina el también economista y profesor universitario Gianfranco Viesti.

3,6 kilómetros de obra sin realizar

Por lo tanto el camino a seguir es el de Génova, y Mesina (sur) forma parte de esa ruta que, por desgracia, tiene delante una larga lista de tareas pendientes. La ciudad de L’ Aquila, por ejemplo, gravemente dañada en el terremoto en 2009, tiene aún muchos trabajos por hacer. El puente Belvedere está aún cerrado tras 11 años de trabajos comisiones e ideas. Las infraestructuras italianas, como su economía, tienen diversas capas de deterioro. El keynesiano plan que se necesita para levantar el país tiene en Mesina sobre todo un símbolo. “Falta una visión estratégica de Italia. El puente del Estrecho cambiaría sobre todo el comercio marítimo del Mediterráneo”, explica el arquitecto y vicealcalde de la ciudad de Mesina, Salvatore Mondello, a El Confidencial.

La obra es una vieja disputa del país en la que no siempre las regiones de Calabria y Sicilia han estado de acuerdo. Hoy parece que sí existe una unión entre las diversas administraciones implicadas y se pretende retomar un plan que solo el ex primer ministro Silvio Berlusconi estuvo cerca de realizar. “En 2006 se hicieron todos los estudios, pero ya son inservibles. Creo que ahora estamos ante el enésimo intento. Esto me parece más un arrebato poscovid que una voluntad real. Conte quiere reabrir el debate, pero no veo unidad política”, dice Mondello, que afirma que la ciudad de Mesina está a favor de llevar adelante la obra.

Falta una visión estratégica de Italia. El puente del Estrecho cambiaría sobre todo el comercio marítimo del Mediterráneo

Lo cierto es que el puente tendría una longitud de solo 3,6 kilómetros, muy lejos de los 12,3 del puente Vasco de Gama de Lisboa, o del recién inaugurado puente y túnel chino que une las ciudades de Hong Kong y Macao, de 55 kilómetros, por poner un ejemplo de puente que cruza también mar abierto. China tiene en todo caso una larga colección de puentes “imposibles”, entre los que sobresale el Gran Puente de Danyang-Kunshan de 164 kilómetros. Italia no es China, de acuerdo, pero esa es la liga donde un país del G7 debe jugar. “Hay alguna dificultad en hacer el puente porque es una zona sísmica con fuertes vientos y fuertes corrientes, pero el nivel de tecnología no es hoy un problema”, señala Mondello.

El problema es más financiero, de costes y de elegir donde comenzar a reconstruir un país con numerosos agujeros. Keynes hablaba de hacer agujeros para rellenarlos, Italia no necesita inventarse los hoyos. “El Puente de Mesina golpea a la imaginación, pero es una obra que se justifica solo si se mete el tren. Y para eso primero se debe hacer la conexión de la alta velocidad desde Roma”, opina el economista Viesti.

Piga, por su parte, habla del puente de Mesina como ejemplo de todas esas obras públicas que Italia necesita realizar, y pone la lupa en la Administración: “Italia no es buena en el manejo del gasto público. Italia necesita invertir en puentes y en personas que hagan el puente. La Administración italiana está llena de gente de avanzada edad, mal pagada y mal preparada. No hay un país fuerte en el mundo que no tenga detrás una Administración fuerte”.

Un pierna rota desde finales del siglo XX

La pandemia ha generado en algunos países una falsa eximente de tragedia imprevista y consecuencias incontrolables. Al igual que ha hecho el coronavirus, el contagio económico es más grave o mortal en los infectados con dolencias previas. Cuando llegó el virus, Italia estaba ya muy enferma, con un 135% de deuda pública y cerca de un 10% de desempleo. El virus amenaza ahora con destruirlo todo o con generar una última oportunidad de regresar a la senda perdida del éxito. “Italia no había recuperado antes del covid el nivel de ingresos de 2007. Su recuperación era muy lenta desde 2014”, explica Viesti. “Tenemos una crecimiento medio del 0,8%, por debajo de la media europea”, reconocía recientemente el ministro de economía Roberto Gualtieri.

Hay un reparto de culpas en esta dolencia previa al covid-19 según Piga, que pone un ejemplo gráfico de lo ocurrido estas últimas décadas: “Italia andaba con una pierna rota desde finales del siglo XX. Se gastó mucho, no se hicieron las reformas necesarias y no se bajó la deuda. Entonces, en 2008 vino un coche conducido por un loco (EEUU), no fue culpa de Italia, y nos llevó por delante. La ambulancia europea (Banco Europeo) en 2009 no vino. Y en 2011, vimos que había un reluciente hospital europeo, pero estaba cerrado. De 2011 a 2018, Europa con sus políticas impuestas de austeridad y control del gasto provocó que el enfermo pasara a estar en estado muy grave. Ha sido una mezcla de errores nuestros y de imposiciones de Europa”.

Italia andaba con una pierna rota desde finales del siglo XX. Se gastó mucho, no se hicieron las reformas necesarias y no se bajó la deuda

¿Los recortes exigidos por Europa han tenido una relación directa con el resultado sanitario de la pandemia? “Una de las razones de la alta mortalidad del virus en Italia, como ha pasado en España, han sido los años de recortes impuestos por Europa que han afectado a la sanidad pública. Nuestros hospitales estaban peor preparados. Desde el inicio de la crisis económica de 2008, ha habido en Italia un recorte del 30% en inversiones públicas”, responde Piga.

¿Gasta mucho Italia para tener una deuda del 135% del PIB? “La deuda pública italiana viene de los 80. No es porque se gasta mucho, es porque se ingresa poco. Italia paga además unos altos intereses por esa deuda. En los últimos 10 años se ha rebajado el gasto en sanidad o infraestructuras, hasta niveles mínimos, pero no se ha reducido la deuda por esos intereses”, explica Viesti quien también apunta a los recortes como causa de muchos males.

Esperando (o no) al MEDE

Hacia delante hay para Italia una auténtica travesía en un desierto del que nadie puede calcular ahora sus dimensiones. El Instituto Nacional de Estadística pronostica una reducción del PIB en 2020 del 8,3% y una recuperación del 4,6% en 2021. La OSCE es más pesimista y habla de una caída del 11,3%, que podría alcanzar el 14% si hay una nueva cuarentena en otoño. El FMI, por su parte, augura que la elevada deuda pública italiana alcanzará este año la cifra récord del 166%.

En medio de ese complicado escenario el país afronta un fuerte debate sobre las ayudas europeas. A falta de que el Consejo Europeo decida este julio cómo y en qué condiciones se van a repartir los fondos, la oposición de la derecha encabezada por La Lega y Fratelli d’Italia se opone frontalmente al uso del MEDE (MES en Italia), por considerar que afectará a la soberanía económica italiana y hará al país reo de las decisiones austeras de Europa.

Una de las razones de la alta letalidad del coronavirus en Italia han sido los años de recortes impuestos por Europa

En la actual coalición de Gobierno del Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático hay, sin embargo división de opiniones. Conte, que se ha apuntado un importante éxito en la negociación al sacar el compromiso del Recovery Fund (fondos de ayuda sin condiciones) parece tener ahora una postura más diplomática que en el inicio, donde afirmó que Italia no aceptaría el MEDE, para permitir maniobrar a los países nórdicos sin la presión de someterlos a una rendición pública de las posturas meridionales europeas.

“El MEDE supone para Italia un ahorro anual de más o menos 400 millones de euros en pago de intereses para una ayuda del entorno de los 35.000 millones. Es una cantidad pequeña y los riesgos que asume Italia, que aceptaría el pacto de estabilidad, son mayores que los beneficios. Italia puede salir al mercado a financiarse en ese caso. El recovery fund sí es interesante y es una primera señal verdadera de solidaridad que da Europa”, afirma Piga que por el contrario advierte: “El problema es que el recovery fund llegaría a mediados de 2021 e Italia no tienen ese tiempo. Debemos ir a los mercados antes y convencerles de qué sabemos gastar el dinero en hacer puentes”, ejemplifica el prestigioso economista.

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“La ayuda europea es muy útil. Nos permitirá financiarnos sin aumentar la deuda al ser el pago a 10 años”, opina el profesor Viesti. ¿Cuándo cree que comenzará la recuperación? “Una parte depende del covid y otra parte de la política económica. Hasta ahora el Gobierno ha hecho intervenciones defensivas, pero esto no ayuda a crecer y se deben emprender inversiones, un plan keynesiano. Debemos de crecer a partir de 2022 por encima del 1,5%. ¿Hay peligro de colapso financiero? “Hay más un peligro de colapso socio político. Cuatro millones de italianos pueden quedarse sin empleo y eso puede generar desórdenes sociales. Esos desórdenes provocan que se incremente el gasto defensivo y eso impide el crecimiento”, concluye Viesti.

“No tiene sentido bajar los impuestos en un escenario pesimista porque la gente no gasta, está a la defensiva y no aumenta el consumo. Hay que planificar qué se va a hacer con esos 170.000 millones de euros que vendrán de Europa. Hemos perdido una semana de encuentros en los estados generales (reuniones sectoriales de alto nivel convocadas por el Gobierno italiano para planificar la nueva política económica poscovid) hablando de hacer reformas y deberíamos haber puesto sobre la mesa planes concretos de inversión”, explica Piga. ¿Hay peligro de colapso? “Es un momento clave para hablar de política económica. La gran noticia es la marcha de Merkel. El escenario post Merkel es importantísimo. Ella ha mandado un mensaje con el recovery fund. Italia debe acercarse a Alemania y Europa debe hacer algo que no ha hecho hasta ahora, escuchar el dolor de la gente”, concluye.

Italia casi puede resumirse en dos puentes. Sur y norte. Principio y final del país. El primero, al sur, es el puente no hecho, la deuda siempre pendiente y la muestra de la falta de poder para acometer una obra que más allá de los posibles beneficios económicos tiene algo de simbólica. El segundo puente, al norte, en Génova, es el símbolo de la tragedia y decadencia italiana, y también del renacer y la capacidad de un país de reinventarse desde un pasado que misteriosamente parece siempre futuro, tras la tragedia del 14 de agosto de 2018, cuando el puente colapsó llevándose por delante a 43 personas.

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