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El drama de los barrios que, en las vacas gordas, prefirieron los turistas a los vecinos
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El precio de la gentrificación desaforada

El drama de los barrios que, en las vacas gordas, prefirieron los turistas a los vecinos

La reapertura de la economía italiana no ha traído buenas noticias para todo el mundo. Para los negocios más dependientes del turismo, abrir supone solo nuevas pérdidas

Foto: Un restaurante en Roma, este 20 de mayo. (Reuters)
Un restaurante en Roma, este 20 de mayo. (Reuters)

"¿Has ido a cenar al centro? Los romanos ahí no vamos, eso es solo para turistas", me dijo un buen amigo romano tras contarle, antes del cierre por el coronavirus, que había pagado la copa del peleón vino de la casa, en una bonita 'trattoria' del centro en un callejón empedrado y con largas enredaderas en la fachada, a 10 euros. Hay países del mundo donde ese precio por el vino sería normal, pero no es el caso de Italia, donde en los barrios fuera del centro histórico, en 'trattorias' de comida casera como esa, la copa puede valer entre tres y cinco euros. Cenar cerca del Panteón y regresar a casa callejeando por esa Roma que parece el decorado de una película de XIX siglos —solo le falta el XX porque a Roma la modernidad le ofende— es un capricho. Hay de todo. Algunas 'osterias' y 'trattorias' de la zona monumental tienen precios más asequibles, pero un concierto de jazz y cena en la preciosa Via Margutta, por ejemplo, es un capricho para fechas señaladas. En Roma, en esas ocasiones, uno se disfraza voluntariamente de turista. Se disfruta a la ida y se regurgita a la vuelta. Todo es perfecto hasta que llega la cuenta.

El precio va en cascada. Los dueños de los locales pagan fortunas por hacerse con algunos metros cuadrados de los multitudinarios centros históricos de muchas ciudades italianas. "Yo pago 9.500 euros al mes", explica Armando, propietario de la 'trattoria' L’Orso 80, junto a la Piazza Navona en Roma. “El 80% de mis clientes son extranjeros. Estamos en la ruina”, dice ante el vacío de gente en sus calles adoquinadas fruto de la pandemia global de coronavirus.

Él ha decidido abrir las puertas para ir rascando dinero con el que poder sobrevivir. Otros muchos, como el restaurante que servía de ejemplo en el inicio de este texto, junto a tiendas de 'souvenirs', ropa o alojamientos turísticos, han colgado un enorme cartel en su puerta que dice: “No podemos abrir por la falta total de turismo hasta la Semana Santa de 2021.Trabajadores desesperados y sin dinero y nuestros negocios históricos colapsados”.

Foto: Viajeros procedentes de Ámsterdam llegan al aeropuerto de El Prat. (EFE)

El cartel está en todas las tiendas de venta de 'souvenirs' junto al Vaticano, en algunos negocios del centro histórico e incluso en algunas tiendas de barrios pegados a las áreas turísticas: “No vamos a abrir, no podemos pagar el salario sin ayudas del Gobierno”, dice la dependienta de Rafi Ruben, un pequeño 'outlet' de la Via Cola di Rienzo, barrio de Prati.

Pese a no ser ese exactamente un barrio de turistas, la tienda sufre una importante afección por ser zona colindante: "El 30% de nuestras ventas viene de extranjeros", explica ella. Claudio, por su parte, dueño de las cuatro tiendas de 'souvenirs' religiosos y romanos Capriotti, junto a la plaza de San Pedro, es más contundente en la cifra de afección de la crisis. "El 100%. Nosotros no trabajamos con los romanos. Nuestras ventas son cero sin turistas extranjeros o nacionales. Pedimos que el Gobierno amplíe las ayudas hasta el año que viene. Tenemos 20 vendedores a los que no podemos pagar el sueldo", denuncia.

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El comercio de barrio se recupera

La respuesta ante el anuncio de apertura de toda Italia el 18 de mayo ha sido muy dispar. Durante las últimas semanas, en general, la demanda empresarial era que les dejaran abrir ante la ruina inminente que provocaba el cierre. El Gobierno de Giuseppe Conte, finalmente, muy presionado por las regiones, ha adelantado la apertura prevista. Eso conlleva también que se acaban las ayudas generales de los ERTE, que regresa el pago de alquileres que en muchos casos se había renegociado durante la cuarentena, y ahí el escenario se ha partido en múltiples casos concretos.

El comercio de barrio, de 'ciudad normal', ha recuperado una cierta cotidianidad aderezada con las muchas normas de prevención que dificultan todo, pero el inmenso mundo empresarial italiano dedicado al turismo ha visto que la apertura es para ellos estéril e incluso perjudicial. "No están permitidos los vuelos de fuera, ni se puede hasta el 3 de junio viajar entre regiones, ¿qué cambia para nosotros, que vivimos de los visitantes, esta apertura?", ejemplifica Claudio.

No vamos a abrir, no podemos pagar el salario sin ayudas del Gobierno

Para los albergues, especialmente los pequeños, es aún más complicado el panorama. “Estamos en una situación terrible. Nos imponen muchas medidas sanitarias casi imposibles de cumplir. Somos 200.000 estructuras y entre el 20 y 30% no van a abrir. Muchos negocios no han podido continuar pagando las tasas y ya han cerrado”, explica Rosa Lotito, de la Asociación Nacional de B&B, casas de vacaciones, alquiler de cuartos y alquileres turísticos (ANBBA), a El Confidencial.

Desde esta asociación, además, se quejan de la publicitada ayuda que el Gobierno ha prometido para fomentar el turismo interior. “No vamos a aceptar ninguno esa ayuda del 'voucher' de 500 euros que el Gobierno da a cada familia para las vacaciones (300 a parejas y 150 a una persona). Somos los hoteleros los que pagamos y ponemos el dinero ahora, y lo que tenemos es una promesa del Gobierno de que nos devuelve el 80% el año que viene, de los impuestos”, señala Lotito.

Foto: Un puesto de carnicería. (A. Caballero)

Ante esta queja generalizada, el Gobierno ha decidido conceder al sector turístico una moratoria en los ERTE que parece durará hasta julio. Los afectados piden que las ayudas sean por un año. Y ahí el choque es inevitable: ¿quién lo paga? Y, sobre todo, ¿quién es responsable de que los restaurantes o apartamentos del centro de las bellas poblaciones italianas estén ahora vacíos?

Vecinos expulsados de su ciudad

Muchos italianos han visto en las últimas décadas cómo eran expulsados del centro histórico de sus propias ciudades. Durante décadas, los vecinos han visto la belleza de Roma, Venecia, Florencia o La Toscana como algo que casi les era vetado. En Venecia, se pasó de los 170.000 habitantes que había en la parte de La Laguna en 1950 a los algo más de 50.000 actuales. En esa bella porción de tierra rodeada de canales, eso sí, hay entre 6.000 y 7.000 apartamentos turísticos.

En Roma, la cifra es igual de escandalosa. "En 1950, en el centro habitaban 370.000 personas, hoy solo hay 80.000, de las cuales 20.000 lo hacen en el barrio del Trastevere", explica un artículo del 'Diario Romano' del 19 de mayo que se titula "Un barrio sin residentes y sin vida: el caso del centro de Roma". En el texto, se da otro dato llamativo: hay 65.000 anuncios de Airbnb en Roma, de los cuales el 65% están en el centro histórico.

placeholder El Palazzo Chigi, en Roma. (Reuters)
El Palazzo Chigi, en Roma. (Reuters)

La Ciudad Eterna, que es eterna por los vestigios del Imperio o del Renacimiento, quedó por tanto en la práctica 'prohibida' a la mayoría de romanos y, sin embargo, son ahora esos ciudadanos con sus impuestos los que deben mantener negocios que les han dado la espalda ante demandas más rentables.

“Llegué hace más de un año a Roma. Mi idea era buscar casa en el centro o barrios colindantes. No había apenas ofertas. En varias agencias, me dijeron que no tenían nada en alquiler y en otras me enseñaban pocas cosas y a precios desorbitados”, explica Marta. “La gente prefiere alquilar por Airbnb, a turistas, porque es más negocio. No nos llegan apenas casas en alquiler. Mucha gente compra como inversión y lo alquila luego para turistas que gestionan las reservas a través de agencias”, explica Davide, comercial inmobiliario. “Muchos B&B no pueden afrontar ahora sus alquileres o hipotecas”, confirman en ANBBA.

¿Los restaurantes del centro de Roma no pagarán impuestos porque no tienen clientes y los de los barrios colindantes sí?

La situación es aún peor para poblaciones pequeñas que se dedican casi en su totalidad al turismo. “En los municipios turísticos como Volterra, muchos de los principales ingresos, como el estacionamiento de vehículos, museos y el impuesto turístico de pernoctación, se perderán considerablemente. Esta falta de ingresos no solo afectará los presupuestos municipales, sino que también se verán afectadas todas las inversiones y servicios que implementan las administraciones”, explicaba Giacomo Santi, alcalde de Volterra, una bellísima localidad de La Toscana.

Salvar el turismo es salvar un sector que produce en Italia el 12% del PIB. Salvar un negocio de cualquier centro histórico genera al menos un agravio si no se hace con el resto, lo que deja muchas preguntas en el aire. ¿Los restaurantes del centro de Roma no pagarán impuestos porque no tienen clientes y los de los barrios colindantes sí? ¿No van a bajar los ingresos de los negocios en las barriadas donde la crisis puede golpear con crudeza aunque no estén junto al Coliseo? El dueño de un piso que legítimamente ha decidido alquilar su apartamento a un precio más alto que solo pagan los turistas ¿es responsable ahora de su propia crisis? Los cientos de miles de italianos que viven a las afueras de las ciudades porque no pueden pagar los alquileres o comprar viviendas céntricas, y hacen dos horas de transporte al día para ir y volver de sus trabajos, ¿deben pagar ahora la falta de ingresos de esos sectores privados que han optado por clientes más fructíferos? ¿Por qué no hay casi vecinos y quién es el responsable de eso en los centros históricos de las ciudades? Preguntas complejas de la era del covid-19 que se irán respondiendo en los próximos meses en Italia y en el resto del mundo. Un modelo de ciudad ha quedado expuesto por el virus, el más rentable.

"¿Has ido a cenar al centro? Los romanos ahí no vamos, eso es solo para turistas", me dijo un buen amigo romano tras contarle, antes del cierre por el coronavirus, que había pagado la copa del peleón vino de la casa, en una bonita 'trattoria' del centro en un callejón empedrado y con largas enredaderas en la fachada, a 10 euros. Hay países del mundo donde ese precio por el vino sería normal, pero no es el caso de Italia, donde en los barrios fuera del centro histórico, en 'trattorias' de comida casera como esa, la copa puede valer entre tres y cinco euros. Cenar cerca del Panteón y regresar a casa callejeando por esa Roma que parece el decorado de una película de XIX siglos —solo le falta el XX porque a Roma la modernidad le ofende— es un capricho. Hay de todo. Algunas 'osterias' y 'trattorias' de la zona monumental tienen precios más asequibles, pero un concierto de jazz y cena en la preciosa Via Margutta, por ejemplo, es un capricho para fechas señaladas. En Roma, en esas ocasiones, uno se disfraza voluntariamente de turista. Se disfruta a la ida y se regurgita a la vuelta. Todo es perfecto hasta que llega la cuenta.

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