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Merkel y Macron abren la precampaña de un frente pro-UE con pies de barro
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Merkel y Macron abren la precampaña de un frente pro-UE con pies de barro

Los dos líderes lanzan hoy el Acuerdo de Aquisgrán, una declaración de intenciones sobre una Europa unida y próspera. Pero a la hora de la verdad, las diferencias pesan demasiado

Foto: Emmanuel Macron y Angela Merkel tras recibir el Premio Carlomango por su "Visión Europea", en Aquisgrán, Alemania, el 10 de mayo de 2018. (Reuters)
Emmanuel Macron y Angela Merkel tras recibir el Premio Carlomango por su "Visión Europea", en Aquisgrán, Alemania, el 10 de mayo de 2018. (Reuters)

Angela Merkel y Emmanuel Macron abren este martes la precampaña del frente proeuropeo para las elecciones de mayo. Los dos líderes fundamentales de la Unión salen en defensa de una UE desnortada por los nacionalismos, el Brexit, Trump y el creciente euroescepticismo. Firman un nuevo acuerdo bilateral que persigue una cooperación "aún más estrecha" entre Francia y Alemania en todos los ámbitos, aunque siempre "en explícito servicio del proyecto europeo". Pero tras la pompa y las grandes palabras, el barco franco-alemán hace aguas. París y Berlín tienen ambiciones, miedos y tiempos bien distintos. Y difíciles de conciliar.

Se ha preparado todo como en las grandes ocasiones. El lugar elegido es Aquisgrán, la histórica ciudad alemana a escasos kilómetros de la frontera francesa que se convirtió en residencia habitual del rey franco Carlomagno, quien allanó el camino -hace más de 1.200 años- para la constitución del sacro imperio romano germánico. Es además aquí donde se entrega el premio Carlomagno a los líderes que más han contribuido al proyecto europeo. Un galardón que han logrado Konrad Adenauer, François Mitterrand, Helmut Kohl, Václav Havel, Jacques Delors, Felipe González, Merkel y, en la última edición, el propio Macron. La fecha tampoco es casual. Este 22 de enero es el 56 aniversario del Acuerdo del Elíseo, por el que Francia y Alemania dejaron de ser rivales históricos para convertirse en aliados imprescindibles y meollo esencial, en lo político y lo económico, de lo que llegaría a ser la UE.

Foto:  La canciller alemana, Angela Merkel, a su llegada la reunión de líderes de la UE, en Bruselas, el 13 de diciembre de 2018. (EFE)

El Acuerdo de Aquisgrán, que así se llama el texto de 16 páginas que van a rubricar Merkel y Macron, también está empapado de esa solemnidad. Los Gobiernos de Francia y Alemania subrayan en él su alianza y su intención de seguir caminando juntos, de cooperar aún más estrechamente, y de redoblar sus esfuerzos por avanzar aún más en la integración europea, un proyecto que se cargan, conscientes de su especial papel dentro del bloque, a las espaldas. Los párrafos van cargados de intención en un contexto europeo cargado de dudas sobre el futuro del bloque por el auge de los euroescépticos y la marcha de Reino Unido.

Merkel tildó este sábado el nuevo tratado de "necesario" para dar un nuevo impulso a la UE. "Trabajamos en Europa, queremos dar un nuevo impulso a la unidad europea", afirmó la canciller sobre el eje franco-alemán.

placeholder Francotiradores de la policía alemana desplegados en Aquisgrán durante la entrega del Premio Carlomagno, en mayo de 2018. (Reuters)
Francotiradores de la policía alemana desplegados en Aquisgrán durante la entrega del Premio Carlomagno, en mayo de 2018. (Reuters)

Una UE "unida, capaz, soberana y fuerte"

En el preámbulo del acuerdo, ambos países se dicen convencidos "de que es el momento de llevar las relaciones bilaterales a un nuevo nivel para prepararse para los retos del siglo XXI que tienen ante sí ambos países y Europa". También subrayan que su alianza bilateral es "decisiva" e "imprescindible" para lograr "una UE unida, capaz, soberana y fuerte". Su objetivo es que su "cooperación en la política europea" sirva para "promover la unidad, la capacidad y la cohesión de Europa".

El enfoque proeuropeo del texto no es casual. La UE se prepara ya para las que sin duda van a ser las elecciones europeas más relevantes, contestadas y decisivas. Toda una batalla en unos comicios históricamente definidos por la abstención, las distorsiones de la política nacional y el voto protesta. En juego está la influencia que va a lograr en las urnas el bloque euroesceptico, que podría llegar a paralizar todo el proyecto si consigue el suficiente peso específico en la Eurocámara. En eso está trabajando Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga italiana, que está tratando de conformar un frente con su homóloga francesa, Marine Le Pen, y está manteniendo contactos con ultraconservadores como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y Jarosław Kaczyński, eminencia gris del partido gobernante en Polonia. Dicen que tras las bambalinas está también el ultraderechista estadounidense Steve Bannon, deseoso de importar a Bruselas el caos que ha contribuido a instalar en Washington.

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Ante esta estrategia, Merkel y Macron están moviendo ficha. Resaltando a cada ocasión la importancia del proyecto europeo. Como elemento esencial para consolidar la paz en el continente tras siglos de guerras y como fundamento sobre el que preparar un futuro amenazado por la pérdida de relevancia política y económica de Europa frente a Estados Unidos, Rusia, China y otros emergentes.

Como ya lo han hecho en varias ocasiones en los últimos meses -especialmente en la reciente conmemoración del centenario del fin de la I Guerra Mundial- la canciller alemana y el presidente francés comparecerán conjuntamente, ahora en Aquisgrán, para reivindicar la importancia de la UE. Pese a pertenecer a familias políticas europeas distintas (y de alguna forma rivales, por tener caladeros solapados). Ella se incluye en la cristianodemócrata, en la del Partido Popular. Él, por su parte, está alineado con los liberales de ALDE, entre los que se integra Ciudadanos.

Pero más allá de los ideales abstractos y de los objetivos compartidos, las diferencias entre Merkel y Macron son evidentes. De hecho, son el principal obstáculo a que la UE de nuevos pasos adelante en su integración, a pesar de las especulaciones excesivamente optimistas que proliferaron cuando el francés accedió a la presidencia, cuando se pensó que todo rodaría sin dificultad entre París y Berlín de nuevo, tras la falta de sintonía política -que no personal- de la canciller con el anterior presidente francés, François Hollande.

placeholder Los ministros de Finanzas y Economía de la Eurozona participan en la celebración del 20º aniversario de la creación del euro, en Bruselas, el 3 de diciembre de 2018. (Reuters)
Los ministros de Finanzas y Economía de la Eurozona participan en la celebración del 20º aniversario de la creación del euro, en Bruselas, el 3 de diciembre de 2018. (Reuters)

Diferencias persistentes

Las diferencias no son nuevas. Macron -que irrumpió en política como un convencido europeísta- quería un contundente presupuesto común para la Eurozona -de "varios puntos" del producto interior bruto- y sólo ha conseguido una limitada "capacidad fiscal" condicionada por las reticencias de Berlín a mayores transferencias entre países miembros. La exigencia francesa de un ministro de Finanzas para el euro no ha prosperado, aniquilada por la apisonadora germana, donde prevalece un europeísmo pragmático y con claro acento alemán.

Berlín también lleva meses bloqueando la culminación del sistema común de garantía de depósitos, porque recela de los países del sur y del riesgo que suponen sus bancos más endeudados. Macron aspiraba asimismo a avanzar de forma más decidida en el ejército común, pero Alemania no está preparada para elevar de forma notable su presupuesto en defensa, sobre todo si el objetivo es proyectar poder en el exterior, tal y como tradicionalmente ha hecho París en África.

Foto: Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos y Financieros

El Acuerdo de Aquisgran refleja estas distancias entre las capitales. The Economist lo califica como de "baja ambición", porque es difícil dar en sus páginas con saltos cualitativos en la relación más allá de las buenas palabras. La grandilocuencia del preámbulo contrasta con la falta de sustancia práctica del articulado de los capítulos posteriores. Entre las medidas se encuentran el establecimiento de un organismo con miembros de los dos parlamentos, programas comunes de inversiones, líneas conjuntas de financiación para start-ups y la mejora de la cooperación bilateral entre los municipios fronterizos. Avances sí, pero no sustantivos.

Además, los dos líderes llevan meses distraídos de los esfuerzos comunes por cuestiones internas. Merkel ha estado lidiando con las réplicas de la crisis de los refugiados y el auge de la ultraderecha, además de pilotar su sucesión. Macron lo ha tenido aún peor, con el derrumbe de sus cotas de popularidad y el estallido de las protestas de los chalecos amarillos. Se ha visto forzado a aparcar reformas, cancelar viajes al extranjero y bajar a la calle a batirse el cobre para relanzar su presidencia.

Angela Merkel y Emmanuel Macron abren este martes la precampaña del frente proeuropeo para las elecciones de mayo. Los dos líderes fundamentales de la Unión salen en defensa de una UE desnortada por los nacionalismos, el Brexit, Trump y el creciente euroescepticismo. Firman un nuevo acuerdo bilateral que persigue una cooperación "aún más estrecha" entre Francia y Alemania en todos los ámbitos, aunque siempre "en explícito servicio del proyecto europeo". Pero tras la pompa y las grandes palabras, el barco franco-alemán hace aguas. París y Berlín tienen ambiciones, miedos y tiempos bien distintos. Y difíciles de conciliar.

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