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Si la demografía es el destino, la UE lo tiene crudo: en 2070, solo el 3,7% serán europeos
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La crisis que afronta el Viejo Continente

Si la demografía es el destino, la UE lo tiene crudo: en 2070, solo el 3,7% serán europeos

La edad de las europeas que deciden tener su primer hijo se ha elevado hasta los 29,7 años. Las italianas y las españolas son las que más tarde se quedan embarazadas

Foto: Archivo: una pareja pasea por San Sebastián. (EFE / Javier Etxezarreta)
Archivo: una pareja pasea por San Sebastián. (EFE / Javier Etxezarreta)

"La demografía es el destino", aseguró el sociólogo Auguste Comte. El de la Unión Europea hace tiempo que luce complicado. Al igual que está pasando en el resto del mundo, el descenso de la natalidad y una mayor longevidad han provocado la inversión de la pirámide demográfica. Ahora, cada vez hay más personas mayores y menos jóvenes. En el Viejo Continente, el fenómeno podría provocar que cada vez haya menos europeos en el mundo por factores generales como el despunte imparable de los nacimientos, pero también por otros específicos de la UE, como la escasez punzante de mano de obra que afecta de forma especial al mundo rural.

Respecto al envejecimiento, la tendencia demográfica a la que se dirige el Viejo Continente hace honor a su nombre. Los avances sociales, económicos y sanitarios están repercutiendo en Europa en el alza de la esperanza de vida de sus ciudadanos. De aquí a mitad de siglo, el porcentaje de ciudadanos por encima de los 65 años se situará en el 30%, frente al 20% actual. Ninguno de los 27 Estados miembros ha sido ajeno a esta tendencia en las últimas dos décadas. Grecia es el país que más ha visto crecer su población de más de 80 años; frente a Suecia, que se sitúa a la cola.

Este cambio de paradigma deja retos cruciales para el presente y el futuro de la UE desde el punto de vista económico, social, sanitario, productivo o geopolítico. La pandemia del coronavirus, que tuvo un impacto brutal sobre los más mayores, ya supuso un aviso a navegantes. Los servicios sanitarios se vieron sometidos a una gran presión y, de paso, se pusieron en evidencia cuestiones menos notorias como el drama de la soledad de muchos mayores.

Una de las grandes preocupaciones en torno a la pirámide generacional invertida reside en su impacto sobre las arcas públicas y la sostenibilidad del sistema de pensiones. Son muchos los informes, las investigaciones y las organizaciones que inciden en la necesidad de modificar los sistemas públicos de jubilación en los países europeos. Algunos como Francia han aprobado recientemente una reforma que retrasa en dos años, de los 62 a los 64, la edad de jubilación. El motor alemán ha creado un fondo soberano con hasta 200.000 millones para garantizar la sostenibilidad del sistema durante los próximos 15 años. Y España sacó adelante el año pasado la reforma de las pensiones, una de las medidas más importantes de la pasada legislatura. Uno de sus elementos centrales es que mantiene hasta 2044 el periodo de cómputo de los 25 años vigentes. El país cuenta con una situación especialmente vulnerable: tiene una de las esperanzas de vida más altas del mundo, un índice de fecundidad reducido y un sistema de cotización más bajo que muchos de sus vecinos europeos.

Natalidad

Otro de los elementos que explican el fenómeno actual es el descenso de la natalidad. En 2020, el número medio de partos por mujer fue de 1,5, muy por debajo del valor de 2,1 que se estima necesario para mantener una población estable. Según un estudio elaborado por la Comisión Europea, la edad de las europeas que deciden tener su primer hijo se ha elevado hasta los 29,7 años. En 2021, las italianas y las españolas fueron las que tuvieron su primogénito con más edad: con una media de 31,6 años. Las más jóvenes fueron búlgaras (26,5) y rumanas (27,1).

El sur lidera la baja natalidad. Las tasas en Malta (1,13 hijos por mujer), España (1,19) e Italia (1,25) contrastan con las del Estado miembro a la cabeza en recién nacidos: Francia con 1,84, muy en línea con la situación que viven Chequia y Rumanía. La fotografía también difiere desde la óptica contextual que se tome: en los pueblos europeos se procrea más que en las ciudades: el índice es del 1,61 y del 1,47, respectivamente.

Menos europeos

En 1960, los ciudadanos que vivían en suelo comunitario representaban el 13,5% de la población global. En 2018, la tasa se redujo hasta el 6,9%. La previsión es que en 2070 los europeos solo sean el 3,7% de la humanidad. Durante los últimos años, las mayores disminuciones de población se han registrado en Italia y Polonia.
Aunque este factor no es el único que determina el poder de un actor en el globo, sí tiene muchas implicaciones. Los europeos no solo son cada vez más menguantes en el planeta. También son más mayores y, por lo tanto, están menos presentes en el mercado laboral, poniendo contra las cuerdas el modelo productivo o la competitividad del mercado único. Así, Europa cuenta con un grave problema de mano de obra ágil y cualificada y arriesga quedarse rezagada frente a la implosión en continentes como África, donde el 60% de su población tiene hoy menos de 25 años. Se prevé que en dos generaciones los jóvenes pasen de ser 447 millones a 1300 millones.

Esperanzas de vida

La edad media de población en la UE es de 44 años. España cuenta con la mayor esperanza de vida de la UE con una media de 83,3 años. Le sigue de cerca Suecia, con 83,1; mientras que las más bajas se registran en Bulgaria (71,4) y Rumania (72,8). En 2021, la esperanza de vida en la UE se estimó en 82,8 años para las mujeres y 77,2 años para los hombres.

Mientras la hucha de las pensiones acusa esta longevidad, el mercado laboral también se encuentra frente a profundas metamorfosis. El desempleo en la UE se encuentra en mínimos históricos, pero hay una gran desproporcionalidad generacional, ya que la falta de empleo afecta principalmente a los más jóvenes. España es el líder europeo en paro general y juvenil.

Foto: Una bandera de la UE durante la cumbre de la OTAN en Vilna. (Reuters)

Los salarios reducidos, la precariedad del sistema laboral, el contexto actual de inflación o los grandes cambios de paradigma que acarren las revoluciones ecológica y digital dejan un panorama sombrío e incierto. "El desempleo está en un mínimo histórico, y esto es genial. Pero al mismo tiempo, las vacantes de empleo están en niveles récord. Necesitamos centrarnos mucho más en nuestra inversión en la educación profesional y la mejora de las competencias", reconocía Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en el discurso del estado de la Unión de 2022. Con este fin, el Fondo Europeo de Recuperación ha destinado 100.000 millones de euros a la estabilidad, sostenibilidad y crecimiento del mercado laboral.

Éxodo rural

El 30% de la población de la UE vive en el mundo rural, a pesar de que el 80% del territorio comunitario es rural. La despoblación de los pueblos está afectando de forma más punzante a los países del sur y el este, pero es un fenómeno cada vez más generalizado a lo largo y ancho del bloque comunitario.

La proporción de jóvenes europeos ha disminuido en todos los Estados miembros en los últimos 20 años, con un descenso promedio de tres puntos. La marcha de las nuevas generaciones ha tenido un impacto mucho más punzante en el mundo rural, que se está quedando cada vez más aislado y envejecido, mientras que los más jóvenes emigran a las urbes en busca de nuevas oportunidades. Una resolución del Parlamento Europeo advierte de que "el envejecimiento de la población está ocasionando una disminución de la población en edad de trabajar y puede provocar el declive de municipios y pueblos en toda la Unión; las decisiones de fusionar municipios y pueblos o de incorporarlos a otros municipios o ciudades también pueden provocar, simple y llanamente, su desaparición".

Este desequilibrio supone una amenaza directa a la cohesión social y corre el riesgo de amplificar la brecha entre las regiones más pobres y las más ricas. En 2050, el nivel de urbanización de la UE se disparará por encima del 83% dejando dos impactos inmediatos. Por un lado, la masificación de las urbes y el estilo de vida asociado, marcado por el gran número de desplazamientos, supone un nuevo reto a la hora de hacer frente a la lucha contra el cambio climático. En paralelo, el éxodo a las ciudades deja un vacío en, por ejemplo, el sector agrícola, que, en plena revolución del campo, se torna cada vez menos atractivo para las nuevas generaciones. Bruselas estima que a finales de esta década el 3% de los terrenos agrícolas queden abandonados.

"La demografía es el destino", aseguró el sociólogo Auguste Comte. El de la Unión Europea hace tiempo que luce complicado. Al igual que está pasando en el resto del mundo, el descenso de la natalidad y una mayor longevidad han provocado la inversión de la pirámide demográfica. Ahora, cada vez hay más personas mayores y menos jóvenes. En el Viejo Continente, el fenómeno podría provocar que cada vez haya menos europeos en el mundo por factores generales como el despunte imparable de los nacimientos, pero también por otros específicos de la UE, como la escasez punzante de mano de obra que afecta de forma especial al mundo rural.

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