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Mano de obra y lavado de imagen: el plan de exportación laboral que Israel teje en el sur
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Reclutados en Malaui

Mano de obra y lavado de imagen: el plan de exportación laboral que Israel teje en el sur

La expulsión de más de 100.000 trabajadores palestinos tras los ataques del 7 de octubre ha sumido al país en una crisis de mano de obra inédita. Ahora exportan la fuerza de trabajo

Foto: Un trabajador agrícola en el campo cerca de la Franja de Gaza, en octubre de 2023. (Europa Press/DPA/Ilia Yefimovich)
Un trabajador agrícola en el campo cerca de la Franja de Gaza, en octubre de 2023. (Europa Press/DPA/Ilia Yefimovich)

El 25 de noviembre del año pasado, un Airbus A321-251 israelí despegó desde el aeropuerto de Lilongüe, la capital de Malaui, rumbo a Tel Aviv con 221 jóvenes a bordo. La noticia copó los titulares de los grandes medios de comunicación de todo el mundo: el cuarto país más pobre del planeta se convertía en el primer Estado en enviar a trabajadores agrícolas a trabajar en granjas de Israel después del 7 de octubre. A través de acuerdos de exportación laboral firmados entre empresas de ambos países, los trabajadores eran reclutados en Malaui y enviados a Israel con un contrato de trabajo de cinco años y un salario de 1.400 euros. La noticia cayó en el olvido semanas después.

El pasado jueves, el país africano anunció la apertura de una embajada en Tel Aviv, pasando a ser el primer país del mundo en tomar esta medida desde el inicio del conflicto con Hamás. Sin embargo, el evento de inauguración de la embajada, encabezado por la ministra de Asuntos Exteriores, Nancy Tembo, y su homólogo israelí, Israel Katz, sirvió como precedente para anunciar una noticia mayor.

Ambos gobiernos firmaban, finalmente, un memorándum de entendimiento (MoU, por sus siglas en inglés) para enviar a 3000 trabajadores del sector agrícola de Malaui a Israel. "A partir de ahora van a ser los gobiernos quienes gestionen los reclutamientos de mano de obra y los envíos de trabajadores", confirma Nir Gess, cónsul honorario de Malaui en Israel y promotor de esos acuerdos de exportación, a El Confidencial.

Tras los ataques del 7 de octubre, los más de 100.000 palestinos que trabajaban en suelo israelí en los sectores de la agricultura o la construcción vieron revocados sus permisos de trabajo, sumiendo al país en una crisis de mano de obra inédita. 360.000 reservistas fueron llamados a filas. Los campos de Israel necesitaban urgentemente fuerza de trabajo para sus cosechas después de que países como Tailandia, que ofrecía el mayor número de trabajadores agrarios, entre otros, repatriaran a sus ciudadanos en pos de una guerra inminente, de la que todavía no se predecía la magnitud.

Foto: EC Diseño.
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El de Malaui es tan solo el primer capítulo de la exponencial estrategia israelí para hacer frente a esa crisis. Desde entonces, el foco se ha dirigido a países del sur global como Kenia, India, Sri Lanka, Uganda, Uzbekistán o Tanzania, algunos de los cuales han respondido a la llamada. Kenia, por ejemplo, anunciaba unos días después de Malaui el envío de 1.500 trabajadores, con una previsión de 5.000, y en febrero India hacia lo mismo con una primera cohorte de entre 700 y 1.000 obreros de la construcción, con el objetivo de alcazar los 10.000. Michael Lotem, embajador de Israel en Kenia, confirmó a la cadena BBC que Israel también planeaba reclutar trabajadores agrícolas de Uganda, mientras que el reclutamiento en Tanzania ya había comenzado.

Masauko Banda (nombre falso para proteger su identidad), un joven de 26 años natural de Neno, es uno de los 1.000 malauíes que están trabajando en esas granjas desde diciembre. En una entrevista telefónica a través de Whatsapp, Masauko recuerda claramente el día que le llegó el mensaje al grupo de estudiantes con el anuncio: "No dudé en iniciar el proceso. Desde que recibí el mensaje hasta que aterricé en Tel Aviv pasó solamente una semana", explica a este periódico.

Foto: Se levanta humo tras los ataques aéreos israelíes sobre la ciudad de Gaza. (EFE/Mohammed Saber)

"Estoy bien, aunque muy cansado. Ahora es época de cosecha y trabajamos unas 11 horas al día, librando los sábados". Mediante un agente de reclutamiento en Malaui, Masauko firmó un contrato de 1.500 dólares al mes por un periodo de cinco años. Al ser preguntado si percibe lo establecido en el contrato, se muestra rotundo. "No, y ha habido muchos problemas sobre esto. Tras deducciones, no debería percibir menos de 23 séquels la hora (5,71 euros), sin embargo recibo 22, aunque hay muchos otros que solo ganan 18, 20…otros más, depende del dueño de la granja", explica.

Masauko cuenta que trabaja recogiendo melocotones, nectarinas y uvas junto a un compañero de Malaui, varios jóvenes de Tanzania y trabajadores de Tailandia, pero que otros de sus amigos comparten espacio de trabajo con personal de Vietnam, Sri Lanka, Kenia, Benín, Ghana, Zambia o Uganda. "Hay muchas nacionalidades aquí", sostiene. El joven, que estaba estudiando un curso de procesamiento agroalimentario en Lilongüe, comparte las razones que lo llevaron a dejar sus estudios y buscar trabajo en Israel. "Quiero abrir una fábrica de procesado de maíz y varios hostales. Por ahora, el dinero que gano está bien y sirve para apoyar económicamente a mi madre y mis hermanos", cuenta.

Sin embargo, el incumplimiento de los salarios por parte de varios empleadores israelís provocó que en febrero algunos trabajadores huyeran y buscaran empleos fuera de las granjas. Según confirma a este medio Moses Kunkuyu, ministro de Información y Digitalización y portavoz del Gobierno de Malaui, "de los 1000 trabajadores que hay actualmente, siete abandonaron sus puestos de trabajo e informaron a las autoridades de Israel sobre su intención de solicitar asilo en el país". Además, revela, "uno de ellos fue deportado recientemente a Malaui después de ser encontrado trabajando en un restaurante en contra de los requisitos de su visado".

Foto: Vista aérea de la ciudad de Tel Aviv. (EFE)

Los nuevos acuerdos resultantes tras la firma del MoU son exclusivamente laborales y el periodo de contratación se mantiene en cinco años, al menos para el caso de Malaui, tal y como explica el cónsul Nir Gess. Al finalizar los contratos, los trabajadores deberán volver a sus respectivos países, sin que exista la posibilidad de obtener la nacionalidad israelí. Además, explica Kunkuyu, "la cifra de 3000 trabajadores exportados no es definitiva, sino que esta será determinada por la demanda del mercado laboral en Israel". La reunión entre la delegación diplomática de Malaui y la Asociación de Constructores de Israel deja también una puerta abierta al envío de mano de obra para otro sector con una alta demanda. "Existe la posibilidad de que se exporten trabajadores de la construcción una vez que estas discusiones se finalicen", revela el portavoz.

Secretismo y seguridad, los grandes problemas

Los acuerdos de exportación de trabajadores extranjeros evidencian una campaña a la desesperada ("fase de reclutamiento de emergencia", según Kunkuyu) por parte de Israel para hacer frente a una crisis de mano de obra inédita. Las formalidades entre autoridades y los apretones de manos entre diplomáticos son ahora frecuentes, algo que Tel Aviv aprovecha para lavar su imagen y ganar apoyos frente a la deslegitimación internacional, que se ha ganado a pulso con el asesinato de 34.000 civiles, 14.000 de ellos niños.

Organizaciones de derechos humanos y miembros del parlamento de Malaui criticaron en su día los riesgos y el secretismo de las medidas, calificándola de "transacción malévola", tal y como hizo Kondwani Nankhumwa, líder de la oposición. Sin embargo, el acuerdo no surgió de la nada. A principios de noviembre Israel concedía un paquete de ayudas por valor de 60 millones de dólares al país africano para hacer frente al alto desempleo, una crisis de divisa que propició la devaluación del 44% de su moneda local y una crisis macroeconómica grave. Apenas unas semanas después, la primera cohorte de trabajadores aterrizaba en Israel.

Foto: Una madre tailandesa sostiene la foto de su hijo asesinado por Hamás. (Reuters)

A pesar de que en noviembre el Secretario de Trabajo de Malaui, Wezi Kayira, asegurara que los jovenes trabajarían en entornos "aptos y seguros", la historia de los trabajadores agrícolas en Israel está plagado de abusos, tal y como ya denunció Human Rights Watch en 2015. La información respectiva a los acuerdos en otros países sigue siendo muy opaca, siendo Malaui el más transparente, en parte debido a la firma del MoU.

Masauko, que en diciembre aseguraba no preocuparse por su seguridad en Israel, describe el miedo pasado las últimas semanas: "Cuando Irán atacó a Israel la noche del 14 de abril, tuvimos miedo porque entiendo que los objetivos son militares, no residenciales, y nuestra casa está muy cerca de una base militar en Tel Aviv desde donde se lanzan los misiles para interceptar los ataques", concluye. Vive al lado de la conocida como Cúpula de Hierro.

El 25 de noviembre del año pasado, un Airbus A321-251 israelí despegó desde el aeropuerto de Lilongüe, la capital de Malaui, rumbo a Tel Aviv con 221 jóvenes a bordo. La noticia copó los titulares de los grandes medios de comunicación de todo el mundo: el cuarto país más pobre del planeta se convertía en el primer Estado en enviar a trabajadores agrícolas a trabajar en granjas de Israel después del 7 de octubre. A través de acuerdos de exportación laboral firmados entre empresas de ambos países, los trabajadores eran reclutados en Malaui y enviados a Israel con un contrato de trabajo de cinco años y un salario de 1.400 euros. La noticia cayó en el olvido semanas después.

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