Diciembre de 2023. Las tropas israelíes ya controlan gran parte del norte de la Franja de Gaza y las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) comienzan su invasión del sur. En redes sociales, aparece un anuncio de una compañía inmobiliaria israelí con los esbozos de unos cuquísimos chalés superpuestos sobre las ruinas de los edificios de Gaza. “¡Una casa en la playa ya no es un sueño! En la inmobiliaria Harey Zahav nos estamos preparando para comenzar a construir en cada parte de Gush Katif [los asentamientos israelíes en el enclave]”, decía el anuncio. El reclamo entonces resultó ser una broma, pero muy cercana a la realidad: apenas un mes después, varios ministros del Gobierno de Benjamín Netanyahu asistían a la conferencia “Regreso a Gaza” que perfilaba ya con gran detalle los planes para la construcción de nuevas ciudades israelíes sobre los escombros de lo que una vez fue Gaza.
Abril de 2024. Seis meses después de la masacre del 7 de octubre, perpetrada por Hamás contra el sur de Israel, la pregunta de cómo acabará la invasión y qué será del día después de Gaza está todavía sin responder. Ni el propio Gobierno israelí ni, por supuesto, sus aliados han pintado negro sobre blanco sus intenciones para el enclave palestino. El objetivo israelí sigue siendo “acabar con Hamás”. Pero, mientras tanto, lo que sucede en el terreno —los ataques aéreos, el asedio, el asalto de las fuerzas de Tel Aviv, sus buldóceres— habla de la destrucción sistemática de todos los cimientos de la vida en Gaza. Y, en la práctica, de parte de su futuro.