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De esperanza republicana a hazmerreír: la anunciada caída de Ron DeSantis
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De esperanza republicana a hazmerreír: la anunciada caída de Ron DeSantis

Dada su imparable caída en las encuestas y su lejano segundo lugar en los caucus de Iowa, 30 puntos por detrás de Donald Trump y casi a la par que Nikki Haley, era previsible

Foto: Ron DeSantis, gobernador de Florida. (Reuters/Randall Hill)
Ron DeSantis, gobernador de Florida. (Reuters/Randall Hill)

“Puedes ser el republicano más inútil de América, pero, si besas su anillo, Trump dirá que eres maravilloso”, declaró Ron DeSantis seis días antes de besar el anillo de Donald Trump. La carrera presidencial que prometía confinar al magnate neoyorquino a los libros de historia se evaporó, finalmente, la tarde del domingo. Al suspender su campaña y anunciar su apoyo a Trump, todo en el mismo mensaje, el gobernador DeSantis remataba así varios meses de hundimiento a cámara lenta.

“No tenemos un camino claro hacia la victoria”, reconoció DeSantis en un vídeo de cuatro minutos publicado directamente en la red social X. “Para mí está claro que una mayoría de votantes de las primarias republicanas quieren dar a Donald Trump una segunda oportunidad”, añadió. “Firmé una promesa de respaldar al nominado republicano, y honraré esa promesa. Él tiene mi apoyo porque no podemos volver a la vieja guardia republicana de ayer, una forma reempaquetada de corporativismo recalentado que Nikki Haley representa”, dijo, atacando a la otra rival en liza.

Dada su imparable caída en las encuestas y su lejano segundo lugar en los caucus de Iowa, 30 puntos por detrás de Donald Trump y casi a la par que Nikki Haley, era previsible que DeSantis tirase la toalla. El hecho de que lo hiciera ayer, sin probar suerte en New Hampshire mañana martes, se puede explicar de dos maneras: por un lado, DeSantis deja la carrera en un segundo puesto técnico y antes de magullarse todavía más en el resto de las primarias; por otro, su inmediato apoyo a Trump puede ser una manera de hacer las paces con quien puede volver a ser presidente. DeSantis tendría que trabajar con él: su mandato de gobernador acaba en 2026.

Atrás quedan por tanto los días otoñales de 2022 en los que DeSantis, reelegido gobernador de Florida con un margen aplastante, fue retratado como la gran esperanza de los republicanos cansados de Donald Trump. “DeSantis es Donald Trump con cerebro y sin el drama, publicaba Financial Times en octubre de aquel año; “DeFuture”, decía el imaginativo The New York Post en su portada con una fotografía de DeSantis sobre el escenario, con su modélica y americana familia.

No se puede criticar con dureza estos y otros titulares triunfalistas que veían a DeSantis como la “joven promesa del Partido Republicano”. El italoamericano de currículum impecable, que incluye Yale, Harvard, béisbol y la guerra de Iraq, no sólo revalidó la gubernatura con más de 20 puntos de ventaja; al mismo tiempo, los candidatos trumpistas que se presentaban a diferentes posiciones por todo el país rendían muy por debajo de lo esperado, diseminando la idea de que Trump, con todos sus juicios y escándalos y toxicidad, posiblemente estaba acabado. La mayoría de los republicanos parecían buscar un rostro fresco, sin abandonar necesariamente las coordenadas populistas a las que se había desplazado el partido desde 2016. Y ese era el hueco que quería llenar DeSantis: ser un Trump razonable, mejorado.

¿Qué salió mal? En retrospectiva, se podría decir que casi todo. DeSantis sacó a pasear continuamente su historial de medidas conservadoras en Florida, pero los decretos y las leyes no suelen inspirar titulares ni pasiones electorales. Quizás poner el acento en la gestión era una manera de compensar la falta de soltura en las calles y en los mítines, reflejada en la continua fuente de memes en que se convirtió la campaña de DeSantis. Una fuente de burlas explotada por el equipo de Trump, que llenó sus redes sociales con imágenes de DeSantis dando sorbos nerviosos a una cerveza, asintiendo compulsivamente frente a un grupo de votantes, forzando una broma tras otra, con sonrisas tan rígidas que parecían talladas en madera.

Pero los ataques de Trump no tenían respuesta. ¿Quería DeSantis adoptar una posición moral y serena, profesional, adulta? ¿O simplemente no sabía cómo proceder? Las habladurías de estos últimos meses sugieren que ha sido más bien lo segundo, como refleja el hecho de que la campaña de DeSantis cambió varias veces de estrategia y de asesores. Según NBC News, su campaña despidió al 40% del personal a los dos meses de lanzarse. Una antigua consejera suya, Susan Wiles, saludó la suspensión de campaña de DeSantis con dos palabras: “Bye, bye”.

El secreto de por qué falló la campaña quizás resida en la intención original de DeSantis: suplantar a Trump en su propio terreno, en el terreno de las bases trumpistas. Lo cual explicaría su publicitada persecución de la ideología woke en Florida, tanto en las escuelas y universidades, vetando libros y ampliando el control político, como en su accidentada lucha contra la empresa más importante del estado: Disney. Lo cual explicaría, también, las restricciones del derecho al aborto y la flexibilización aún mayor de las leyes de control de armas, en su primer mandato, hasta el punto de permitir a los profesores de escuela ir armados al trabajo.

Foto: Ron DeSantis. (Reuters/Henry Nicholls)

Así que DeSantis habría adoptado por su propia iniciativa una misión quimérica: arrebatarle a Trump el apoyo de las bases trumpistas. Con esta estrategia DeSantis habría cometido un suicidio por partida doble. El primer suicido, embarcarse en una misión imposible y atraer, con ello, toda la virulencia de los ataques trumpistas. El segundo, ganarse la desconfianza de los moderados, que tuercen el gesto ante los fallidos intentos del estólido gobernador de ser más trumpista que Trump.

Aunque puede que todas estas razones se antojen pequeñas ante el hecho de que, de momento, Trump parece invulnerable. Ron DeSantis probablemente gastó varios pares de zapatos caminando por todo Iowa: hizo campaña en los 99 condados del estado. No ganó en ninguno. Donald Trump se dejó caer en 17 condados. Ganó en 98. La mayor victoria en la historia de los caucus republicanos. DeSantis, que fue elegido gobernador originalmente gracias a la bendición de Trump, sabía que este era una presa difícil. Pero quizás esta era su única oportunidad de apuntar a la presidencia.

La salida de DeSantis son buenas noticias, sobre todo, para Trump. Es probable que los votos del derrotado vayan a parar a la causa del favorito. Según un estudio de FiveThirtyEight, un portal especializado en encuestas políticas, el 48% de los seguidores de DeSantis votaría a Donald Trump como segunda opción, frente al 27% de quienes darían su apoyo a Nikki Haley. Una rival que, de momento, se aferra a la esperanza en New Hampshire y en su estado, Carolina del Sur.

“Puedes ser el republicano más inútil de América, pero, si besas su anillo, Trump dirá que eres maravilloso”, declaró Ron DeSantis seis días antes de besar el anillo de Donald Trump. La carrera presidencial que prometía confinar al magnate neoyorquino a los libros de historia se evaporó, finalmente, la tarde del domingo. Al suspender su campaña y anunciar su apoyo a Trump, todo en el mismo mensaje, el gobernador DeSantis remataba así varios meses de hundimiento a cámara lenta.

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