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Usar armas nucleares en Gaza y cortar prepucios: los ministros israelíes se desatan
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Usar armas nucleares en Gaza y cortar prepucios: los ministros israelíes se desatan

Desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamás, los llamados a erradicar la Franja de Gaza han sido una constante por parte de varios de los integrantes del gabinete ministerial israelí

Foto: El ministro de Seguridad Nacional de Israel, el ultraderechista Itamar Ben-Gvir, en Ashkelon, Israel. (Reuters/Violeta Santos Moura)
El ministro de Seguridad Nacional de Israel, el ultraderechista Itamar Ben-Gvir, en Ashkelon, Israel. (Reuters/Violeta Santos Moura)
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"En Cisjordania, residen dos millones de nazis y terroristas de la talla del Estado Islámico. En Gaza también, pero son todavía peores. Son animales humanos y monstruos que deben ser tratados como tal y ser expulsados al desierto o a Irlanda. Cualquiera que ondee una bandera palestina o de Hamás no tiene derecho a existir y no debería seguir viviendo sobre la faz de la tierra. Tras la actual guerra, la Franja debería volver a llenarse de asentamientos israelíes siempre que los niveles de radiactividad lo permitan. Al fin y al cabo, el uso de armas nucleares es una de las opciones para acabar con los palestinos que habitan en ella".

Cada una de las afirmaciones enunciadas en el anterior párrafo parece fruto de un lunático radical o de un provocador que se esconde tras el anonimato de una red social. Sin embargo, todas ellas han sido emitidas por ministros del actual Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu.

Desde el inicio de la guerra entre Israel y Hamás a raíz de la letal incursión del 7 de octubre, los llamados a erradicar la Franja de Gaza han sido una constante por parte de varios de los integrantes del gabinete ministerial israelí. Declaraciones incendiarias que apenas han encontrado resistencia alguna del primer ministro. Tan solo la sugerencia de usar una bomba atómica en la región, pronunciada el pasado 5 de noviembre por el ultraderechista Amichai Eliyahu, ministro de Patrimonio, tuvo consecuencias. Tras una ola de condenas internacionales, Netanyahu suspendió al ministro de forma indefinida y le prohibió participar en las reuniones de gabinete. Sin embargo, no llegó a expulsarlo de su Gobierno.

La retórica ha alcanzado niveles que rozan el absurdo. El ministro de Comunicaciones de Israel, Shlomo Karhi, lanzó a mediados de noviembre una larga proclama en X (antes Twitter) en la que establecía paralelos entre la guerra de Gaza y varios conflictos bíblicos. En ella, instaba al ejército a emular a David, quien ordenó cortar los prepucios de 100 filisteos como venganza por tapar los pozos con tierra. “Nuestros combatientes, que fueron a la guerra para vengarse de la terrible masacre llevada a cabo por los terroristas nazis, los cubrirán de tierra en sus túneles y volverán junto a los secuestrados, solo después de que hayan cortado todos estos prepucios malditos”, publicó el político del Likud, el partido de Netanyahu.

¿De dónde surge esta retórica apocalíptica? Según Dov Waxman, director del Y&S Nazarian Center for Israel Studies de la Universidad de California, estos discursos dehumanizantes y maximalistas llevan tiempo siendo pronunciados desde los partidos de extrema derecha en Israel. La diferencia es que ahora forman parte del Gobierno y que se alimentan de una opinión pública israelí más dispuesta que nunca a equiparar el grupo islamista con la totalidad de la población de Gaza. “Desde los ataques, se ha extendido fuertemente en Israel la percepción de que Hamás cuenta con un apoyo generalizado entre los palestinos”, explica Waxman en entrevista con El Confidencial.

Del dicho al hecho, hay un trecho. Como recuerda el experto, Israel es un país dado a la política rimbombante y donde los discursos altisonantes evocando textos bíblicos son parte del día a día. Los ministros que lanzan los discursos más extremistas, además, forman parte de un gabinete de Gobierno de un tamaño considerable (casi 40) y no ocupan cargos relacionados con la guerra. También existe un grado considerable de rechazo social a estas posturas radicales entre la población israelí. Las encuestas reflejan que los partidos de ultraderecha perderían apoyo de celebrarse hoy elecciones y un sondeo reciente señala a Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional de Israel, líder del partido extremista Poder Judío, como el miembro peor valorado del Gobierno.

Foto: El ex primer ministro israelí y líder del partido Likud, Benjamin Netanyahu (d), y su esposa Sara. (EFE/EPA/Abir Sultan)

Sin embargo, otros expertos advierten de que los discursos que llaman a la destrucción total de la Franja van más allá de la mera exageración o exaltación. Aunque la mayor parte de esta retórica procede de los partidos ultraderechistas, algunos provienen del mismo Likud de Netanyahu. Y es que los ataques del 7 de octubre han cristalizado una creencia entre los partidos conservadores israelíes —y sus votantes— de que no existe solución política posible al conflicto con los palestinos. “Incluso entre algunos miembros de la derecha moderada, hay personas que realmente piensan que la única forma de estar seguros es matando a todos los integrantes de Hamás, sin importar lo que cueste o los civiles que mueran”, indica a este periódico Brent E. Sasley, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Texas especializado en política de Israel.

La retórica tiene un coste

Los discursos maximalistas también suponen un problema serio para el Gobierno israelí. Netanyahu y su gabinete han planteado el actual conflicto como uno existencial en el que la destrucción completa de Hamás es el único objetivo aceptable. Dicho de otro modo, no se trata de una guerra para rescatar a los más de 220 rehenes que el grupo islamista secuestró durante su incursión: es una guerra total en Gaza.

El resultado, como analizaba el veterano analista Hussein Ibish en entrevista con France24, es que Israel se ha puesto a sí mismo en una posición imposible de resolver. “Han establecido un objetivo de guerra ridículo: que Hamás debe ser destruido por completo. Es un objetivo imposible de cumplir, porque Hamás es una marca que no va a desaparecer y su liderazgo vive en Qatar, no en Gaza”, sentenciaba el experto.

El tipo de exterminio previsto por el Ejecutivo israelí implicaría una ocupación prolongada de Gaza que dejaría sus fuerzas armadas a merced del tipo de insurgencia armada que Hamás prefiere. También supondría un desgaste enorme por parte de la opinión pública del país y elevaría la presión internacional a un nivel sin precedentes. Incluso Alemania, un país que ha defendido a capa y espada el derecho de Israel de defenderse, ya está empezando a llamar la atención a Tel Aviv tras más de 16.000 muertos en la Franja. “Lo único que tiene sentido estratégico es presentar esta guerra como una destinada a rescatar a los rehenes (...) pero eso implicaría dar marcha atrás a la retórica dicha hasta la fecha, y no sé si Netanyahu va a estar dispuesto a ello”, agregaba.

La reciente tregua, que concluyó el pasado 1 de diciembre tras una semana en pie, es un ejemplo de la jaula en la que el Ejecutivo israelí se encuentra atrapado. En medio de una enorme presión internacional y de la opinión pública para extender este acuerdo, por el que Hamás liberaba a varios rehenes a cambio del retorno de prisioneros palestinos y el aumento del flujo de ayuda a la Franja, el ala más radical puso la zancadilla. Ben Gvir y los otros dos ministros de su formación —Eliyahu, quien hizo el comentario de las armas nucleares, y Yitzhak Wasserlauf— fueron los únicos miembros del gabinete que se opusieron al pacto e incluso amenazaron con dinamitar el Gobierno si se prolongaba. “Detener la guerra = disolución del Gobierno”, publicó Ben Gvir en X.

Netanyahu, sin salida

Pero Netanyahu está entre la espada y la pared. Aunque actualmente cuenta con el respaldo de Benny Gantz, el principal líder opositor, que fue integrado en un Gobierno de emergencia nacional, este apoyo se desintegrará en el instante en que la guerra concluya. Por ello, como señala Waxman, el primer ministro sigue “en un estado de dependencia casi total de sus ministros ultraderechistas”. “Netanyahu podría prescindir mañana mismo de estos ministros y condenar sus palabras si quisiera y seguiría contando con los votos necesarios en el Knesset, pero solo mientras la guerra dure”, dice el experto.

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Sisley concuerda y considera que el propio Netanyahu comprende que cuenta con muy poca influencia sobre los partidos de extrema derecha en su Gobierno, porque ellos saben que los necesita para permanecer en el poder. Después de todo, el primer ministro cedió a prácticamente todas sus exigencias durante las negociaciones para formar el Ejecutivo, dado que eran las únicas formaciones dispuestas a respaldarlo. Eso hace que sientan total libertad para hablar, independientemente del daño reputacional que causen. “Ellos son supremacistas judíos sin complejos. Y por eso no les importa lo que sus discursos provocan. No han llegado al Gobierno para jugar a la política. Quieren decir lo que realmente creen”, afirma el profesor.

La voluntad del primer ministro de mantenerse en el poder también explica algunas de las medidas más radicales propuestas por su propio partido. Durante todo el año anterior a ese 7 de octubre que detonó la guerra, Israel vivió protestas multitudinarias, de hasta un millón de ciudadanos en un país de menos de 10 millones de habitantes, contra las reformas judiciales propuestas por Netanyahu. Los manifestantes criticaban lo que calificaban como una deriva autoritaria del Gobierno.

Foto: Una pancarta, con Netanyahu en el centro, durante una protesta contra la reforma judicial del Gobierno, en Jerusalén. (Getty/Amir Levy)

Desde la guerra, el ministro de Comunicaciones, Shlomo Karhi —el mismo que evocó los prepucios cortados de David—, ha propuesto medidas que confirman esta percepción, como las regulaciones de emergencia aprobadas el pasado 20 de octubre que permiten la prohibición temporal de medios de comunicación que “socaven la seguridad nacional”. La catarí Al Jazeera fue la primera en ser señalada. Ahora, el ministro está apuntando a diarios nacionales de corte liberal, como Haaretz.

En última instancia, la principal consecuencia de la sarta de alarmantes declaraciones de ministros israelíes está siendo la indignación de gran parte de la opinión pública global. Algo que, aunque importante, no entra en los cálculos de Tel Aviv. “En Israel existe la creencia extendida, especialmente entre la derecha política, de que el mundo está en su contra”, apunta Sisley. “Así que las críticas que lleguen desde el extranjero no harán mella alguna en el Ejecutivo de Israel, porque las da por hechas. Lo único que puede hacer que cambie de parecer es la presión material por parte de gobiernos de otros países que sí tengan influencia”, concluye.

"En Cisjordania, residen dos millones de nazis y terroristas de la talla del Estado Islámico. En Gaza también, pero son todavía peores. Son animales humanos y monstruos que deben ser tratados como tal y ser expulsados al desierto o a Irlanda. Cualquiera que ondee una bandera palestina o de Hamás no tiene derecho a existir y no debería seguir viviendo sobre la faz de la tierra. Tras la actual guerra, la Franja debería volver a llenarse de asentamientos israelíes siempre que los niveles de radiactividad lo permitan. Al fin y al cabo, el uso de armas nucleares es una de las opciones para acabar con los palestinos que habitan en ella".

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