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Netanyahu acepta retrasar su reforma judicial en un intento de apagar las protestas masivas
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Caos en Israel

Netanyahu acepta retrasar su reforma judicial en un intento de apagar las protestas masivas

El Gobierno de Netanyahu forzó el cese del ministro de Defensa por su posicionamiento contra la reforma judicial, que ha sumido al país en una masiva crisis social

Foto: Protestas tras el cese del ministro de Defensa en Tel Aviv. (Reuters/Nir Elias)
Protestas tras el cese del ministro de Defensa en Tel Aviv. (Reuters/Nir Elias)

En las últimas doce semanas, muchos israelíes se han plantado y están demostrando en las calles su oposición a la reforma judicial que emprende el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Primero salió a manifestarse un público general más o menos informe; poco después, las marchas se sectorizaron (los médicos, el sector high tech, los abogados, las mujeres de rojo). Pero el verdadero problema para el Gobierno ha llegado en los últimos días, cuando se han sumado militares y personal de los servicios de seguridad, la piedra angular del sionismo, que argumentan que se ha roto el contrato personal que tenían con el Estado.

Tras una jornada de caos absoluto, con huelgas masivas y manifestaciones que han bloqueado el país, el Gobierno de Netanyahu ha pactado con sus socios más radicales de extrema derecha retrasar la tramitación de la reforma judicial varios meses, pero no suspenderla definitivamente. "Ofreceré una oportunidad genuina para un diálogo genuino”, ha declarado Netanyahu en una alocución que se ha retrasado horas. "De una forma u otra, lograremos una reforma que devuelva el equilibrio que se ha perdido entre los poderes del Estado", añadió. Una patada hacia adelante que está por ver si calma las protestas.

Israel ha sufrido unas caóticas 24 horas desde que el ministro de Defensa hasta la noche del domingo, Yoav Gallant, comenzó a advertir al primer ministro la semana pasada que la quiebra social ya estaba alcanzando a unidades de reservistas del Ejército. Finalmente, el sábado por la noche, mientras Netanyahu estaba en Londres y más de 600.000 israelíes se manifestaban en las calles, Gallant llamó a paralizar la reforma. "La creciente brecha en nuestra sociedad está penetrando en el Ejército y las agencias de seguridad. Esto plantea una amenaza clara, inmediata y tangible a la seguridad del Estado. No contribuiré a que esto suceda”, sentenció.

Foto: Protesta contra la reforma judicial en Jerusalem. (Reuters/Ammar Awad)

La respuesta del jefe del Ejecutivo apenas se hizo esperar: el domingo por la noche, Gallant fue cesado de su cargo. Ante esto, la población del país también respondió de inmediato con una manifestación espontánea e histórica de cerca de 700.000 de personas, sobre todo frente a la residencia de Netanyahu en Jerusalén y en Tel Aviv, con hogueras en la autopista de circunvalación más transitada.

El presidente de la Federación General del Trabajo de Israel, el sindicato más grande de Israel, declaró una huelga laboral inmediata y de proporciones históricas hasta que el plan de reforma judicial se suspenda. Poco después, todas las salidas y llegadas del Aeropuerto Internacional Ben Gurión, el más grande de Israel, han sido suspendidas. El sindicato de médicos de Israel también anunció su intención de cerrar el sistema de salud a partir del martes. Según el comunicado de la organización, el paro se mantendrá vigente "hasta el anuncio de negociaciones reales" e incluirá a todos los hospitales públicos y todas las clínicas locales del país.

Retrasar la reforma

Es posible que el Ejecutivo israelí haya llegado demasiado lejos. Netanyahu debía hacer un pronunciamiento público a las 11:00, hora local (10:00, hora española) para anunciarlo, pero ha retrasado su comunicado después de que varios ministros favorables a la reforma judicial amenazaran con su renuncia. Los primeros comunicados sobre la reforma han venido del partido del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, el extremista Poder Judío, que ha asegurado que ha pactado retrasar la tramitación de la reforma judicial varios meses, pero no suspenderla definitivamente. El ministro de extrema derecha, que hasta ahora era el miembro del Gobierno más reticente a pausar esa legislación pese a las masivas protestas, señaló que ha accedido a "una extensión hasta la próxima sesión para aprobar la reforma a través de negociaciones", informó su formación en un comunicado.

Mientras tanto, los manifestantes vuelven a inundar las calles este lunes. La crisis no tiene salida fácil e Israel está al límite.

"Hermanos de armas"

Todos los jueves y sábados por la noche, cuando termina el shabat (día de descanso judío), una marabunta de personas se reúne en diferentes puntos del país. Las intersecciones, la calle frente al Ministerio de Defensa, los portales de las casas de los ministros de la coalición de gobierno y los barrios religiosos, entre otros lugares, se llenan semana tras semana de manifestantes indignados por un paquete de proyectos de ley que el Gobierno de Netanyahu —el más radical de derecha de la historia israelí— quiere aprobar en un país en el que no existe una constitución, sino solo su preludio: unas leyes básicas con valor cuasi constitucional.

Las manifestaciones tienen especial fuerza porque quienes están tomado las calles de manera masiva, entre un mar de banderas de Israel, representan a la población más privilegiada e integrada del país. La población etíope y la árabe israelí (los palestinos que se quedaron dentro de las fronteras de Israel en las sucesivas guerras), por ejemplo, brillan por su ausencia. “Yo soy judía, serví en el Ejército, pago impuestos, soy etíope. Y no me siento parte de este movimiento, seguramente porque la discriminación contra mi comunidad, aún antes de este lío, es tan potente que no me sobrepongo y ellos (los manifestantes) no me representan ni les importamos, como han demostrado siempre”, explica Tigist M. a este periódico.

Foto: El designado Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu asiste a un acto de promoción de su nueva autobiografía "Bibi: La historia de mi vida". (EFE / Abir Sultan)

Un grupo particularmente llamativo de manifestantes es el compuesto por militares reservistas, que suponen la mayor parte del Ejército israelí. Se hacen llamar “hermanos de armas” y llevan camisetas de color verde-ejército con esas palabras. Pertenecen a diferentes unidades de combate y acuden a las marchas como si fuera una operación militar. Van vestidos de civil y desarmados, pero aplican la misma disciplina y los mismos códigos. Salen de sus casas de madrugada, se encuentran al despuntar el alba en los centros acordados y, armados con pancartas, banderas y megáfonos, protestan. Son, con diferencia, el grupo más influyente en unirse a las manifestaciones. Cuando los pilotos israelíes, la élite del Ejército, anunciaron que iba a dejar de acudir a su servicio en la reserva si las reformas continuaban su curso e Israel dejaba de ser un país democrático, Netanyahu y otros comenzaron a exigir unidad y mostrar nerviosismo.

Ron Sharf, integrante de “hermanos de armas” y teniente coronel en la reserva, afirma a El Confidencial que no están llamando a la desobediencia. “Nuestro servicio es voluntario y solo estamos diciendo a los soldados que sopesen si tiene sentido para ellos servir bajo un gobierno no democrático. Somos el núcleo duro del patriotismo y siempre que hay cualquier acontecimiento estamos en la vanguardia. Igual que estamos haciendo ahora, somos de los primeros en actuar porque queremos ayudar al país. Israel es un Ejército del pueblo, eso nos distingue de cualquier otra nación, y si el gobierno ya no es democrático y el ejecutivo tiene un poder ilimitado, los militares no podemos servirlo. El contrato personal de cada soldado con el país está roto”, asevera.

Sharf agrega que hay miles de soldados que no van a presentarse a sus servicios a partir de esta semana. Muchos ya han dejado de hacerlo. Cuestionado sobre si cree que este movimiento se va a quedar en los soldados de la reserva o si llegará también a los soldados de conscripción regular, el teniente coronel contesta que no tiene duda de que, de seguir las cosas el curso presente, el incumplimiento se hará extensivo a todos los escalafones del Ejército. “Es una bola de nieve que no se puede parar”, señala. “Cuando los soldados no sienten que lo que hacen y lo que arriesgan tiene valor ni sentido, no pueden hacerlo”, sentencia.

Sin reservistas no hay ejército

La fuerza aérea israelí está construida sobre los reservistas. Por motivos de seguridad, no se sabe el número de pilotos que la constituyen, pero el viernes pasado alrededor de 200 de ellos, que realizan misiones de combate, vuelan helicópteros y aviones de transporte, anunciaron que se saltarían el entrenamiento después del anuncio de Netanyahu de que no pondrá freno a la reforma, a pesar de la protesta pública generalizada.

Según Amos Harel, analista de Haaretz, el hecho de no presentarse a las sesiones de entrenamiento semanales tiene serias implicaciones, porque los pilotos perderán la certificación para volar en misiones operativas. Éste sería el primer impacto directo en la preparación de la fuerza aérea para la guerra que, junto con la no comparecencia de los oficiales de reserva para cumplir con su deber en tierra, interrumpirá el correcto funcionamiento de algunas unidades.

Esta era la "amenaza clara, inmediata y tangible a la seguridad del Estado" a la que se refería el ministro de Defensa a la hora de pronunciarse contra la reforma judicial. Sin embargo, la mayoría del Ejecutivo de Netanyahu no lo ve así. Algunos miembros del Gobierno, por ejemplo, están pidiendo que esos pilotos sean sometidos a juicio. Y con respecto a Gallant, Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Pública y conocido kahanista (partido fundamentalista prohibido en Israel) pidió de inmediato su dimisión. Y se le concedió.

Los votantes de Ben Gvir, líder del partido Otzmá Yehudit (Poder Judío, en hebreo), junto con los del ministro de Finanzas Betsalel Smotrich, del partido Sionismo Religioso, y del numeroso electorado de Shas, el partido ultraortodoxo, representan al sector israelí más intransigente. Una amalgama de corrientes del judaísmo que, si bien no están de acuerdo en todo, sí tienen una visión del gran Israel y el derecho divino de poseerla, que inclinan la balanza política hacia una población que contribuye muy poco o nada al Estado y que va en crecimiento exponencial (uno de cada cuatro israelíes judíos en 2050 será ortodoxo, según un estudio del Consejo Nacional Económico de Israel de 2021).

placeholder Manifestaciones tras el cese forzado del ministro de Defensa israelí. (Reuters)
Manifestaciones tras el cese forzado del ministro de Defensa israelí. (Reuters)

La población ultraortodoxa no hace el servicio militar y los varones suelen dedicar su vida al estudio religioso. Estas familias, numerosas en su mayoría, utilizan los recursos del Estado y los salarios de las esposas, que sí trabajan, para sobrevivir. Es una población empobrecida, su sistema de enseñanza no ofrece a los niños y niñas materias clave para pertenecer a la sociedad y progresar. La ciudad ultraortodoxa de Bnei Brak, colindante con Tel Aviv, fue la elegida para una reciente marcha de los “Hermanos en armas”.

“¡Buenos días, Bnei Brak! Ahora vosotros sois los responsables del país, ahora vosotros haréis el servicio en la reserva”, gritaba Ron Sharf a los vecinos. Preguntó a los manifestantes: “¿Hay aquí representantes de Golani (unidad de combate)?”. “¡Sí!”, respondieron algunos de los asistentes. “¿Hay representantes de los tanquistas?”. “¡Sí!”. “¿Hay representantes de pilotos?”. “¡Sí!”. Y continuó el teniente coronel: “Hemos venido a Bnei Brak para deciros: tomad el testigo, con gusto. Quien quiera una dictadura, nosotros le pasamos la carga. Pero la carga no es gratuita, es pesada. Con la fuerza viene la responsabilidad". Y el coro de manifestantes, cientos de reservistas, les decían a los vecinos ultraortodoxos de la ciudad detenidos en las calles y en las terrazas y ventanas: “¡Venid al Ejército!, ¡venid al Ejército!”.

Foto: Uno de cada tres habitantes de Jerusalén es ultraortodoxo. (Abir Sultan / EFE)

Los problemas para el Gobierno no se limitan a los militares. Los empleados de la empresa estatal israelí Rafael Advanced Defense Systems, que desarrolla, entre otros sistemas de armas avanzados, el interceptor de misiles Cúpula de Hierro, advirtieron el domingo que la reforma judicial dañaría gravemente a la sociedad israelí y, en particular, a la industria de defensa. Señalaban en su comunicado que en un país donde "el gobierno tiene un poder que no está restringido por controles y equilibrios, el capital humano requerido para desarrollar armas estará en una crisis moral".

El pulso en las calles continúa. “Hay muchos problemas en Israel y muchas discusiones políticas, incluida la ocupación”, dijo Sharf. “Pero esto que está pasando ahora pone en el peligro el ser un pueblo libre en nuestra tierra, como dice nuestro himno. Esto que está pasando está por encima de todas las crisis. Es una ruptura existencial”, añadió.

En las últimas doce semanas, muchos israelíes se han plantado y están demostrando en las calles su oposición a la reforma judicial que emprende el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Primero salió a manifestarse un público general más o menos informe; poco después, las marchas se sectorizaron (los médicos, el sector high tech, los abogados, las mujeres de rojo). Pero el verdadero problema para el Gobierno ha llegado en los últimos días, cuando se han sumado militares y personal de los servicios de seguridad, la piedra angular del sionismo, que argumentan que se ha roto el contrato personal que tenían con el Estado.

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