La Europa de los muros | ¿Quién se beneficia del cerco a la UE?

Mora Salazar era una empresa familiar española que vendía vallas para viviendas y pequeños negocios. En 2006, España contrató a Mora Salazar para instalar alambre de espino en los muros fronterizos de Ceuta y Melilla. Ahora, la empresa es una corporación multinacional rebautizada como European Security Fencing, con oficinas en Bruselas y en Berlín y negocios en más de 30 fronteras de todo el mundo. “Cuando los socialistas llegan al Gobierno, las quito. Cuando los conservadores vuelven al Gobierno, las vuelvo a poner. Ya las he quitado y repuesto cuatro veces, y cada vez recibo tres millones de euros”, reconoció el dueño de la empresa.

Las compañías que hacen negocio con las vallas de Ceuta y Melilla acumulan más de 120 casos de puertas giratorias, incluyendo una docena de exministros españoles. España no desvela el gasto total en estas vallas “por motivos de seguridad nacional”. Esta investigación analizó 188 contratos públicos para estas dos vallas de 133 millones de euros.

El mayor boom en el negocio de las vallas fronterizas en Europa tuvo lugar después de que el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, decidiese amurallar la frontera de Hungría con Serbia en 2015, en medio de la llamada crisis de los refugiados. Las estimaciones sugieren que Orbán ha gastado más de 2.000 millones de dólares en construir y mantener el muro desde entonces. Entre otras de las empresas más beneficiadas se encuentran metALCOM Zrt, cuyo mayor accionista es Zoltán Bozó, un empresario miembro del Fidesz, el partido de Orbán.

La decisión de Orbán produjo un efecto dominó, y otros países europeos lo imitaron rápidamente. Calais, una pequeña localidad histórica de Francia y un destino para los migrantes que quieren alcanzar el Reino Unido a través del canal de la Mancha, ya está rodeado por 65 kilómetros de vallas equipadas con la última tecnología, incluyendo drones de última generación, cámara de visión nocturna, y detectores de pasos y de CO₂ para localizar a los migrantes mediante su aliento. Grecia, el punto de entrada a Europa de las rutas migratorias del este, tiene un presupuesto de 819 millones de euros en fondos europeos para reforzar aún más su frontera hasta 2027. En total, los 27 miembros de la UE han fortificado 1.800 kilómetros de muros.

“La construcción de vallas no es la solución adecuada para evitar la migración irregular”, dijo el ministro esloveno del Interior en respuesta a esta investigación. El desmantelamiento de la valla fronteriza entre Eslovenia y Croacia generó una gran controversia. El Ejecutivo adjudicó siete millones de euros para el desmantelamiento de la infraestructura a Minis, la misma empresa que la instaló en 2015. Minis “no tenía ni un solo empleado un año antes de la exitosa adjudicación, y tenía la sede en la misma dirección que una rama local del partido por entonces gobernante”, dice el representante de Transparencia Internacional en Eslovenia. El contrato se adjudicó sin un concurso público.

Los gobiernos europeos perciben a la gente en ruta como un problema de seguridad y priorizan el gasto en muros, en lugar de en inversiones sociales urgentes. “¿Has visto la carretera de aquí? Llevamos años esperando una nueva, pero el muro fue construido instantáneamente”, dijo una señora mayor de Bulgaria, uno de los países más pobres de la UE, que vive en Matoczina, en la frontera con Turquía.

Los muros fronterizos son armas de doble filo. La otra cara del negocio la representan los contrabandistas y los gobiernos autoritarios que colindan con Europa. Por un lado, las mafias elevan sus precios para transportar migrantes en condiciones cada vez más peligrosas y violentas. Por el otro, los muros cada vez más militarizados permiten la instrumentalización de los migrantes por parte de gobiernos y dictaduras, desde Turquía a Marruecos, Bielorrusia y Túnez. Estos regímenes están condicionando, cada vez más, el control de su lado de la frontera a cambio de dinero, apoyo diplomático u otras concesiones de la UE