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Lo que Dinamarca perdió en el fuego del Corán: ¿cesión al extremismo o evitar delitos de odio?
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Crisis diplomática y de seguridad

Lo que Dinamarca perdió en el fuego del Corán: ¿cesión al extremismo o evitar delitos de odio?

Copenhague ha prohibido por la ley la quema del Corán después de que se multipliquen las manifestaciones antiislámicas y las protestas de media docena de países musulmanes

Foto: Varias personas queman en Pakistán una bandera de Suecia durante unas protestas en contra de la quema de un Corán. (EFE/Bilawal Arbab)
Varias personas queman en Pakistán una bandera de Suecia durante unas protestas en contra de la quema de un Corán. (EFE/Bilawal Arbab)
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El encargado de negocios de la embajada de Dinamarca en Turquía aprendió a hacer casi a ciegas el recorrido hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores. A lo largo del pasado mes de agosto, le convocaron cinco veces en ese lugar para protestar por las quemas del Corán u otros actos de profanación del Islam. En Teherán, Riad o Argel, los embajadores de Dinamarca y Suecia, o sus adjuntos, se han pasado el verano respondiendo a convocatorias de los funcionarios para echarles la bronca.

Sus interlocutores turcos e iraníes no solo les reprocharon la "persistencia de los actos desvergonzados y odiosos" contra el libro sagrado de los musulmanes, sino que les pidieron que modificaran el Código Penal para castigar a los "criminales". La conferencia ministerial de la Organización de Cooperación Islámica, reunida el 31 de julio, "lamentó profundamente la concesión por las autoridades [de Suecia y Dinamarca] de un permiso que condujo a la comisión de estos actos (...) con el pretexto de la libertad de expresión", así como "la ausencia de las medidas necesarias para impedirlos". Después de meses de crisis diplomáticas y de seguridad, Dinamarca ha decidido tomar cartas en el asunto y se dispone a prohibir, por ley, la quema del Corán en el país.

La medida de Dinamarca se ha tomado después de quejas mucho peores que la de la organización islámica. Los fieles del líder religioso iraquí Moktada Al-Sadr provocaron un incendio en la embajada de Suecia en Bagdad el pasado julio, mientras que el Gobierno iraquí expulsó al embajador sueco, retiró a su encargado de Negocios en Estocolmo y suspendió la licencia concedida a la multinacional sueca Ericsson. Mientras tanto, Al Qaeda instaba a los musulmanes de toda Europa a "cumplir con su deber de venganza".

Foto: Manifestantes se reúnen a la entrada de la embajada sueca en Bagdad un día después de que un manifestante quemara un ejemplar del Corán en Suecia, Irak. (Reuters / Ahmed Saad)

El jefe de la diplomacia danesa, Lars Lokke Rasmussen, aseguró que en julio se habían producido en su país nada menos que 170 manifestaciones, algunas con quemas o pisoteo de coranes, contra embajadas y consulados de países musulmanes o en lugares de culto. Los asistentes eran escasos, a veces eran fueron unipersonales, y todos expresaban su rechazo al Islam o a la inmigración musulmana. "Esto coloca a Dinamarca en una difícil situación en su política exterior", reconoció a finales de agosto Jakob Elleman-Jensen, vice primer ministro.

En enero, la quema del Corán por Rasmus Paludan, un extremista de derechas con doble nacionalidad sueca y danesa, ante la embajada de Turquía en Estocolmo, fue incluso un elemento esgrimido por parte de las autoridades de Ankara para entorpecer el ingreso de Suecia en la OTAN. Finalmente, fue aprobado en julio.

Una ley para rebajar tensiones

Además de la política exterior, las manifestaciones antiislámicas también han puesto en un brete la seguridad. Dinamarca prorrogó el 16 de agosto, por enésima vez, los controles reforzados en sus fronteras con la intención de impedir que se cuelen terroristas "vengativos". Al día siguiente, el departamento de seguridad interior sueco (SAPO) elevó su nivel de alerta, ante el riesgo terrorista, hasta el cuatro en una escala de cinco. Es la primera vez, desde la oleada de atentados que sacudieron a Francia a mediados de la década pasada, que el nivel es tan alto en Suecia. El primer ministro Ulf Kristersson sostuvo incluso que la situación de seguridad que vivía el país era la peor desde la II Guerra Mundial.

Foto: El político extremista Rasmus Paludan quema el libro del Corán en la embajada turca de Estocolmo. (EFE/Frederik Sandberg)

Para resolver el problema o, por lo menos, mitigarlo, el Gobierno de Dinamarca —a diferencia del de Suecia— ha decidido aprobar una legislación al respecto, según anunció el 25 de agosto el ministro de Justicia, Peter Hummelgaard. Sin embargo, hace solo seis años que el legislador danés abrogó la ley que castigaba la blasfemia; 40 años después de Suecia, el país del mundo cuyos ciudadanos gozan, probablemente, de la mayor libertad de expresión.

Ahora, la coalición integrada por los socialdemócratas, los Moderados (centroderecha) y los Venstre (liberales) quiere prohibir la degradación pública de libros y objetos religiosos. La ley danesa ya prevé que todo aquel que "insulte en público a una nación extranjera, Estado extranjero, su bandera o cualquier otro símbolo nacional reconocible", así como las banderas de la ONU y de la UE, pueda ser condenado con hasta dos años de cárcel.

La nueva iniciativa trata de ampliar la ley para poder también castigar el maltrato público de cualquier objeto que tenga un significado religioso, empezando por el Corán, pero incluyen también Biblias y Torás. Quemar el libro sagrado de los musulmanes es un "acto fundamentalmente despectivo e insolidario" y "perjudica a Dinamarca y a los intereses daneses", recalcó Hummelgaard. La modificación del código penal quedaría adoptada antes de fin de año. No hay unanimidad en el Folketing (Parlamento danés) para aprobarla, pero todo indica a que saldrá igualmente adelante.

Más allá de Dinamarca

El asunto trasciende las fronteras de Dinamarca porque, con el tiempo, otros gobiernos de países democráticos podrían tener la misma tentación. "En el sempiterno debate entre libertad de expresión versus orden público, lo inquietante sería que la línea roja de este último la marcaran estados extranjeros", advierte Alejandro de Valle, catedrático de Derecho Internacional público de la Universidad de Cádiz.

Foto: Varias personas queman una bandera de Suecia durante unas protestas en contra de la quema en el país nórdico el pasado 7 de julio. (EFE/Bilawal Arbab)

"Ceder a la intimidación de Estados políticamente autoritarios y religiosamente opresivos sienta un peligroso precedente y brinda a esos regímenes opresivos la posibilidad de socavar aún más los principios democráticos", escribió en agosto en la revista estadounidense Time Jacob Mchangama, autor de una historia de la libertad de expresión en el mundo, como Free Speech: A History From Socrates to Social Media. "Una vez que las democracias ceden por principio, los Estados autoritarios no responderán con gratitud (...) sino que exigirán que las restricciones autoimpuestas a la libertad de expresión se amplíen más", vaticina.

En el polo opuesto se sitúa Hussein El Ouariachi, que encabeza en Madrid la asociación religiosa ONDA. "Es bueno rectificar, pero es lamentable que se actúe así por la presión diplomática y los intereses económicos en lugar de por principios éticos y el respeto a la dignidad de las personas y las comunidades religiosas", señala. "Las declaraciones que hace ahora el Gobierno danés para justificar su iniciativa ya eran válidas hace mucho tiempo", pero ha tardado en ser consecuente.

Por su parte, Juan Ferreiro, catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad de Oviedo, también ve con buenos ojos la medida danesa. "Quemar un texto sagrado, reconocido como tal por multitudes de fieles, es una manifestación del delito de odio", asegura. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya lo ha dejado claro, según él. "No permite las expresiones que tengan como único objetivo herir", asegura.

Foto: Una activista con 'niqab', en Dinamarca. (Reuters)

"En el contexto social de Dinamarca, de incremento de la violencia, podría quizás justificarse" esa decisión, escribe Zoila Combalía, catedrática de derecho eclesiástico de la Universidad de Zaragoza. "Aunque la legislación vigente en Dinamarca podría ser suficiente para vetar esos actos, se va a introducir esa prohibición específica para dejarlo claro y acabar con la espiral de tensión", añade.

Las viñetas son la excepción

En España, no es necesario ningún cambio porque el artículo 525 del Código Penal ya estipula que "incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias o vejen también públicamente a quienes los profesan o practican".

Otra cosa son las viñetas caricaturizando al profeta Mahoma, como las que se publicaron en 2005 en el diario danés Jyllands-Posten o en el semanario francés Charlie Hebdo que, en enero de 2015, fue víctima de un atentado terrorista en París que causó doce muertos. La nueva ley danesa no las prohibirá. "Las famosas viñetas tenían un elemento de denuncia sobre hechos ciertos", recuerda Juan Ferreiro. "Representar a Mahoma con un sable en la boca y armas hacía referencia a que hay musulmanes que utilizan en vano el pretexto de la religión para cometer atentados terroristas y eso sí que está protegido por la libertad de expresión porque además se basa en hechos ciertos", afirma el catedrático de Oviedo.

Mientras Dinamarca se dispone a enmendar su legislación para satisfacer a la comunidad y a las potencias musulmanas, Francia actúa en sentido contrario. Tres días después del anuncio de Hummelgaard en Copenhague, el ministro francés de Educación, Gabriel Attal, confirmó que prohibía la abaya en las escuelas, una prenda de tradición musulmana que cubre todo el cuerpo de la mujer, desde los hombros a los tobillos. "Es un símbolo religioso que busca poner a prueba la resistencia de la República en el santuario laico que debe ser la escuela", explicó en televisión para justificar su decisión. Desde 2015, el velo islámico, la kippa judía y la cruz cristiana también están vetadas en los centros de enseñanza públicos franceses.

El encargado de negocios de la embajada de Dinamarca en Turquía aprendió a hacer casi a ciegas el recorrido hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores. A lo largo del pasado mes de agosto, le convocaron cinco veces en ese lugar para protestar por las quemas del Corán u otros actos de profanación del Islam. En Teherán, Riad o Argel, los embajadores de Dinamarca y Suecia, o sus adjuntos, se han pasado el verano respondiendo a convocatorias de los funcionarios para echarles la bronca.

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