Comisario a la fuga: el 'equipo Von der Leyen' empieza a cojear a un año de las elecciones
Los últimos meses de la legislatura europea suelen estar protagonizados por salidas desde la Comisión Europea. Esta vez, la sangría ha comenzado antes
La Comisión Europea, a casi un año de las elecciones europeas de 2024, está empezando a cojear. Es habitual que el equipo que conforman los comisarios empiece a desintegrarse a medida que se acercan los comicios y algunos de ellos saben ya que no repetirán en el cargo, pero en esta ocasión las señales han llegado mucho antes de lo que ocurrió, por ejemplo, en el caso de la Comisión Juncker en 2019. Con todavía un año de legislatura por delante, con muchas negociaciones abiertas, las salidas dejan a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una situación sensible.
Hace poco la comisario búlgara, Mariya Gabriel, abandonó la Comisión para ser una de los dos líderes de la coalición gubernamental en Bulgaria. En junio, Margrethe Vestager, vicepresidenta ejecutiva y uno de los pesos pesados políticos de la Comisión, comunicó a la presidenta que participaría en la carrera para ser presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), para la que es vista como una de las favoritas.
Ahora, el holandés Frans Timmermans, también vicepresidente ejecutivo, intentará liderar las listas conjuntas de socialistas y verdes en las elecciones legislativas de Países Bajos en noviembre. Hay otros nombres que se barajan para posibles elecciones, como por ejemplo es el de Jutta Urpilainen, comisaria de Acuerdos Internacionales, que como suele ser habitual suena como una de las posibles candidatas para las elecciones presidenciales que Finlandia celebra a principios de 2024.
Vestager y Timmermans, además, no son cualquier pieza. Cuando en 2019 se escogió a Von der Leyen, miembro del Partido Popular Europeo (PPE), como presidenta de la Comisión Europea se hizo pasando por encima del sistema del spitzenkandidaten que reclamaba la Eurocámara, es decir, sin escogerla de la terna de candidatos que habían participado en las elecciones europeas, algo que sí habían hecho Vestager y Timmermans. Como recompensa, se les puso en la cúpula de la Comisión Europea, como vicepresidentes ejecutivos representando a las otras dos grandes familias políticas europeas, los socialistas y los liberales.
Aunque Von der Leyen ha sido capaz de ganarse el respeto de la Eurocámara y ha sabido legitimar su elección, lo cierto es que la marcha de dos piezas fundamentales en la conformación de la actual Comisión marca un hito. El objetivo central de la presidenta en los meses que quedan ya no es hacer nuevas propuestas legislativas, teniendo en cuenta que prácticamente se agota el tiempo para lograr aprobar nuevas normas antes de que el Parlamento Europeo deje de estar activo unos meses antes de junio de 2024, pero sí intentar sacar adelante los expedientes pendientes que se tienen que negociar entre la Eurocámara, la Comisión y el Consejo (que representa a los Estados miembros).
Muchos de esos expedientes tienen que ver con el paquete de transición climática, el conocido como Fit for 55, que ha liderado precisamente Timmermans y que ahora se enfrenta a dificultades ante el cambio de posición del PPE en muchas de estas leyes. Por su lado, el departamento de Vestager ha vivido un terremoto en las últimas semanas después de que la vicepresidenta ejecutiva intentara nombrar a la americana Fiona Scott Morton como la economista jefa de Competencia del Ejecutivo comunitario, un nombramiento que se truncó por la oposición de Francia y algunos otros países, además de una mayoría de la Eurocámara, lo que ha dejado políticamente herida a Vestager.
Incógnita Von der Leyen
Las salidas generan la sensación del fin de un ciclo, algo que también se ve alimentado por la incertidumbre respecto a la continuidad o no de Von der Leyen la próxima legislatura. Aunque se ha dado por hecho que la alemana quiere continuar en el cargo, y ella ha estado trabajando para asegurarse de contar con los apoyos necesarios entre los jefes de Estado y de Gobierno, la política de la CDU alemana todavía no se ha pronunciado al respecto y parece que no lo hará hasta finales de año.
Además, su nombre ha salido en las quinielas para ser próxima secretaria general de la Alianza Atlántica (OTAN), que se tendrá que escoger en primavera de 2024. Una fuente aliada explica que la Casa Blanca se siente cómoda con ella, y que como presidenta de la Comisión Europea ha demostrado estar muy alineada con Estados Unidos. Otros creen que Von der Leyen, que tendrá 66 años cuando la siguiente Comisión tome el testigo y tendría 71 años cuando finalice su segundo mandato, puede considerar que su etapa política ha finalizado o preferir puestos con menos desgaste.
Por el momento, el escenario base en Bruselas sigue siendo que Von der Leyen intente volver a ser elegida como presidenta del Ejecutivo comunitario, y eso incluso en pie de guerra con el Partido Popular Europeo al que pertenece y con cuyo líder, el también alemán Manfred Weber, mantiene un pulso político. Es la favorita para el cargo: ha sabido ganarse la confianza de los líderes y se ha convertido en una candidata más que aceptable para los socialdemócratas, como demuestra su buena relación con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y también con los liberales y con los ecologistas en la Eurocámara.
La Comisión Europea, a casi un año de las elecciones europeas de 2024, está empezando a cojear. Es habitual que el equipo que conforman los comisarios empiece a desintegrarse a medida que se acercan los comicios y algunos de ellos saben ya que no repetirán en el cargo, pero en esta ocasión las señales han llegado mucho antes de lo que ocurrió, por ejemplo, en el caso de la Comisión Juncker en 2019. Con todavía un año de legislatura por delante, con muchas negociaciones abiertas, las salidas dejan a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una situación sensible.
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