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El último truco de Rutte: dinamita su Gobierno y abandera la 'mano dura' con la migración
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ELECCIONES GENERALES EN OTOÑO

El último truco de Rutte: dinamita su Gobierno y abandera la 'mano dura' con la migración

Rutte ha creado una crisis inesperada en su gobierno que ha tumbado la cuarta formación que lidera desde 2010, para estupor de la sociedad, la prensa y sus propios socios

Foto: El primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte. (EFE/Robin Utrecht)
El primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte. (EFE/Robin Utrecht)

Todo el mundo sabe que esto ha sido un juego política de Mark Rutte, pero nadie entiende muy bien a qué juega. No era ningún secreto que la política del asilo era un hueso duro sobre la mesa de la formación de centroderechas. Lo sabía perfectamente el propio Rutte cuando el miércoles llegó de repente a una reunión con su gabinete con una medida para restringir duramente la reagrupación de familiares directos de los refugiados. También sabía que, en el país que inventó el modelo de pólder, es decir, la toma de decisiones basadas en el consenso y la negociación, él no podía llegar con arrogancia y amenazas. Pero también lo hizo: o aceptáis, o me cargo el gobierno, vino a decirles. Saltándose todas las reglas del juego, tumbó su cuarta formación desde 2010 y dejó al país descolocado y con una pregunta: ¿Por qué ahora?

Hasta hace tres días, nada indicaba que Holanda se iría de vacaciones de verano con un gobierno en funciones y preparándose para elecciones generales en otoño. Rutte estaba incluso entregado a su causa estrella en los últimos meses: ayudar a Volodímir Zelenski con dinero, armas, entrenamiento militar y una campaña para acercar a Ucrania a la OTAN. Quería hacer las paces con las víctimas de los terremotos causados en el norte del país por la extracción de gas de Groningen, el yacimiento más grande de Europa. De hecho, iba a visitarlos el lunes. Estaba, en definitiva, haciendo política con sus socios. Ni siquiera la migración parecía ya un problema real para el país. Las escandalosas imágenes que se vieron el año pasado de solicitantes de asilo durmiendo en el césped de un centro de recepción de refugiados por falta de camas parecen haber quedado en el pasado. Holanda recibe un 35% menos de solicitudes de asilo que sus países vecinos y el flujo de llegadas es casi la mitad de lo previsto. Está en la media europea y Holanda tampoco es, en números, el país más atractivo para los refugiados.

Foto: El primer ministro Mark Rutte tras la reunión con su Ejecutivo. (EFE/Robin Utrecht)

Pero, aun así, Rutte ha creado su propia crisis de gobierno y este sábado entrega al rey, Guillermo Alejandro, su dimisión como primer ministro, la tercera vez que lo hace desde 2010 porque, sí, ha tenido que dimitir en tres de sus cuatro gabinetes, en 2012 cuando le dejó tirado la ultraderecha de Geert Wilders, y en 2021 con una polémica de discriminación en Hacienda. La formación que dirigía el país desde hace prácticamente un año y medio lo formaban cuatro grupos. El Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), que es el liberal de derechas de Rutte y el que más escaños tiene. Le sigue el social-liberal Democrats66, que tiene al mando a Sigrid Kaag, ahora ministra de Hacienda. El tercero es el demócrata cristiano CDA, que lidera el ministro de Asuntos Exteriores Wopke Hoekstra, aquel exministro de Hacienda que pidió al sur poner las cuentas en orden. Y, por último, los cinco votos adicionales los ponía ChristenUnie, que tenía ministros en Agricultura, Pensiones y Política de Pobreza.

La formación ya empezó con mal pie. En enero de 2021, un gobierno formado por estos mismos cuatro partidos dimitió en bloque por un escándalo de discriminación en la Agencia Tributaria a los ciudadanos con orígenes migratorios. Las elecciones generales se celebraron en marzo, y los resultados evidenciaron que los mismos cuatro partidos habían logrado sumar la mayoría suficiente en el Congreso como para volver a gobernar juntos. En abril estalló un escándalo que convirtió a Rutte en la bomba fétida a la que nadie quería acercarse. Estaba buscando vías para sacar del Congreso a un diputado muy crítico, Pieter Omtizgt, que entonces era miembro de un partido aliado, los demócratas cristianos CDA. Y cuando se conoció la noticia, por error, decidió mentir descaradamente a los periodistas y diputados que le interrogaban. Luego lo admitió, pero no es que hubiera mentido, sino que "lo había recordado mal".

Sigrid Kaag, la liberal de izquierdas que lidera D66, dijo que, si ella fuera Rutte, ya habría dimitido. "Aquí se separan nuestros caminos", le espetó. En ChristenUnie, que contaban con los cinco escaños para completar la mayoría, dijeron que no se iban a meter en el embrollo de estar en un gobierno liderado por un político en el que nadie confía. Los tres le pusieron una moción de reprobación, que pasó la votación. Pero, aun así, Rutte no dimitió. En diciembre, Teflon Mark —como se le conoce por su capacidad de haber siempre sobrevivido a los problemas— logró arrastrarlos a todos a acordar una formación para evitar la repetición electoral nueve meses de los comicios anteriores. En enero de 2022, asumieron sus cargos con muchas promesas de cambio, pero su aventura solo duró hasta la pasada noche.

La viceprimera ministra Carola Schouten habló de "un momento muy difícil"

Hubo varias bombas de relojería en la habitación: el enfoque para reducir las emisiones de gases de nitrógeno y el cierre de granjas, la creciente desconfianza en el gobierno, la victoria del partido agrícola BBB como el partido más grande del Senado, la crisis de la vivienda… pero uno de los elefantes en la habitación era el asilo y la migración. Desde el principio hubo dos equipos en este sentido: VVD y CDA, frente a D66 y ChristenUnie. Al final fue el propio Rutte quien dio un golpe en la mesa, presionado por su propio partido, que le había exigido cerrar un acuerdo de gobierno sobre la política migratoria antes de las vacaciones de verano. Presentó a sus socios una medida que él mismo admitió como "irreconciliable": una cuota de 200 personas para el total de familiares inmediatos que los refugiados de guerra pueden traer a Holanda cada mes, y un tiempo de espera de dos años hasta que un refugiado pueda reunificar a sus hijos —incluso menores—, pareja y padres. Eso es un imposible para D66, y sobre todo para ChristenUnie, un partido cristiano para el que la familia es ideología básica.

"Muy decepcionante, innecesario e imposible de explicar a la gente del país", decía Wopke Hoekstra, y eso que su partido se posicionaba del lado de Rutte en las negociaciones de esta semana. Eso sí, ha reconocido que tenía esperanzas de que los socios de gobierno hubieran querido ir más allá, saltarse lo que ya se conoce como "limites morales", para darle una alegría a Rutte. Pero no fue así. La viceprimera ministra Carola Schouten (ChristenUnie) habló de "un momento muy difícil" y negó que su partido haya dado un golpe en la mesa para cargarse la coalición. "Que los niños crezcan con sus padres, con su familia, es un valor fundamental para nosotros. Siempre lo hemos tenido claro", aclaró. Kaag (D66) criticó la actitud de Rutte durante las negociaciones, aunque dijo que fue decisión de todos dimitir como gobierno. "Hubo una tensión innecesaria en el proceso, eso es muy desafortunado", lamentó.

Rutte arriesgó y rompió la coalición, dicen fuentes de las negociaciones. Algunos lo consideran una imprudencia, pero hay partidos dentro de la formación de gobierno que tienen claro que Rutte tenía un plan claro detrás de su jugada: la migración es un buen tema para lanzar una nueva campaña electoral y ganar otros cuatro años de legislatura. Importantes partidos de la oposición ya han dejado claro que cooperarán con él en un futuro gobierno. Lo cierto es que, en las encuestas, Rutte es quien mejor está de los cuatro socios que tenía. Hoekstra y Kaag tienen un panorama poco halagador. El liberal lleva ya 13 años consecutivos como primer ministro, así que, cual monarca, sus gabinetes llevan títulos: Rutte I (2010-2012), Rutte II (2012-2017), Rutte III (2017-2021) y Rutte IV (2022-2023). ¿Habrá un Rutte V? Rutte dice que "necesita pensarlo con calma" pero tiene "la energía y las ganas" para volver a presentarse. Si sale mal la jugada, siempre puede pegarle un toque a Joe Biden, que estaría encantado de promocionarlo a nuevo secretario general de la OTAN.

Todo el mundo sabe que esto ha sido un juego política de Mark Rutte, pero nadie entiende muy bien a qué juega. No era ningún secreto que la política del asilo era un hueso duro sobre la mesa de la formación de centroderechas. Lo sabía perfectamente el propio Rutte cuando el miércoles llegó de repente a una reunión con su gabinete con una medida para restringir duramente la reagrupación de familiares directos de los refugiados. También sabía que, en el país que inventó el modelo de pólder, es decir, la toma de decisiones basadas en el consenso y la negociación, él no podía llegar con arrogancia y amenazas. Pero también lo hizo: o aceptáis, o me cargo el gobierno, vino a decirles. Saltándose todas las reglas del juego, tumbó su cuarta formación desde 2010 y dejó al país descolocado y con una pregunta: ¿Por qué ahora?

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