El año escoba para la UE antes de las elecciones europeas tendrá acento español
A partir de julio comenzará el semestre de la presidencia española en el Consejo de la Unión. Este 2023 será un auténtico "año escoba" para la siguiente legislatura europea
La legislatura europea entra en su último año efectivo de trabajo. El de 2023 será un auténtico "curso escoba" en el que las dos presidencias, la sueca primero, hasta julio, y la española después, hasta finales de diciembre, tendrán que sacar adelante muchos de los dosieres y los acuerdos que queden pendientes. Cuando termine el año, la Unión estará ya de lleno en pleno ambiente electoral, con los comicios europeos celebrándose en mayo de 2024 y la agenda legislativa ya metida en el congelador.
Aunque en España todavía se plantea la presidencia como una oportunidad para el glamour y la estrategia política, lo cierto es que asumir las riendas del Consejo se parece más a meterse en una trinchera mojada que a pasearse por la alfombra roja. Toca negociar algunos asuntos en los que los Estados miembros están enormemente divididos y tu papel es precisamente ser visto como un árbitro neutral y justo, por lo que tu capacidad de imponer tus intereses es más bien limitada.
Será el de 2023 un curso muy intenso, que comienza con una serie de debates abiertos heredados de este último año. Uno de los dosieres más importantes seguirá siendo el energético, que ha dado muchos dolores de cabeza a la presidencia de República Checa, pero que ha sabido ser muy productiva y hábil en las negociaciones. Por ejemplo, a principios de año la Comisión tiene previsto presentar una reforma del mercado eléctrico europeo que va a provocar muchas divisiones internas y que requerirá de mucha mano izquierda por parte de las presidencias. Otro de los dosieres espinosos de los próximos meses será la reforma de las reglas fiscales, un debate crítico que irá envenenándose a medida que se acerque la fecha de la reactivación de las normas, en enero de 2024. Y estos debates, que tienen un interés estratégico para España, no llegan precisamente en el mejor momento para Madrid, cuando le toca ser la presidencia, para defender sus intereses es mucho más difícil, si es que eres capaz de hacerlo.
Hay otros asuntos, como el intento por reactivar el pacto migratorio que permita una política común de asilo, que son muy delicados y que tendrán un papel central en la presidencia sueca y española. Otro punto clave en la agenda europea será completar el llamado paquete "Fit for 55", una serie de propuestas legislativas de la Comisión Europea para cumplir con los ambiciosos objetivos de recortes de emisiones, y que entran este año en un momento fundamental para medir si tienen éxito o no.
Se trata de un "año escoba" porque las propuestas de la Comisión Europea se van a ir reduciendo. Cuando Bruselas pone sobre la mesa una propuesta legislativa, se inicia un proceso lento: la Eurocámara negocia una postura común, y el Consejo, los Estados miembros, tratan de llegar también a un acuerdo entre ellos para una postura propia, y entonces comienza un tira y afloja entre instituciones, los conocidos como "trílogos", negociaciones que pueden llegar a ser muy largas y en las que no hay garantía de llegar a un acuerdo sobre un texto común. Por eso, el Ejecutivo comunitario no aprovecha normalmente hasta el último momento para hacer propuestas. En los próximos meses el trabajo empezará a concentrarse en sacar adelante todas las propuestas legislativas que sea posible antes de que en mayo de 2024 los europeos voten una nueva Eurocámara, de la que también saldrá una nueva Comisión Europea.
El rol de la presidencia
Antes del Tratado de Lisboa se consideraba que una presidencia tenía tres poderes: el establecimiento de la agenda, la estructuración de la agenda y la exclusión de asuntos de la agenda. Tras el establecimiento de una presidencia permanente del Consejo Europeo (la formación que reúne a los líderes) el poder de las presidencias rotatorias del Consejo de la Unión Europea (las reuniones ministeriales y sus formaciones preparatorias) ha disminuido, especialmente en la primera de las atribuciones. Ya es muy complicado que una presidencia sea capaz de establecer una agenda, precisamente porque tras 2010 la prioridad es que se identifique a la presidencia como un árbitro justo, y eso limita tu capacidad de tomar posiciones.
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Pero desde luego los últimos años han demostrado que la presidencia también debe estar de forma permanente en el "modo alerta". Por mucho que haya una agenda marcada, la Unión se ha acostumbrado a vivir una serie de crisis y shocks en los últimos años que han puesto a prueba la flexibilidad de las presidencias rotatorias y la capacidad de mantener la unidad entre socios. Claros ejemplos son la crisis del coronavirus, la guerra en Ucrania o sus efectos, que han monopolizado los seis meses de trabajo de la presidencia checa.
La legislatura europea entra en su último año efectivo de trabajo. El de 2023 será un auténtico "curso escoba" en el que las dos presidencias, la sueca primero, hasta julio, y la española después, hasta finales de diciembre, tendrán que sacar adelante muchos de los dosieres y los acuerdos que queden pendientes. Cuando termine el año, la Unión estará ya de lleno en pleno ambiente electoral, con los comicios europeos celebrándose en mayo de 2024 y la agenda legislativa ya metida en el congelador.
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