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Cómo un joven de 21 años puso en duda la seguridad del país más poderoso del mundo
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El 'leak' más raro de EEUU

Cómo un joven de 21 años puso en duda la seguridad del país más poderoso del mundo

Este jueves ha sido detenido Jack Teixeira, de 21 años e integrante de la Guardia Nacional Aérea, como presunto autor de las filtraciones de documentación clasificada

Foto: Agentes del FBI detienen a Jack Teixeira, empleado de la Guardia Nacional de las Fuerzas Aéreas de EEUU. (Reuters/WCVB-TV/ABC)
Agentes del FBI detienen a Jack Teixeira, empleado de la Guardia Nacional de las Fuerzas Aéreas de EEUU. (Reuters/WCVB-TV/ABC)

Cuando el Gobierno americano aprieta, lo hace de verdad, y en las últimas horas hemos visto las imágenes de las furgonetas, los Jeeps y los Chevrolet Tahoe de color negro y sin matrícula del FBI rodeando el hogar del principal sospechoso de filtrar información altamente clasificada del Pentágono. Un joven de 21 años llamado Jack Teixeira, empleado del ala de inteligencia de la Guardia Nacional Aérea del estado de Massachusetts, fue detenido este jueves en su casa de North Dighton por una docena de agentes federales que portaban metralletas y vestían chalecos antibalas.

"Hoy, el Departamento de Justicia arrestó a Jack Douglas Teixeira con relación a una investigación sobre la presunta obtención, retención y transmisión sin autorización de información de defensa nacional clasificada", declaró, junto al director del FBI, Paul Abbate, el secretario de Justicia de EEUU, Merrick Garland. Una indicación, junto con el músculo y la urgencia dedicados a las pesquisas, que refleja la seriedad con que el Gobierno de Joe Biden se ha tomado la filtración.

Este viernes, Teixeira ha sido imputado por delitos de transmisión y extracción de información clasificada. De ser hallado culpable, podría afrontar una pena máxima de 15 años de cárcel.

Los detalles de la vida de Teixera, identificado inicialmente por The New York Times en colaboración con el portal de investigación Bellingcat, ya son abundantes. El joven tenía numerosas cuentas en internet y era el administrador de Thug Shaker Central, un grupo de chat de Discord dedicado a los videojuegos en el que unas 20 o 30 personas de una edad similar desplegaban su afición a las armas y a las teorías conspirativas. El grupo habría sido fundado durante la pandemia de covid con el objetivo de compartir información internacional, hasta que un día del pasado marzo empezó a manejar documentos sensibles sobre las capacidades militares de Ucrania y otras cuestiones relativas a Canadá, Egipto, Israel, China o Corea del Sur. Teixeria habría presumido de conocer la terminología militar usada en los documentos y de haber tirado de la manta sobre lo que el Gobierno "no quiere que se sepa".

Foto: Momento de la detención de Jack Teixeira. (Reuters/Cedida)

A primera vista, las imágenes de los agentes vestidos de camuflaje, con cascos, metralletas y chalecos tácticos, llevando esposado a un chico imberbe en pantalones cortos de chándal de color rojo, recuerdan a una manada de leones escoltando a un ratoncito. Casi un adolescente que, sin embargo, podría haber tenido acceso a documentos de inteligencia de alto secreto que aportan interesantes matices sobre cómo funciona, entre bastidores, la política exterior de EEUU. Una situación que, a la vista de sucesos parecidos de la última década, no tiene nada de nuevo.

"Los enormes agujeros que Chelsea Manning y Edward Snowden [autores de dos de las mayores filtraciones de la historia de EEUU] dejaron en lo que América daba por hecho que se trataba de datos clasificados y seguros, amurallados, dio a Washington una seria lección sobre la importancia de mantener los secretos a prueba de filtraciones", escribió el consejo editorial de The Chicago Tribune. "Ahora, sin embargo, parece que Washington necesita una clase de repaso".

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Hay dos maneras fundamentales de abordar este tipo de filtraciones. Una, la del servicio público, que valora la percibida valentía de estos informantes, dispuestos a correr enormes riesgos personales para contarle al mundo cómo funcionan de verdad las cosas, en este caso, los abusos que comete Estados Unidos; y otra, la de la traición a la patria: con los datos de las agencias de defensa y de inteligencia no se juega. Y este tipo de filtraciones, por mucho que las barnicemos de deber moral, dañarían al país del informante y beneficiarían a sus adversarios.

Aunque la cantidad y el carácter de la información desvelada aún no se conoce con exactitud, la cincuentena de documentos, que incluyen mapas y fotografías, son en la mayor parte auténticos, como ha reconocido la propia Casa Blanca. Y cuentan cosas que podrían servir, por ejemplo, a Rusia. Entre otras, la localización de las baterías antiaéreas ucranianas o las maneras en que Estados Unidos cosecha su información secreta. Por ejemplo, entre las filas de los servicios de seguridad rusos.

Foto: El Pentágono en Arlington, Virginia. (EFE/EPA/Jim Lo Scalzo)

Algunas de sus revelaciones no nos son extrañas. Estados Unidos también espiaría a sus aliados, incluso a su gran aliado, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. También los documentos revelados por Wikileaks en 2011, que le costaron y le cuestan una ordalía judicial a Julian Assange, mostraban patrones similares: los norteamericanos habrían escuchado subrepticiamente las llamadas de la canciller Angela Merkel y de varios presidentes franceses. Otro patrón que resulta familiar, si se confirma la responsabilidad de Teixeira, es la tierna edad de los informantes.

"Chelsea Manning, Edward Snowden, Joshua Schulte, Reality Winner, quienquiera que sea el informante de los documentos militares de Discord...", tuiteaba Dmitri Alperovitch, presidente de la consultora Silverado Policy y experto en geopolítica y seguridad nacional. "¿Qué está pasando con los jóvenes de este país que sienten que está bien publicitar información operacional, clasificada y altamente sensible?".

Una forma de verlo, entre otras muchas, es a través de la caída de la confianza pública en las instituciones de Estados Unidos. Un fenómeno que está estrechamente relacionado con el ascenso del populismo, y que podría explicar la percepción común entre millones de estadounidenses de que el Gobierno es una casta de poder contraria a los intereses del pueblo y decidida a perpetuarse.

Una encuesta que Pew Research Center elabora desde el año 1958 recoge que, en la época de Lyndon Johnson, el 77% de los ciudadanos decía confiar en el Gobierno. La última encuesta refleja que esa proporción habría caído al 20%, un descenso que se empieza a apreciar a la par del inicio de las guerras de Iraq y Afganistán, la Gran Recesión y el declive de la prensa local. También ha bajado el respeto por el Congreso y por los medios de comunicación tradicionales, como si los pilares del sistema democrático estuviesen apolillados, llenos de agujeros. Al menos en la dimensión que realmente cuenta: la percepción de buena parte de la ciudadanía.

Otra perspectiva útil es la de la simple estadística. Estados Unidos tiene el complejo de defensa más amplio y ramificado del mundo. El Departamento de Defensa, además de contar con 1,3 millones de tropas activas, tiene 750.000 empleados civiles y más de 800.000 miembros en la reserva. En otras palabras: es el principal empleador del país, y el Pentágono, su edificio insignia, el edificio de oficinas más grande del mundo. Las posibilidades matemáticas de que algunos de sus trabajadores, como Jack Teixeira, se vean tentados de presumir ante sus amigos de conocer aquello que "el Gobierno no quiere que se sepa", no son desdeñables.

Cuando el Gobierno americano aprieta, lo hace de verdad, y en las últimas horas hemos visto las imágenes de las furgonetas, los Jeeps y los Chevrolet Tahoe de color negro y sin matrícula del FBI rodeando el hogar del principal sospechoso de filtrar información altamente clasificada del Pentágono. Un joven de 21 años llamado Jack Teixeira, empleado del ala de inteligencia de la Guardia Nacional Aérea del estado de Massachusetts, fue detenido este jueves en su casa de North Dighton por una docena de agentes federales que portaban metralletas y vestían chalecos antibalas.

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