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¿Va EEUU hacia una guerra civil? La redada en la mansión de Trump aviva los miedos
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Analistas alertan del peligro

¿Va EEUU hacia una guerra civil? La redada en la mansión de Trump aviva los miedos

Según expertos, en el país norteamericano se dan todos los elementos necesarios para una explosión violenta. La redada del FBI en Mar-a-Lago añade gasolina a las llamas

Foto: Partidarios de Donald Trump protestan frente a su mansión en Mar-a-Lago por el registro del FBI. (Reuters/Marco Bello)
Partidarios de Donald Trump protestan frente a su mansión en Mar-a-Lago por el registro del FBI. (Reuters/Marco Bello)
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Si en algún momento la estabilidad de EEUU estuvo realmente a punto de peligrar, ese día fue el 6 de enero de 2021, cuando el mundo contempló atónito cómo una turba de ciudadanos asaltaba el Capitolio y provocaba varias muertes. Numerosos observadores —desde reputados periodistas hasta expertos militares— llevaban tiempo temiendo la posible deriva violenta de una polarización cada vez más acentuada. El asalto llevó a muchos —incluido el autor de este artículo— a pensar que el país se encontraba a las puertas de un estallido de violencia armada. Sin embargo, esto no ocurrió. El sistema estadounidense de 'checks and balances' permitió neutralizar el descontento y mitigar los riesgos. Pero eso no significa que el peligro haya desaparecido. Al contrario.

La reacción a la redada que el FBI efectuó este lunes en la mansión del expresidente Donald Trump en Florida es un ejemplo de hasta qué punto el ánimo insurreccionista sigue vivo en Estados Unidos. La operación, según 'The New York Times', estaría centrada en recuperar parte del material que Trump se había llevado consigo al abandonar la Casa Blanca, entre ellas múltiples páginas de documentos clasificados. Pero el exmandatario, que lleva tiempo señalando al FBI como una herramienta que los demócratas usan en su contra, describió el registro como una caza de brujas con motivos políticos, un llamado que se vio amplificado entre sus seguidores en el Partido Republicano y en la extrema derecha estadounidense. Poco después de revelarse los acontecimientos, 'Guerra Civil' se convirtió en 'trending topic' en el Twitter estadounidense.

¿Se tratan de exageraciones a las que las redes sociales nos tienen acostumbrados? Probablemente, pero detrás de ellas hay una llama social que cada día arde con más fuerza. Una de las personas que observó con preocupación la insurrección del Capitolio fue la profesora Barbara F. Walter, aunque, a diferencia de otros, a ella no le pilló de sorpresa. Walter llevaba varios años trabajando en un libro que publicaría pocos meses después, titulado 'Cómo empiezan las guerras civiles y cómo prevenirlas', que tiene un origen interesante. Walter formó parte de una comisión convocada por la CIA en 1994, el llamado Grupo de Trabajo sobre Inestabilidad Política, para ayudar a la agencia a crear un modelo predictivo que permitiese vaticinar el estallido de este tipo de enfrentamientos en un país. A partir del estudio de las guerras civiles en todo el mundo en los dos siglos previos, este grupo de expertos pudo discernir una serie de factores que, sin ser infalibles, ayudaban a pronosticar la probabilidad de un conflicto armado en un Estado.

Foto: Bandera con el rostro de Trump durante el asalto al Capitolio. (EFE/Will Oliver)

Sorprendentemente, estos especialistas descubrieron que aspectos como la pobreza, la desigualdad e, incluso, la diversidad étnica apenas influían en este tipo de conflictos. En lugar de eso, los factores más determinantes tenían que ver con los cambios en la situación política del país y cómo afectaban a sus diferentes comunidades. Los expertos se dieron cuenta de que tanto las democracias plenas como las dictaduras más férreas tenían herramientas para lidiar con las tensiones, en un caso mediante mecanismos de participación y/o protesta controlada, en el otro a través de la supresión violenta y la brutalidad. El peligro se producía en el momento en el que un país pasaba de un modelo autoritario a otro más democrático, cuando el Gobierno perdía capacidad de coerción, o al revés, cuando se volvía más autocrático y trataba de imponer medidas coercitivas a un sector de la población no acostumbrado a la represión.

Este tipo de sistemas políticos intermedios son denominados “anocracias” y, según Walter, un cambio rápido de seis puntos o más en el sistema político, tanto en uno como en otro sentido, son el mejor elemento predictivo de inestabilidad, más del doble que cualquier otro factor. El libro incluye multitud de ejemplos en ese sentido, desde la guerra civil española tras el intento democratizador de la Segunda República, hasta el levantamiento en el este de Ucrania, el genocidio de Ruanda o las matanzas en Timor Oriental, pasando por los conflictos de Irak, Siria, Libia o Yemen. Otros factores también tienen una importancia crucial, como lo que Walter denomina “faccionalismo” —la división de la sociedad en grandes comunidades, étnicas o no, que perciben a las demás como enemigas y están dispuestas a emplear la violencia para protegerse— o la existencia de figuras políticas dispuestas a explotar estas diferencias para beneficio propio.

Desde la publicación del libro, han estallado varios conflictos que parecen validar estas conclusiones, como los casos de las recientes guerras civiles en Etiopía y Myanmar. Otras naciones podrían estar siguiendo un camino similar, como India o Brasil. Pero en todo momento queda claro que el principal país que Walter tenía en mente al redactar su estudio, tal y como ella señala de forma explícita, es Estados Unidos, donde se dan todos los elementos necesarios para una explosión violenta de este tipo. Entre ellos está el deterioro acelerado de las instituciones democráticas, una población dividida en dos grupos cada vez más incompatibles que consideran al otro una amenaza para su modo de vida y una larga lista de líderes políticos dispuesta a explotar esos miedos, empezando por el propio Trump. Por no hablar de la omnipresencia de las armas.

El libro de Walter, empezando por el propio título, trata de aportar una nota optimista, explicando que todos estos elementos aumentan la probabilidad de una guerra civil, pero no implican necesariamente que esta vaya a producirse, y concluye con una serie de consejos y recomendaciones para que no llegue a suceder. El problema es que todo lo que ha ocurrido en los últimos meses parece apuntar en la dirección opuesta. La propia experta, en una entrevista con el 'Washington Post' a principios de marzo, aseguró: “Sin lugar a dudas, hay muchos grupos en la extrema derecha que quieren la guerra [en EEUU]. Se están preparando para la guerra”.

Foto: Donald Trump en su regreso a Washington DC. (Reuters/Silbiger)

En la entrevista, Walter explica que el manual de la CIA sobre insurgencia divide los conflictos de este tipo en tres fases. La primera, la de preinsurgencia, cuando un grupo de individuos empieza a movilizarse alrededor de ciertas causas y motivos de agravio; la segunda, la de conflicto incipiente, cuando estos individuos comienzan a crear un brazo militar, en la que se producen los primeros incidentes violentos; y, por último, la de conflicto abierto. Para ella y otros expertos, está claro que EEUU se halla plenamente inmersa en el segundo estadio, donde algunas de las milicias —alimentadas por la experiencia militar de numerosos veteranos de las guerras de Afganistán e Irak— tienen objetivos abiertamente insurreccionales.

Es el caso, por ejemplo, de los Boogaloo Bois, para quienes el término 'boogaloo' es la forma de referirse a una inminente guerra civil para la que se están preparando de forma activa. Y, si no se han producido todavía muchos episodios violentos, se debe más a la competencia de las autoridades federales que a otra cosa. No hay que olvidar que en octubre de 2020 el FBI detuvo a 13 personas, la mayoría miembros de una milicia llamada los Wolverine Watchmen, por conspirar activamente para secuestrar y ejecutar a la gobernadora del estado de Míchigan, Gretchen Whitmer, como castigo por las restricciones impuestas durante la pandemia del coronavirus.

El 43% de los incidentes terroristas de 2021 en EEUU se produjeron contra miembros de la Policía, el Ejército o el Gobierno

El último estudio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales sobre incidentes terroristas en EEUU, publicado a finales de mayo, también es alarmante. Los datos, por ejemplo, muestran un incremento sustancial en el número de ataques contra manifestaciones. Mientras en 2019 solo un 2% de los incidentes y conspiraciones terroristas tuvieron lugar contra protestas, esta proporción se disparó al 47% en 2020 y al 53% en 2021, lo que implica un rechazo cada vez mayor por parte de los diferentes sectores ideológicos hacia las expresiones políticas del signo opuesto, así como una disposición a utilizar la violencia para suprimirlas. Los datos también señalan una creciente hostilidad hacia las fuerzas de seguridad por parte de todos esos sectores, que las convirtieron en objetivo en el 43% de todos los incidentes de este tipo que tuvieron lugar en 2021. El 48% de los episodios causados por actores de extrema derecha se produjeron contra miembros de la policía, el Ejército o el Gobierno, así como en el 37% de los causados por la extrema izquierda.

El tercer aspecto relevante del estudio es una creciente radicalización en la izquierda, en reacción a la que ya se ha producido en la derecha. Si en 2020 los extremistas de izquierdas fueron responsables del 23% de los incidentes, en 2021 esta proporción se disparó hasta el 40%. Las confrontaciones entre ambos bandos, afirma el documento, han “creado un ‘dilema de seguridad’ en áreas metropolitanas, donde los intentos de un bando de mejorar su propia seguridad amenazan la de otros, lo que lleva a una mayor escalada. Justo el tipo de situación que Walter ha identificado como una receta segura para la violencia: el miedo a ser agredido por el otro bando, y la consiguiente reacción para impedirlo, concebida como “autodefensa”.

Foto: Una protesta pro derecho al aborto. (Reuters/Evelyn Hockstein)

En ese contexto, las últimas decisiones del Tribunal Supremo, como la cancelación de Roe vs. Wade, son percibidas por un amplio sector de la población como una agresión directa a su forma de vida, especialmente si, como se teme, la corte acaba fallando a favor de restringir más derechos, como el matrimonio homosexual o el uso de anticonceptivos. Pero hay otras decisiones que podrían tener aún más impacto en la estabilidad política del país. La corte ha aceptado un caso en Alabama que podría acabar en la anulación de la Ley de Derecho al Voto de 1965, que prohíbe cualquier tipo de procedimiento que suponga una discriminación por motivos de raza, y otro en Carolina del Norte que convertiría a las legislaturas estatales en la autoridad electoral última en dichos estados, por encima de gobernadores y tribunales. Si ese hubiese sido el caso en 2020, el Partido Republicano podría haber impuesto sus delegados en el Colegio Electoral incluso en estados donde ganó Joe Biden, y Donald Trump sería hoy presidente pese a haber perdido las elecciones.

La visceral reacción a la redada en la mansión de Trump podría, por lo tanto, desatar un serio estallido de violencia en EEUU, especialmente si la investigación avanza hasta un punto en el que el exmandatario afronte acusaciones formales con consecuencias penales. Y este es solo es uno de varios escenarios donde podría producirse un estallido. Por ejemplo, si este 2024 un republicano llega a la Casa Blanca y el nuevo Gobierno trata de imponer una agenda ultraconservadora que es rechazada por un sector lo suficientemente amplio de la población, o si ganan los demócratas y una masa crítica de votantes republicanos se niega a aceptar ese triunfo como legítimo, como ya ocurrió en 2020. Hay ya, al menos, un ejemplo reciente en el que una autoridad militar se ha negado a obedecer las órdenes del Gobierno civil. En noviembre de 2021, el jefe de la Guardia Nacional de Oklahoma, el general de brigada Thomas Mancino, rechazó el mandato federal que obligaba a todos los miembros de la institución a ponerse la vacuna contra el coronavirus.

Más de una cuarta parte de los estadounidenses se sienten tan presionados por el Gobierno que creen que “pronto podría ser necesario alzarse en armas”

Las estadísticas muestran que la polarización en EEUU se está traduciendo en una creciente segregación a la hora de elegir residencia a todos los niveles, desde los barrios a las poblaciones o a la creciente brecha entre áreas rurales y urbanas. Según una encuesta del Instituto de Política de la Universidad de Chicago publicada hace un mes, más de una cuarta parte de los estadounidenses se sienten tan presionados por el Gobierno que creen que “pronto podría ser necesario alzarse en armas” y una amplísima mayoría piensa que “el Gobierno es corrupto y está amañado contra la gente de a pie” como ellos mismos. Y, de acuerdo con otro estudio del Programa de Prevención de la Violencia de la Universidad de California de hace dos semanas, la mitad de los estadounidenses creen que habrá una guerra civil en los próximos cinco años.

No son, sin duda, los indicadores de una sociedad estable y sana y los problemas pueden estar a la vuelta de la esquina. En estos momentos, una facción de la sociedad estadounidense está trabajando abiertamente para eliminar los contrapesos que, en el pasado, han impedido que la situación se descontrolase, incluso en momentos tan complicados como los grandes disturbios y la violencia política de los años 60 y 70. La propia Walter sigue tratando de advertir a sus compatriotas sobre la forma en que se generan estos conflictos: primero de forma subterránea, luego a plena luz del día y, sobre todo, de forma muy rápida. Como ella misma señala, muchos iraquíes, bosnios o norirlandeses tampoco creían que pudiese producirse una guerra en la que sus vecinos empezasen a matarse unos a otros, hasta que la tuvieron encima.

Si en algún momento la estabilidad de EEUU estuvo realmente a punto de peligrar, ese día fue el 6 de enero de 2021, cuando el mundo contempló atónito cómo una turba de ciudadanos asaltaba el Capitolio y provocaba varias muertes. Numerosos observadores —desde reputados periodistas hasta expertos militares— llevaban tiempo temiendo la posible deriva violenta de una polarización cada vez más acentuada. El asalto llevó a muchos —incluido el autor de este artículo— a pensar que el país se encontraba a las puertas de un estallido de violencia armada. Sin embargo, esto no ocurrió. El sistema estadounidense de 'checks and balances' permitió neutralizar el descontento y mitigar los riesgos. Pero eso no significa que el peligro haya desaparecido. Al contrario.

Joe Biden Tribunal Supremo