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Queridos proeuropeos: la UE necesita que os peleéis más
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Queridos proeuropeos: la UE necesita que os peleéis más

Discutir sobre qué políticas deben aplicarse en la Unión no es una señal de crisis, más bien al contrario, es la demostración de que está viva políticamente

Foto: Bandera europea en Berlín. (EFE/omer Messinger)
Bandera europea en Berlín. (EFE/omer Messinger)

Hay dos tipos de personas en Bruselas: los que están encantados con el nivel de consenso y acuerdo que existe en el Parlamento Europeo y los que lo consideran aburrido y poco enriquecedor. Incluso peligroso. Suelen ser, en realidad, la misma persona. Lo único que las diferencia es que una ha llegado hace poco y todavía está bajo los efectos de la dolorosa comparación con la política nacional más polarizada y bronca, y la otra lleva ya unos cuatro o cinco años en la ciudad.

Por eso los más veteranos han disfrutado, casi como un placer culpable, cuando esta semana en el hemiciclo del Parlamento Europeo se armó una gran bronca a raíz de una votación sobre la reforma del mercado de derechos de emisiones de CO2. Tras la aprobación de una enmienda del Partido Popular Europeo (PPE) y los liberales de Renew Europe que rebajaba la ambición en uno de los ámbitos de la norma, los miembros de los socialistas y verdes decidieron tumbar el texto por completo. Eurodiputados de pie, discutiendo en corros mientras la presidenta del Parlamento Europeo fracasaba en su intento de continuar con la sesión. Una tangana. Al fin un poco de vida.

placeholder Votación en el Parlamento Europeo. (EFE)
Votación en el Parlamento Europeo. (EFE)

La política europea tiene muchas virtudes. La idea de que ningún Estado miembro puede imponer por completo su visión, lo mismo que ninguna familia puede hacerlo, genera mayores consensos y espacios para los acuerdos. La política aburrida también tiene sus ventajas y permite debates más profundos y serios. Menos espectáculo y más contenido. En tiempos de crisis, eso permite articular rápidamente respuestas contundentes y efectivas, como se ha demostrado a la hora de acordar un fondo para la lucha contra los efectos del coronavirus o la gestión conjunta de la compra de vacunas. Ese espacio de consenso ha facilitado que la Unión Europea actúe mucho más rápido de lo que jamás se habría pensado.

Hay que conservar muchas de esas virtudes. Pero, al mismo tiempo, el debate político europeo debe avanzar y los proeuropeos deben entender que esa ya no es una etiqueta política suficiente. Hay que ir más allá. Sin caer en la idea de que ya no existen euroescépticos que quieran destruir la Unión, porque siguen ahí, es hora de que los proeuropeos admitan que hay distintas visiones sobre lo que debe ser la Unión Europea. Algunas de esas ideas serán progresistas, otras conservadoras. Y no pasa nada.

Foto: Sede del Consejo Europeo en Bruselas. (EFE) Opinión
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Hay que admitir que haya tensión dentro del espacio europeo. Muchos intelectuales y políticos europeos llevan tiempo esforzándose para que aparezca un "demos" comunitario. Una conversación verdaderamente europea, con sus propios debates comunes, elementos culturales compartidos o incluso medios de comunicación transfronterizos. Poco a poco se avanza en esa dirección. Pero para que exista una discusión europea tiene que haber algo de lo que discutir.

No existirá conversación ninguna si no se admite que hay visiones que chocan o si cualquier visión no compartida se considera euroescéptica. La Unión ya existe, y no es posible compartir al 100% en qué dirección hay que dirigirla. La tensión que brota de la diferencia de opiniones no es un riesgo para la UE: es la demostración de que está viva. Si existe una única forma de ser proeuropeo, se está dejando fuera a una parte muy importante de la sociedad.

placeholder Bandera europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters)
Bandera europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters)

Curiosamente, esta politización de la Unión se vive especialmente en el foro que suele ser el más criticado por los más proeuropeos, que es el Consejo Europeo, en el que se reúnen los jefes de Estado y de Gobierno. Este foro ha ido ganando muchísimo poder en los últimos años, superando ampliamente el rol que se le otorga en los Tratados, a medida que la UE tenía que tomar medidas cada vez más políticas para sobrevivir a la 'policrisis' en la que entró el continente a partir de la anterior gran crisis financiera.

Los líderes viven con total normalidad el choque, el enfrentamiento, la defensa de posturas distintas e incluso las declaraciones cortantes a la prensa. Y lo hacen con naturalidad. Forma parte del juego y eso no impide encontrar consensos ni la búsqueda de soluciones urgentes cuando es necesario. Incluso con posturas muy diversas, los líderes han llegado a pactos para que la UE haya emitido deuda conjunta, algo impensable para muchos hace poco, y está financiando el envío de armamento letal a un país en guerra, también totalmente impensable hace unos meses.

Hay dos tipos de personas en Bruselas: los que están encantados con el nivel de consenso y acuerdo que existe en el Parlamento Europeo y los que lo consideran aburrido y poco enriquecedor. Incluso peligroso. Suelen ser, en realidad, la misma persona. Lo único que las diferencia es que una ha llegado hace poco y todavía está bajo los efectos de la dolorosa comparación con la política nacional más polarizada y bronca, y la otra lleva ya unos cuatro o cinco años en la ciudad.

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