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Qeshm y Ormuz: la libertad "camuflada" en las islas del sur de Irán
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Otra mirada al país persa

Qeshm y Ormuz: la libertad "camuflada" en las islas del sur de Irán

Irán no aparece en las guías de viaje, pero en las islas frente al estrecho de Ormuz se encuentran las dos almas del país y no los conflictos internacionales del telediario

Foto: Playa roja en Ormuz. (J. B.)
Playa roja en Ormuz. (J. B.)

Al atardecer, desde la derruida muralla del viejo fuerte portugués de Nuestra Señora de la Concepción, en la espectacular isla de Ormuz —con su paisaje lunar, riachuelos de aguas ferrosas y playas de arena roja— se intuye el continente, Irán. Tras una retahíla de luces lejanas que se van encendiendo, un destello dicta que allí, en la ciudad de Bandar Abbás, está amaneciendo. El calor cambia las costumbres y en las tierras de los desiertos amanece con la tregua del sol.

Queda poco para el año nuevo iraní, el Nowruz, y muchos jóvenes de vacaciones “navideñas” se agolpan minutos después en el puerto de Ormuz para regresar a la gran urbe continental. Vemos a unas chicas que poco tiempo antes, en un tuk tuk a toda velocidad que recorría la bellísima isla, cantaban frenéticamente canciones pop indias, música apreciada entre los jóvenes y “vetadas” por las autoridades, con sus velos caídos por el cuello. “Muchos jóvenes de Teherán y las grandes ciudades vienen a estas islas porque hay una vida más relajada”, explica Bita Talebi, guía y traductora de la agencia de viajes Fotros con la que trabajamos.

Foto: Isfahan. (J.B.)

Casi una hora después de barco, Bandar Abbás es un amasijo caótico de coches y gentes que realizan frenéticamente sus últimas compras festivales. Otro ambiente, otros gestos a los de las islas, con matices, sin exageraciones y estereotipos de creer que unos representan la total libertad y los otros un mundo negro y triste. El grado de apertura depende de en que Irán se esté: urbano, rural, moderno, tradicional, rico, pobre… Y luego existen aquellas “balsas de arena y piedra” del sur en que se respira un modo de vivir distinto porque se mezclaron un poco todos. Entre las islas de Ormuz-Qeshm y Bandar Abbás hay una distancia de 20 kilómetros de mar, y una aún mayor distancia en algunas normas, ritos y costumbres.

“Hace unos años se hablaba de convertir las islas de Qeshm y Kish (una isla más alejada y la más hotelera del país) como zona turística y servir alcohol en determinados hoteles, pero el Gobierno finalmente no lo aceptó”, nos explican allí.

Las islas del sur de Irán, Golfo Pérsico, tienen muy cerca un espejo al que mirar. El éxito y desarrollo turístico de Emiratos Árabes y Qatar ha ido de la mano de un relajo allí en ciertas prohibiciones y una “occidentalización” de ciertas infraestructuras. La República Islámica de Irán no está aún preparada para un paso tan extremo que afecta a sus pilares sociales, pero sí lo estaba para abrir las puertas de su escondido paraíso hasta que la política, de nuevo, lo paralizó todo: “Teníamos diversos proyectos para mejorar nuestra capacidad turística, incluyendo hoteles 5 estrellas, marinas resort, restaurantes… pero por las sanciones internacionales todos los proyectos se han parado. Muchos inversores dejaron la isla y se han ido a Turquía, Dubái… Ellos no pueden invertir aquí por los límites de las importaciones, carencia de productos, falta de trabajadores y no poder hacer transferencias entre las grandes compañías”, explica Alireza Amrikazemi, geólogo y director del Geo-Parque de la Isla de Qeshm a El Confidencial, en un moderno hotel boutique de la isla en el que nos ha citado.

placeholder Vieja fortaleza portuguesa en Ormuz. (J. B.)
Vieja fortaleza portuguesa en Ormuz. (J. B.)

Ese parón provocado por la política ha generado dudas en este pequeño paraíso que se debate entre vivir de la pesca, la industria, la energía y el turismo. ¿El plan es imitar el modelo Catar o Dubái? “No, no es nuestro plan. Esta isla tienen buenos recursos en gas y petróleo, una industria grande petroquímica y una importante industria pesquera, especialmente con las piscifactorías de gambas. Tenemos fábricas de barcos (algunos artesanales, de madera, patrimonio cultural). La isla es mitad industria y mitad turismo. Depende del administrador de la isla. Algunos potencian la industria y limitan el turismo. Hay un reto ahí. La anterior administración quería dar todas las tierras, incluso las partes turísticas, a la industria pesquera y estuvimos peleando con ellos para preservar todos esos lugares”, admite Alireza.

En un lugar muy seco, pero rodeado de agua, la lucha por cada recurso es diaria. “La pesca es cada vez más complicada. Aquí en el verano hace mucho calor y yo salgo con el barco de mi hermano a pescar porque no hay turismo. El problema es que desde que vinieron los barcos chinos hay muchos menos peces”, se queja Rahim, propietario de una furgoneta y marinero ocasional.

“Es verdad que existe este problema. Se debe a dos cosas. Primero, los barcos chinos son muy modernos y agresivos con sus sistemas de pesca. Ellos barren todos los sedimentos de los fondos marinos, arrasan con todo, destruyen el coral, las tortugas… Segundo, porque está cambiando la situación del mar. Algunas especies están desapareciendo. La palometa, una clase de pez delicioso que antes los pescadores pescaban, era muy caro y ahora casi ha desaparecido. Hay muy poco y el que hay se vende en los países árabes por mucho dinero”, señala Alireza.

Un 'bello burka'

Qeshm es una isla de mayoría suní en medio de un país mayoritariamente chií. Tienen una lengua, mezcla de árabe y persa, y una cocina de pez y marisco propias, creen en la brujería y fabrican unas máscaras típicas que muchas jóvenes iranís compran hoy como suvenir al transformar una especie de bello y viejo 'burka', su cometido era tapar el rostro, en un accesorio de belleza.

“Me la he comprado porque me gusta”, explica una joven turista iraní que lleva su cara cubierta en una barca que recorre un manglar junto a su hermana e hijo. “Cada villa usa su propio diseño de las máscaras. La mujer casada usa una máscara que cubre toda la cara, mientras que las solteras usan unas más finas que dejan ver el rostro. Ya pocas mujeres las usan a diario y son sólo por decoración”, nos explican.

Al final, algo que se creó con una finalidad religiosa, al que el toque de estas islas le confirieron que fuera algo más que una máscara y lo reconvirtieron en un bello accesorio, se ha readaptado en un suvenir. Esa fricción entre la mujer que va conquistando espacios, la tradición ortodoxa y la llegada de turistas con nuevas costumbres se ve especialmente en el tradicional pueblo de Laft, en Qeshm.

placeholder Joven velada en Qeshm. (J.B.)
Joven velada en Qeshm. (J.B.)

Allí, entre calles pobres y estrechas, junto al mar, emergen casas tradicionales con sus viejas altas torres de ventilación natural para soportar el calor dentro. La localidad es un sitio cerrado, tradicional, donde las mujeres con chador no levantan el rostro al cruzarse con un hombre por la calle. En medio de ese ambiente “cerrado” el empuje de un artista lo está un revolviendo todo. “Para ellos yo era un hombre loco con ideas locas. Especialmente en Ormuz, donde abrí mi primer taller. Mi estudio está en medio de la ciudad, entre callejuelas, y la gente pensó que yo había perdido la cabeza”, nos explica Ahmad Nadalian, un reconocido artista iraní internacional que decidió instalarse en estas islas y sacudir conciencias.

Ahmad primero abrió en Ormuz un pequeño taller y años después otro en Qeshm. En medio de una sociedad muy tradicional, donde algunas de las mujeres que colaboran con él no se atreven aún a hablar con hombres, su empuje y su arte ha sido un huracán. ¿Le ha costado más aceptar su proyecto los hombres o a las mujeres? “Al inicio daba igual, ambos pensaban que yo estaba loco, pero mi idea es involucrar más a las mujeres. Esa es la parte más complicada, convencerlas a hacer esto. Ahora usted puede ver una mujer sola que está llevando las ventas del taller y lidera a tres hombres. Ese es mi milagro”, explica él.

Foto: Niños transportan botellas en un campo de refugiados cerca de Saná, Yemen. (Reuters/Khaled Abdullah)

¿Qué intenta explicar su arte? “Cuando hago cosas modernas, no tradicionales o abstractas, quizá le gustan a poca gente. Turismo significa experimentar cosas distintas y necesitas algo que lo refleje. Mis productos intentan ser ese recuerdo, esa experiencia distinta”, explica un hombre distinto que intenta reflejar y hacer un mundo distinto.

Toda esa mezcla de ideas nuevas frente a costumbres en estas permisivas islas se resumen en un bello atardecer que muchos turistas acuden a disfrutar en Laft junto al llamado Pozo del Oro, un mirador al mar del que se sacaba agua dulce. Allí hay hombres en bermudas, algo inusual en un lugar donde se impone el pantalón largo y la mayoría de la gente en las playas, también hombres, se baña vestida. También hay chicas con el velo caído, música que suena de algunos móviles y mujeres que llevan su chador negro hasta los tobillos sentadas junto a sus maridos. Algunas miradas de locales parecen desaprobar la escena de unos jóvenes especialmente abiertos en sus vestimentas y comportamientos. “No es bueno actuar así. Eso hace que en estos lugares la gente local se cierre más y exista más rechazo. Yo he aprendido que haciendo las cosas poco a poco se consigue más”, nos dice una joven, de estilo moderno, que se sienta cerca y observa la escena con su velo cubriendo la mitad de su cabeza.

Esa divergencia entre los dos Irán está en esas dos islas, pero no es, hasta ahora, un choque violento sino que se vive con absoluta tranquilidad. “No se ven militares o policías pese a estar en un sitio muy estratégico. La gente es muy calmada y amigable aquí”, explica Alireza.

Un paraíso tradicional y moderno

En la ciudad de Qeshm hay una zona de buenos hoteles, modernos, con centros comerciales, bares, restaurantes y zonas ajardinadas frente al mar entre las que hay decenas de tiendas de campaña. “Mucha gente viene con sus tiendas a pasar las vacaciones en las zonas permitidas. Este es un lugar bastante abierto. Mucha gente universitaria en Teherán y otras ciudades viene aquí con amigos a pasar las vacaciones, por eso nos empeñamos en traeros y enseñaros esto”, explica Bita. Es cierto que cuando planificamos este viaje de trabajo semanas antes la propuesta de las islas desconocidas nos sorprendió y éramos reticentes. “Nosotros queremos empezar a enseñar un Irán que se sale de los circuitos típicos. Esto no se conoce y merece la pena”, resalta ella.

placeholder Valle de Namake o de la Sal Dorada. (J.B.)
Valle de Namake o de la Sal Dorada. (J.B.)

La oferta turística es potente en estas islas en la que conviven tradiciones centenarias con una modernidad que se abre paso a trompicones. En Qeshm se puede disfrutar del estrecho desfiladero de Chahkooh y sus pozos de agua; la espectacular cueva de sal de Namakdan; las extrañas formas rocosas del Valle de las Estrellas; las playas de las tortugas; manglares; el mar de delfines; las peculiares torres de ventilación, los bazares nocturnos, la buena comida.

O se puede ir al capricho de Ormuz, un lugar que en otra esquina del globo estaría atestado de visitas, donde se debe dormir en casas rurales modestas por la falta de infraestructuras hoteleras. Es una roca de paisaje lunar donde brotan minerales en el llamado Valle de Namake o de la Sal Dorada, se contemplan colores diversos en las laderas del Valle de Ranginkamanha, y se suceden formas geológicas peculiares en el Valle Mojasame. Y su arena de playa es roja frente a las aguas del mar de Omán y del estrecho de Ormuz, uno de esos lugares del globo que recuerda a barcos de guerra y conflictos del telediario que no se ven por ninguna parte al caer el sol y sonar la oración de las mezquitas en este peculiar Irán camuflado de sí mismo.

Al atardecer, desde la derruida muralla del viejo fuerte portugués de Nuestra Señora de la Concepción, en la espectacular isla de Ormuz —con su paisaje lunar, riachuelos de aguas ferrosas y playas de arena roja— se intuye el continente, Irán. Tras una retahíla de luces lejanas que se van encendiendo, un destello dicta que allí, en la ciudad de Bandar Abbás, está amaneciendo. El calor cambia las costumbres y en las tierras de los desiertos amanece con la tregua del sol.

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