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"Sin pasión, con tristeza": así he votado yo (y miles de franceses) por primera vez
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"Sin pasión, con tristeza": así he votado yo (y miles de franceses) por primera vez

Un correo sorpresa ha llevado a este periodista a las urnas. Como muchos franceses, lo ejerció por aquellos que no pueden votar y cuyo futuro puede cambiar de manera drástica

Foto: Emmanuel Macron vota en la segunda vuelta de las elecciones francesas. (Reuters/Gonzalo Fuentes)
Emmanuel Macron vota en la segunda vuelta de las elecciones francesas. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

"A voté" (ha votado). Una frase repetida millones de veces este domingo de elecciones en Francia, pero que para mí representa algo excepcional. La primera vez que puedo ejercer mi derecho al voto como ciudadano francés.

El correo llegó hace tres semanas, de una manera bastante chapucera, por email, y el mensaje había ido a caer directamente a la carpeta de 'spam'. "Tengo el placer de comunicarle que, desde el 30/03/2022, es usted ciudadano francés". Había comenzado las gestiones para obtener la nacionalidad hace 10 meses: dosier completo con el certificado de nacimiento de mis padres, mis antecedentes penales en España, todos los contratos de trabajo en Francia, entrevista de 40 minutos con un funcionario que me preguntaba quién es Jean Moulin y qué fue la Batalla de Verdún

Foto: Colegio electoral en Lyon (Francia). (Reuters/Stephane Mahe)

Había escuchado antes el "a voté" famoso que los asesores de los colegios electorales pronuncian cuando introduces tu voto en la urna. Como ciudadano europeo, podía decidir la suerte de mi localidad de residencia en las municipales. Pero tras la impotencia de vivir la elección de 2017, el primer duelo entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen en la segunda ronda, sin derechos, privado de mi voz en un país en el que pago mis impuestos desde 2013, esta semana me preparaba una sorpresa.

Han sido meses cubriendo esta campaña para El Confidencial, entrevistando a expertos, a militantes, políticos, ciudadanos de a pie… Viviendo desde fuera esta elección, con la distancia que provoca el no estar implicado. Casi con indulgencia: "Menos mal que no me veo envuelto en este quilombo". Y ayer por la mañana recibí una llamada inesperada de mi ayuntamiento: "Monsieur Rivas Pacheco, le confirmamos que está usted inscrito en las listas electorales y que podrá votar el domingo". Los plazos habían corrido para votar en la primera vuelta, pero (como millones de franceses) me mentalicé, hablé con mi familia, con amigos que no pueden votar, para saber qué hacer en la segunda.

Foto: Colegio electoral en Lyon (Francia). (Reuters/Stephane Mahe)

Sinceramente, es una marranada que la primera vez que votes en tu vida sea sin pasión, sin que ninguna de las opciones te represente. ¿Se imaginan que a sus 18 años entonces, la decisión estuviera entre abstenerse, votar nulo o en blanco?

Como millones de franceses, las últimas 24 horas fueron una montaña rusa de decisiones, marchas atrás, contradicciones, autoanálisis sociológico. Como los 7,7 millones de electores que votaron a Jean-Luc Mélenchon en la primera vuelta, y que no tenían una consigna de voto clara más allá del "Ni un solo voto a la Señora Le Pen", el domingo se dibujaba entre la tranquilidad de que Le Pen seguramente no gane, y que Macron no necesita mi voto para volver a “reinar” democráticamente durante cinco años.

Sin embargo, el contexto mediático y social es, de todo, menos tranquilizador. Es un ambiente de miedo: “Cuanto más alto sea el resultado de Le Pen, más legítimos se sentirán los neonazis y ultraderechistas para atacar a asociaciones, mezquitas, migrantes”, me decían el sábado unos conocidos.

Los recuerdos son una compañía puñetera: las dos semanas entre la primera y la segunda vuelta de 2017 me las pasé dudando en el purismo y ser pragmáticos. Entonces no voté (porque no podía) y eso me permitió sostener cierta altura moral en las conversaciones posteriores, Macron no tuvo mi voto.

Foto: Carteles de la campaña de Macron y Le Pen en las elecciones francesas. (Reuters/Benoit Tessier)
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Este domingo, la abstención, el voto nulo o blanco, suponen un voto de castigo a Macron, sobre todo por parte de los que votaron a Mélenchon en la primera vuelta. Pero nada les asegura que no pueda volverse en su contra, por más que los sondeos muestren un amplio margen entre el presidente y Le Pen.

Ya no estamos en 2017, el riesgo ya no es que Le Pen esté en segunda vuelta, el riesgo es que su discurso gane. No es simplemente una opinión subjetiva de periodista, es que el debate público se ha vuelto más violento, más fascistizante, racista y xenófobo. Macron no es inocente en este juicio, pero hay un argumento que pesa más que todo: "Vota Macron por los que no pueden votar", los inmigrantes, los excluidos de la sociedad, que seguirán sufriendo los próximos cinco años con Macron, pero que verán su vida en peligro con Le Pen.

Decía el cómico francés Coluche que si las elecciones sirvieran para algo, estarían prohibidas. Viéndolo ahora tiene algo de razón, porque las elecciones estuvieron prohibidas para la mayor parte de la población durante décadas y, en el caso de las mujeres, durante siglos. Hoy sigue habiendo millones de personas que, sin diferenciación sobre su nivel "integración" (qué palabra más obscena, pero se entiende) ven como la ley les roba el derecho a decidir sobre el futuro del país que les acoge. Por eso, este domingo fui a ver al asesor macronista del colegio electoral número 1 de un barrio de la periferia de París y le dije: "Esto es por los que no pueden votar", sin pasión, más bien con tristeza.

"A voté" (ha votado). Una frase repetida millones de veces este domingo de elecciones en Francia, pero que para mí representa algo excepcional. La primera vez que puedo ejercer mi derecho al voto como ciudadano francés.

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