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Ahora o nunca: por qué la UE no puede perder más tiempo en su transición verde
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La hora del clima

Ahora o nunca: por qué la UE no puede perder más tiempo en su transición verde

La UE necesita una estrategia para ejercer un papel de liderazgo en la descarbonización global. De lo contrario, sus opciones se agotarán rápidamente

Foto: Instalación del artista Luke Jerram en Wigan, Inglaterra. (Getty/Christopher Furlong)
Instalación del artista Luke Jerram en Wigan, Inglaterra. (Getty/Christopher Furlong)

La esperada cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Unión Africana (UA) que comenzó esta semana será una prueba importante para determinar si los líderes europeos y africanos pueden centrarse en los desafíos compartidos, como el climático, o si continuarán sumidos en un diálogo de sordos.

Después de la cumbre climática COP26, los líderes de la UE saben que son necesarios mayores esfuerzos si quieren ser fieles a sus promesas de ejercer un "liderazgo verde" a nivel global, como aspiran la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, y el vicepresidente Frans Timmermans, o la de contar con una política exterior centrada en el clima, como la ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, ha defendido. En Glasgow quedaron fuera de muchas de las discusiones cruciales, incluidas las que culminaron con la declaración de Estados Unidos y China sobre su compromiso con reducción gradual del carbón.

La UE aún no es una fuerza geopolítica de la talla de Washington o Pekín, una que pueda amenazar de manera creíble con usar su poder económico para reforzar su posición negociadora sobre el clima. Las divisiones y desarticulaciones dentro de la UE son bien conocidas. No solo por los líderes de sus instituciones, sino también por los gobiernos de terceros países. Para garantizar que la diplomacia climática sea una parte fundamental de la promoción de los intereses nacionales y europeos en el extranjero, es necesaria la coordinación entre las instituciones de la UE en Bruselas y las capitales de los Estados miembros, así como entre las delegaciones de la UE y las embajadas nacionales en el extranjero.

Foto: Manifestantes en Glasgow, durante la COP26. (EFE/Robert Perry) Opinión

La UE necesita aumentar la cantidad de personal que dedica a implementar los objetivos climáticos dentro de los ministerios de asuntos exteriores y del Servicio Europeo de Acción Exterior. También debe garantizar que los diplomáticos europeos que trabajan en temas relacionados con el clima conozcan al dedillo el funcionamiento de la economía del desarrollo verde. Tanto en Bruselas como en las capitales nacionales, estos esfuerzos deben verse reforzados por todos los departamentos relevantes, incluidos los ministerios de energía, medio ambiente, finanzas, comercio, agricultura, transporte y desarrollo.

Pero la construcción de una diplomacia climática efectiva para la UE no se limita al terreno institucional. También requiere del compromiso político de los europeos para poner a la descarbonización en el primer lugar de la lista de prioridades.

El año pasado fue desafiante en este aspecto. Vivimos una reacción violenta contra la propuesta de la Comisión de un mecanismo de ajuste fronterizo de carbono, así como las profundas divisiones entre los estados miembros sobre la llamada "taxonomía verde", que determina qué actividades económicas son beneficiosas o, al menos, no dañinas con el medio ambiente. Este 2022 corre el riesgo de ser todavía más difícil. Los responsables políticos de la UE han estado preocupados durante años sobre cómo gestionar las consecuencias socioeconómicas del "green new deal", pero con el aumento de los precios de la energía en toda la UE, la hora de la verdad ha llegado. El riesgo de que estas dificultades erosionen el compromiso en toda la UE respecto al impulso del paquete "Fit for 55" ("Objetivo 55", en su versión española, un plan para reducir en un 55% las emisiones para 2030) es enorme.

Foto: Reunión de líderes de la UE en Oporto, Portugal, sobre el cambio climático. (EFE) Opinión

La respuesta de los responsables políticos europeos a estos desafíos debe comenzar por las conversaciones con sus socios. Aquí, no es una cuestión de si las relaciones de la UE con terceros países cambiará a raíz de la transición climática o no Eso está garantizado. La pregunta es cuándo ocurrirá.

Como establece el Power Atlas del European Council on Foreign Relations (ECFR), las políticas sobre los recursos globales y las cadenas de suministro ya están siendo remodeladas por un consenso internacional emergente respecto a la necesidad de alcanzar la neutralidad de carbono durante la segunda mitad del siglo XXI. Esto es impulsado por una combinación de progreso tecnológico, costos decrecientes, aumento de la inversión y medidas políticas para apoyar la transición.

La UE necesita una estrategia para manejar este panorama. De lo contrario, las opciones se agotarán rápidamente, ya que los socios comerciales e industriales, los proveedores de energía y los países con los recursos a los que necesitaremos acceder para la tecnología verde ya habrán elegido como compañeros de cama a actores que rechazan esta nueva realidad climática. El nerviosismo europeo sobre las posibles repercusiones de enfrentarse a Rusia en lo relativo al suministro de gas hacia la UE solo subraya hasta qué punto necesitamos pensar urgentemente en garantizar nuestra seguridad energética mediante asociaciones basadas en suministros más limpios y estables.

La atención prestada a la diplomacia climática, al papel que desempeñarán las relaciones entre la UE y África y a la utilidad estratégica de las relaciones de vecindad ha aumentado ligeramente. Pero seguirá siendo insuficiente mientras los europeos nieguen que una política exterior centrada en el clima es una necesidad, no una elección.

*Susi Dennison es la líder del programa "European Power" del European Council on Foreign Relations (ECFR)

La esperada cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Unión Africana (UA) que comenzó esta semana será una prueba importante para determinar si los líderes europeos y africanos pueden centrarse en los desafíos compartidos, como el climático, o si continuarán sumidos en un diálogo de sordos.

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