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El abrazo que entona el réquiem del fallido boicot a Qatar
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TRAS TRES AÑOS DE PRESIÓN

El abrazo que entona el réquiem del fallido boicot a Qatar

Arabia Saudí y sus aliados regionales reanudan las relaciones con el pequeño país tras haber intentado, sin éxito aparente, que se doblegara a sus exigencias

Foto: El emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani (izq.), y el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, se abrazan a la llegada del primero al reino para la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).
El emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani (izq.), y el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, se abrazan a la llegada del primero al reino para la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).

Como si nada hubiera pasado. El emir de Catar, Tamim bin Hamad al Thani, y el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, se fundieron en un inesperado abrazo que se alargó poco más de 5 segundos tras la llegada del catarí al reino para participar en la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), la cual supondrá en gran medida el fin al boicot al emirato impuesto en 2017.

El emir catarí fue el último representante árabe en aterrizar en el enclave saudí de Al Ula a bordo de un avión de Qatar Airways, una aerolínea que hasta hace escasas semanas tenía prohibido sobrevolar el espacio aéreo de Arabia Saudí y de sus aliados regionales, después de que el reino abriera sus fronteras tras más de tres años de bloqueo diplomático y comercial. Esta es la primera vez que Al Thani participa en la cumbre anual del CCG desde 2017, cuando Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Egipto rompieron relaciones con el emirato, al que acusan de patrocinar el terrorismo. Una incriminación genérica que apenas se esfuerza en esconder el principal motivo del boicot: el supuesto acercamiento entre el diminuto país e Irán, el rival saudí por antonomasia en la batalla por la hegemonía regional.

Foto: El príncipe de Arabia Saudi Mohammed Bin Salman y Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel. (Reuters)

"Lo que ocurrió hoy es un fin completo de las disputas y la recuperación completa de las relaciones diplomáticas, lo que se aplicará a todos los países miembros y también a Egipto, y será una base fuerte e importante para el futuro de la región y su estabilidad", afirmó el ministro de Exteriores saudí, Faisal bin Farhan, en la rueda de prensa final de la cumbre.

Con esta afirmación, las relaciones se retomarán por completo al mismo nivel previo a junio de 2017, cuando estos cuatro países decidieron romper todo vínculo con Catar, dejándole aislado comercial y diplomáticamente y detonando una de las crisis políticas más graves en la región. Sin embargo, el objetivo saudí de lograr concesiones por parte del Gobierno de Al Thani —especificadas en una lista de 13 demandas que incluyen el desmantelamiento de la emisora Al-Jazeera o la ruptura de las relaciones con Irán— ha quedado en agua de borrajas. De hecho, el único gesto de acercamiento catarí hasta el abrazo a pie de pista escenificado hoy fue el de haber renunciado a las demandas legales que había interpuesto en contra de Arabia Saudita y sus aliados del Golfo.

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La reunión de los líderes escenificó la resurrección de las relaciones entre Catar y Arabia Saudí.

Las heridas causadas por el intento de estrangular diplomáticamente a Catar tardarán en cerrarse. Abdulkhaleq Abdulla, profesor especializado en la política regional del Golfo Pérsico, afirmó al Financial Times que el pequeño estado ha logrado ganar la disputa y que el coste ha sido demasiado elevado para sus desafiantes vecinos. "Han tomado conciencia ahora de que (Catar) se trata de la oveja negra de la familia y que finalmente van a tener que lidiar con ella". Paradójicamente, el boicot incrementó la dependencia catarí de Irán, país con el que comparte la tercera mayor reserva de gas natural del mundo. Cuando el bloqueo de sus vecinos amenazó a Doha con la escasez de bienes básicos, dado que Qatar apenas produce alimentos, Teherán le tendió la mano.

Aunque Catar logró resistir la tormenta diplomática, en gran medida gracias a su riqueza, ansía el alivio que supondría el fin del temporal de cara al Mundial de fútbol que se celebrará, si la pandemia lo permite, el próximo año en el emirato.

Como si nada hubiera pasado. El emir de Catar, Tamim bin Hamad al Thani, y el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, se fundieron en un inesperado abrazo que se alargó poco más de 5 segundos tras la llegada del catarí al reino para participar en la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), la cual supondrá en gran medida el fin al boicot al emirato impuesto en 2017.

El emir catarí fue el último representante árabe en aterrizar en el enclave saudí de Al Ula a bordo de un avión de Qatar Airways, una aerolínea que hasta hace escasas semanas tenía prohibido sobrevolar el espacio aéreo de Arabia Saudí y de sus aliados regionales, después de que el reino abriera sus fronteras tras más de tres años de bloqueo diplomático y comercial. Esta es la primera vez que Al Thani participa en la cumbre anual del CCG desde 2017, cuando Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Egipto rompieron relaciones con el emirato, al que acusan de patrocinar el terrorismo. Una incriminación genérica que apenas se esfuerza en esconder el principal motivo del boicot: el supuesto acercamiento entre el diminuto país e Irán, el rival saudí por antonomasia en la batalla por la hegemonía regional.

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