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Las horas más críticas en Venezuela: claves de la crisis que hace tambalearse a Maduro
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¿quién es el presidente legítimo de venezuela?

Las horas más críticas en Venezuela: claves de la crisis que hace tambalearse a Maduro

En las últimas jornadas se están sucediendo numerosos acontecimientos que marcan un antes y un después para el régimen chavista, cuya supervivencia se ve más amenazada que nunca

Foto: El presidente Nicolás Maduro durante un desfile militar en Caracas, en enero de 2018. (Reuters)
El presidente Nicolás Maduro durante un desfile militar en Caracas, en enero de 2018. (Reuters)

Venezuela vive en estos momentos las horas más críticas de su historia reciente. La Asamblea Nacional, en manos de la oposición, lleva días adoptando decretos de gran calado, como la designación de Nicolás Maduro como “usurpador de la presidencia”. Todo para abrir el camino al golpe de efecto de ayer: la autoproclamación del líder de la AN, Juan Guaidó, como presidente interino del país. Pese a que el Tribunal Supremo ha declarado a la Asamblea en desacato y considerado nulas todas sus decisiones, el Gobierno se ha visto desbordado por el aluvión de Estados que han reconocido a Guaidó como presidente legítimo: 15 por ahora, incluyendo a Dinamarca, EEUU y muchos de los países más importantes de Latinoamérica. Mientras los acontecimientos se aceleran, analizamos las claves de lo que está pasando.

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¿Por qué sucede justo ahora?

En cierto modo se ha producido una conjunción de factores casi insólita: el deterioro de la situación interna, la emergencia de un rival con posibilidades y el cambio total de la coyuntura internacional. A diferencia de 2017 -por no hablar de 2014-, con contadas excepciones, los Gobiernos del entorno de Venezuela ya no están en manos de formaciones de izquierda como mínimo neutrales hacia el chavismo. La llegada de Mauricio Macri a Argentina y, más recientemente, de Jaír Bolsonaro a Brasil, y de Donald Trump a la Casa Blanca, lo han cambiado todo. El reconocimiento de Buenos Aires y Brasilia a la opositora Asamblea Nacional como única institución legítima de Venezuela ha sido fundamental a la hora de precipitar los acontecimientos.

Foto: Nicolás Maduro durante la campaña electoral de 2013. (Reuters) Opinión

Además, la situación económica es insostenible: la inflación, para noviembre de 2018, había alcanzado el 1.300.000%, y la previsión del FMI es que llegue al 10.000.000% en 2019. Los precios de los bienes de consumo se duplican cada 19 días. Más de tres millones de Venezolanos han abandonado el país, según estimaciones de la ONU, convirtiéndolo en la mayor crisis de refugiados vista en Latinoamérica.

En ese sentido, un nuevo mandato de Maduro no supone ninguna solución: las medidas anunciadas hasta ahora por su Gobierno son, en el mejor de los casos, claramente insuficientes para atajar la situación. Y los cambios de legislatura son, por definición, un momento de transición en el que es posible forzar un vuelco. La oposición sabía que tenía que actuar ahora, y lo ha hecho.

placeholder Juan Guaidó tras autoproclamarse presidente de Venezuela, este miércoles en Caracas. (EFE)
Juan Guaidó tras autoproclamarse presidente de Venezuela, este miércoles en Caracas. (EFE)

¿Qué tiene Guaidó que no tengan otros?

Si de lo que se trata es de hacerle frente a Maduro, es el hombre adecuado en el momento adecuado. Aunque en Europa se ha preferido apostar por figuras percibidas como moderadas, como Henrique Capriles, lo cierto es que en una situación tan polarizada como la de Venezuela son los candidatos vistos como más combativos -como Leopoldo López o su esposa, Lilian Tintori- los que tienen más posibilidades de arrastar a las masas descontentas. No obstante, tras su incitación a la violencia en 2014 durante las protestas que dejaron casi medio centenar de muertos, López es considerado una figura inaceptable para gran parte de los venezolanos. En ese sentido, ha sido su sucesor, Guaidó, quién se ha llevado el gato al agua.

Forjado en las protestas estudiantiles contra la reforma constitucional de Hugo Chávez en 2007, Guaidó, diputado por el Estado de Vargas del partido Voluntad Popular de López, es el presidente de la Asamblea Nacional, un cargo que asumió el pasado 5 de enero mientras en paralelo se preparaba la investidura del nuevo mandato de Maduro. Su juventud -35 años- ha sido también un factor decisivo al conectar con una nueva generación de profesionales dispuesta a trabajar por una Venezuela post-chavismo. Hijo de militar, se le suponen además buenos contactos en el estamento castrense. En suma, puede ser una figura de consenso excepto para los partidarios más férreos de Maduro, precisamente en un momento en el que el chavismo pierde apoyos entre las clases populares (el hecho de que esta semana los habitantes de la humilde barriada de Cotiza se echasen a las calles a apoyar a los miembros de la Guardia Nacional Bolivariana allí sublevados es bastante significativo).

¿Qué va a hacer el ejército?

Esa es la pregunta del millón. En estos años, muchos opositores a Maduro -dentro y fuera de Venezuela- han puesto sus esperanzas en la posibilidad de verle derrocado por un golpe militar, algo de lo que el propio presidente es muy consciente. Por ello ha aplicado una hábil estrategia de prebendas y compra de voluntades, combinadas con purgas y represión contra aquellos considerados desleales. En enero, la organización de derechos humanos Human Rights Watch emitió un informe en el que denunciaba torturas contra militares acusados de conspiración e incluso sus familiares. En ese sentido, hasta ahora todas las rebeliones abiertas de miembros de las fuerzas de seguridad han tenido como protagonistas a suboficiales u oficiales de bajo rango.

Foto: Opositores se manifiestan en contra del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, este miércoles en Caracas. (EFE)

Eso no significa que no exista un peligroso descontento en el seno de las fuerzas armadas. El pasado septiembre, el diario New York Times reveló que militares venezolanos de alto rango se reunieron con miembros de la Administración Trump para sopesar la posibilidad de un cuartelazo. La presidencia anterior, la de Obama, les había disuadido de intentarlo, pero los nuevos inquilinos de la Casa Blanca se mostraron mucho más receptivos, aunque el plan finalmente quedó en nada.

Sea como sea, los dos factores a observar son cómo van a posicionarse las fuerzas armadas y si esta reacción es monolítica o se producen grietas importantes en el seno del ejército. La opositora Asamblea Nacional es consciente, y por eso uno de los decretos que emitió la semana pasada fue una amnistía para aquellos militares que rechazasen a Maduro.

placeholder Protesta contra Maduro frente a la Embajada de Venezuela en Ciudad de México, el 23 de enero de 2019. (Reuters)
Protesta contra Maduro frente a la Embajada de Venezuela en Ciudad de México, el 23 de enero de 2019. (Reuters)

¿Por qué actúa así el Gobierno de Trump?

La obsesión de Donald Trump con Nicolás Maduro parece bien acreditada. Según reveló en julio la agencia Associated Press, el presidente estadounidense presionó a sus asesores y aliados en Latinoamérica para lanzar una intervención en Venezuela al estilo de las de Panamá o Granada en los años 80. Tan solo el poder persuasivo del entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos y el asesor de Seguridad Nacional H.R. McMaster consiguió hacerle cambiar de idea, al explicarle todas las consecuencias adversas que se derivarían de dicha intervención.

Trump le daba vueltas a todo eso más o menos al mismo tiempo que miembros de su Administración estaban en contacto con un grupo de militares que sopesaba un golpe de estado. Al final, EEUU decidió no respaldar la asonada al considerar el plan demasiado amateur, según el New York Times.

Pero eso no implica que Trump haya disipado su antipatía por Nicolás Maduro, por lo que el apoyo a Guaidó entra perfectamente dentro de su lógica política. En Washington, además, preocupa la penetración de Rusia en Venezuela, especialmente la adquisición de importantes activos petroleros a precio de saldo a cambio de proporcionarle préstamos y alivio económico frente a las sanciones. Ambos países, además, están reforzando la cooperación militar y el suministro de armamento.

¿Qué puede pasar ahora?

Con Venezuela nunca se sabe. Es posible, como ha sucedido en otras ocasiones, que los disturbios se calmen pronto y esto acabe siendo un mero punto de inflexión -otro más- en el colapso a cámara lenta de Venezuela. Si Maduro es capaz de reconocer hasta qué punto los vientos se le están volviendo en contra, podría haber una negociación entre ambos bandos, algún tipo de acuerdo y una futura convocatoria de elecciones que, casi con certeza, el chavismo no tiene posibilidad alguna de ganar.

Foto: El presidente Maduro, rodeado de figuras militares durante el 196º aniversario de la batalla de Carabobo, en Caracas, el 24 de junio de 2017. (Reuters)

Pero lo más probable es que el miedo al revanchismo de los futuros gobernantes lleve a figuras como Maduro, Cabello y otros -que sin duda acabarían siendo llevados ante la justicia- a doblar su apuesta. Si la oposición a Maduro mantiene las movilizaciones y las autoridades chavistas optan por la represión, podríamos asistir a una nueva ola de violencia y disturbios. De lo contrario, tendremos un país con dos Gobiernos y una administración cada vez más disfuncional, al menos a corto plazo.

La gran duda es hasta qué punto el Gobierno de Maduro, con una economía en caída libre y cada vez más sectores de la población en contra o saliendo del país, podrá sostener su aparato estatal. Especialmente si el siguiente paso de la Administración Trump, como creen algunos observadores, es decretar un embargo petrolífero sobre Venezuela, lo que terminaría por hacer saltar por los aires las ya esqueléticas finanzas del país. Y sin dinero para pagar los salarios, el desplome podría ser vertiginoso, aunque, como ya han advertido los expertos, el precio humanitario sería altísimo para los más desfavorecidos.

Mientras tanto, algunas voces claman por una intervención internacional, y al ser preguntado al respecto, Trump afirma que “todas las opciones están sobre la mesa”. Con otro presidente y en otras circunstancias aquello podría parecer una mera bravuconada, pero en el escenario actual, nada es descartable.

Venezuela vive en estos momentos las horas más críticas de su historia reciente. La Asamblea Nacional, en manos de la oposición, lleva días adoptando decretos de gran calado, como la designación de Nicolás Maduro como “usurpador de la presidencia”. Todo para abrir el camino al golpe de efecto de ayer: la autoproclamación del líder de la AN, Juan Guaidó, como presidente interino del país. Pese a que el Tribunal Supremo ha declarado a la Asamblea en desacato y considerado nulas todas sus decisiones, el Gobierno se ha visto desbordado por el aluvión de Estados que han reconocido a Guaidó como presidente legítimo: 15 por ahora, incluyendo a Dinamarca, EEUU y muchos de los países más importantes de Latinoamérica. Mientras los acontecimientos se aceleran, analizamos las claves de lo que está pasando.

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