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Las 'desapariciones especiales’ de China
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"simplemente quieren acabar con sus enemigos"

Las 'desapariciones especiales’ de China

China quiere vestirse de democracia, pero las desapariciones de aquellos que no comulgan con sus ideas son habituales. Siempre bajo la excusa de la corrupción y sin aportar pruebas

Foto: La actriz china Fan Bingbing posa en la alfombra roja del festival de Cannes. (Reuters)
La actriz china Fan Bingbing posa en la alfombra roja del festival de Cannes. (Reuters)

La noticia de la desaparición y posterior detención en China del ya expresidente de Interpol, Meng Hongmei, dejó con la boca abierta a muchos en Occidente, pero en Hong Kong la sorpresa no fue mayúscula. Si acaso, lo novedoso en la excolonia británica -donde muchos aún tratan de refugiarse del yugo de Pekín- fue que un peso pesado del aparato político chino llegase a ser víctima de una de las numerosas desapariciones que sufren aquellos que no comulgan con el partido.

A China le interesa mucho controlar lo que se dice de su forma de Gobierno. Pronto será el segundo inversor mayoritario en la ONU y ya provee del mayor número de efectivos a sus fuerzas de paz. No le interesa que palabras como “dictadura” o “totalitarismo” se mezclen en los discursos que se hacen sobre el régimen de Pekín. Y por eso las desapariciones de aquellos que no comulgan con sus ideas son habituales. Siempre bajo la excusa de la corrupción y sin aportar pruebas visibles.

Porque China quiere vestirse de democracia, pero al atuendo se le ven las costuras con descaro. “Supongo que ha tenido que ocurrir algo urgente para que las autoridades llegaran a semejante extremo, con el riesgo de la pérdida de credibilidad que eso supone a nivel internacional”. Son palabras del analista político Zhang Lifan, quien entiende que los supuestos cargos de corrupción en el caso del expresidente de Interpol son una excusa. “Las normas del partido están por encima de la Ley”, añade.

“Han habido muchas detenciones justificadas con casos de corrupción, están en esta línea, simplemente quieren acabar con sus enemigos”, comenta César Guarde-Paz, sinólogo español establecido en China y amplio conocedor de su aparato político. “En el partido comunista hay diferentes facciones y las que son contrarias a Xi Jinping caen”, añade.

¿Cómo son estas desapariciones y quiénes las sufren?

placeholder Meng Hongwei, expresidente de Interpol, cuando era viceministro de Seguridad, en Pekín, el 26 de agosto de 2016. (Reuters)
Meng Hongwei, expresidente de Interpol, cuando era viceministro de Seguridad, en Pekín, el 26 de agosto de 2016. (Reuters)

Artistas, libreros, periodistas, intelectuales...

China trata de dar una imagen de modernidad y de abrirse al mundo, pero -como muchos analistas explican- no es más que una ilusión. No es solo que todo lo que se publique en Internet es analizado al milímetro, es también que solo están permitidas las redes sociales y las aplicaciones de mensajería a las que las autoridades tienen acceso total. No hay Facebook, ni WhatsApp, ni Twitter.

Pero el control va mucho más allá de lo que se diga en Internet. “Tenemos cámaras de videovigilancia repartidas por toda la facultad, existen estudiantes espía y cada día tenemos unas diez inspecciones por parte del partido”, manifiesta un profesor universitario establecido en el Sur del país. Explica que los inspectores entran en mitad de las clases sin decir nada y se quedan para controlar el discurso de profesores y alumnos.

Muchos de los que son críticos con el poder suelen instalarse fuera de las redes de China, y es ahí donde Pekín pone énfasis para que sean deportados y enjuiciados en un secretismo absoluto. Siempre, eso sí, acusados de corrupción.

Uno de los casos más notorios en China fue el de Fan Bingbing, la que, según 'Time' en 2015, era “la actriz más conocida” de todo el país. En junio contó en redes sociales que estaba visitando una escuela tibetana y, desde entonces, desapareció del espectro público. Hasta que, a principios de septiembre, se filtró un documento estatal posteriormente borrado donde se decía que había sido detenida por corrupción.

A nadie se le escapó que Bingbing no mantenía el perfil bajo que se le exige a las personalidades públicas en China en relación a los asuntos del partido y relacionados con las libertades. “Si eres rico puedes tener algo más de manga ancha, pero has de ser muy muy cuidadoso con no cruzar ninguna línea roja en algo relacionado con el Partido Comunista”, dijo a la CNN entonces el analista político Fergus Ryan.

Foto: Un agente de seguridad en el Gran Salón del Pueblo, en Pekín, el 18 de octubre de 2017. (Reuters)

El caso de Fan Bingbing es como si en España hubieran detenido a Penélope Cruz por haber dicho algo en contra del Gobierno español, y sin embargo el Partido tardó tiempo en ponerla en libertad. Recientemente, China declaró que ha sido puesta en libertad y que debe 130 millones de dólares al país por evasión de impuestos. La actriz -que participó en varias películas de Marvel- solo dijo en redes sociales que aceptaba “totalmente los cargos firmados por las autoridades fiscales” y que buscaría la forma de pagar la multa. Sin pruebas, documentos o juicio.

La actriz fue recluida en lo que China denomina como “vigilancia residencial en una localización específica”, que es el método secreto aplicado en estos casos. Un caso similar al de Ai Weiwei, un reputado artista que fue detenido en 2011 durante tres meses por un caso extraño. Fue sancionado por evasión de impuestos.

En Hong Kong aún es reciente otro caso con más interrogantes, el de cinco libreros que operaban en uno de los establecimientos que venden libros contrarios al partido. Ese fue el mayor golpe contra las libertades en Hong Kong, cuando en 2015 desaparecieron los cinco editores de la firma Causeway Bay Books. Tras haberse esfumado uno a uno, fueron apareciendo algunos meses más tarde en la televisión pública china admitiendo delitos que iban del homicidio involuntario hasta el comercio ilegal en la China continental.

“Ese fue el momento que en Hong Kong se dieron cuenta que en cualquier momento pueden llevarte al otro lado”, comenta el sinólogo Guarde-Paz. Los críticos con China explica que los detenidos son forzados a firmar confesiones manipuladas, que incluyen errores que las invalidan y que seguramente sean sometidos a torturas.

placeholder El artista chino Ai Weiwei posa durante la presentación de la muestra llamada 'Inoculación', en Santiago de Chile. (EFE)
El artista chino Ai Weiwei posa durante la presentación de la muestra llamada 'Inoculación', en Santiago de Chile. (EFE)

Algunos piensan que esas posibles torturas fueron las que quizás llevaron al librero Gui Minhai, de 53 años, a desarrollar una enfermedad neurológica que seguramente fuera esclerosis lateral amiotrófica (ELA). No se confirmó el diagnóstico: desapareció a manos de las autoridades chinas a principios de este año, cuando iba acompañado de dos diplomáticos suecos hacia Pekín. Cuando reapareció declaró que Suecia le había engañado y tratado “como a un peón en un tablero de ajedrez”.

Pese a ello, China aún espera que el resto del mundo acceda a deportar a aquellos supuestos delincuentes que residen en el extranjero. “El Gobierno chino ha de convencer a Occidente de que los sospechosos de corrupción, si son repatriados, pueden recibir un juicio justo”, explica el profesor universitario Zhu Jiangnan, quien ve como “una gran barrera” la falta de acuerdos de extradición entre las potencias occidentales y China.

Quizás a China le gustaría que otros países fueran tan cooperantes como lo es Tailandia. Desde que está en manos de una dictadura militar (2014), no solo ha comprado submarinos y tanques a Pekín, sino que ha impedido la participación de activistas contra el partido chino en Bangkok, e incluso ha deportado a varios sospechosos demandados por el Partido Comunista Chino. El caso más mediático fue el de un centenar de refugiados étnicos Uighur que huían de China. Las Naciones Unidas, el Observatorio por los Derechos Humanos y muchas más organizaciones pidieron a Tailandia que no enviara a los refugiados al gigante asiático, donde les esperaba un castigo por fuga. Sin embargo, el general Prayuth Chan-ocha, al frente de Gobierno y de la Junta militar, acabó entregándolos a China.

La noticia de la desaparición y posterior detención en China del ya expresidente de Interpol, Meng Hongmei, dejó con la boca abierta a muchos en Occidente, pero en Hong Kong la sorpresa no fue mayúscula. Si acaso, lo novedoso en la excolonia británica -donde muchos aún tratan de refugiarse del yugo de Pekín- fue que un peso pesado del aparato político chino llegase a ser víctima de una de las numerosas desapariciones que sufren aquellos que no comulgan con el partido.

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