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Berlín es el nuevo Londres para las europeas que no pueden abortar
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Berlín es el nuevo Londres para las europeas que no pueden abortar

Polonia es el segundo país de la UE donde el aborto está más restringido, pero unas 150.000 polacas abortan cada año, en su país o en el extranjero, de forma legal o ilegal. Berlín es el nuevo destino

Foto: Protesta por los planes del Gobierno polaco para prohibir por completo el aborto, en Varsovia, el 23 de marzo de 2018. (Reuters)
Protesta por los planes del Gobierno polaco para prohibir por completo el aborto, en Varsovia, el 23 de marzo de 2018. (Reuters)

Ewa tiene tres hijos. Y los tres tienen su misma enfermedad crónica. Ahora ha vuelto a quedarse embarazada. Contra su deseo. A su pareja no parece importarle. Pero Ewa no quiere un cuarto menor enfermo a su cargo. No cree que pudiese darle los cuidados necesarios sin desatender a sus hermanos. Por eso, tras mucha reflexión, está pensando en abortar. Pero la legislación polaca no se lo permite. Entonces cae en sus manos una octavilla con apenas un nombre, Ciocia Basia (tía Bárbara), una dirección de correo electrónico y un número de teléfono extranjero. Y llama.

Ciocia Basia es una ONG alemana que lleva cuatro años asesorando y apoyando a mujeres polacas que querrían interrumpir su embarazo, pero que no pueden hacerlo de forma legal en su país. Porque Polonia es el segundo país de la Unión Europea donde el aborto está más restringido. E Irlanda, el primero, tiene previsto relajar su normativa tras el referéndum del pasado mayo. La ley polaca sólo prevé los casos de violación e incesto, el de "riesgo serio" para la salud de la madre y el de "daños severos e irreversibles para el feto". La enfermedad de Ewa y sus hijos no está contemplada. Además, el Gobierno en Varsovia, en manos del ultraconservador y nacionalista Ley y Justicia (PiS), está tratando de restringirlo aún más. Aunque un intento de prohibirlo por completo se frustró en 2016 por la presión popular.

Al menos una vez al día una mujer polaca llama a la ONG. En cuatro años el colectivo ha ayudado a un millar de mujeres a abortar en Berlín. Pero ha atendido y asesorado a muchas más. Zosia, voluntaria de Ciocia Basia, explica al diario alemán 'Tagesspiegel', que en este colectivo encontró su forma de ayudar a otras mujeres. "Fue lo que yo siempre había querido. No sólo manifestarme por los derechos de las mujeres, sino también hacer algo práctico", dice tras recordar que entró en contacto con la organización tras conocer a una voluntaria en una protesta feminista.

Voluntarias y donaciones

El colectivo funciona a base de voluntarias y donaciones. Son casi todo mujeres, salvo un hombre. Muchas dominan el polaco y se turnan para llevar encima el teléfono de la ONG. Ése cuyo número que corre de mano en mano en Polonia con las octavillas de Ciocia Basia. Para contestar sí o sí en el caso de que suene y una mujer pida ayuda al otro lado. Y su labor es totalmente voluntaria. Ninguna activista cobra por sus servicios. "Todas tenemos la voluntad de ayudar. Nada más. Si es aborto, entonces que sea bajo las mejores condiciones, para que la vida de la mujer no corra peligro", recalca Zosia.

Si la mujer que pide ayuda no puede sufragarse los costes médicos, el viaje o la estancia, la ONG trata de hacerse cargo. Precisamente porque quienes acuden a Ciocia Basia, en su mayoría, son las que no tienen medios para hacerlo por su cuenta. "El dinero no debería ser el problema", razona Zosia. Un aborto farmacológico cuesta 340 euros en Alemania; uno quirúrgico, 470. Las estancias en la capital alemana se intenta que sean lo más breves posibles. A veces se acoge a las mujeres en una casa si no se encuentra otra solución. La organización ha puesto además en marcha una campaña de crowd-funding en internet a la que llegan, por goteo, contribuciones. Muchas son anónimas, de entre 20 y 50 euros. Pero también hay personas -principalmente mujeres- que llegan a donar cerca de mil euros con su nombre y apellido. Además, el colectivo organiza fiestas solidarias. La última, el pasado mayo, recaudó 4.000 euros. En total, aseguran en internet, llevan recaudados 14.420 euros desde el pasado 23 de marzo.

Foto: Activistas a favor del Sí vestidas como personajes de una serie en Dublín, el 23 de mayo de 2018. (Reuters)

Su atención responde siempre a un patrón, explica otra activista de Ciocia Basia en el 'Jetzt', un medio online para jóvenes del diario 'Süddeutsche Zeitung'. "Nos puede contactar por teléfono, Facebook o por email. Entonces le mandamos un correo con toda la información importante sobre la interrupción del embarazo. Si lleva poco tiempo embarazada le explicamos que existe la opción de pedir unas pastillas para abortar a (la ONG) Women Help Women (Mujeres Ayudan a Mujeres), que se puede tomar en casa", explica esta universitaria bajo el seudónimo de Meggy que vive en Fráncfort del Oder, en la frontera con Polonia. "Además le explicamos la situación legal en Alemania. Por ejemplo, que sólo es posible practicar un aborto hasta la semana 14 y que tres días antes de la interrupción la mujer debe asistir a una asesoría", prosigue.

Tras ese primer contacto, se deja a la mujer que reflexione y decida si realmente desea seguir adelante con el aborto. "Si se decide a favor, nosotras nos encargamos de la organización: cerramos citas con el centro de asesoramiento y con la clínica, buscamos un lugar para dormir y una traductora", agrega Meggy. Para mujeres a partir de la semana 14, las activistas derivan a las polacas hacia otras organizaciones en Holanda y Reino Unido, donde se puede abortar legalmente hasta las semanas 22 y 24, respectivamente. Los trámites se realizan siempre con total discreción, pues la sociedad polaca está girando cada vez más hacia la derecha.

placeholder Polacas durante un protesta contra los planes del Gobierno de prohibir el aborto en cualquier supuesto, en Varsovia, el 3 de octubre de 2016 (Reuters).
Polacas durante un protesta contra los planes del Gobierno de prohibir el aborto en cualquier supuesto, en Varsovia, el 3 de octubre de 2016 (Reuters).

El giro a la derecha de Polonia

El PiS, que ganó por mayoría absoluta las elecciones de 2015, es cada vez más popular. Si en aquellos comicios obtuvo el 37,6% de los votos, los últimos sondeos le dan en torno al 41%. Casi el doble que el segundo partido más votado. El Ejecutivo no ha sufrido el más mínimo desgaste por las innumerables polémicas en las que se ha enzarzado por politizar los medios de comunicación públicos y modificar el sistema judicial para controlar los tribunales. Ni siquiera cuando la Comisión Europea le ha abierto un procedimiento por dañar los fundamentos democráticos de la UE y le ha amenazado con retirarle el derecho de voto en Bruselas.

Se estima que unas 150.000 mujeres polacas abortan cada año. De forma legal o ilegal. Las cifras oficiales reconocen apenas unos 2.000 casos

Una de las escasas veces que ha dado marcha atrás fue cuando en 2016 intentó prohibir totalmente el aborto. Hacía poco que el presidente del país, también del PiS, había decretado que la píldora del día después se pudiese obtener sólo con receta. Y el siguiente paso de la apisonadora gubernamental fue la gota que colmó el vaso. La indignación tomó la calle y decenas de miles de mujeres salieron a protestar en todo el país. Muchas esgrimieron perchas, recordando su empleo desesperado como instrumento para abortos ilegales. El Ejecutivo dio marcha atrás.

La situación es curiosa, además de terrible, porque Polonia tuvo durante el comunismo una de las legislaciones más permisiva de Europa. Pero con la caída del muro todo cambio. Los primeros gobiernos democráticos, de la mano de una iglesia católica con un poder en ascenso, movieron ficha para llegar a restringirlo, contra la tendencia en el contexto europeo, hasta su actual configuración allá por 1993. Sobre aquel legado ha seguido construyendo el gobierno del PiS, que cierra los ojos ante una dura realidad.

Porque es un secreto a voces que muchas mujeres polacas marchan al extranjero cada año para practicarse un aborto. Muchas van a Alemania, por la proximidad. Otras a Eslovaquia, donde los costes son menores. Algunas vuelan hasta Holanda y Reino Unido, porque la legislación es más permisiva. Pero citar cifras concretas es imposible. La Federación Polaca para las Mujeres y la Planificación Familiar, una reconocida ONG, estima que unas 150.000 mujeres polacas abortan cada año, ya sea en su país o en el extranjero. De forma legal o ilegal. Mientras tanto, las estadísticas oficiales reconocen apenas unos 2.000 casos anuales en un país con cerca de 40 millones de habitantes. En los números del Gobierno polaco no está, claramente, el caso de Ewa.

Ewa tiene tres hijos. Y los tres tienen su misma enfermedad crónica. Ahora ha vuelto a quedarse embarazada. Contra su deseo. A su pareja no parece importarle. Pero Ewa no quiere un cuarto menor enfermo a su cargo. No cree que pudiese darle los cuidados necesarios sin desatender a sus hermanos. Por eso, tras mucha reflexión, está pensando en abortar. Pero la legislación polaca no se lo permite. Entonces cae en sus manos una octavilla con apenas un nombre, Ciocia Basia (tía Bárbara), una dirección de correo electrónico y un número de teléfono extranjero. Y llama.

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