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Esta es la entente conservadora que quiere transformar la UE
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"las élites europeas contra nuestra religión"

Esta es la entente conservadora que quiere transformar la UE

Países del Este, liderados por Polonia y Hungría, propugnan una "contrarrevolución cultural". Ya están empezando a ponerla en práctica con la ayuda de Eslovaquia y República Checa

Foto: Polacas durante un protesta contra los planes del Gobierno de prohibir el aborto en cualquier supuesto, en Varsovia, el 3 de octubre de 2016 (Reuters).
Polacas durante un protesta contra los planes del Gobierno de prohibir el aborto en cualquier supuesto, en Varsovia, el 3 de octubre de 2016 (Reuters).

La Unión Europea se asoma al caos. O aún peor. La crisis de los refugiados. El Brexit. Los nunca resueltos problemas financieros que amenazan con cronificarse en la eurozona... El bloque se muestra incapaz de dar respuesta a estos problemas. Por eso hace falta dar un golpe de mano. Contundente. Volver a las esencias. Renacionalizar las competencias, arrancárselas a Bruselas. Y reinstaurar los valores tradicionales. Esto es lo que propugna un grupo de países del este del continente, liderados por Hungría y Polonia, cada vez más pujante y desinhibido. A la falta de un discurso alternativo coherente y con respaldo, su relato va cobrando fuerza.

Quien mejor ha expresado esta pulsión ha sido Jaroslaw Kaczynski, el presidente de Ley y Justicia (PiS), el partido que gobierna con mayoría absoluta en Polonia. En un reciente foro económico en la pequeña localidad de Krynica, cerca de la frontera polaca con Eslovaquia, el hombre que maneja desde las sombras al Ejecutivo en Varsovia aseguró que lo que la UE precisaba era "una contrarrevolución cultural". Una reforma del sistema de gobierno común y el reconocimiento de que el continente "es rico en culturas y diferencias". Euroescepticismo nacionalista y conservadurismo político en estado puro.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, dos sofás más allá en aquel mismo podio, aplaudió sonriente a su amigo Kaczynski. Luego, en su intervención vino a incidir sobre el mismo punto. Las "élites europeas" están tratando de "borrar las identidades nacionales y religiosas", que a su juicio juegan aún un papel clave en el continente. "No hay una identidad europea que las pueda sustituir", zanjó el líder conservador.

El cuarteto de Visegrado

Orban y Kaczynski no están solos. Los líderes de Hungría y Polonia, respectivamente, cuentan con el respaldo más que explícito de otros países del Este de Europa, especialmente de la República Checa y Eslovaquia. De hecho, estos cuatro países conforman el llamado Grupo de Visegrado. Se trata de un grupo que ha cobrado relevancia en los últimos años, pero que se formó en 1991, tras la caída del Muro de Berlín, con un guiño en su nombre a la alianza forjada en 1335 por los entonces monarcas de Hungría, Polonia y Bohemia, que -curiosamente- buscaban sortear las imposiciones comerciales de un poder externo, entonces Viena. Ahora es de Bruselas de quien tratan de zafarse.

Los cuatro de Visegrado se cierran en banda a recibir refugiados. Alegan que supone un riesgo excesivo para la seguridad nacional. Por motivos culturales, solo se avendrían a aceptar refugiados cristianos

El cuarteto había sido considerado durante años como un ejemplo exitoso para Occidente. Por abrazar la democracia representativa y el estado de derecho, por las reformas económicas liberales que adoptaron tras el derrumbe de los sistemas comunistas, por su entusiasta acceso a la UE, por ingresar con convencimiento en la OTAN. Pero los problemas que atormentan a la UE desde 2008 han hecho tambalear sus hasta entonces indudables credenciales occidentales. Especialmente la crisis de los refugiados ha hecho que se empiece a hablar en Bruselas de la fractura este-oeste, que se yuxtapone a la norte-sur que evidenció la crisis de la deuda.

La chispa que hizo saltar a la entente conservadora fue el plan labrado entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, para repartir por cuotas a más de 100.000 refugiados que se acumulaban en Grecia e Italia, los principales puntos de entrada en Europa. Mientras la mayoría de los 28, con sus más y su menos, accedía, los cuatro de Visegrado se cerraron en banda. Se negaban a que desde Bruselas se les pudiese imponer una cifra. Luego alegaron que suponía un riesgo excesivo para la seguridad nacional, porque entre los peticionarios de asilo podía haber yihadistas del Estado Islámico. Llegaron a decir que, por motivos culturales, solo se avendrían a aceptar refugiados cristianos.

placeholder Viktor Orban, primer ministro de Hungría,  durante una inspección de la valla fronteriza en Bulgaria, cerca de Lesovo, el 14 de septiembre de 2016 (Reuters).
Viktor Orban, primer ministro de Hungría, durante una inspección de la valla fronteriza en Bulgaria, cerca de Lesovo, el 14 de septiembre de 2016 (Reuters).

Hungría y el referéndum sobre los refugiados

Hungría ha llegado a celebrar recientemente un referéndum para respaldar la postura del Gobierno en este asunto. "¿Quiere que la UE disponga, sin el consentimiento del Parlamento (de Hungría), sobre el asentamiento obligatorio de ciudadanos no húngaros en Hungría?", era la pregunta a la que había que contestar con un sí o un no. El no por el que había hecho campaña Orban se impuso de forma aplastante (98 por ciento de las papeletas), pero la participación fue tan baja (45 por ciento de los 8,3 millones de personas llamados a las urnas) que no se alcanzó el quórum necesario para que el resultado fuera vinculante. El primer ministro húngaro se atribuyó no obstante una victoria "histórica" y planteó de seguido una reforma constitucional para dejar grabado que la UE no puede obligar a Hungría a asumir una medida contraria a su "identidad constitucional", lo que debe incluir "el asentamiento de grupos" contra la voluntad de la población.

La Hungría de Orban, en el poder desde 2010, se ha granjeado múltiples críticas en Europa en los últimos años por sus prácticas iliberales. Su reforma de la constitución, apoyándose exclusivamente en el respaldo parlamentario de su Unión Cívica, le valió la reprobación de la UE y de la OSCE. Recortó las competencias del Tribunal Constitucional y, en general, del poder judicial, además de limitar los frenos y contrapesos democráticos propios de los estados de Derecho con separación de poderes. Además impulsó una "ley mordaza" que ata en corto a los medios de comunicación. Hace apenas unos días cerró el 'Népszabadság', el último gran periódico crítico. Los periodistas del diario hablan de "golpe de estado".

Polonia y la reforma del aborto

La revolución conservadora es también cada vez más evidente en Polonia. Su momento álgido tuvo lugar hace apenas unas semanas, cuando el gobierno del PiS estuvo a punto de aprobar una reforma legal para prohibir totalmente el aborto. La propuesta que se cocinó en las filas conservadoras venía a endurecer una ley de 1993 que ya estaba considerada una de las más restrictivas de Europa. La propuesta gubernamental eliminaba la violación y el riesgo para la vida de la madre como motivos para solicitar la interrupción del embarazo. Incluso preveía penas de cárcel para las mujeres que abortasen y para los médicos que las atiendan. La medida no salió adelante a ultima hora, tras una huelga general de mujeres que llevó a la calle, vestidas de negro, a decenas de miles de mujeres en las calles de todo el país.

Foto: Manifestación contra la prohibición del aborto en Cracovia, Polonia, el 3 de abril de 2016, la primera de una serie de protestas multitudinarias contra el nuevo Gobierno (Reuters)

Pero esta marcha atrás es una excepción en Varsovia. El Gobierno polaco, a semejanza del húngaro, no ha dudado en aprovechar su mayoría absoluta en el parlamento para moldear la legislación del país a su antojo. Así, desde que ganó las elecciones ahora hace un año ha puesto en marcha múltiples reformas en elementos sensibles de la estructura estatal, del Tribunal Constitucional y la fiscalía, a los medios de comunicación privados y la televisión pública. El objetivo es siempre someterlos a su control, domesticarlos. Incluso se ha rumoreado que está estudiando cambiar la constitución para que impedir que en un futuro algún ejecutivo trate de permitir las bodas homosexuales. La CE llegó a abrir un procedimiento contra Varsovia por algunas de estas cuestiones.

El caso es que, en una UE desnortada y con varios de sus pesos pesados fuera de combate -Francia, Reino Unido, España,...-, la entente conservadora está ganando voz. No hay más que ver cómo se desarrolló la reunión informal de Bratislava, el encuentro ya a 27, sin Londres, que se celebró en septiembre para empezar a perfilar el futuro de la UE. Merkel se reunió con los cuatro de Visegrado antes del encuentro, si bien es cierto que tanteó posiciones con gran parte de los líderes europeos. Luego empezó a ceder con la cuestión de las cuotas obligatorias de refugiados y a enfatizar otras más del gusto de húngaros y polacos, como el aumento del control en las fronteras exteriores. O del refuerzo militar ante la creciente amenaza de la vecina Rusia.

La Unión Europea se asoma al caos. O aún peor. La crisis de los refugiados. El Brexit. Los nunca resueltos problemas financieros que amenazan con cronificarse en la eurozona... El bloque se muestra incapaz de dar respuesta a estos problemas. Por eso hace falta dar un golpe de mano. Contundente. Volver a las esencias. Renacionalizar las competencias, arrancárselas a Bruselas. Y reinstaurar los valores tradicionales. Esto es lo que propugna un grupo de países del este del continente, liderados por Hungría y Polonia, cada vez más pujante y desinhibido. A la falta de un discurso alternativo coherente y con respaldo, su relato va cobrando fuerza.

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