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La española de 99 años que presionó al papa Francisco para erradicar la pena de muerte
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maría asunción milá, 50 años de activismo

La española de 99 años que presionó al papa Francisco para erradicar la pena de muerte

Fundó ya en 1976 la Asociación Española contra la Pena de Muerte y luchó para que la Constitución recogiese su abolición

Foto: María Asunción Milá.
María Asunción Milá.

Le molesta que la definan como la persona que ha convencido al papa Francisco, aunque cuando el propio Pontífice te escribe de su puño y letra y el Vaticano te felicita personalmente el día en que declara "inadmisible" la pena de muerte, algún papel habrás tenido en el proceso. "No soy humilde", dice entre risas, "pero no empequeñezcamos la noticia centrándola en mí. Lo importante es el paso histórico que ha dado la Iglesia".

A sus 99 años, tras cinco décadas de intenso activismo contra lo que considera "una pervesión de la sociedad que lo permite", María Asunción Milá no podría haber recibido una noticia mejor. Cuando el pasado jueves la Santa Sede anunció que el Papa había aprobado la modificación del catecismo católico —que en su versión anterior no excluía la pena capital "si fuera el único camino para defender del agresor injusto la vida humana"—, recordó cada paso dado hacia lo que siempre ha sido su sueño: la abolición de la pena de muerte en todo el mundo. "No es una historia sencilla", advierte durante una entrevista con El Confidencial.

Fue la ejecución de Salvador Puig Antich, en marzo de 1974, lo que activó el resorte. La muerte de la última persona ejecutada en España por garrote vil supuso tal 'shock' para Milá que decidió dedicar su vida a acabar con la pena de muerte. "Desde pequeña tengo la sensación de que debía tener muchos hijos, como mi madre, de que debía dar vida y defender la vida. Cuando mataron a Puig Antich, vi tan claro que Dios no quería eso que me decidí".

La prensa de la época destaca de Milá, secretaria general de la nueva fundación, su "largo currículum de lucha". Era el año 1976

Empezó, lógicamente, por España. Fundó junto al economista e historiador Ramón Carande la Asociación Española de la Lucha contra la Pena de Muerte con el objetivo de romper definitivamente "su legitimación histórica y aberrante". Otras opciones les parecían transitorias, cuestiones políticas sujetas a cambios e intereses. Se estaba gestando la Constitución de 1978 y la primera lucha era conseguir la abolición de la pena de muerte en nuestro país. En su primer documento, sostenían que "una parte de la sociedad, la más cualificada, ha descubierto ya, junto a su ineficacia, los terribles peligros que encierra" la pena capital. La prensa de la época destaca de Milá, secretaria general de la nueva fundación, su "largo currículum de lucha contra la pena de muerte". Era el año 1976.

"Iba con mi marido de ministerio en ministerio, pidiendo audiencias, hablando con unos y otros. Era muy difícil, porque no era ni he sido nunca más que una madre de familia. Recuerdo un día en que Joaquín Ruiz-Giménez [catedrático y político] me dijo: 'Ni lo sueñes. Conseguir eso es imposible", cuenta Milá, que por aquel entonces ya había extendido su activismo a Europa tras unirse a la organización Amnistía Internacional. Ruiz-Giménez se equivocaba.

Cartas a los papas

La Constitución española recogió, finalmente, la abolición de la pena de muerte en su artículo 15. Milá guarda como un tesoro el texto del diario de sesiones del Congreso de la jornada en que se aprobó el cambio, que le envió un amigo presente en aquella sesión. No obstante, no está del todo de acuerdo con la redacción del artículo 15, porque se abolía la pena capital salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares en tiempos de guerra. "Si es malo en tiempos de paz, es malo en tiempos de guerra", argumenta Milá, "es nocivo para el hombre".

Foto: Kong Ning con una máscara durante una performance contra la contaminación en China, en Pekín, el 19 de noviembre de 2014 (Reuters).

Quienes mejor conocen a Milá admiran su "fervor abolicionista insobornable" y su labor para promover la reforma del catecismo sobre la pena de muerte. Puso tanto empeño que casi se convirtió en 'martillo' de los obispos por su insistencia. A ese empeño responden las cartas que envió a los sucesivos papas, especialmente después de que el catecismo de 1993 contemplase la aplicación de la pena de muerte "en casos de extrema gravedad" . "Sí, yo he escrito a muchos papas, pero las cartas a los papas no llegan, reconozcámoslo", dice.

Una de esas cartas sí llegó a su destinatario. "Pasaron los años y la carta no llegaba al papa Francisco, hasta que Luis Arroyo, penalista y miembro de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, entregó [durante una reunión en el Vaticano] una copia al secretario del Papa. Francisco se disponía a irse cuando le contó que en Sevilla había una señora muy vieja que no estaba dispuesta a abandonar este mundo hasta que el Papa leyera su carta", recuerda Milá.

El Papa respondió a aquella carta. Agradeció a Milá sus palabras y aseguró que tendría en cuenta sus observaciones sobre el catecismo. Tras estudiar el cambio con todos los obispos del mundo, el pasado jueves se anunció el resultado: el catecismo católico declara "inadmisible" la pena de muerte y muestra el compromiso de la Iglesia en animar a su abolición en todo el mundo. Para Milá, cuya lucidez mental le permite seguir defendiendo una causa que es uno de los principales motores de su vida, es "un hito maravilloso". "Me llamaron del Vaticano el día 2, la secretaria de Comisiones Extranjeras. Quería darme personalmente la noticia de que el Papa la declaraba inadmisible en todos los casos". Para una persona que lloró al escuchar al gobernador de Nueva York prometer que lucharía contra la pena capital tras la decisión del Papa, no podría haber mejor recompensa.

Le molesta que la definan como la persona que ha convencido al papa Francisco, aunque cuando el propio Pontífice te escribe de su puño y letra y el Vaticano te felicita personalmente el día en que declara "inadmisible" la pena de muerte, algún papel habrás tenido en el proceso. "No soy humilde", dice entre risas, "pero no empequeñezcamos la noticia centrándola en mí. Lo importante es el paso histórico que ha dado la Iglesia".

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