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La guerra entre clanes de narcos llega a las zonas ricas de Río
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"EL TURISMO ESTÁ COLAPSADO"

La guerra entre clanes de narcos llega a las zonas ricas de Río

Una guerra entre bandas ha convertido en escenarios bélicos zonas hasta ahora apacibles. Sacude dos de los barrios residenciales más icónicos de Río y deja cadáveres en puntos turísticos

Foto: Un marine brasileño patrulla el barrio de Botafogo, en Río de Janeiro. (Reuters)
Un marine brasileño patrulla el barrio de Botafogo, en Río de Janeiro. (Reuters)

Leme es uno de los barrios más tranquilos y bucólicos de la zona sur, el área más residencial de Río de Janeiro. Protegido del turismo y de la masificación, cuenta con un litoral sosegado: es la prolongación de la playa de Copacabana y culmina en una bella montaña que tiene un fuerte y un mirador. Allí no suelen llegar ni los domingueros ni los jóvenes que realizan los "arrastões", es decir, los robos en cadena tan recurrentes entre los bañistas que eligen Ipanema y Copacabana.

Sin embargo, en los últimos meses la paz de este barrio ha sido interrumpida por una guerra en toda regla que enfrenta a dos facciones de narcos: el Primeiro Comando Puro y el Comando Vermelho (Comando Rojo). Los tiroteos se han convertido en una triste rutina y algunos vecinos han empezado a dejar la región por miedo a que una bala perdida entre por la ventana. No es un temor infundado: ya ha ocurrido en más de un edificio que da a las favelas de Babilonia y Chapéus Mangueira, pacificadas en 2009 y actualmente enfrentadas por el control del lucrativo negocio dela venta de drogas.

El 5 de junio la tensión alcanzó su punto álgido con un tiroteo sin precedentes que generaría escenas de violencia, pánico y surrealismo tropical inéditas incluso en una ciudad tan violenta como Río de Janeiro, donde el número de tiroteos aumentó un 87% el pasado mes de mayo en relación al mismo periodo del año anterior. Según los datos recogidos por Fogo Cruzado, una app que registra todos lo tiroteos de Río, fueron 890 casos solamente en el mes de mayo frente a los 476 de mayo de 2017.

A las 5.30 de la mañana de aquel 5 de junio, esta periodista y todos los vecinos de su bloque fueron despertados por el estruendo de los tiros: el son de los disparos de fusiles, ametralladoras y pistolas automáticas se fundía con el ruido asustador de bombas y granadas. Fueron más de dos horas de tiroteo interrumpido. Acto seguido intervinieron los cuerpos de elite de la Policía Militar y del Ejército, que actúa de forma estable en la "Cidade Maravilhosa" desde el pasado mes de febrero. Eso es, agentes en trajes de camuflaje y armados con fusiles circulando por las calles de un barrio hasta hace poco apacible. El contraste entre la playa llena de personas en bikini y, a pocos metros, escenas de una batalla campal combatida con armas de guerra, resultaba brutal.

placeholder La playa de Leme, en Río de Janeiro. (Reuters)
La playa de Leme, en Río de Janeiro. (Reuters)

Lo que ocurrió aquella madrugada fue un intento del Comando Vermelho, que controla las principales favelas de la zona sur, de retomar un territorio del que había sido expulsado este año por el rival Terceiro Comando Puro. Es una facción nacida en el Complejo de la Maré, una peligrosa macro-favela localizada cerca del aeropuerto internacional, que ni el Ejército ni la Policía ha conseguido pacificar. Un comando armado hasta los dientes, formado por unas 60 personas, subió la montaña dispuesto a todo. Un testigo ocular que se encontró con el grupo de guerrilleros urbanos relata el pánico que sintió al verlos.

Después de varios días de tiroteos y patrullaje ostensivo de la Policía, hubo un desenlace sangriento. Un grupo de narcos intentó huir de las favelas de Leme por un camino de montaña que conduce hasta el Pan de Azúcar, el monumento natural más importante de Río de Janeiro y el símbolo del turismo de esta ciudad. Sin embargo, fueron interceptado por la Policía. Lo que siguió fue un nuevo capítulo bélico que sembró el pánico en Urca, otro barrio habitualmente pacífico debido a la presencia de varios cuarteles del Ejército.

"El turismo es la gran riqueza de nuestro Estado y está colapsado”

Un tiroteo violentísimo enfrentó a bandidos y Policía en la Playa Vermelha, un remanso de paz frecuentado por familias y turistas. Como consecuencia, el teleférico que sube al Pan de Azúcar tuvo que ser cerrado durante dos horas, con decenas de turistas escondidos dentro del anfiteatro por miedo a las balas. Es la primera vez en más de 100 años de historia que aconteció algo parecido. Incluso los vuelos en el aeropuerto doméstico Santos Dumont fueron suspendidos durante 15 minutos.

“¿Cómo puedo trabajar, sonreír y encantar al turista presenciando escenas de guerra en la tan querida "Cidade Maravilhosa"? Soldados y tanques de guerra en las calles, sitios turísticos cerrados y turistas bloqueados por los tiroteos... No necesitamos más violencia para luchar contra la violencia. Necesitamos educación, oportunidades de trabajo para todos, integración y consciencia. El turismo es la gran riqueza de nuestro Estado y está colapsado”, afirma Tati Araújo, guía oficial en Río.

La cruenta saga que sacude dos de los barrios residenciales más icónicos de Río todavía no había acabado. Dos días después de este episodio, fueron encontrados siete cadáveres, seis en las piedras cercanas a la Playa Vermelha y uno en la subida del Fuerte de Leme, ambos lugares muy concurridos por turistas y amantes del trekking. La convulsa actualidad de Río adquirió tintes novelescos cuando el 12 de junio un hombre, cuya identidad no ha sido revelada, realizó un peculiar homenaje en helicóptero a uno de los narcos fallecidos a manos de la Policía. El admirador anónimo pagó 3.000 reales (680 euros) en billetes de 10 y 20 reales para alquilar el helicóptero. Después sobrevoló el cementerio de Cajú, en la zona portuaria, y tiró desde el aire pétalos de rosas durante el entierro del narco Natã Isaque de Souza Santos.

placeholder Agentes con armas requisadas tras enfrentamientos con narcos en la colina de Babilonia, Río de Janeiro. (Reuters)
Agentes con armas requisadas tras enfrentamientos con narcos en la colina de Babilonia, Río de Janeiro. (Reuters)

Desde entonces, algo ha cambiado entre los habitantes de Leme. Bel, Cissa y Jo son tres amigas que mantienen una intensa relación de vecinas a través de un grupo de Whatsapp, que entre otras cosas usan para informar sobre los frecuentes tiroteos y para ofrecer consuelo en las horas nocturnas, cuando el silbido de las balas interrumpe el sueño y quiebra las esperanzas de un futuro más pacífico. Las dos primeras se han marchado este año al vecino barrio de Copacabana por miedo a las balas perdidas. Las tres, brasileñas de otras ciudades afincadas desde hace años en Río, se plantean ahora dejar la ciudad ante la escalada de violencia.

“Por primera vez estoy pensando en irme de Río, por mucho que me pese. No es posible normalizar una guerra con tantas armas y muertos, ni creer que es normal acordar al son de los fusiles y de las granadas. Es muy bizarro lo que pasa a pocos metros de nuestras casas. Son escenas de guerra con las que es difícil convivir”, afirma Jo. En sus conversaciones, estas amigas recuerdan varios episodios violentos que se han vivido en los últimos meses, como el del pasado abril, cuando unos narcos en fuga se introdujeron en un piso por el conducto del aire acondicionado y se llevaron a una mujer que se estaba preparando para el bautizo de su hijo para usarla como escudo humano.

“Ahora la clase media de la zona rica está sintiendo en su piel lo que nos toca vivir a diario desde hace años. Dicen que los habitantes de las favelas estamos acostumbrados a los tiroteos, pero una tontería. Nunca te acostumbras al miedo y a las balas”, asegura Fábio, que reside en Cidade de Deus, la favela famosa por el homónimo film. Durante los Juegos Olímpicos, este joven de la periferia se dedicó a denunciar los tiroteos diarios en su favela desde su página de Facebook, ante la indiferencia general.

Foto: Un policía toma posiciones durante una operación antidroga en la Ciudad de Dios, en Río de Janeiro, el 10 de julio de 2017. (Reuters)

Leme fue en los años 60 el refugio de muchos emigrantes españoles. Considerado la periferia de la bulliciosa Copacabana, era mucho más barato para los gallegos humildes y desarraigados que comenzaron a buscarse la vida en comercios locales y acabaron como dueños de varios hoteles de cuatro y cinco estrellas. Aquí se encuentra el famoso restaurante Shirley, fundado por españoles en el siglo pasado y frecuentado por turistas y deportistas durante los Juegos Olímpicos de 2016, ya que se encontraba cerca del estadio del vóley de playa. Ni siquiera sus vieiras y sus percebes se han salvado de la violencia: el restaurante ha sido atracado recientemente.

Lo que acontece en Leme no puede ser considerado un caso aislado. Los tiroteos se han convertido en la banda sonora en las calles de Copabana e Ipanema que están cerca de las favelas. La guerra de la Rocinha, la mayor favela de Brasil, sacude desde septiembre las calles cercanas y ha motivado incluso el cierre de un famoso hotel español. Los atracos a mano armada en tiendas y cajeros automáticos también son un leitmotiv en estos barrios residenciales, que gozan de una presencia mucho mayor de la Policía por el turismo y el alto poder adquisitivo de sus vecinos.

Los datos muestran que el aumento de la violencia no es una mera percepción de los cariocas. El Estado de Río de Janeiro cerró 2017 con un récord negativo de 40 muertes violentas para cada 100.000 habitantes, según datos del Instituto de Seguridad Pública sobre letalidad violenta. En total, fueron asesinadas 6.731 personas en los 12 meses del año pasado, lo que supone el peor dato en los últimos ocho años.

A nivel nacional las cosas no están mejor. Brasil registró el dato histórico de 62.517 muertes violentas intencionales en 2016 y, por primera vez en la historia, superó el nivel de 30 homicidios por cada 100.000 habitantes. Son datos del Ministerio de Sanidad y forman parte del Atlas da Violencia 2018, divulgado recientemente por el Instituto de Investigación Económica Aplicada y por el Foro Brasileño de Seguridad Pública. Este indicador muestra que la tasa de asesinatos en Brasil supera 30 veces la de Europa.

Foto: Unos niños pasan ante soldados brasileños que patrullan por la favela Muquico, en Río de Janeiro. (Reuters)
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El colapso en la seguridad en Río ha empeorado también otros índices. En los primeros dos meses de 2018, el Estado de Río de Janeiro alcanzó sus peores niveles desde que el Instituto de Seguridad Pública (ISP) compila sus estadísticas en seis diferentes tipos de crímenes. Es el caso de los robos de carga, de vehículos, a transeúntes y en los autobuses, además de los robos de móvil y de los cajeros automáticos. Este año fue también la primera vez en que los robos a transeúntes pasaron el límite de los 15.000 casos, considerando solo la suma de enero y febrero. El número de 15.107 víctimas registradas en los dos primeros meses de 2018 está muy cerca del total de 15.624 casos computados entre 1991 y 1998, a lo largo de ocho años. Esto equivale a un incremento del 682,7%.

La intervención militar decretada el pasado mes de febrero por el presidente Michel Temer tampoco ha ayudado a mejorar estos indicadores. Los datos muestran que ha sido un rotundo fracaso. De hecho, 11 índices de criminalidad aumentaron durante el trimestre de febrero, marzo y abril de este año, en comparación con el mismo periodo de 2017: entre ellos están los homicidios dolosos y los robos a personas. El nuevo equipo coordinado por generales del Ejército ni siquiera ha conseguido usar el dinero destinado al proyecto (1.200 millones de reales equivalentes a 272 millones de euros) por trabas burocráticas.

Para sociólogos y expertos, la guerra de Leme demuestra la gravedad de la situación de Río de Janeiro. “Estamos viviendo el enfrentamiento de una guerrilla, y los bandidos la hacen de una forma intuitiva, tal vez más letal para la sociedad. Ellos están creando una verdadera pesadilla para las fuerzas de seguridad. Necesitamos una legislación criminal más dura”, asegura el experto en seguridad Vinícius Cavalcante.

Leme es uno de los barrios más tranquilos y bucólicos de la zona sur, el área más residencial de Río de Janeiro. Protegido del turismo y de la masificación, cuenta con un litoral sosegado: es la prolongación de la playa de Copacabana y culmina en una bella montaña que tiene un fuerte y un mirador. Allí no suelen llegar ni los domingueros ni los jóvenes que realizan los "arrastões", es decir, los robos en cadena tan recurrentes entre los bañistas que eligen Ipanema y Copacabana.

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