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El grupo más temido de Brasil ya aspira a controlar el narcotráfico de América Latina
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EL PCC: negocios legales e influencia electoral

El grupo más temido de Brasil ya aspira a controlar el narcotráfico de América Latina

Como una mafia, con negocios legales e influyendo en las elecciones. Así funciona el PCC, la mayor organización criminal de Brasil que aspira a controlar el tráfico de drogas en toda América Latina

Foto: Un miembro de una banda de narcos posa armado para una fotografía en una favela de Río. (Reuters)
Un miembro de una banda de narcos posa armado para una fotografía en una favela de Río. (Reuters)

Ciudad del Este, abril de 2017: un comando de unos 50 hombres realiza un atraco de película en la ciudad comercial más importante de Paraguay y del Cono Sur. Armados con fusiles, dinamita, miras láser y equipos de visión nocturna, los delincuentes atacan durante tres horas la sede de la empresa española Prosegur y acaban matando a un empleado de seguridad para hacerse con un botín de 11,7 millones de dólares (9,8 millones de euros). En su fuga, los asaltantes detonan 15 vehículos con explosivos accionados a distancia y se enfrentan a la Policía en un violento tiroteo, hasta que consiguen escapar a Brasil a bordo de cinco camionetas blindadas.

La prensa latinoamericana lo tildó de robo del siglo. La Policía brasileña atribuyó el golpe al PCC, el Primer Comando de la Capital, una poderosa banda criminal que controla el narcotráfico en São Paulo y en varios estados de Brasil. “El PCC es una de las mayores organizaciones criminales del mundo, con ramificaciones en países como Colombia, Bolivia y Paraguay, donde opera para asegurar el aprovisionamiento de armas y drogas. Tiene más de 30.000 miembros dentro y fuera de las cárceles, según las estadísticas policiales. Es la organización criminal más activa de América Latina junto a las FARC”, explica a El Confidencial José Ricardo Bandeira, presidente del Instituto de Criminalística y Ciencias Sociales de América Latina (Inscrim).

El PCC fue creado por un grupo de presos tras la masacre del presidio de Carandiru, ocurrida el 2 de octubre de 1992, en la que la Policía Militar de Sao paulo reprimió un motín, matando a 111 reclusos. Desde sus orígenes, el PCC defendió la resistencia de los presos contra la violencia policial. Tanto su nacimiento como su consolidación están estrechamente ligados a la intensiva política carcelaria implementada en São Paulo en las últimas dos décadas. En la región más rica de Brasil, que produce el 11% del PIB brasileño, se pasó de 30 y pocas prisiones a casi 170, es decir, de una población carcelaria de cerca de 30.000 presos a más de 200.000.

Foto: Un preso, Roque Pereira, durante una sesión terapéutica, en una prisión de Porto Velho, en el estado de Rondonia. (Reuters)

“Ubicadas en lugares muy alejados de la capital del Estado y con pocos empleados, estas nuevas cárceles acabaron siendo administradas por los propios criminales porque la cantidad de celdas nunca fue suficiente para el conjunto de presos. Los presidios de São Paulo siempre estuvieron superpoblados y el Estado nunca consiguió solucionar este problema”, señala Bruno Paes Manso, investigador en el Núcleo de Estudios de la Violencia de la Universidad de São Paulo. “Los grupos organizados en las prisiones se fortalecieron y consiguieron matar a todos sus rivales para el año 2000. A partir de 2003 comenzaron a controlar el mercado de drogas en São Paulo hasta el punto de que hoy el PCC es la gran agencia reguladora del mercado de drogas en este Estado”, añade.

No es la única actividad ilegal llevada a cabo por el grupo criminal más peligroso de Brasil. Además de la venta de drogas y de armas, el PCC se dedica a asaltar bancos y furgones blindados. También posee negocios menores en las comunidades periféricas y en las favelas que domina, como el transporte alternativo en furgonetas, la conexión clandestina de TV por cable y la venta de bombonas de gas. “Pero todo esto está directamente ligado a la venta de droga, porque necesitan dominar el territorio para establecer estos negocios paralelos” aclara Bandeira.

También controla sectores económicos legales como gasolineras, tiendas y bares, casa de cambio, empresas para invertir dinero, de la construcción civil y de la gestión de escombros, así como alquiler de pisos e inmuebles y la venta de coches usados, según las investigaciones policiales. “El PCC, además de ser la principal organización criminal de Brasil, está adquiriendo las características de una mafia capaz de penetrar en el tejido social del país. Como una mafia posee negocios legales y una estructura cada vez más organizada”, asegura Rafael Alcadipani, experto en Seguridad Pública de la Fundación Getúlio Vargas (FGV).

'Marcola', el “devorador de libros”

El líder más conocido del PCC es Marcos Willians Herbas Camacho, ‘Marcola’, que en 1999 fue condenado a 44 años de cárcel por asaltar distintos bancos. Conocido como un “devorador de libros”, ‘Marcola’ lleva 20 años liderando desde su celda los negocios de la principal facción criminal de Brasil. “Es considerado una persona muy articulada y estratégica. Fue arrestado después de realizar un gran asalto a un banco, en el que secuestró a los empleados de seguridad y a sus familiares, y negoció con ellos usando las fotos de sus seres queridos para robar sin violencia. Es un estratega que planificó durante más de un mes este atraco, gracias al cual consiguió llevarse millones sin disparar ni un tiro. Tiene el perfil de jugador de ajedrez”, afirma Paes Manso. No hay otras figuras de relieve al mando del PCC, ya que el 80% de los líderes están presos.

La hegemonía de esta facción en São Paulo está asociada, según algunos expertos, a la bajada constante del número de homicidios en esta región, una tendencia en neto contraste con otros Estados como Río de Janeiro o Ceará, en el Nordeste de Brasil. El índice registrado en São Paulo en 2016 fue de 9,5 asesinatos por 100.000 habitantes, muy por debajo de las estadísticas nacionales, con una media 28,1 muertes violentas. Entre 2000 y 2016, la bajada del número absoluto de homicidios fue del 73%. Las cifras de Datasus contabilizan 4.238 muertes violentas en el último año del periodo analizado, muy inferiores a las 15.641 del año 2000.

Sin embargo, la dinámica de funcionamiento del PCC no es la única causa de la reducción de los homicidios en São Paulo. Los expertos en seguridad la atribuyen también a otros factores como el cambio demográfico, que ha reducido sensiblemente el número de jóvenes en este Estado; el estatuto de desarme; la reestructuración de una Delegación de Homicidios que se dedica a investigar y a arrestar con éxito a los autores de los asesinatos; y a políticas públicas de seguridad en algunos barrios más conflictivos, como el cierre temprano de bares donde en el pasado se producían peleas con tiroteos.

placeholder Agentes paraguayos muestran armas incautadas al PCC, en la ciudad de Pedro Juan Caballero. (Reuters)
Agentes paraguayos muestran armas incautadas al PCC, en la ciudad de Pedro Juan Caballero. (Reuters)

“En São Paulo la reducción de homicidios está directamente relacionada con el hecho de que el PCC es la única facción y con la forma cómo actúa: privilegia la negociación y el acuerdo, cuando es posible”, explica Camila Nunes Dias, doctora en sociología y autora de libro ‘PCC: hegemonía en las prisiones y monopolio de la violencia’. Es sin duda paradójico que la forma de actuar de la organización criminal más poderosa de Brasil haya tenido como efecto colateral la reducción de homicidios en São Paulo.

“Esto no significa que en este Estado no haya violencia. El PCC actúa en el territorio de forma violenta, imponiendo una especie de un estado de excepción. Los ciudadanos de las periferias tienen que render cuentas al PCC, lo que no es precisamente democrático. Al mismo tiempo, para las autoridades de São Paulo es muy conveniente tener al PCC desde el punto de vista político y electoral. La principal bandera electoral del PSDB, el partido que gobierna el Estado de SP desde hace más de 20 años, es precisamente la seguridad pública y la reducción de homicidios”, afirma Nunes Dias.

El PCC está adquiriendo las características de una mafia capaz de penetrar en el tejido social del país

Según esta profesora de la Universidad Federal del ABC (UFABC), el PCC intenta evitar las muertes a toda costa en el día a día, pero eso solo en los lugares en los que no tienen rivales, como el Estado de São Paulo. Cuando se trata, en cambio, de disputar nuevos territorios, el PCC no escatima en el uso de la violencia, como quedó demostrado durantes los motines en las prisiones del norte de Brasil a principios del año pasado. “Donde controlan el territorio, son mucho más propensos al diálogo y a la negociación, a diferencia del 'Comando Vermelho' [que opera en Río de Janeiro]. En cambio, en los territorios donde hay rivalidad con otros grupos, como en los estados del Nordeste y del Norte, participan de la guerra, como ellos mismos la llaman. Hay incluso homicidios que son filmados, las víctimas son torturadas y estas muertes adquieren una dimensión simbólica”, cuenta Nunes Dias.

“El PCC es una facción criminal muy cruel en su forma de actuación, que se impone a través de la fuerza y que usa métodos violentos. Todos los fines de semana en São Paulo varias personas son asesinadas por el PCC o simplemente desaparecen. En este Estado todos los años hay entre 4.000 y 5.000 desaparecidos, de los que nunca más se sabe. El PCC también tiene tribunales del crimen en los que ejecutan a las personas. Es una facción muy sanguinaria”, asegura a este periódico Rafael Alcadipani. “El PCC es la organización criminal más sanguinaria de Brasil y de América Latina. No podemos olvidar los ataques realizados en 2006 en São Paulo: durante un mes atacaron y mataron a policías todos los días. El PCC no mide esfuerzos para imponer su poder”, agrega Bandeira.

Desde el año pasado, el PCC está intentando conquistar el mercado de drogas en La Rocinha, la mayor favela de Brasil situada en la zona sur de Río de Janeiro. Por esta razón, se asoció a la facción carioca Amigos de los Amigos (ADA), liderada por el carismático narcotraficante Antônio Francisco Bonfim Lopes, ‘Nem’ para los amigos. Río de Janeiro representa el segundo mercado consumidor de droga después de São Paulo y ofrece excelentes oportunidades de importación y exportación de cocaína, marihuana y armas gracias a su puerto.

placeholder Un policía vigila la favela de La Rocinha, en Río de Janeiro, durante una operación. (Reuters)
Un policía vigila la favela de La Rocinha, en Río de Janeiro, durante una operación. (Reuters)

En Río la presencia del PCC en Río ya está consolidada. Controlan la mitad de la Rocinha y están esperando el momento propicio para ocupar la otra mitad controlada por el 'Comando Vermelho'. En cualquier momento puede explotar una guerra por el dominio de esta favela”, advierte José Ricardo Bandeira, para quien el Estado de Río de Janeiro está subestimando el poder de esta facción y las consecuencias de su presencia en un territorio permanentemente disputado por distintos grupos criminales.

La expansión internacional del PCC

Bien conocida para los investigadores policiales es también la expansión internacional del PCC. Paraguay es el país donde su presencia está más consolidada, donde el PCC domina la ruta de entrada de drogas y armas. En Colombia y Bolivia, en cambio, los expertos en seguridad discrepan sobre su poder real. “No estoy seguro de que el PCC esté intentando ocupar el lugar de las FARC. Han salido muchos reportajes al respecto, pero nunca he visto una fuente o un estudio académico fidedigno. En Europa suelen hacer acuerdos con grupos, pero no tienen presencia en este continente”, destaca Alcadipani. “Están interesados en mantener contactos comerciales con proveedores de otros países, por eso siempre van a intentar hacer alianzas. Su estrategia es construir redes porque necesitan la mercancía. También aspiran a vender en mercados europeos y asiáticos. Brasil acaba siendo un país de pasaje de esta exportación”, añade Bruno Paes Manso.

“El PCC está lejos de ser tan poderosa como una mafia internacional. Cuando un miembro del PCC es arrestado por ejemplo en Paraguay, no significa que estaba allí representando a la organización. Muchos de estos individuos actúan para sí mismos y no son un tentáculo del PCC en un determinado del país. Creo que hay muchos equívocos y una sobreestimación del tamaño del PCC en el ámbito internacional”, discrepa la socióloga Nunes Dias.

“El PCC influye en las elecciones de Brasil desde hace tiempo. Lo hacen financiando a candidatos, intentando marcar las agendas políticas”

También es controvertida la influencia política y electoral del PCC. Recientemente, el magistrado aposentado Wálter Maierovitch dijo públicamente que esta organización financia las iglesias evangélicas y que puede tener un impacto en el proceso electoral del próximo mes de octubre. Hay antecedentes en este sentido. El pasado mes de abril, el alcalde de la localidad de Embu das Artes, un municipio del Estado de São Paulo, fue privado de su cargo por una jueza del Tribunal Regional Electoral. Ney Santos y su vice, el médico Peter Calderoni, están acusados de ser miembros del PCC, de recibir financiación electoral ilegal y de haber participado en un esquema de lavado de dinero del tráfico de drogas a través de gasolineras.

El PCC influye en todas las elecciones de Brasil desde hace mucho tiempo. Lo hacen financiando a candidatos, intentando marcar las agendas políticas”, asegura Alcadipani (FGV). Para Camila Nunes Dias, en cambio, son hechos puntuales que no revelan necesariamente un interés político de esta organización criminal, que todavía tiene las prisiones como base principal de su actuación. “El PCC, si tiene alguna influencia, es solo a nivel local y municipal. Los casos noticiados de alcaldes o concejales elegidos gracias a la ayuda del PCC son más bien iniciativas de estas personas y no una estrategia política del PCC. No creo que ahora mismo sea una prioridad para ellos”, señala esta socióloga.

En lo que sí los expertos coinciden es en la falta de inteligencia de las Policías brasileñas a la hora de luchar contra el crimen organizado. La guerra contra el tráfico de drogas se ha centrado tradicionalmente en el encarcelamiento de los ‘soldados’ que trabajan en las favelas y las periferias en la comercialización de los drogas, sin investigar a los poderes fácticos que hay detrás de este próspero negocio. “Poco se conoce de la estructura de esta industria, que emplea a mucha gente. Tampoco se sabe muy bien dónde estas organizaciones están lavando el dinero, ni cuáles son sus esquemas financieros o las rutas de los capitales”, resalta Bruno Paes Manso.

Ciudad del Este, abril de 2017: un comando de unos 50 hombres realiza un atraco de película en la ciudad comercial más importante de Paraguay y del Cono Sur. Armados con fusiles, dinamita, miras láser y equipos de visión nocturna, los delincuentes atacan durante tres horas la sede de la empresa española Prosegur y acaban matando a un empleado de seguridad para hacerse con un botín de 11,7 millones de dólares (9,8 millones de euros). En su fuga, los asaltantes detonan 15 vehículos con explosivos accionados a distancia y se enfrentan a la Policía en un violento tiroteo, hasta que consiguen escapar a Brasil a bordo de cinco camionetas blindadas.

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