La gran batalla de Hungría: Orbán busca perpetuar su 'democracia iliberal'
El primer ministro busca que las urnas le otorguen un cuarto mandato que es casi seguro, pese a que la corrupción y la economía lastran su candidatura. Tanto él como Bruselas se la juegan
Una "democracia iliberal". Así define Viktor Orbán el proyecto que ha puesto en marcha en Hungría, que este domingo acude a las urnas para decidir si vuelve a poner por tercera vez consecutiva el país en manos del hombre fuerte del Fidesz. Y, pese a que parte como claro favorito ante una oposición fragmentada que difícilmente puede arrebatarle el poder, Orbán se juega mucho en estos comicios.
Las recientes elecciones locales evidenciaron que ni su retórica antiinmigración, ni su discurso populista de marcados tintes nacionalistas son suficientes para renovar su "supermayoría" parlamentaria. Sin esta, difícilmente podrá seguir adelante con medidas tan controvertidas como el proyecto "Stop Soros" —por su némesis liberal, el empresario y filántropo George Soros—, con el que quiere estrechar aún más el cerco a las ONG.
La caída en las llegadas de inmigrantes a las fronteras magiares, el desgaste del poder, los escándalos por supuestos espionajes a ONG y los casos de corrupción vinculados a su familia le han hecho mella. Pese a todo, Orbán sigue siendo una figura muy popular en Hungría.
Su carisma e instinto político refuerzan su maleabilidad política, que le han permitido pasar de ser firme opositor al régimen comunista húngaro al padre de un sistema centrado en un hombre fuerte y su partido único, el Fidesz. Cuenta además con una reforma electoral a su gusto y el cuidado control que mantiene sobre buena parte de los medios de comunicación que le facilitarán alcanzar el 40% de los apoyos que necesita el domingo.
Con en torno a un 20% de los electores magiares aún indecisos, el suspense se mantendrá hasta última hora en Hungría. Pero los opositores son conscientes de que tendrán motivos de alegrarse si logra un cuarto mandato, el tercero consecutivo, con una mayoría simple. Y Bruselas, París y Berlín, también.
Hungría, la UE y un año decisivo
A la espera de que las negociaciones en Italia confirmen la formación de un nuevo gobierno previsiblemente populista y con tintes eurófobos, toda la atención de la UE está puesta en Hungría. No es para menos: Orbán es uno de los mayores retos a los que se enfrenta el proyecto europeo. Un peligroso caballo de Troya con gran influencia sobre sus vecinos —Polonia, Eslovaquia, Chequia e incluso Austria— que ha prometido que 2018 va a ser un año "de grandes batallas".
"Este es el lugar donde se están decidiendo las grandes preguntas sobre Europa: si vamos a defender a Europa como una sociedad libre, democrática y civil o si permitiremos que continúe la deriva antiliberal", ha recalcado Udo Bullman, el líder de los Socialistas de la Eurocámara, que se ha desplazado hasta Budapest para dar su apoyo a sus miembros magiares.
"Se han planteado dudas sobre la compatibilidad de ciertas acciones de las autoridades húngaras con las normas de la UE y con nuestros valores comunes", resume Frans Timmermans. Como vicepresidente primero de la Comisión Europea, es el encargado de vigilar la salud del "Estado de Derecho" en los países europeos. Y en Hungría, el diagnóstico es preocupante.
"Hay retos relativos al funcionamiento del sistema judicial que requieren una vigilancia más estrecha. Y los indicadores disponibles apuntan a riesgos de corrupción notables", recalca la Comisión Europea en su último informe a fondo sobre Hungría. Bruselas ya tomó medidas legales contra Budapest por sus intentos de asfixiar a las ONG y la Universidad Centroeuropea de Budapest, por extender su control a los medios y el Tribunal Constitucional, y por su trato a los migrantes y refugiados.
Orbán, protegido por el Partido Popular Europeo, no ha dado ninguna muestra de cambiar el curso de sus políticas. Reivindica que sus socios europeos deben respetar su idiosincrasia. "Tenemos opiniones diferentes", aseguró recientemente ante la Eurocámara. En ese punto no se equivoca. El Este afea a sus socios que no tengan en cuenta el choque cultural que suponen en su territorio algunas de las políticas que promueven, como las de género, las medioambientales.
Desconfianza hacia Bruselas
El intento de Bruselas de establecer cuotas obligatorias para repartir a los refugiados llegados a las costas italianas y griegas entre todos los Estados miembros fue la gota que colmó el vaso. Orbán construyó una valla en la frontera con Serbia "protegerla" de la "invasión" y lideró la rebelión de los países que se negaron a acoger a ningún refugiado. En 2015 no solo quedó claro que Berlín había perdido su influencia en el este, sino que el grupo de Visegrado se había convertido en un poderoso contrapeso ante cualquier avance liberal y europeísta.
Hoy, con Emmanuel Macron y Angela Merkel dispuestos a dar un empujón al proyecto europeo ante el avance del populismo, la brecha vuelve a evidenciarse. En el oeste, no son pocas las voces que proponen limitar la "solidaridad" que supone el reparto de fondos europeos a aquellos que no respeten los valores básicos de la UE, como la democracia, el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos.
En cambio, en el este no son pocos los ciudadanos que, con el recuerdo de la Unión Soviética aún presente, desconfían de ceder las riendas de su país a un centro de poder extranjero como Bruselas. Orbán azuza también estos miedos: "No queremos vivir en un imperio", asegura. Su retórica se ha vuelto aún más belicista, lo que ha dado pie a los analistas y críticos a pensar que en el fondo, el "hombre fuerte" también es presa de su propio temor: el de perder el poder.
Una victoria holgada de Orbán supondrá un serio riesgo para la UE, que verá como en menos de un mes sus ciudadanos se decantan dos veces por opciones populistas, tras la victoria de Cinco Estrellas y La Liga en Italia. Pero el mayor peligro lo afrontan los opositores y activistas húngaros. En marzo, el primer ministro ya dejó claro que no pensaba dar cuartel a sus enemigos: "Tras las elecciones, por supuesto que exigiremos desagravios morales, políticos y legales".
Una "democracia iliberal". Así define Viktor Orbán el proyecto que ha puesto en marcha en Hungría, que este domingo acude a las urnas para decidir si vuelve a poner por tercera vez consecutiva el país en manos del hombre fuerte del Fidesz. Y, pese a que parte como claro favorito ante una oposición fragmentada que difícilmente puede arrebatarle el poder, Orbán se juega mucho en estos comicios.
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