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Todo lo que puede salir mal en un encuentro entre Donald Trump y Kim Jong-un
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LA APUESTA PERSONAL DEL PRESIDENTE DE EEUU

Todo lo que puede salir mal en un encuentro entre Donald Trump y Kim Jong-un

Quedan más de dos meses para que se celebre una reunión que ha tomado por sorpresa a todo el mundo. La lista de cosas que pueden torcerse, antes y durante el evento, es extensa

Foto: Dos imitadores de Kim Jong-un y Donald Trump posan frente al consulado estadounidense en Hong Kong, en enero de 2017. (Reuters)
Dos imitadores de Kim Jong-un y Donald Trump posan frente al consulado estadounidense en Hong Kong, en enero de 2017. (Reuters)

El anuncio de que el presidente estadounidense Donald Trump aceptaba la invitación para un encuentro cara a cara con el norcoreano Kim Jong-un ha tomado por sorpresa no solo al resto del mundo, sino incluso a su propia Administración: el entonces Secretario de Estado, Rex Tillerson, había afirmado que la propuesta no era “realista”, apenas horas antes de que Trump le dejase en evidencia aceptando la reunión. Apenas cuatro días después, Tillerson era cesado de su cargo, dejando de forma efectiva la diplomacia estadounidense en manos del propio Trump.

La mayoría de los expertos considera que una negociación con Corea del Norte es una buena noticia, una forma de rebajar la tensión en un conflicto que amenazaba con desbordarse en cualquier momento. “En diplomacia el diálogo no es un riesgo; por el contrario, es el fin que se persigue para evitar conflictos bélicos y disminuir tensiones”, afirma Nieves C. Perez, columnista y corresponsal en Washington de la firma especializada 4Asia.es.

Dicho esto, puede haber un abismo entre una negociación conducida por diplomáticos profesionales y la que podría llevar a cabo un Donald Trump impulsivo e imprevisible. En los próximos meses, muchas cosas pueden torcerse. Aquí apuntamos algunas de ellas.

1. Que todo sea un malentendido espectacular

La semana pasada, el presidente Trump explicó en un mitin en apoyo del candidato republicano en Pensilvania lo que pasa por su cabeza: “Un montón de gente pensaba que íbamos a ir a la guerra, y de repente [los norcoreanos] vienen y dicen: ‘Vamos a celebrar un encuentro, y no va a haber más lanzamientos, y quieren desnuclearizarse”, aseguró ante la multitud. “Nadie había escuchado eso antes. Pero han dicho que están pensándolo”, añadió.

El problema es que las cosas no son exactamente así. “Aunque el presidente Trump parece tener la impresión de que el encuentro sería para discutir la eliminación de las armas nucleares de Corea del Norte, los norcoreanos no han dicho nada ni remotamente similar”, explica Jeffrey Lewis, director del Programa de No Proliferación de Asia Oriental en el Instituto de Estudios Internacionales Middlebury de Monterrey. “De hecho, todo lo que tenemos de los norcoreanos es un relato de segunda mano de un diplomático surcoreano sobre su cena alcoholizada con Kim Jong-un y un correo electrónico enviado por el embajador norcoreano en Naciones Unidas a Anna Fifield, [la corresponsal en Tokio] del Washington Post”, en el que confirma la invitación pero no menciona intención alguna de deshacerse de su armamento nuclear.

“Lo más chocante aquí es que no hay una cara de Kim. Esto fue un mensaje oral de los norcoreanos a los surcoreanos. Lo que dijeron en realidad, lo que les oyeron decir y lo que lo transmitieron a Trump podrían ser dos o tres cosas diferentes, y no es que esto no haya ocurrido antes”, indica Erid Edelman, ex subsecretario de política de defensa en la Administración Bush. “Aquí puede haber elementos más de deseo que de realidad”, afirma en declaraciones a Politico Magazine.

placeholder Kim Jong-un estrecha la mano del enviado especial surcoreano Chung Eui-yong en Pyongyang, el pasado 6 de marzo. (Reuters)
Kim Jong-un estrecha la mano del enviado especial surcoreano Chung Eui-yong en Pyongyang, el pasado 6 de marzo. (Reuters)

2. Que el encuentro sea abortado antes de tiempo por Pyongyang

Según varios testimonios, Trump está tan excitado por la situación que quería encontrarse cuanto antes con Kim Jong-un, aunque los enviados surcoreanos le convencieron de que era mejor esperar a que se celebrase el encuentro entre los presidentes de las dos Coreas, previsto para abril. La fecha más probable, pues, es mayo de este año.

Pero en los dos meses que quedan, hay mucho margen para las sorpresas desagradables, empezando por el hecho de que los norcoreanos aún no se han pronunciado oficialmente desde que Trump aceptó la invitación. Es de esperar que los diplomáticos norcoreanos hayan enviado algún mensaje a través de Suecia tras la reunión mantenida allí esta semana, que inevitablemente ha atraído el foco mediático, pero el encuentro con los suecos estaba planificado desde hace meses y no supone necesariamente un avance negociador. (En todo caso, el primer contacto entre norcoreanos y estadounidenses podría producirse próximamente en Helsinki)

Y aunque uno de los puntos clave del viaje de los enviados surcoreanos a Pyongyang fue el mensaje de Kim de que Corea del Norte aceptaba la celebración de los ejercicios militares conjuntos entre EEUU y Corea del Sur –que este año, como gesto de buena voluntad, durarán la mitad de tiempo-, no hay garantías de que estas maniobras no vayan a ser consideradas un gesto hostil en un momento dado.

Foto: Banderas de la unificación cuelgan de una verja en la Zona Desmilitarizada (DMZ) en Paju, Corea del Sur, el 19 de enero de 2018. (Reuters)

Del mismo modo, la información obtenida por satélites muestra que los norcoreanos podrían estar preparando una serie de pruebas en uno de los reactores en el centro de investigación nuclear de Yongbyon, algo que puede ser interpretado como una provocación por los países occidentales. “Habrá que esperar a ver si realmente se lleva a cabo. En diplomacia los hilos siempre son finos, lo que aumenta el riesgo de ruptura”, dice Pérez a El Confidencial.

3. Que Trump decida dar marcha atrás en el último momento

El encuentro ha sido enormemente criticado en Estados Unidos, por numerosas razones: desde quienes lo encuentran “moralmente desagradable” por reunirse con el líder de un régimen con un terrible expediente de derechos humanos, hasta los que consideran que es hacerle el juego a Pyongyang, otorgando legitimidad a un comportamiento considerado inaceptable por la comunidad internacional.

Y si hay algo que no le gusta a Donald Trump, son las críticas. Y cuando estas empiezan a provenir de medios afines, como Fox News (que siempre ha apoyado una línea dura contra Corea del Norte), es para preocuparse. Porque si una cosa ha demostrado Trump en su primer año en la Casa Blanca es que no tiene problema alguno en cambiar radicalmente su postura, a menudo sin muchas explicaciones. Altos miembros de la Administración, de hecho, ya han señalado que deben producirse “pasos y acciones concretas” por parte de Corea del Norte para que el encuentro llegue a producirse.

placeholder Donald Trump habla en apoyo del candidato republicano al congreso Rick Saccone en Pensilvania, el 10 de marzo de 2018. (Reuters)
Donald Trump habla en apoyo del candidato republicano al congreso Rick Saccone en Pensilvania, el 10 de marzo de 2018. (Reuters)

4. Que el encuentro no cumpla las expectativas (sobre todo de Trump)

Este es, probablemente, el punto más peligroso de todos. Trump lo ha convertido en algo personal, como demuestran sus comentarios en Pensilvania: “Tal vez me siente [con Kim Jong-un] y haga el mejor acuerdo del mundo”, aseguró. “¿Quién más podría hacerlo? Quiero decir, en serio, si lo pensáis…”, dijo en otro momento. “Me levanto por la mañana y veo que dicen que esto no es nada del otro mundo, que cualquiera podría haberlo hecho. Que Obama podría haberlo hecho. Pero Obama no podría haberlo hecho”, afirmó.

¿Qué pasará entonces cuando descubra que los norcoreanos no están dispuestos a renunciar así como así a sus capacidades nucleares? “Estados Unidos, al igual que el resto de países democráticos, quiere la desnuclearización de Corea del Norte. Sin embargo Pyongyang no va a retroceder en sus avances, porque esa capacidad es la que le permite sentarse a negociar y ser tomado en cuenta en la comunidad internacional”, indica Pérez.

“La probabilidad de que Trump y Kim alcancen un gran acuerdo negociado en su primer encuentro para la completa, verificable e irreversible desnuclearización de la península de Corea es casi cero. La Casa Blanca tendrá que reducir el nivel de sus expectativas para que los pasos dados en la dirección de la desnuclearización sean percibidos como una medida de éxito”, indica Ryan Hass, analista de la Institución Brookings. “El riesgo de unas expectativas infladas es que dirigen el encuentro hacia el fracaso. Y si el encuentro es percibido como un fracaso, crecerá la presión en Estados Unidos para volver a las políticas de riesgo y las opciones militares para lograr lo que no pudo la diplomacia”, sostiene.

5. Que no se consiga convencer a China

Como principal valedor internacional del régimen norcoreano, China es el “colaborador necesario” para que cualquier negociación en ese sentido llegue a buen puerto.

“Trump probablemente necesitará aparcar (al menos temporalmente) los planes para adoptar acciones unilaterales contra China en materia de comercio si va en serio sobre obtener el apoyo de Pekín para una hoja de ruta sobre desnuclearización”, dice Hass, sin el cual el proceso “no será creíble”. Como apunta este experto, el presidente chino Xi Jinping también tiene que atender a la sociedad de su propio país. “Xi odiaría proporcionar una chispa para la crítica de las elites de su partido si es percibido como 'ayudando' a Trump en Corea del Norte al tiempo que Trump está 'castigando' a China en temas de comercio”, señala.

Pero sin embargo, eso es justo lo que acaba de hacer la Administración Trump al aprobar unos aranceles a la importación de acero y aluminio que, aunque perjudican enormemente a la Unión Europea, tienen como objetivo principal contener el excedente por parte de China. Y a finales de esta semana, el presidente estadounidense se prepara para anunciar otro paquete arancelario de 60.000 millones anuales contra productos chinos. Un comienzo no demasiado prometedor.

placeholder Banderas de China y Corea del Norte en un restaurante coreano en Ningbo, cerca de la frontera entre ambos países, en abril de 2016. (Reuters)
Banderas de China y Corea del Norte en un restaurante coreano en Ningbo, cerca de la frontera entre ambos países, en abril de 2016. (Reuters)

6. Que se hagan concesiones a Pyongyang sin lograr nada a cambio

En cierto modo, la primera “concesión” ha sido aceptar la propia reunión con un presidente estadounidense, algo que la dinastía Kim lleva décadas intentando. “En este encuentro, quien se beneficia es Kim Jong-un, lo avala como líder: un dictador de su naturaleza se sentará con la potencia militar más fuerte”, dice Pérez.

Pero sin duda, Pyongyang espera obtener aún más cosas de todo ello. “El lenguaje utilizado es virtualmente idéntico a una frase ('la desnuclearización de toda la península coreana') que los veteranos de las negociaciones con Corea del Norte han oído muchas veces a lo largo de los años”, apunta Evans J.R. Revere, director del Grupo Albright Stonebridge, que proporciona asesoramiento a inversores sobre Asia oriental. “Significa la eliminación de la 'amenaza' que supone la alianza EEUU-Corea del Sur, las tropas estadounidenses en la península coreana y el paraguas nuclear que defiende Corea del Sur y Japón. Nos han dicho que, a cambio de pasos estadounidenses para eliminar esas 'amenazas', la República Democrática Popular de Corea 'consideraría' la desnuclearización en un plazo de 10-20 años si Pyongyang se siente 'seguro'”, señala Revere.

“En mi opinión, la salida permanente de Estados Unidos de Corea del Sur es implanteable. Corea del Norte es un régimen opresor, que tiene a su país en un retraso de más de 50 años y a sus ciudadanos en una situación de precariedad absoluta, que usa todos sus recursos en desarrollar su carrera nuclear y armamentística, mientras gasta extraordinarias sumas de dinero en mantener al líder y su círculo cercano rodeados de lujos y ostentación. Y sí son un riesgo para Estados Unidos, no cabe duda”, comenta Pérez. “Pero el verdadero enemigo de Washington en la región Asia Pacífico es China. Por lo tanto, la presencia militar estadounidense en la región mantiene neutralizada a China y sus aspiraciones expansionistas -las islas artificiales son un buen ejemplo-, y de supremacía sobre países con economías pequeñas, que sin la presencia de Estados Unidos se verían obligados a plegarse a las condiciones comerciales chinas”.

Foto: Manifestantes proestadounidenses saludan la visita de Donald Trump a Seúl, el pasado 6 de noviembre. (EFE)

Pero no todo el mundo está de acuerdo: en un extenso artículo en la publicación The Atlantic, el comentarista Thomas Wright señala las razones por las que Trump podría acceder a un acuerdo semejante: la idea no sólo fue apuntada por su antiguo jefe de estrategia y ex asesor de seguridad nacional, Steve Bannon, en el verano de 2017, sino que iría en línea con la forma de pensar del propio Trump, quien no sólo desdeña la “carísima e improductiva” alianza con Corea del Sur, sino que lo único que parece importarle es la amenaza que el programa armamentístico norcoreano supone para el territorio estadounidense, no el surcoreano.

En esas condiciones, no es descabellado pensar que a Trump podría parecerle que acceder a la petición norcoreana es una buena idea. “Un acuerdo semejante sería visto ampliamente como un desastre sin paliativos para Estados Unidos. Intercambiaría una de las alianzas más importantes de EEUU por una promesa de congelar el programa de armas nucleares de Corea del Norte donde se encuentra ahora, lo que quiere decir legitimar su arsenal existente. Eso señalaría que EEUU se preocupa poco por sus amigos y sólo le preocupan las amenazas directas a su territorio”, escribe Wright.

Pero el mayor peligro, sin duda, es que Trump se sienta estafado por los norcoreanos y abandone la negociación. Eso enterraría definitivamente la opción diplomática. Y la alternativa bélica, como sabemos, es aterradora.

El anuncio de que el presidente estadounidense Donald Trump aceptaba la invitación para un encuentro cara a cara con el norcoreano Kim Jong-un ha tomado por sorpresa no solo al resto del mundo, sino incluso a su propia Administración: el entonces Secretario de Estado, Rex Tillerson, había afirmado que la propuesta no era “realista”, apenas horas antes de que Trump le dejase en evidencia aceptando la reunión. Apenas cuatro días después, Tillerson era cesado de su cargo, dejando de forma efectiva la diplomacia estadounidense en manos del propio Trump.

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