Turquía pone contra las cuerdas a la prensa: o con Erdogan o tras las rejas
81 reporteros encarcelados, una cifra que no tiene precedentes en ningún país del mundo. Y que no deja de crecer.
“Me dirijo a ustedes como terrorista a ojos del Gobierno. Como periodista, he cumplido con mi obligación, con mi trabajo y después de eso han pedido para mi dos cadenas perpetuas por publicar una historia que era cierta…”. El lamento de Can Dündar, exdirector del diario turco 'Cümhuriyet', resonaba hace unos días ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo durante la entrega de los premios Sakharov, a los que estaba nominado pero que finalmente recibieron las mujeres yazidíes.
El periodista lleva tiempo exiliado en Europa, después de haber pasado en prisión más de tres meses y de ser condenado a cinco años de cárcel. “Me acusaron de ser un espía, pero durante el juicio no encontraron ni una sola evidencia de mi culpabilidad. A pesar de eso me condenaron”. Dündar tuvo que huir de Turquía por haber hecho público que el servicio secreto llevaba armas de contrabando a Siria. “La historia era cierta. No lo negaron ni una sola vez. Pero decían que era un secreto de Estado. Aunque en el Parlamento no lo sabían. Era un secreto de algunos en el Gobierno o un secreto de los servicios secretos”.
'Cualquier voz independiente en los medios turcos se convierte en objetivo: sufre acoso, cierre o encarcelamiento. Hay un esfuerzo sistemático por parte del Gobierno para impedir el escrutinio de sus políticas'
El exdirector del 'Cümhuriyet' está convencido de que cumplió con su obligación. Al menos otros diez periodistas de su diario -“toda la dirección”- se encuentran en la cárcel en estos momentos. Se les ha acusado de estar vinculados a militantes izquierdistas kurdos del PKK y al fallido golpe de Estado del 15 de julio, que según el Gobierno estuvo liderado por una organización islamista encabezada por un religioso, Fetullah Gülen, exiliado en Estados Unidos. Un contrasentido si no fuera porque en mayo de 2015, tras la filtración que ha llevado a Dündar primero a la cárcel y luego al exilio, el presidente Recep Tayyip Erdogan juró vengarse del diario 'Cumhuriyet'. En directo y por televisión. El diario, cuyo nombre significa "República", es el medio de los nacionalistas seculares.
Aunque el caso de 'Cumhuriyet' y de Dündar son paradigmáticos, no son la excepción si no, cada vez más, la norma. “Cualquier voz independiente en los medios turcos se convierte en objetivo: sufre acoso, cierre o encarcelamiento. Hay un esfuerzo sistemático por parte del Gobierno y del presidente para impedir el escrutinio de sus políticas y el mejor modo de hacerlo es silenciar por completo a los medios turcos", denuncia Emma Sinclair-Webb, directora de Human Rights Watch (HRW) en este país.
En un estudio de casi 70 páginas publicado recientemente, la organización denuncia “la sistemática represión” de los informadores, especialmente “en el sureste del país”. En esa zona, de mayoría kurda, el Gobierno mantiene un conflicto desde los años ochenta que se ha cobrado la vida de decenas de miles de personas. Hasta julio de 2015, un frágil acuerdo de paz mantenía el alto el fuego, pero desde hace año y medio la violencia ha vuelto a las calles, ha habido más de 2.300 muertos, según datos del Crisis Group y más de medio millón de desplazados internos, según Amnistía Internacional.
A los informadores prácticamente no se les ha permitido acercarse, bajo la exigencia de permisos especiales. Emma Sinclair-Webb recuerda el caso de un camarógrafo que recibió un disparo durante una cobertura: “Estaba herido, enseñó su tarjeta de periodista y aún así le acusaron de ser un espía, le golpearon”. El suceso le marcó, aunque reconoce que la violencia física solo es una de las muchas formas que el Ejecutivo islamista de Erdogan emplea para poner contra las cuerdas (o tras las rejas) al "Cuarto Poder".
Récord Mundial de periodistas encarcelados
No soplan buenos tiempo para los informadores. Los turcos han conseguido el récord mundial de reporteros encarcelados, 81, según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), una cifra que no tiene precedentes en ningún país del mundo. Y que no deja de crecer. Un día después de presentar la cifra otro periodista, Hüsnü Mahalli, se sumaba a sus compañeros encarcelados. Le acusan de haber insultado a oficiales del Estado en Twitter.
La directora de Human Rights Watch en Turquía alerta de que son muchos más los trabajadores de medios de comunicación encarcelados, sean camarógrafos o productores. Según sus estimaciones, al menos 148 trabajadores de medios de comunicación están en prisión. Muchos de ellos son kurdos. “Han usado (el golpe), simplemente como un pretexto para reprimir aún con más dureza”, explica la directora en Turquía de HRW. Incluso cuando los periodistas intentan hacer su trabajo adecuadamente, sienten el aliento del Ejecutivo a su espalda constantemente y se enfrentan a cargos como el de apoyar a un grupo armado o que el Gobierno les tilde de terroristas… Son el tipo de acusaciones a las que los periodistas se enfrentan todo el tiempo”.
Las cosas no estaban bien antes. Turquía se encuentra en el puesto 151º de 180 en el ranking que cada año elabora Reporteros sin Fronteras sobre libertad de prensa, pero seguramente este año descenderá algún puesto más. Desde el intento de golpe de Estado la situación se ha recrudecido. En apenas cinco meses, el Gobierno ha cerrado por decreto ley 169 medios de comunicación, aprovechando el Estado de Emergencia impuesto tras el intento de asonada militar.
Algo que sin duda afecta también a la audiencia turca: desinformada y manipulada por unos medios que cada vez son más esclavos de los dictados del Gobierno. “Los periodistas son despedidos o dimiten porque no pueden hacer su trabajo, o son advertidos por sus editores de que no se prodiguen en las redes sociales o que sean cautos porque están bajo constante escrutinio”, detalla Sinclair-Webb.
“Hay una gigantesca restricción de la información para el público turco. Simplemente no reciben información basada en hechos y elaborada de un modo objetivo la mayor parte del tiempo”, puntualiza. Muchos, como manifestaba una mujer a través de Twitter tras el reciente atentado de Estambul, acaban informándose “a través de la prensa internacional" de lo que pasa en su país. Como es habitual cuando hay algún suceso similar, se emitió una prohibición de difundir imágenes o informar sobre el doble atentado, y, aunque la mayoría de los medios siguieron informando, la sombra de la autocensura, como recuerda Sinclair-Webb, siempre está presente. Incluso para la prensa extranjera. Los corresponsales denuncian presiones y un estrecho control y algunos han sido denegados la entrada al país o deportados con distintas excusas.
Las redes sociales son una fuente inagotable de potenciales candidatos a acabar en la cárcel. Tras el atentado, al menos 23 personas han sido detenidas por comentarios en Twitter y se les imputa enaltecimiento del terrorismo.
HRW denuncia que los informadores y los medios sufren “acusaciones criminales, de terrorismo, acoso y incluso violencia física” constantes. Y recuerda que Can Dündar, el exdirector del diario Cumhuriyet, fue disparado a la entrada de los juzgados. “Lo haremos lo mejor que podamos para acabar con esta opresión contra el periodismo. Como informadores estamos luchando. En Turquía o fuera de Turquía, en la cárcel o fuera de la cárcel continuaremos luchando contra esta opresión”, proclamaba el exdirector de 'Cümhurriyet' en Estrasburgo. Pero Dündar pedía para ello el apoyo de la comunidad internacional, algo que, hasta el momento, se ha quedado en meras condenas al uso de la ley antiterrorista para encarcelar opositores y amedrentar y amordazar periodistas. Unas críticas que poco calan en el presidente Erdogan, que ya ha manifestado que no permitirá que Europa marque a Turquía líneas rojas.
La denuncia de Human Rights Watch es que, si bien antes Turquía mataba periodistas, ahora lo que está matando es el periodismo.
“Me dirijo a ustedes como terrorista a ojos del Gobierno. Como periodista, he cumplido con mi obligación, con mi trabajo y después de eso han pedido para mi dos cadenas perpetuas por publicar una historia que era cierta…”. El lamento de Can Dündar, exdirector del diario turco 'Cümhuriyet', resonaba hace unos días ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo durante la entrega de los premios Sakharov, a los que estaba nominado pero que finalmente recibieron las mujeres yazidíes.
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