La campaña del Gobierno de Israel para silenciar a sus "traidores"
El ejecutivo de Benyamin Netanyahu está llevando a cabo una iniciativa coordinada para "acallar a todas las organizaciones israelíes que cuestionan la ocupación", según sus críticos
En el edificio donde vive Yehuda Shaul, en un barrio residencial de Jerusalén, los nombres de todos los vecinos aparecen en el interfono. Todos menos el suyo. El portavoz de la Organización No Gubernamental (ONG) israelí Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio, o BTS) lleva años tomando ciertas precauciones de las que ya casi ni es consciente.
La organización en la que milita documenta y divulga los presuntos excesos cometidos por las fuerzas armadas israelíes en los territorios palestinos ocupados basándose en testimonios anónimos de soldados. Militares que, como el propio Shaul, deciden “romper el silencio” y narrar episodios que reflejan una imagen muy distinta a la que gran parte de la población israelí tiene del ejército. Por ello, BTS lleva años siendo objeto de críticas y amenazas y los rostros visibles de la organización, como Shaul, son calificados a menudo de traidores.
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Sin embargo, este exsoldado de 33 años admite que es la primera vez desde la fundación de la ONG en 2004 que se siente objeto de ataques tan virulentos, planificados y coordinados. “Las ONGs que se oponen a la ocupación llevan años siendo atacadas pero definitivamente es la primera vez que sufrimos una campaña orquestada desde los más altos eslabones del Gobierno destinada a acallarnos a nosotros y a todas las organizaciones israelíes que cuestionan la ocupación. No se parece a lo que hemos padecido antes. Esta campaña viene realmente de muy arriba”, explica a El Confidencial.
Desde finales de 2015, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, varios de sus ministros, algunos medios de comunicación y organizaciones israelíes de extrema derecha han multiplicado sus ataques contra los integrantes de Rompiendo el Silencio. Para el jefe de gobierno israelí, la ONG se dedica a “calumniar a los soldados israelíes por todo el mundo”, y según el entonces ministro de Defensa Moshe Ya’alon, sus líderes son personas “mentirosas que difunden propaganda negativa del país”. El pasado diciembre, el ministro de Educación, Naftalí Bennett, prohibió el acceso de BTS a las escuelas, donde realizaban formaciones y daban charlas, y varios diputados de la Knesset (Parlamento) solicitaron que se declarara ilegal a esta ONG.
A estas acciones públicas se sumó la campaña en la sombra de varias entidades de extrema derecha que, según estas ONGs y la prensa israelí, han introducido espías en las organizaciones humanitarias para desprestigiar a sus dirigentes o acusarlos de delitos, atacan y amenazan a los activistas y organizan un certero boicot de sus actividades. Rompiendo el Silencio ha tenido ya varios “infiltrados” que se hicieron pasar por soldados traumatizados o activistas llenos de entusiasmo, su sede ha sido atacada y necesita por primera vez vigilancia 24 horas al día, los números de teléfono de sus dirigentes o de familiares han sido publicados en las redes sociales y muchos han recibido llamadas intimidatorias o noticias falsas sobre la muerte de un ser querido en plena madrugada. “Está claro que no podemos trabajar como antes y nos organizamos de manera diferente”, dice Shaul, sin entrar en más detalles.
La última embestida contra BTS, que podría entrañar su cierre, se produjo ayer, cuando la ONG tuvo que presentarse ante un tribunal israelí a instancias de la Fiscalía general del Estado, que exige conocer la identidad de varios soldados que suministraron testimonios sobre la operación militar israelí Margen Protector de 2014 en la franja de Gaza.
Lucha por el anonimato
BTS publicó en julio de 2015 unos 60 testimonios de militares de diferentes rangos que participaron en la última guerra en Gaza. Algunos de ellos describen hechos que podrían calificarse de crímenes de guerra y en ellos estarían implicados altos mandos del ejército. Para los responsables de Rompiendo el Silencio, en esta operación en Gaza se violaron las leyes de combate y se puso en práctica un uso excesivo de la fuerza que hizo aumentar notablemente el número de víctimas. Según cifras oficiales, más de 2.200 palestinos murieron en más de seis semanas de guerra. La mayoría de ellos eran civiles y entre ellos había también 550 niños. A ellos se suman 73 israelíes, principalmente soldados.
Desde hace meses, la policía militar israelí está investigando ocho casos relacionados con testimonios divulgados por Rompiendo el Silencio, y el Fiscal general del Estado ha exigido conocer los nombres de varios soldados. La ONG se ha negado ya que divulgar la identidad de estos militares significaría “faltar a su primer mandamiento”, que es el anonimato de los testimonios. Los responsables de BTS señalan que entregar esos nombres significaría que en adelante ningún otro soldado confiará en ellos.
“Vivimos días difíciles pero confiamos en la justicia, en que seguirá dando la posibilidad a los soldados de romper el silencio. Por nuestra parte prometemos a los más de 1.000 soldados que han confiado en nosotros hasta ahora que sus identidades no serán divulgadas y que haremos todo lo posible para preservar el anonimato que les hemos prometido”, dijo tras la audiencia del domingo la directora de BTS Yuli Novak.
Una nueva audiencia se celebrará próximamente para escuchar los argumentos de la Fiscalía general del Estado y de la policía militar. Si la justicia exige que la ONG divulgue la identidad de los militares, será una decisión inédita en Israel. Y tanto acatar la orden como ignorar el veredicto pondrá en serios apuros la supervivencia de Rompiendo el Silencio, cuyos responsables están convencidos de que se trata de un “caso político” que tiene por fin borrarlos de la escena pública, después de años siendo una piedra en el zapato del gobierno.
“Están mandando un mensaje a cada soldado: lo que pasa en Gaza, se queda en Gaza, lo que pasa en Cisjordania, se queda en Cisjordania. Cerrad la boca. Porque si habláis podéis acabar en la cárcel y no vale la pena”, considera Shaul.
Fuentes cercanas a la investigación han explicado además que los casos que se están investigando son menores y en ellos están involucrados soldados rasos. Los responsables de Rompiendo el Silencio no pueden evitar pensar que la finalidad de esta acción judicial es eximir de toda culpa a los altos grados militares que participaron en la operación Margen Protector y demostrar que, pese a las críticas de ciertos grupos de derechos humanos, en el ejército israelí no hay impunidad y sí se investigan las denuncias formuladas.
"Mañana serán los blogueros"
La campaña en su contra que denuncia Breaking The Silence no es un caso aislado. “Es una persecución contra todas las voces que piden el fin de la ocupación de los territorios palestinos y las cosas no se van a calmar tan rápido. Esto va a continuar”, vaticina Shaul.
Según el abogado de BTS Michael Sfard, en este momento no es sólo el futuro de la ONG que está en juego sino el de todas las organizaciones que defienden los derechos humanos en Israel. “Mañana serán los blogueros, los periodistas… Cuando se empieza a acallar las voces disonantes, siempre se encuentran nuevas víctimas”, aseguró tras la audiencia del domingo.
En los últimos meses, otras ONGs israelíes como Btselem, Paz Ahora o Taayush han sido blanco de ataques destinados a deslegitimarlas y debilitarlas a ojos de la opinión pública. Sus dirigentes denuncian una caza de brujas.
“No es nuevo que los israelíes nos miren como traidores pero ciertamente vivimos un periodo en que el acoso contra las ONGs de derechos humanos en Israel alcanza un nuevo límite. Este gobierno acorrala y hostiga a quien piensa diferente”, apunta Sarit Michaeli, portavoz de Btselem. Desde hace más de 20 años, Btselem transmite al público israelí las violaciones de los derechos humanos en los territorios ocupados. Es reconocida por su rigor y sus informes han sido incluso tomados como referencia por algunos gobiernos israelíes. La organización funciona gracias a una importantísima red de voluntarios en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, a menudo familias que viven en situaciones complicadas: rodeados de colonias, en una zona de enfrentamientos o en la que tienen un alto riesgo de ser expulsados, por ejemplo. Todos ellos tienen cámaras con las que graban situaciones de su vida cotidiana.
Diferentes activistas israelíes han denunciado además que el gobierno está apoyando y financiando “directa o indirectamente” a grupos radicales cuyo único objetivo es desprestigiarlos a ojos de la sociedad y en última instancia hacerlos desaparecer. Según Lea Schemel, abogada de varios activistas, organizaciones de extrema derecha cuyos nombres comienzan a ser bien conocidos por las ONGs, como Ad Kan, Regavim o Im Tirtzu, están en parte financiadas por el llamado Consejo de colonos de Samaria (denominación bíblica de una parte de Cisjordania, actualmente territorio palestino), el cual recibe dinero de las arcas públicas. Estos grupos acosan activistas, infiltran espías, como ha ocurrido con Rompiendo el Silencio, o roban documentos “con el fin encontrar algo que haga a las ONGs sospechosas de un delito”.
“No son grupúsculos de extrema derecha, son personas muy bien organizadas que reclutan gente, apoyo gubernamental y dinero”, explica la letrada. Y esta campaña parece tener su efecto en la opinión pública israelí, donde cobra fuerza la idea de que los líderes de estas ONGs son traidores y pecan de falta de patriotismo.
¿Transparencia o más control?
Desde las elecciones legislativas de 2015, Benyamin Netanyahu lidera una variopinta y frágil coalición gubernamental compuesta por partidos de derecha, nacionalistas y religiosos. Para algunos de sus ministros, la expansión de los asentamientos en los territorios palestinos ocupados es un valor fundamental. El choque con estas ONGs es por tanto inevitable.
Hace algunos meses, la titular de Justicia, Ayelet Shaked, miembro del partido nacionalista Hogar Judío, impulsó un proyecto de ley sobre transparencia que obligaría a todas las organizaciones no gubernamentales que reciben más del 50% de sus fondos de entidades publicas extranjeras a detallarlo de manera oficial. Esta normativa afectará sobre todo a ONGs contrarias al gobierno.
“No tenemos nada que ocultar pero esta ley intenta crear un clima hostil contra las ONGs. Si se aprueba, Israel quedaría a la altura de países como Rusia o China, que no son en absoluto un ejemplo de respeto a los trabajadores humanitarios”, estima Michaeli.
Pero según Shaked, organizaciones como Btselem o Rompiendo el Silencio presentan una “fotografía distorsionada” del país y reciben dinero de Estados “para difundir testimonios que manchen la imagen de Israel, sean verdaderos o no”.
Pese a los ataques y el acoso, los responsables de estas ONGs se muestran dispuestos a seguir trabajando. “La campaña contra nosotros es enorme pero también estamos recibiendo muchos apoyos inesperados: desde ex responsables de los servicios de inteligencia hasta directores de escuelas que no quieren acatar las órdenes del gobierno y siguen invitándonos a dar una conferencia. El gobierno es muy fuerte, sí, pero también hay gente preocupada con el futuro del país que entiende que es el momento de actuar”, concluye Shaul.
En el edificio donde vive Yehuda Shaul, en un barrio residencial de Jerusalén, los nombres de todos los vecinos aparecen en el interfono. Todos menos el suyo. El portavoz de la Organización No Gubernamental (ONG) israelí Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio, o BTS) lleva años tomando ciertas precauciones de las que ya casi ni es consciente.
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