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Dentro de la primera huelga contra Macri: los sindicatos paralizan Buenos Aires
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"SE VIENE UN AÑO DE MUCHAS MOVILIZACIONES"

Dentro de la primera huelga contra Macri: los sindicatos paralizan Buenos Aires

Gran respaldo a la primera huelga contra el Gobierno de Macri en Buenos Aires. Para algunos viene un año de muchas movilizaciones tras los recortes de funcionarios

Foto: Funcionarios argentinos marchan hacia la Plaza de Mayo durante una protesta en Buenos Aires, el 24 de febrero de 2016 (Reuters).
Funcionarios argentinos marchan hacia la Plaza de Mayo durante una protesta en Buenos Aires, el 24 de febrero de 2016 (Reuters).

En Argentina sigue vigente la tradición, hija de la inmigración italiana, de comer 'ñoquis', un tipo de pasta, el día 29 de cada mes. Por eso le dicen “ñoquis” a los funcionarios que solo aparecen por su puesto de trabajo a fin de mes, para cobrar su salario. Y es con ese argumento, el de acabar con los ñoquis ideologizados que supuestamente el kirchnerismo colocó a dedo, que el Gobierno de Mauricio Macri ha despedido a miles de trabajadores desde que subió al poder hace poco más de dos meses. “No vamos a dejar la grasa militante”, declaró el ya polémico ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay.

En una contundente respuesta a la Casa Rosada, este miércoles, los trabajadores del Estado han dejado sus puestos de trabajo y han salido a las calles para decirle al presidente que no son "ñoquis", y con un claro mensaje para el resto de los argentinos: “Nuestro trabajo son tus derechos”. La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) convocó la primera huelga que enfrenta el Gobierno de Macri, y llamó a la movilización en las calles de todo el país. El sindicato escogió un día cargado de simbolismo: el 24 de febrero, el mismo día que, en 1946, Juan Domingo Perón ganó sus primeras elecciones gracias al apoyo de los sindicatos. En la capital, una de las ciudades donde más se han sentido los despidos, el respaldo a la convocatoria fue masivo.

Además de frenar la ola de despidos en el Estado, que según la ATE superan ya los 21.000 entre los 8.000 del Estado nacional y los más de 13.000 de los niveles provincial y muncipal -algunos de ellos, por cierto, en manos del peronista Frente para la Victoria-, los sindicatos pretenden con esta protesta evitar que el Gobierno trate de imponer un techo a las mejoras salariales que los distintos gremios negociarán en las paritarias, los procesos de negociación colectiva. Si el macrismo ya defendió, a fin de controlar la inflación, aumentos que no superen el 20-25%, los sindicatos reclaman que la inflación en el último año rondó el 35%.

Los sindicatos animan a “no cambiar salario por empleo”; para ellos, los despidos son no sólo una forma de adelgazar el Estado, sino de “extorsionar a los trabajadores para que se acepten condiciones a la baja”, en palabras del secretario general de ATE, Hugo Godoy. A esas reivindicaciones se suma el rechazo a la precarización laboral que se instaló en los años 90, sin que ningún gobierno diera marcha atrás desde entonces, y a las modificaciones a la baja en el sistema jubilatorio en algunas provincias.

“No creemos que el Gobierno vaya a tener mucha predisposición a negociar, dados los intereses que representa; pero sí se puede generar un debate en la sociedad, para reflexionar en torno a ese proceso que está habiendo de transferencia de ingresos de poder desde los trabajadores hacia los poderes empresariales”, asegura uno de los organizadores de ATE, mientras trata de organizar la fila, ya en plena marcha hacia la Plaza de Mayo.

El polémico protocolo Bullrich

Otra cuestión era central en esta ocasión: la denuncia de la criminalización y represión de la protesta social. De hecho, con esta movilización se iba a estrenar, supuestamente, el nuevo protocolo habilitado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que prohíbe los cortes de calles tan profusamente utilizados por los activistas en Argentina y que, entre otros puntos, ordena que los periodistas deben realizar su labor en zonas predeterminadas. La ATE considera anticonstitucional el protocolo. Sea como fuere, y pese al denso dispositivo policial, el protocolo no se puso en marcha por esta vez, y se permitió a los manifestantes concentrarse en el céntrico cruce entre las avenida de Mayo y 9 de julio, para marchar hacia la Plaza de Mayo y manifestarse ante la Casa Rosada. “En esta ocasión nos han dejado porque la protesta es muy multitudinaria; pero ya veremos la próxima vez”, nos dice un manifestante.

“Es el pueblo empoderado, exigiendo sus derechos”, dice Mara en la Avenida de Mayo, mientras miramos pasar a los diferentes grupos de ATE, la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), la CTA Autónoma y las muchas formaciones que han acudido a la convocatoria. Mara viene de Quilmes, es de ATE y, me cuenta, lleva dos décadas trabajando en la Administración pública. “Estamos acá para decirle al Gobierno que no somos ñoquis, que sí, que los habrá, pero que la mayoría trabajamos duro”, afirma, y mira con orgullo el bullicio de las multitudes: “Hoy es el día en que Macri se ha dado cuenta de que no todo el mundo le votó. La gente está acá para defender su integridad”.

“Van a necesitar agua para apagar tanto fuego”, reza una de las pancartas. Y desde luego el ambiente está fogoso, por la presencia masiva de manifestantes, por sus tambores y cánticos, y por los casi 40 grados del pegajoso verano porteño bajo el justiciero sol del mediodía. Aún así, no faltan murales, música, ni siquiera una performance que resumía la visión crítica del macrismo: mientras unos, ataviados con máscaras de burros, repartían billetes de dólar, otros contaban su versión en TN -el canal de noticias del Grupo Clarín-, ante la atenta mirada del Tío Sam.

Junto a la plaza de Mayo, una mujer vende camisetas con una idílica imagen: un médico junto a un anciano, una embarazada, un matrimonio joven junto a su bebé, un niño indígena, una anciana con el inconfundible pañuelo de las Abuelas de Mayo; todos comparten una abierta sonrisa y, sobre todos ellos, junto a la bandera argentina, la imagen de una Cristina Fernández cuyo corazón luminoso está unido al de un ángel que sólo puede ser Néstor Kirhcner. Bajo la imagen, la misma frase con la que los argentinos despidieron a Kirchner en esta misma plaza, en una multitudinaria concentración el 10 de diciembre de 2015: “No fue magia”. Con tres breves palabras, la frase resume una idea: que las mejoras en las condiciones de vida que buena parte de los argentinos experimentaron en la última década no se debió a la suerte o al precio de las commodities; que hubo la voluntad política de otorgar derechos y beneficios a las clases medias y populares.

También se dejó ver entre las multitudes una pancarta con las imágenes del Che Guevara y Néstor Kirchner, o un homenaje a la figura de Evita. Pero, en general, la retórica dominante no era la del kirchnerismo contra el macrismo. Muchas corrientes ideológicas, del peronismo al trotskismo, se entremezclaban. “Lo único bueno de que gobierne la derecha es que así si es fácil que nos unamos las izquierdas”, sugiere una docente de una de las universidades públicas del conurbano que teme verse afectadas por las políticas de ajuste.

Pero no faltan militantes que admiten la falta de una organización social sólida: “alta organización. Ahora es tiempo de analizar qué pasó. Yo soy peronista y he bancado el gobierno nacional y popular [kirchnerista], pero hubo errores, y ahora es tiempo de debatirlos y de tratar de arreglarlos. Van a surgir nuevos líderes, pero tienen que surgir del pueblo, no de espaldas al pueblo”, afirma una funcionaria del campo de la educación.

A vueltas con la memoria

Para algunos, es cosa clara que se viene un año de muchas movilizaciones; que salir a las calles, con o sin protocolo. Otros tratan de ser más optimistas: “Yo espero que no tengamos un presidente que gobierne de espaldas al pueblo; que entienda que no nos negamos a dialogar; pero así, no”, apunta Mara.

Qué pase en los próximos meses tendrá mucho que ver con el rumbo que tomen las paritarias; mientras tanto, muchos militantes ya tienen marcado un día en el calendario: el 24 de marzo, día en que una marcha homenajea a las víctimas de la dictadura militar de los años 70 y 80. Desde las izquierdas se ha visto como un agravio el anuncio de que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, visitará el país precisamente en esa fecha. La presidenta de Abuelas de Mayo, Estela de Carlotto, ha recordado que “la doctrina de seguridad nació allí [en Washington] y que apoyaron las dictaduras de Latinoamérica”, y en ese sentido ha instado a pedir al mandatario “la desclasificación de los archivos que hay en Estados Unidos que servirían para saber sobre los restos de adultos desaparecidos y de los bebés” secuestrados durante ese negro período.

En Argentina sigue vigente la tradición, hija de la inmigración italiana, de comer 'ñoquis', un tipo de pasta, el día 29 de cada mes. Por eso le dicen “ñoquis” a los funcionarios que solo aparecen por su puesto de trabajo a fin de mes, para cobrar su salario. Y es con ese argumento, el de acabar con los ñoquis ideologizados que supuestamente el kirchnerismo colocó a dedo, que el Gobierno de Mauricio Macri ha despedido a miles de trabajadores desde que subió al poder hace poco más de dos meses. “No vamos a dejar la grasa militante”, declaró el ya polémico ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay.

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