Dentro de 'La Red', las juventudes rusas que adoran a Putin
Hubo otras asociaciones de 'cachorros' de Putin, pero el Kremlin las dejó morir por su cariz xenófobo y ultraderechista. La Red es diferente y cuenta con miles de miembros. Un día en su sede lo prueba
La mesa es baja y no demasiado grande, y tal vez por eso las posturas son un tanto incómodas. Y aun así una docena de jóvenes se hace un hueco en ese rincón donde cada tarde debaten, al salir del trabajo o de la universidad, ideas para ensalzar la figura de un hombre que para ellos lo es todo: Vladimir Vladimirovich Putin, el presidente de Rusia.
La Red, el nombre oficial de las juventudes putinistas, tiene su sede en un barrio de moda del centro de Moscú. El local está en un edificio viejo, de ladrillo rojo. Lo levantó en 1865 una compañía inglesa por orden de la municipalidad. Y albergó durante mucho tiempo las instalaciones de gas que alimentaban las 3.000 farolas que, en aquella época, iluminaban las noches de la ciudad. La zona ha cambiado, y tras esa fachada industrial se esconden locales vanguardistas de diseñadores y publicistas, y estudios de cineastas y escritores.
Nació hace año y medio, cuenta con miles de miembros y está presente en once grandes ciudades rusas. La Red no es la primera organización que aglutina a los jóvenes afines a Putin; hubo otras como Nashi, “los Nuestros”. Pero el entorno del presidente la dejó morir lentamente porque su pronunciado cariz xenófobo y ultraderechista le daba más quebraderos de cabeza que beneficios al Kremlin. Aunque parezca mentira, en La Red no se escuchan consignas antiamericanas o antieuropeas. La razón de ser del grupo es defender lo ruso, no criticar lo extranjero. Y esa consigna la llevan hasta el extremo. La página web de La Red únicamente está en ruso, un idioma del que presumen y una de sus grandes señas de identidad. Otros rasgos que definen al grupo tienen que ver con la defensa de la familia tradicional, su oposición al matrimonio homosexual, y con el cuidado de la tradición y la cultura rusas, algo en lo que ha incidido especialmente el presidente, y que siguen a rajatabla sus cachorros.
En el tercer piso nos recibe Makar Vijlyántsev. Con apenas 30 años, el líder de La Red se muestra seguro. Basta mentar a Putin para obtener una respuesta rápida, contundente, diríamos incluso que aprendida de memoria: “Es el padre de nuestra nación. Putin no es un cargo, no es una persona, es una categoría filosófica, es un método para investigar el mundo”.
Vijlyántsev recuerda los tiempos de Boris Yeltsin, aquella época en la que muchos rusos –afirma–pasaban vergüenza por las borracheras del presidente, un hombre que le dio la puntilla a la Unión Soviética y dejó una democracia demasiado frágil, a expensas de los oligarcas a los que Yeltsin regaló las empresas estatales en una privatización ruinosa para el país. Eran tiempos, también, de hiperinflación y de calles regadas de cadáveres por los ajustes de cuentas de los clanes mafiosos.
Un padre ejemplar
“Putin –prosigue el líder de La Red–acabó con todo eso. Le dio la vuelta al país. Hoy somos un pueblo respetado en todo el mundo, con un líder fuerte y enérgico que nos hace sentirnos orgullosos de ser rusos”. Muchos de los miles de jóvenes que integran la asociación apenas guardan recuerdos de Yeltsin. La mayoría tiene entre 17 y 27 años. Así que han crecido, desde que tienen uso de razón, durante los 15 años de mandato de Putin, como presidente o como primer ministro. Muchos de ellos, también, han crecido sin padres, algo que no es nuevo entre los adolescentes rusos. De manera que, para la gran mayoría, la imagen de Putin, multiplicada hasta la saciedad por los medios estatales, es lo más parecido que tienen a la figura de un padre ejemplar.
No es de extrañar, pues, que en el cuartel general de La Red todo gire en torno al mandatario ruso. Decenas de fotógrafos, pintores o escultores muestran allí sus obras de arte. Imágenes, lienzos o figuras que delatan al presidente en actitud poderosa: dominando a un tigre; emergiendo del agua con una piel de oso; en lo alto de un atril durante un discurso; o saludando a deportistas de élite que enarbolan, cómo no, la bandera de Rusia.
Otros cuadros son más sugerentes. Uno muestra al presidente estadounidense, Barak Obama, a punto de lanzar un bumerán con la bandera de las barras y estrellas. El mensaje de su autor no deja lugar a dudas, según Makar Vijlyantsev: “Ese cuadro es una metáfora de cómo las sanciones económicas que Estados Unidos ha impuesto a Rusiapueden volverse en su contra”. Otro lienzo muestra a Putin manejando una cadena gigante de ADN. Una cadena que tiene a un lado los colores de la bandera de Rusia, y al otro los de la enseña ucraniana. “Seguimos pensando que somos pueblos hermanos. Putin tiene en sus manos la cadena de ADN, nuestras historias entrelazadas, una misma sangre, un pueblo…”, reflexiona el dirigente de las juventudes putinistas. En otra esquina, otro artista ha plasmado sobre el lienzo un fusil M16, el más utilizado por el Ejército estadounidense. Del cañón cuelgan las banderas rasgadas de aquellos países a los que EEUU ha llevado sus guerras.
El anillo de “los que entienden a Putin”
Algunos de los artistas pasean orgullosos por el local. Gleb Kráynik, por ejemplo, ha sacado partido a su devoción por el presidente. Un día se le ocurrió plasmar el rostro hierático y firme de Putin en un anillo de plata. Alguien colgó alguna foto en internet y poco después le llovieron las peticiones desde Estados Unidos, Europa o Argentina. A la colección le puso un nombre alemán: Putinversteher -literalemente, “el que entiende a Putin”. Y son muchos los que deben o quieren entenderlo, porque la primera colección se vendió en apenas unos días. Káynik da su visión del fenómeno: “Los anillos representan la pertenencia de una persona a un proyecto o a un grupo social. Recordemos la Edad Media, a los templarios(...),como ha dicho un politólogo ruso… vivimos en los tiempos de las órdenes… la orden de Google, la orden de Coca-Cola… Pero aquí tenemos la orden que dirige el mismo Estado, la orden de Putin, o diciéndolo con la palabra clave, la orden de los que entienden a Putin”.
La Rusia de hoy está sometida a múltiples sanciones por la Unión Europea y Estados Unidos. Sanciones que, unidas a la caída del rublo y a la bajada de los precios de petróleo, han provocado una dura crisis económica en el gigante ruso. La economía ha entrado en recesión y los pronósticos más optimistas concluyen que este año caerá un 3%. Y aun así, la popularidad del presidente supera el 80%. La crisis del Euromaidán en Kiev, la anexión rusa de Crimea o la revuelta de los separatistas prorrusos en el este de Ucrania, lejos de minar la popularidad del mandatario, han conseguido dispararla.
El punto de inflexión fue Ucrania. Y hasta allí han viajado en numerosas ocasiones las juventudes de Putin. Los vídeos propagandísticos de la organización enseñan a los muchachos montando campamentos en la región de Donbás para atender a las víctimas del conflicto. Otros los muestran ayudando a veteranos de guerra, o montando desfiles de moda rusa en Crimea.
Odio al opositor
En La Red afirman que son pacíficos, que buscan ensalzar la figura de Putin a través de la creatividad, no mediante la violencia. Hace un par de meses, muchos de sus miembros recorrieron las calles de Moscú en la marcha del Antimaidán, justo el día en que en Kiev celebraban el primer aniversario de la caída del expresidente ucraniano Víktor Yanukovich.
La oposición rusa, sin embargo, deja caer que las juventudes de Putin forman parte de ese gigantesco entramado, del que forman parte también los medios de comunicación, que demoniza a quien se atreva a criticar al presidente. Ilya Yashin, uno de los jóvenes políticos emergentes de la oposición e íntimo amigo de Boris Nemtsov, el político asesinado junto al Kremlin hace tan solo unos meses, mantiene su teoría sobre aquel crimen: “A Nemtsov lo mató la atmósfera de odio que se ha creado contra cualquier movimiento opositor. Putin declaró enemigos del Estado a la oposición, a la gente que no está de acuerdo con él. Putin se asocia a sí mismo con el Estado y declara a sus críticos enemigos del Estado. Es Putin quien empezó a usar expresiones como quinta columna o traidores de la nación, y esa etiqueta pega para cualquiera que no está de acuerdo con la política que lleva a cabo el Kremlin”.
En la sede de La Red no quieren hablar de la oposición. Tampoco de quién financia su local o sus viajes. Y por si había alguna duda, Makar Vijlyántsev concluye: “Nuestra organización es patriótica, prorrusa, pro-Putin. Se lo explicamos a cualquiera que quiera adherirse a nosotros. Si usted tiene otra opinión, entonces márchese y toque otra puerta”.
La mesa es baja y no demasiado grande, y tal vez por eso las posturas son un tanto incómodas. Y aun así una docena de jóvenes se hace un hueco en ese rincón donde cada tarde debaten, al salir del trabajo o de la universidad, ideas para ensalzar la figura de un hombre que para ellos lo es todo: Vladimir Vladimirovich Putin, el presidente de Rusia.
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