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Ultraderechistas, comunistas, profesionales, emigrantes... los oponentes de Kiev
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LA HERIDA NO CICATRIZADA DE UCRANIA

Ultraderechistas, comunistas, profesionales, emigrantes... los oponentes de Kiev

Desde hace diez años, permanece dividida entre los que quieren una orientación más europeísta y los que miran a Rusia, germen de la Revolución Naranja

Foto: Manifestantes proeuropeos durante una protesta cerca de la sede del Gobierno en Kiev (Reuters).
Manifestantes proeuropeos durante una protesta cerca de la sede del Gobierno en Kiev (Reuters).

A juzgar por los comentarios que iba poniendo en Facebook, el cónsul general de Ucrania en Estambul, Bohdan Yaremenko, no ha tenido la mejor semana de su vida. Después de criticar públicamente la actuación de la policía ucraniana contra los manifestantes en Kiev, la capital de su país, fue destituido fulminantemente y llamado a regresar a Ucrania. El Ministro de Exteriores, Leonid Kozhara, dijo que había “roto su juramento de servicio civil” y que debía ser sancionado por ello. La medida, hecha pública por el propio Yaremenko en las redes sociales, ha recibido miles de mensajes de solidaridad. “Estoy impresionado no sólo por el apoyo en Facebook, sino porque nadie, incluyendo mi equipo, me ha traicionado”, asegura el ya excónsul.

El episodio da una idea del clima de polarización que sacude Ucrania estos días. A un lado, el Gobierno del presidente, Víktor Yanukóvich, y el primer ministro, Mikola Azarov, que representa al sector de la sociedad que quiere un mayor acercamiento a una Rusia resurgente. Al otro, una amplia coalición de europeístas, miembros de grupos de izquierda, hinchas de equipos de fútbol y militantes ultraderechistas a quienes sólo une, aparentemente, el rechazo al Ejecutivo y que desde hace tres días tienen tomadas las calles de Kiev y exigen la dimisión del Gobierno.

En algunos sentidos, recuerda a la Revolución Naranja de 2004, pero en estas protestas hay también gente que no estuvo allí. Según las encuestas, entre un 50 y un 70 % de los ucranianos, dependiendo de dónde mires, son proeuropeos

“Creo que es un movimiento amplio, nacional, que agrupa a gente de todas las orientaciones políticas. Si vas a la Plaza de la Independencia ves a gente de todos los campos políticos, desde la extrema derecha a algunos comunistas, desde gente realmente pobre, de las provincias, a personas con un altísimo nivel educativo, o que vive y trabaja en el extranjero y ha vuelto debido a las protestas”, explica a El Confidencial Roman Horbyck, analista ucraniano asociado a la Universidad Södertörn de Estocolmo.

El sueño roto

La mecha del descontento ha prendido en Ucrania por dos motivos principales, según Horbyck. "En primer lugar, Yanukovich ha estado engañando a todo el mundo, jugando con la mayor parte de la sociedad al pretender que iba a firmar un acuerdo con la Unión Europea. El país se ha estado dirigiendo en dicha dirección, y ha logrado cumplir la mayoría de las demandas, pero en el último momento Yanukovich se ha retirado. Y cuando a la gente le quitas un sueño, se lo toma bastante mal".

"En algunos sentidos, recuerda a la Revolución Naranja de 2004, pero en estas protestas hay también gente que no estuvo allí. Están los que ven a Ucrania como un país europeo, y quieren estándares europeos. Según las encuestas, entre un 50 y un 70% de los ucranianos, dependiendo de dónde mires, son proeuropeos", añade.

Pero los ucranianos tienen otra razón para tomar las calles: un sistema corrompido hasta el extremo. "Hay una verdadera rabia contra el sistema que se ha estado desarrollando en Ucrania desde los años 90, basado en la corrupción, el favoritismo y la injusticia. La gente quiere ser tratada por el gobierno como iguales, tener algo que decir. Pero eso es imposible cuando la policía apalea a los manifestantes a las cuatro de la madrugada de una forma tan brutal. Así que mucha gente se enfadó, y quiere deshacerse de este sistema, en el que la ley existe únicamente para ser utilizada contra los enemigos de los poderosos”, denuncia Horbyck.

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Las simpatías de Putin

El presidente ruso, Vladimir Putin, ha dejado bien claro con quién están sus simpatías. “Esto es más un linchamiento que una revolución”, ha dicho durante su visita oficial a Ucrania. Mientras tanto, el Ministro de Asuntos Exteriores alemán, Guido Westerwelle, asegura que “las manifestaciones son un impresionante compromiso hacia Europa por cientos de miles de personas en Ucrania”, y “muestran que el corazón del pueblo ucraniano late de forma europea”, al tiempo que su homólogo francés, Laurent Fabius, no ve problema en invitar al antiguo campeón de boxeo devenido en líder opositor, Vitali Klitschko, a París para discutir la situación en el país.

Hay una verdadera rabia contra el sistema que se ha estado desarrollando en Ucrania desde los años 90, basado en la corrupción, el favoritismo y la injusticia. La gente quiere ser tratada por el gobierno como iguales. Pero eso es imposible cuando la policía apalea a los manifestantes a las cuatro de la madrugada de una forma tan brutal

Y es que, desde hace una década, Ucrania permanece dividida entre aquellos que quieren una orientación más europeísta y aquellos que miran a Rusia. Esta escisión ya provocó en 2004 la llamada Revolución Naranja, un movimiento insurreccional de masas con apoyo occidental (asesorado por los responsables de la caída del presidente serbio Slobodan Milosevic) que estableció que Yanukóvich había cometido fraude electoral y acabó aupando al poder a Víktor Yuschenko y Yulia Timoshenko. Pero, en los últimos años, los resultados de dicha situación han sido totalmente revertidos por Yanukóvich y sus partidarios, quienes en las elecciones de 2010 lograron anular políticamente a Yuschenko y, poco después, meter en la cárcel a Timoshenko.

La crisis actual la ha provocado la negativa a firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, algo que, en la actual atmósfera política de Ucrania, define por completo la nueva estrategia política del país. Desde su celda, Timoshenko había hecho un llamamiento a la protesta, incluyendo una huelga de hambre por su parte. “Anuncio una huelga de hambre indefinida pidiendo que Yanukóvich firme un acuerdo de libre asociación y comercio con la Unión Europea. Y si Yanukovich no firma, lavad la cara de Ucrania a través de medios pacíficos y constitucionales”, pidió la líder opositora. “¡No paréis!”, dijo en un comunicado.

placeholder Un sacerdote ortodoxo ante los antidisturbios en Kiev (Reuters).

De modo que, cuando el pasado 29 de noviembre el acuerdo fue rechazado, miles de personas se concentraron en la plaza de la Independencia de Kiev para protestar y fueron dispersados de forma bastante contundente por la policía antidisturbios, que utilizó generosamente las porras y los gases lacrimógenos. Al día siguiente, más de cien mil manifestantes (algunas fuentes hablan de 350.000) se echaron a la calle, gritando “¡Revolución!” y “¡Abajo la banda mafiosa!”.

Desde entonces, los acontecimientos se suceden con rapidez: un grupo de opositores, pertenecientes al partido nacionalista Svoboda, tiene tomado el edificio del ayuntamiento de Kiev, y otros grupos opositores han establecido un campamento de protesta en la plaza de la Independencia. “¡El Gobierno y el presidente deben dimitir!”, gritaba el domingo Vitali Klitschko a las masas de seguidores.

"No hay ningún espacio para la negociación"

No hay absolutamente ningún espacio para la negociación. El Gobierno no está dispuesto a alcanzar un compromiso ni siquiera en los temas más ligeros

Aunque varios miembros del Ejecutivo han pedido disculpas por la violencia policial, se resisten a hacer concesiones a la oposición. Para muchos ucranianos, ya no hay marcha atrás. "Veo dos escenarios posibles. El primero, similar a lo que pasó en Estambul durante las protestas por el parque Gezi: que la gente se canse y se vaya a sus casas si no sucede nada. Puede pasar, porque ¿cuánto tiempo puede uno permanecer en una plaza? Una semana o dos, pero no un mes, al menos no en los números actuales. El otro escenario, que suceda algo que dispare o alimente el fuego de las protestas, y el derrocamiento violento del Gobierno", explica a este diario Horbyck.

“No hay absolutamente ningún espacio para la negociación", añade,"el Ejecutivono está dispuesto a alcanzar un compromiso ni siquiera en los temas más ligeros. Los sucesos de hoy (por este martes) lo han mostrado de forma muy clara: la dimisión del Gobierno y el primer ministro es una demanda secundaria de los manifestantes frente a la dimisión del presidente. Podrían haberlo aceptado para calmar a la gente, pero han rechazado incluso eso”.

Un ‘ultra’ al frente

“En nombre de nuestro Gobierno, quiero pedir disculpas por las acciones de nuestras fuerzas de seguridad en la plaza de la Independencia”, aseguró ayer Azarov, quien se ha reunido con los embajadores de la UE, Canadá y Estados Unidos. La disculpa le ha salido bien: el Parlamento rechazó ayer una moción de censura contra él, promovida por los tres principales partidos opositores, que apenas logró 186 de los 226 votos necesarios.

placeholder Manifestantes proeuropeos durante una protesta en Kiev (Reuters).

Además, a algunos líderes europeos les incomoda que parte de las protestas las lidere el partido Svoboda, que se define como nacionalista pero mantiene conexiones con grupos de extrema derecha de todo el continente. La formación forma parte de la llamada Alianza de Movimientos Nacionales Europeos, junto a grupos como el Partido Nacional Británico (BNP), el Frente Nacional francés y belga, el Partido Nacional Renovador de Portugal, el movimiento Jobbik de Hungría o el español Movimiento Social Republicano, todos ellos ultraderechistas.

Mientras tanto, el presidente Yanukóvich ha decidido mantener una imagen de normalidad, y ayer, tal y como estaba previsto, mantuvo en la agenda su viaje oficial a China. Su salida del país ha indignado a la oposición, que lo percibe como un abandono de su puesto en un momento crítico. La crisis política sigue abierta.

A juzgar por los comentarios que iba poniendo en Facebook, el cónsul general de Ucrania en Estambul, Bohdan Yaremenko, no ha tenido la mejor semana de su vida. Después de criticar públicamente la actuación de la policía ucraniana contra los manifestantes en Kiev, la capital de su país, fue destituido fulminantemente y llamado a regresar a Ucrania. El Ministro de Exteriores, Leonid Kozhara, dijo que había “roto su juramento de servicio civil” y que debía ser sancionado por ello. La medida, hecha pública por el propio Yaremenko en las redes sociales, ha recibido miles de mensajes de solidaridad. “Estoy impresionado no sólo por el apoyo en Facebook, sino porque nadie, incluyendo mi equipo, me ha traicionado”, asegura el ya excónsul.

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