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Obama da un paso atrás y busca que el Congreso refrende el castigo a Siria
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no intervendrá antes dEL 9 DE SEPTIEMBRE

Obama da un paso atrás y busca que el Congreso refrende el castigo a Siria

Sin el beneplácito de Naciones Unidas ni el apoyo de su más fiel aliado, Reino Unido, el presidente trata de ganar legitimidad apelando al Congreso

Foto: Barack Obama, en su comparecencia de ayer junto al vicepresidente, Joe Biden. (Efe)
Barack Obama, en su comparecencia de ayer junto al vicepresidente, Joe Biden. (Efe)

“No me opongo a todas las guerras. Me opongo a las guerras estúpidas, a las guerras precipitadas(…), a las que no están basadas en los principios sino en la política”. Chicago, Federal Plaza, octubre de 2002. Un joven senador de Illinois llamado Barack Obama se abría paso con un vibrante discurso contra la guerra de Irak que le colocaba en primera plana. Existen guerras justas y guerras injustas, argumentaba. “Hay batallas contra la ignorancia y la intolerancia, contra la corrupción y la avaricia, contra la pobreza y la desesperanza” y otras que “simplemente sirven a los intereses de (compañías petroleras) como ExxonMobil”, decía.

Once años después, en su segundo mandato como presidente, con un premio Nobel de la Paz en la vitrina y unas cuantas canas más, Obama intenta convencer al mundo de que una intervención militar “limitada” y “de castigo” contra el régimen sirio no es “estúpida, ni precipitada”, sino “necesaria” y “noble”. Y bajo dicha premisa está dispuesto a convertirse en el primer presidente en tres décadas que lanza un ataque sin el respaldo firme de una coalición aliada y sin poder argumentar de manera creíble que actúa en defensa propia. El servicio de documentación de la agencia AP recordaba ayer que la última vez que ocurrió algo parecido fue en 1983, cuando Ronald Reagan ordenó la invasión de la isla caribeña de Granada.

La Casa Blanca se ha pasado toda la semana documentando un “casus belli” para bombardear posiciones del régimen sirio, al tiempo que movilizaba su diplomacia para sumar apoyos internacionales y hacía consultas con senadores y congresistas, que están de vacaciones y en principio no vuelven al Capitolio hasta el 9 de septiembre. Después de varios días de indecisión, cambios de parecer y ambigüedades, Obama se dirigió ayer a la nación para ofrecer al fin algo parecido a una 'hoja de ruta': las tropas están preparadas para recibir la orden y él ya ha decidido hacerlo, pero antes necesita el apoyo del Congreso, convocado a votar al respecto. No hay que precipitar las cosas, subrayó, ya que el bombardeo se puede llevar a cabo en cualquier momento: “Mañana, la semana que viene o dentro de un mes”. Y tampoco hay que esperar a recibir luz verde de Naciones Unidas, algo que ya sabe que no va a conseguir, entre otras cosas por el veto de Rusia y China. Ni siquiera es esencial contar con una coalición aliada: quien se quiera sumar será bienvenido, pero la decisión depende de Estados Unidos.

Retratos oficiales de george w. bush y laura bushUna dura negociación

¿Qué viene ahora? Los congresistas podría respaldar a su presidente o podrían votar en contra. Aunque Obama habló de un cierto grado consenso en las consultas previas, también dejó entrever que hay una dura negociación de por medio.En el Senado, controlado por los demócratas, se podría apelar a los intereses del Partido. En la Cámarade Representantes, dominada por una mayoría republicana adicta a boicotear a la Casa Blanca, podría pasar cualquier cosa. La presión, en todo caso, gravita ahora hacia el Capitolio y el presidente comparte responsabilidades, al tiempo que mantiene la coherencia con la postura que defendió siempre como senador: que la Casa Blanca no puede meterse en un conflicto armado sin consultar con el Congreso.

A George W. Bush le preguntaron esta semana su opinión sobre Siria. Respondió que Obama estaba en unaposición difícily que él, personalmente, no tenía ganas de pronunciarse al respecto. A su manera, se cobraba venganza. La Casa Blanca se haesforzado en rebatir cualquier parecido entre lo ocurrido en los últimos días y lo acontecido en las semanas anteriores a la guerra de Irak. Resulta complicado no trazar paralelismos: un régimen acusado de utilizar armas químicas, informes de inteligencia al margen de los de Naciones Unidas, dudas sobre la fiabilidad de las pruebas…

Pero también es difícil no ver las diferencias: lo que Obama propone no es la invasión de Siria yni siquiera pretende derrocar al régimen, sino evitar que se vuelvan a utilizar armas químicas en el conflicto y/o que los arsenales queden fuera de control. Puestos a comparar, la intervención que se prepara debería parecerse más a los bombardeos que la OTAN, capitaneada por Bill Clinton, lanzó sobre Belgrado en 1999. O quizá al ataque con misiles que Reagan ordenó contra Trípoli en 1986 para castigar a Gadafi y en el que murió una hija del dictador.

Política exterior fracasada

Sea como sea, la imagen que la Casa Blanca quiere dar es la de un Obama obligado a posicionarse a favor de una operación militar que le desagrada. En Estados Unidos, los sondeos de opinión no son favorables a la intervención. Pero, al mismo tiempo,el problema se percibe como consecuencia inevitable deuna política exterior fracasada, cuya valoración ha tocado fondo y que ya sólo respalda un 40% de la ciudadanía.

Al presidente no le quedan demasiadas alternativas si quiere conservar una cierta credibilidad con la que mantener el statu quo del Imperio

Durante su primera legislatura, Obama buscó abiertamente el “respeto mutuo” con Irán, la “amistad y cooperación” con Putin e incluso el diálogo con Corea del Norte… Una mano tendida que no parece haber dado resultados. Su indecisión en Egipto, por ejemplo, ha dejado a la Casa Blancasin aliadosen uno de los países más importantes para su estrategia en Oriente Medio y cuyo Ejército recibe 1.300 millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses. Hasta tal punto haperdido el control que este verano, tras el golpe de estado, el general Abdul Fattah al-Sisi se negó a aceptar los términos que pretendían imponerle desde Washington 17 veces, todas y cada una de las que le llamó por teléfono el secretario de Defensa, Chuck Hagel. Por no hablar de Rusia, donde han acabado dando asilo al "traidor" Edward Snowden, o de Pyongyang, país en el que un imberbe dictador, Kim Jong Un, ha decidido agravar la retórica belicista de su padre.

Obama trazó varias líneas rojas con Asad a cuento de las armas químicas y el dictador sirio ha ido desafiándolas todas, ganando el pulso. Ahora, en Washington los analistas coinciden en que al presidente no le quedan demasiadas alternativas si quiere conservaruna cierta credibilidad con la que mantener el statuquodel Imperio. Es hora de 'realpolitik', sugiere la revista Time esta semana en un extenso reportaje de portada. Porque la realidad es tozuda y las cosas se complican; Teherán sigue adelante con su programa nuclear; El Cairo actúa de espaldas a Washington;en Afganistán podría estallar una nueva guerra civil cuando las tropas aliadas abandonen el país definitivamente el año próximo; y Al Qaeda gana posiciones en Yemen, el norte de África, así como entre las propias filas rebeldes de Siria. No tomar partido puede ser tan desastroso para el saldo histórico de un presidente estadounidense como meterse en “guerras estúpidas“. A Barack Obama probablemente le da miedo acabar como George W. Bush. Pero tampoco quiere ser recordardo como Jimmy Carter.

“No me opongo a todas las guerras. Me opongo a las guerras estúpidas, a las guerras precipitadas(…), a las que no están basadas en los principios sino en la política”. Chicago, Federal Plaza, octubre de 2002. Un joven senador de Illinois llamado Barack Obama se abría paso con un vibrante discurso contra la guerra de Irak que le colocaba en primera plana. Existen guerras justas y guerras injustas, argumentaba. “Hay batallas contra la ignorancia y la intolerancia, contra la corrupción y la avaricia, contra la pobreza y la desesperanza” y otras que “simplemente sirven a los intereses de (compañías petroleras) como ExxonMobil”, decía.

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