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Ni turistas ni bullicio: los mercados egipcios agonizan
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CRISIS EN LOS ESTABLECIMIENTOS DE EL CAIRO

Ni turistas ni bullicio: los mercados egipcios agonizan

El mercado cairota de Jan El Jalili ha pasado a ser una caricatura de sí mismo. Los turistas son tan escasos que hasta los comerciantes desisten ya de acosarlos

Foto: Jan el.Jalili, con numerosas tiendas y talleres, en plena ebullición.
Jan el.Jalili, con numerosas tiendas y talleres, en plena ebullición.

El mercado cairota de Jan El Jalili ha pasado a ser una caricatura de sí mismo. Desde la revolución de enero de 2011 y, sobre todo, desde la violenta represión policial que sobrevino a los desalojos forzosos de las acampadas islamistas,el número de clientes ha caído en picado. Apenas se ven turistas extranjeros. Son tan escasos que hasta los propios comerciantes desisten ya de acosarlos como siempre fue habitual en Jan El Jalili,pues los pocos que deambulan por el mercado parecen ya saber en qué establecimiento desean comprar.

Uno de éstos es El Jordi, una pequeña tienda de souvenirs fácilmente localizable porque está situada cerca de la entrada que linda con la impresionante Mezquita de Al Azhar. A pocos metros, la tienda de especias El Husseinseñala el callejón de acceso a una corrala donde sobrevive este pequeño negocio, referencia ineludible para cualquier español que visite El Cairo.

Al recorrer el piso superior del antiguo apriscoy antes de llegar al Jordise ven, cubiertos de una densa capa de polvo,todo tipo de enseres rotos, cabeceros de cama o bases de sillas de oficinasin ruedas.Entre los bártulos,varios gatos desnutridos juegan, como si el aspecto lúdico les resultara más importante que satisfacer el estómago.

Un negocio con 34 años

“Fuera de aquí, que eres muy pesada”, le espeta Mahmoud a una gata que entra y sale de El Jordi, local que fundó en el Jan El Jalili hace ya 34 años. “Durante los 6 primeros años tenía la tienda abajo en la calle, pero llegó un momento en el que ya no podía más”, comenta mientras disfruta de una taza de té. “Traspasé el negocio aquí arriba, que es mucho más tranquilo y no te genera tanto dolor de cabeza”, añade con socarronería.

Hoy el oasis de paz que buscaba Mahmud, huyendo del bullicio y del ajetreo del zoco, se ha extendido por el conjunto del mercado, vacío de clientes.“Nosotros seguimos vendiendo a la gente de las Embajadas y a sus visitas”, señala Mahmoud, que ha logrado fidelizar a su clientela a lo largo de los años. “Los que más compran son los funcionarios, aunque también son los que más calculan lo que gastan”, dice. “Sin embargo, la gente que más gasta son los que tambiéntienen tiendas o se dedican al comercio y vienen con dinero fresco en el bolsillo, que no con una tarjeta de crédito”, agrega.

“Los más cucos son los políticos, que no sólo regatean los precios, sino que alguno incluso pretende que se lo regales”, ironiza. Cuenta el caso del ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, quien hace un par de años se llevó unos pastilleros de plata, cuyo coste intentó rebajar. “Una de las diferencias entre nosotros y la mayoría de los comercios en Jan El Jalili es que nosotros sí etiquetamos los productos y el cliente sabe los precios de antemano" añade Mahmoud mientras muestra su mercancía.

“Precio fijo” se lee en carteles tamaño cuartilla escritos en varios idiomas y colocados sobre las paredes del local. También al fondo se ve un mural de fotos del propietario posando con algunos de sus clientes. La mayoría de ellos anónimos, aunque también se reconoce a algún político español, como José Bono y el vasco Iñaki Anasagasti, instantáneas hechas en la década de los 90, cuando ambos lucían frondosas cabelleras.

Durante un par de horas de entrevista frente a El Jordisolo sale un cliente con un par de bolsas con souvenirs. Como la mayoría de los que ahora compran, se trata de un egipcio que vive y trabaja en el Golfo Pérsico y que quiere llevarse unos cuantos recuerdospara regalar a colegas y amigos. “Hoy en día casi recibimos a más periodistas que turistas”, comenta jocosamente.

Capeando el temporal

Una bandera nacional egipcia pende del techo y dos vetustas cámaras de seguridad vigilan las esquinas del fondo. “En realidad no funcionan, pero al sentir la presencia de las cámaras no creo que nadie se atreva a llevarse nada”, explica Mahmoud dando una vuelta por su tienda,a rebosar de figuras típicas de la mitología egipcia, esfinges, bustos de Nefertiti, papiros, cajas de nácar o joyas de plata,vasos de cristal tintado. Todo a "precio fijo".

Sin embargo, Mahmoud también reconoce haber infringido sus propias normas y aplicado,en algún momento,la ley de la oferta y la demanda. “Tenía unas pulseras de plata que llevaban meses cogiendo polvo, las limpié y guardé fuera de la vista del público durante un par de años”, recuerda. “Un día llegó un cliente preguntado específicamente por pulseras de plata, así que las saqué y se las vendí al triple del precio que les puse originalmente”, apunta. Al final todos tienen que pagar el alquiler del local y amortizar sus adquisiciones de género.

Mientras El Jordiy sus vecinos de la corrala logran capear el temporal a través de su clientela fija en embajadas y consulados, entristece verlo vacías que están las tiendas a nivel de calle. Al salir de nuevo por el acceso de la Mezquita de Al Azhar, con sus impresionantes minaretes, y caminar unos metros dirección al centro para parar un taxi, se divisa el destartalado puente de peatones que antes comunicaba las dos partes del mercado.

En algún momento de la revolución el puente se hundió, de forma que ya solo quedan las escaleras de uno y otro lado de la avenida, condenadas con sendas barreras de madera por razones de seguridad.El puente roto del Jan El Jalili se ha convertido en todo un símbolo de la fractura interna que sufre Egipto, y también de la crisis de su economía. Ahora los comerciantes del zoco más famoso de El Cairo sólo confían en que las autoridades reconstruyan el puente, otrora lleno de turistas cargados con bolsas llenas de compras, para que puedan pasar al otro y no tengan que sortear el tráfico infernal de la ciudad. Hoy su imagen es sólo un recuerdo.

El mercado cairota de Jan El Jalili ha pasado a ser una caricatura de sí mismo. Desde la revolución de enero de 2011 y, sobre todo, desde la violenta represión policial que sobrevino a los desalojos forzosos de las acampadas islamistas,el número de clientes ha caído en picado. Apenas se ven turistas extranjeros. Son tan escasos que hasta los propios comerciantes desisten ya de acosarlos como siempre fue habitual en Jan El Jalili,pues los pocos que deambulan por el mercado parecen ya saber en qué establecimiento desean comprar.

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