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El debate sobre los tipos de interés negativos llega a su fin
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El debate sobre los tipos de interés negativos llega a su fin

Los tipos de interés por debajo de cero son ahora tan poco atractivos que ni la mayor crisis económica de la historia moderna consigue que los bancos centrales los implementen

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Desde 2014 hasta 2016, los bancos centrales adoptaron progresivamente tipos de interés negativos como respuesta a una inflación decadente. En aquel momento, los economistas e inversores podían preguntarse de forma razonable si la política monetaria ‘subcero’ era el camino a seguir para el mundo desarrollado.

Sin embargo, al margen del debate, es significativo que la crisis del covid-19 de este año —la mayor crisis económica de la historia modernano haya llevado a ninguna gran institución monetaria a adoptar una nueva política de tipos negativos. Las zonas del mundo que ya tienen tipos negativos —especialmente la eurozona, Dinamarca, Japón y Suiza– tampoco los han reducido más. Suecia elevó su tipo 'repo' negativo a cero a finales de 2019, y no lo ha reducido de nuevo con la expansión de la pandemia.

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Una investigación reciente de la Reserva Federal de San Francisco indica que cuanto más tiempo estén vigentes los tipos de interés negativos, más afectarán no solo a los beneficios bancarios sino también a sus préstamos. Incluso los defensores de esta política reconocen que unos tipos negativos superficiales no sirven de mucho.

Siempre ha sido complicado que EEUU siga los pasos de la eurozona, debido a una estructura de financiación bancaria diferente. Las entidades crediticias confían más en la financiación del mercado que sus homólogos europeos, lo que genera un problema: a pesar de que los valores negociados probablemente reaccionen más rápido que los depósitos bancarios a las reducciones en los tipos de interés por debajo de cero, puede que la liquidez también desaparezca rápidamente.

Eso fue lo que sucedió cuando el Banco de Japón introdujo al principio tipos negativos. Los bancos comerciales desprevenidos tardaron en reaccionar, y los préstamos a un día sin garantías se desplomaron más de un 60%, hasta un mínimo plurianual. Se recuperó el volumen, pero todo banco central tendría que pensar detenidamente en las consecuencias de simplemente un periodo temporal de tensión, dados los limitados beneficios de una reducción parcial de los tipos. A fin de cuentas, la finalidad de reducir los tipos es impulsar los préstamos, no propiciarles otro golpe.

Foto: Jerome H. Powell, presidente de la Reserva Federal, en el simposio anual (este año virtual) de Jackson Hole 2020.

Dos bancos centrales, el Banco de Inglaterra y el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, todavía tienen a analistas e inversores inmersos en un debate ‘si sí o si no’ sobre si los bancos romperán la barrera psicológica de cero. Sin embargo, si la maniobra no fuera tan poco atractiva, seguramente ya lo habrían hecho.

Algunos economistas han publicado investigaciones interesantes sobre cómo un sistema más organizado de tipos negativos podría funcionar mejor. Pero la pura verdad es que la mayoría de bancos centrales no están interesados en explorar esas vías en serio.

A la vez que nace un consenso sobre los inconvenientes para los bancos de políticas de tipos negativos, los políticos adoptan una política fiscal activista para combatir la crisis económica causada por la propagación del covid-19. Esto quita un poco de presión a los bancos centrales a la hora de cargar con toda la agresividad política. Parece que el debate sobre los tipos de interés negativos como parte fundamental del conjunto de instrumentos macroeconómicos ha concluido.

Desde 2014 hasta 2016, los bancos centrales adoptaron progresivamente tipos de interés negativos como respuesta a una inflación decadente. En aquel momento, los economistas e inversores podían preguntarse de forma razonable si la política monetaria ‘subcero’ era el camino a seguir para el mundo desarrollado.

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