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De Wallbox a Solarpack, el otro problema español del que no se habló en el Cercle
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De Wallbox a Solarpack, el otro problema español del que no se habló en el Cercle

El mundo del dinero encierra claves de poder y de intereses que explican el sentido de muchas operaciones, movimientos y desenlaces. Ibex Insider ofrece pistas para entender a sus protagonistas

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Al calor de las jornadas del Cercle d’Economia, el empresariado catalán puso sobre la mesa su orden de prioridades. Y aunque están los mismos que cedieron el volante de Cataluña a los tractoristas estelados, el liderazgo de Xavier Faus ha logrado recuperar una tercera vía posibilista y volver a marcar la agenda. Así, mientras lo urgente pasa por solucionar —con política— la vuelta a la normalidad tras el descalabro independentista, lo importante tiene que ver con la reconstrucción, con el proyecto de futuro para Cataluña dentro de España, de Europa y del mundo.

Todo lo ocurrido estos días en el Hotel Vela de Barcelona evidenció muchos de los retos que nos atañen como sociedad y como país, incluso por aquellos no tratados. Al margen del posicionamiento a favor de los indultos, con el consiguiente terremoto en el Madrid menos piadoso, todo lo importante se despachó con bastantes lugares comunes (fiscalidad, infraestructuras, talento…), hasta el punto de convertir Wallbox, el último unicornio español, en la muletilla usada por todos, desde Ada Colau a Ana Botín, como paradigma de los nuevos y prósperos tiempos.

Foto: Alicia Koplowitz. (EC)

En realidad, fue decepcionante comprobar cómo una vez más muchas de las soluciones para lo importante pasan por convertir Barcelona/Cataluña en el Silicon Valley del sur de Europa… casi 50 años después de que se acuñara por primera vez el término para referirse al conjunto de industrias de semiconductores implantadas al sur de San Francisco, hoy epicentro tecnológico del mundo. Incluso un voluntarioso y constructivo Pablo Casado, con el eje popular Málaga/Andalucía compitiendo por la misma bandera, cayó en el mismo topicazo para rescatar al Perú.

De manera implícita, quedó claro que en España falta riqueza más que capacidad de gestión, aunque igual una cosa sea consecuencia de la otra. Para entenderlo, bastó ver la consideración ofrecida al ahora presidente italiano, Mario Draghi, expresidente del BCE y avalista del rescate a España en la última crisis financiera, y sobre todo a Philipp Hildebrand, vicepresidente de BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo y, por extensión, primer inversor del Ibex y de las emisiones de deuda del Reino de España, a quien Pedro Sánchez dedicó más tiempo que a Biden.

La banca de inversión solo ofrecía a los accionistas opciones para vender Solarpack

Volviendo al fenómeno Wallbox, una 'startup' con origen en Barcelona hace siete años, nadie reparó en que el nuevo unicornio español acaba de saltar a la bolsa de Nueva York gracias al dinero de fuera, en este caso vía SPAC, y levantar ‘solo’ 270 millones. Para jugar en esa liga no hay inversores españoles, por mucho que quieran multiplicarse el fondo Seaya y la familia Riberas. Es cierto que todo era peor antes, como bien saben eDreams o Glovo, otros unicornios nacidos en la Ciudad Condal ignorados estos días, aunque el mismo problema sigue presente.

Esa falta de dinero/ahorro/riqueza estructural alcanza todos los órdenes empresariales. Esta semana, en el otro gran polo industrial del Estado (País Vasco), el promotor renovable Solarpack ponía fin a su vida como compañía española. La familia Galíndez-Burgos ha decidido tirar la toalla después de haber levantado una compañía de cero desde 2005, ahora cotizada e internacional, para recoger beneficios y venderla al fondo de inversión sueco EQT por 900 millones de euros. Imposible imaginar algo a la inversa, y eso que la firma nórdica se creó hace solo 25 años.

Foto: Miguel Kindelán, responsable de GP Bullhound en España y Portugal. (EC)

En los últimos 12 meses, los dueños de Solarpack solo recibieron visitas de bancos de inversión con propuestas para vender. Estuvieron a punto de hacerlo con Iberdrola, pero la operación se cayó en el último instante. La promotora renovable era otro unicornio, aunque no fuera de base ‘tech’, pero nadie ha reparado en que a partir de ahora lo será bajo otra bandera y fuera del parqué, con lo que cuesta ver nuevas compañías de 1.000 millones de euros, a diferencia de países como México, que en el mismo periodo ha alumbrado la llegada de tres tecnológicas de esa magnitud.

Si no hay dinero institucional español para acompañar a las ‘startups’ más prometedoras, tampoco lo hay para continuar el ciclo accionarial de empresas familiares creadas en el país, ni siquiera para aquellas ya dimensionadas como las cotizadas, visto lo ocurrido ya con Campofrío, Europac, Telepizza… No solo es que nuestro PIB per cápita sea decreciente y que la deuda sea creciente, es que el país se descapitaliza poco a poco, pero de manera sostenida, incapaz de formar un ecosistema financiero (no bancario) que acompañe al empresario/emprendedor local.

Protocolo para el jefe de BlackRock, vacío institucional para el dos de Softbank

Tal vez, por todo esto, sorprendió el énfasis que tres primeros espadas del Ibex como Ana Botín (Telefónica), Pablo Isla (Inditex) y José María Álvarez-Pallete (Telefónica) pusieron en la oportunidad que representa para el país la inyección de recursos millonarios de los fondos Next Generation. Lo hacían convencidos de que España, como otras veces en su historia reciente, siempre que ha estado zarandeada por crisis políticas, económicas o sociales, en cualquiera de sus combinaciones, ha aprovechado la ayuda de terceros para transformarse (a mejor).

El problema, por tanto, sigue siendo nuestra dependencia de la asistencia externa. Cabe concluir entonces, suscribiendo lo expuesto hace más de un siglo por Ortega y Gasset, tan citado estos días en Barcelona, que España es el problema y Europa (o el FMI, o la Troika) la solución. Pese a ello, el clima de optimismo imperaba en los salones del Cercle, animados por la posibilidad de una tercera vía que resuelva lo más urgente: recuperar la normalidad en una región privilegiada, que ya no es motor económico del país, donde hace años que la burguesía ni gobierna ni prospera.

Pese al furor de estos días en la Barceloneta, la desconexión de España con las tendencias que mueven el mundo es evidente. Hace más de una semana, visitó nuestro país el boliviano Marcelo Claure, a la sazón número dos del gigante Softbank. En los pocos días que pasó en Madrid, retrató sus momentos de turismo (Palacio Real), su festín gastronómico (Casa Lucio) y sus ocupaciones como inversor (ver el Rayo Vallecano-Girona, equipo del que es primer accionista). Le faltó ir a los toros. Para hacer negocios de verdad se fue a París. Mientras, aquí, ni lo urgente ni lo importante.

Al calor de las jornadas del Cercle d’Economia, el empresariado catalán puso sobre la mesa su orden de prioridades. Y aunque están los mismos que cedieron el volante de Cataluña a los tractoristas estelados, el liderazgo de Xavier Faus ha logrado recuperar una tercera vía posibilista y volver a marcar la agenda. Así, mientras lo urgente pasa por solucionar —con política— la vuelta a la normalidad tras el descalabro independentista, lo importante tiene que ver con la reconstrucción, con el proyecto de futuro para Cataluña dentro de España, de Europa y del mundo.

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