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A Telefónica ya no le basta cumplir con sus cuentas y se encomienda a la baza de Bruselas
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Caídas que superan hasta el 4%

A Telefónica ya no le basta cumplir con sus cuentas y se encomienda a la baza de Bruselas

Tras una presentación considerada "alentadora" por los analistas, el castigo de la cotización evidencia la escasez de opciones de la operadora para atraer a los inversores sin la ayuda regulatoria

Foto: José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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Desde hace años, ha sido una constante que a cada presentación de Telefónica se le encontrara un pero capaz de deslucir cualquier síntoma de mejora. Esa pega podía ser el peso de la deuda, el deterioro de los márgenes o cuestiones más coyunturales, como el golpe que supusieron el encarecimiento de la luz en 2021 o el reciente incremento de los costes salariales. La cuestión es que los intentos de la compañía presidida por José María Álvarez-Pallete por mostrarse como un valor más atractivo a ojos de los inversores han quedado a menudo lastrados por esa persistente sensación de que dejaban algunos cabos sueltos.

El resultado resulta elocuente: a día de hoy, y pese a un buen arranque de 2023, la cotización del grupo de telefonía se ubica casi un 25% por debajo de sus niveles previos al coronavirus (un 40% si se dejan al margen los dividendos pagados en este periodo).

A ese negativo desempeño contribuyen los recortes superiores al 4% con los que recibe este jueves las cifras del primer trimestre de 2023. Un golpe en el que, curiosamente, no resulta obvio el desencadenante. “Desde un punto de vista cualitativo, la presentación fue alentadora en nuestra opinión”, indican los analistas de Santander, mientras que Iván San Félix, analista de Renta 4, subraya que “todas las líneas han superado las previsiones. Incluso la deuda neta también ha sido un poco mejor de lo previsto”.

Foto: Sede de Telefónica en Madrid. (Europa Press/Eduardo Parra)

Incluso el mercado español, principal fuente de inquietudes en los últimos ejercicios, "está demostrando ser cada vez más resiliente a pesar de la inflación de costes, respaldando el flujo de caja y la resiliencia de los dividendos", según los analistas de Bank of America.

Los números, que evidencian un crecimiento de los ingresos globales del 6,7% y del 2,4% del oibda subyacente (una métrica equiparable al ebitda, que suele ser empleada en el sector de telecomunicaciones), han ido acompañados de mensajes positivos, sobre la capacidad de la compañía para seguir elevando sus ingresos por usuario sin dañar de forma significativa su poder de retención o sobre la favorable evolución de los segmentos Tech e Infra. Pero nada de esto ha bastado para aplacar el castigo al que la someten este jueves los inversores.

Se puede observar, como apunta José Ramón Ocina, analista de Mirabaud, que, al fin y al cabo, “los números de Telefónica han sido relativamente buenos, pero tampoco sorprendentemente buenos”. Y esto, en una compañía que acumulaba hasta el cierre del miércoles una remontada en bolsa cercana al 30% en poco más de seis meses, siempre puede acabar resultando una invitación para que algunos inversores recojan beneficios. Máxime cuando hay pocos elementos en el horizonte que inviten a pensar en una aceleración sustancial a corto plazo de la mejora vista en los últimos trimestres.

Es cierto que la dirección de Telefónica ha señalado que el efecto de las recientes subidas de tarifas, junto a otras cuestiones, debería dejar una huella más significativa en las cuentas de los próximos trimestres y que la evolución del oibda en España podría estabilizarse en la segunda mitad del año. Pero se trata, en todo caso, de palancas de potencial limitado, que difícilmente cambiarán la imagen esencial con la que el mercado mira a Telefónica (y en general al sector de telecomunicaciones), que no es otra que la de compañías de bajo (cuando no nulo) crecimiento y penalizadas por la necesidad de ejecutar de forma recurrente inversiones de fuerte calado.

Foto: EC

Si cumplir, incluso con cierto margen, como lo ha hecho en el primer trimestre, no ha sido suficiente para dar un nuevo empujón a la cotización del grupo, no hay razones para esperar que ese impulso venga de las próximas presentaciones.

Así, en el futuro de la acción de Telefónica se yergue, una vez más, casi como anhelo de la tierra prometida, la figura de Bruselas, con las resoluciones esenciales que debe adoptar en los próximos meses: la primera, en relación con una fusión entre Orange y MásMóvil que debería ayudar (en función de los requisitos que se le impongan) a aliviar la ultracompetitividad que durante años ha penalizado al sector en España; la segunda, sobre la posibilidad de que las compañías de contenidos contribuyan a sufragar el esfuerzo en redes que hacen las empresas del sector.

Sin noticias positivas en estos frentes, la capacidad de Telefónica para poder seguir recuperando terreno en bolsa podría ser ya muy limitada. Porque este jueves parece haber quedado claro que ya ni siquiera unos resultados a la altura de las expectativas resultan un reclamo suficiente.

Desde hace años, ha sido una constante que a cada presentación de Telefónica se le encontrara un pero capaz de deslucir cualquier síntoma de mejora. Esa pega podía ser el peso de la deuda, el deterioro de los márgenes o cuestiones más coyunturales, como el golpe que supusieron el encarecimiento de la luz en 2021 o el reciente incremento de los costes salariales. La cuestión es que los intentos de la compañía presidida por José María Álvarez-Pallete por mostrarse como un valor más atractivo a ojos de los inversores han quedado a menudo lastrados por esa persistente sensación de que dejaban algunos cabos sueltos.

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