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La intervención del Banco de Inglaterra en el mercado pone en riesgo su credibilidad
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Reanuda las compras de deuda

La intervención del Banco de Inglaterra en el mercado pone en riesgo su credibilidad

El movimiento del banco central puede llegar a poner en peligro su credibilidad y complicar la misión de contener la escalada de la inflación en el país

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No son buenos tiempos para mostrarse dogmático al frente de un banco central. El Banco de Inglaterra ha sido el último en tener que dar un volantazo a su estrategia para responder a la tormenta desatada en los últimos días en torno a la libra y la deuda británica (conocida en el argot financiero como ‘gilt’).

La institución que dirige Andrew Bailley ha comunicado en un movimiento sorpresa que comprará deuda pública británica de largo plazo “en la escala que sea necesaria” para restaurar unas condiciones ordenadas en el mercado.

El anuncio llega después de que una oleada de ventas se cebara con la moneda, hundida en sus niveles más bajos en más de 50 años, y la deuda británica, cuyos costes han repuntado en los últimos días a los niveles más elevados en varios lustros –la rentabilidad del bono a 30 años llegó a superar el 5% por primera vez desde 2002–. Los inversores han venido mostrando así desde el pasado viernes su desconfianza sobre el plan económico de la nueva primera ministra, Liz Truss, que pasa por un fuerte incremento del gasto público aderezado con una rebaja masiva de impuestos.

En el comunicado emitido este miércoles, el Banco de Inglaterra admitía que la continuidad de las tensiones en los mercados provocaría “un riesgo material para la estabilidad financiera del Reino Unido”, lo que le obliga a actuar.

Existen dudas de que el Banco de Inglaterra pueda limitar su intervención a dos semanas

Hace tiempo que las compras de deuda representan una herramienta usual para los principales bancos centrales, por lo que la maniobra del Banco de Inglaterra ‘per se’ tiene poco de sorprendente. “La decisión del banco central de evitar una subida de tipos de emergencia y preferir las compras temporales de gilts a largo plazo para restablecer las condiciones ordenadas del mercado tiene sentido como una forma más rápida y directa de apoyar la estabilidad financiera”, considera Eiko Sievert, responsable de las calificaciones soberanas y del sector público de Scope Ratings.

El gran problema para el banco central británico es que esta acción se produce en plena fase de endurecimiento de la política monetaria para poner freno a la inflación. En el mercado se viene descontando en los últimos días que la institución, que ya ha llevado a cabo siete alzas consecutivas de los tipos de interés (hasta situarlos en el 2,25%, máximos desde 2008), elevará el precio del dinero en su próxima reunión del 3 de noviembre en hasta un punto porcentual y proseguirá esta carrera por contener la inflación durante los próximos trimestres hasta situar su tasa principal por encima del 6% en 2023.

Pero, frente a esas expectativas, la institución se ha visto forzada a ejecutar un movimiento que va, precisamente, en la dirección contraria, al suponer una inyección de liquidez en el sistema, llamada a aliviar las condiciones financieras. Además, como no podía ser de otra manera, esta actuación de emergencia supone atrasar el inicio de las ventas de la deuda comprada en los años anteriores, que estaba previsto que comenzaran la próxima semana y que ahora se posponen hasta finales del octubre. “Si esto suena como un cambio de sentido, es porque lo es”, advierten los expertos de ING.

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En su intento porque este movimiento no sea visto como una renuncia al objetivo de control de la inflación, el Banco de Inglaterra ha señalado que su intervención en el mercado se extenderá por solo dos semanas, dado tienen como finalidad “abordar un problema específico”, y se desharán “de manera ordenada y fluida una vez que se considere que los riesgos para el funcionamiento del mercado han disminuido”.

Sin embargo, no son pocas las voces que advierten de que sin un pertinente cambio en la postura del Gobierno (ya sea matizando sus planes de rebajas de impuestos o planteando un plan serio de consolidación fiscal) el banco central podría verse obligado a extender en el tiempo su intervención.

“En ausencia de un cambio de sentido en la política fiscal (específicamente en los recortes de impuestos no financiados), es probable que las compras tengan que realizarse más allá de la fecha de finalización establecida del 14 de octubre”, corroboran en Bloomberg Economics, donde resaltan que, con sus decisiones, el Gobierno ha hecho mucho más difícil para el Banco de Inglaterra su estrategia para detener la inflación.

La crisis británica muestra que el entorno actual ofrece poco margen fiscal a los gobiernos

Nada de esto significa que sea imposible ejecutar una política de endurecimiento monetario mientras se mantiene en paralelo una actuación para mantener a raya los costes de la deuda. Pero este es un juego de equilibrios delicado, que puede poner en cuestión la credibilidad del banco central (firmas como ING creen que su actuación se verá condicionada por la necesidad de ayudar al Gobierno a financiar el déficit al que abocan sus medidas recientes) y seguir lastrando la marcha de la libra, exacerbando de este modo el problema de la inflación.

Pese a las particularidades de la crisis británica, con su paso atrás, el Banco de Inglaterra estaría evidenciando también una fragilidad mucho más extensiva al conjunto de los bancos centrales, y especialmente al BCE. De hecho, el banco central de la eurozona también cuenta con un programa (aunque no utilizado aún) para comprar bonos de determinados países si el coste de sus deudas se eleva de forma injustificada, mientras ejecuta un acelerado proceso de subidas de tipos.

La reciente escalada de los bonos de la región, y especialmente los italianos, a máximos de casi una década, es un claro recordatorio de que las vulnerabilidades acumuladas durante lustros (en forma de un endeudamiento público excesivo) suponen una bomba de relojería difícil de manejar cuando las condiciones económicas requieren elevar los tipos sin reparos. Y más si los gobiernos se muestran poco colaborativos con la misión de los bancos centrales y se embarcan en planes de gasto y recortes de impuestos indiscriminados, llamados a engordar los déficits públicos.

Foto: Billetes de libras y dólares. (EFE/Andy Rain)

“La debacle del Reino Unido muestra que existe un margen de maniobra fiscal limitado cuando la economía se está contrayendo y la política monetaria se está endureciendo, y que el aumento de los costos de endeudamiento puede desencadenar problemas en lugares inesperados”, señala Andrew Kenningham, economista jefe para Europa de Capital Economics, quien sugiere que el BCE también podría verse forzado a reanudar sus compras de bonos en un plazo no muy largo.

No son buenos tiempos para mostrarse dogmático al frente de un banco central. El Banco de Inglaterra ha sido el último en tener que dar un volantazo a su estrategia para responder a la tormenta desatada en los últimos días en torno a la libra y la deuda británica (conocida en el argot financiero como ‘gilt’).

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