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Europa y el gas: por qué ningún plan evitará que tengamos que recortar el consumo
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Europa y el gas: por qué ningún plan evitará que tengamos que recortar el consumo

Las autoridades europeas siguen priorizando los esfuerzos para mantener artificialmente bajos los precios de la energía, con el peligro de desincentivar las limitaciones de la demanda

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Al macroplan presentado por la Comisión Europea para hacer frente a la crisis energética, los mercados del gas han respondido con sólidos avances. Este jueves, los futuros del gas en el mercado TTF llegaron a negociarse por encima de los 240 euros el megavatio (aunque posteriormente se dieron la vuelta), tras remontar algo más de un 20% en tres jornadas.

La pretensión del Ejecutivo comunitario de recaudar hasta 140.000 millones de euros a través de un tope a los beneficios de las energías baratas y un impuesto a las ganancias extraordinarias de las empresas de generación con fuentes fósiles ha quedado lejos de suponer un plan capaz de convencer a los inversores de que Europa tiene un plan sólido para enfrentarse a los elevados precios del gas.

Al contrario, si medidas como un posible tope a los precios del gas parecen haber quedado aparcadas, ante la falta de acuerdo entre los países miembro, la insistencia de los líderes europeos en soluciones que mantengan artificialmente bajos los precios energéticos son vistas con preocupación por un creciente número de analistas.

Los precios del gas europeo han llegado a repuntar más de un 20% en tres días

“Los gobiernos deben evitar intervenciones a corto plazo que debiliten el incentivo para los consumidores para reducir la demanda de energía”, concluía una nota reciente de The Oxford Institute For Energy Studies. Recomendaciones similares se han ido vertiendo desde distintos ámbitos, sin hasta el momento calar en la estrategia de unos gobiernos europeos que tienen como eje de su actuación aplacar el descontento social cargando sobre sus presupuestos (o los de las empresas energéticas) parte de la escalada del recibo de la luz y el combustible.

No resulta difícil solidarizarse con los intentos de las autoridades públicas para hacer más llevadera una situación de emergencia como la actual para los millones de familias y empresas europeas a las que la escalada del precio de la luz, de la gasolina y el gas amenaza con llevar a una posición económica comprometida. Pero las acciones convenientemente enfocadas no deben estar reñidas con un esfuerzo efectivo para lograr involucrar a todos los estamentos de la sociedad en la tarea indispensable de la reducción del consumo energético.

Foto: Olena Zelenska, Roberta Metsola y Ursula von der Leyen. (Reuters/Yves Herman)

La agencia Fitch señalaba en una nota publicada este jueves que, junto al incremento de las importaciones de gas natural licuado (GNL) es vital una reducción de la demanda “para evitar una escasez aguda”. Y conviene no olvidar que políticas de subvención del combustible fueron ya las empleadas por el Gobierno español durante la primera crisis del petróleo de los años 70, en pleno régimen franquista, con el resultado final indeseado de que el consumo se intensificó a costa de un grave daño a las finanzas públicas (que acabaría teniendo consecuencias funestas para la economía años más tarde).

Con su oposición a Rusia (y también, en parte, a causa de una política de transición energética algo deficiente), Europa se ha condenado a enfrentar serias dificultades en el aprovisionamiento energético, que si no conducen a un escenario extremo de carestía sí parece inevitable que den lugar a un periodo prolongado de precios elevados. La propia agencia Fitch pronostica que los precios del gas natural europeo se mantendrán en 2023 hasta nueve veces por encima de su media de largo plazo y aún en 2024 multiplicarán por cuatro esa referencia. Resulta inviable afrontar esta situación sin un esfuerzo conjunto para reducir la demanda de gas en la región.

Fitch prevé que los precios del gas seguirán en 2024 cuatro veces por encima de su media

Incluso las voces más dispuestas a admitir los logros cosechados por las políticas energéticas de Europa en un escenario tan extremo como el provocado por la guerra de Ucrania y las sanciones a Rusia, advierten del riesgo de echar por la borda estos avances sin medidas efectivas de restricción de la demanda. Los analistas de Goldman Sachs alababan en un informe reciente la manera en que Europa había “solventado exitosamente” el rompecabezas al que aboca el corte del suministro ruso, obteniendo gas suficiente para cumplir con creces sus objetivos de llenado de reservas. Gracias a esto, consideran en el banco estadounidense, los precios del gas podrían caer más de un 50% durante los primeros meses de 2023, una vez se compruebe que la región cuenta con gas suficiente para pasar el invierno sin necesidad de racionar el suministro a hogares y empresas.

Y, sin embargo, advertían, “con las políticas intervencionistas anunciadas hasta ahora que priorizan la limitación de los costes de la energía sobre la reducción de la demanda, la preocupación siempre es que tales medidas acaben incentivando un mayor consumo de energía, empeorando el déficit de gas”. Con este riesgo en la cabeza, auguran que los precios repuntarían de nuevo hacia el verano de 2023 a niveles por encima de los 230 euros el megavatio.

Europa tiene ante sí un complejo desafío y es de recibo que a la hora de enfrentar el mismo no se olvide de los eslabones más débiles. Pero pensar que es posible camuflar la actual crisis energética bajo una lluvia de millones dirigidos a atenuar el malestar social probablemente solo sea una manera de aplazar y engordar un ajuste que en última instancia se antoja inevitable.

Al macroplan presentado por la Comisión Europea para hacer frente a la crisis energética, los mercados del gas han respondido con sólidos avances. Este jueves, los futuros del gas en el mercado TTF llegaron a negociarse por encima de los 240 euros el megavatio (aunque posteriormente se dieron la vuelta), tras remontar algo más de un 20% en tres jornadas.

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