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Iberdrola, Villarejo y las cuestiones sin resolver de la inversión ESG
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Iberdrola, Villarejo y las cuestiones sin resolver de la inversión ESG

La declaración de Sánchez Galán supone un paso de calado en la espiral de episodios jurídicos turbulentos que amenazan con dejar huella en el negocio de la compañía

Foto: Foto: EC.
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A estas alturas, tiene poco de novedoso señalar que la ESG (siglas en inglés de medioambiental, social y de gobernanza) se ha hecho un hueco muy destacado en el mundo de la inversión. Cualquiera que siga de cerca el entorno financiero puede comprobar cómo casi cada día aparecen nuevos productos que adoptan enfoques de inversión responsable, se levantan voces autorizadas augurando un largo reinado a la sostenibilidad como eje clave de las decisiones de inversión y miles de empresas exponen sus avances en este terreno para lucir mejor en la foto. Por momentos, pareciera que sin asumir el camino de la ESG con convicción no hay futuro.

“Las empresas que no se adapten quedarán atrás”, señala en su carta anual Larry Fink, fundador y consejero delegado de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, con más de 10 billones de dólares en cartera (ocho veces el PIB español). En esta misiva, Fink hace, como viene siendo costumbre en los últimos tiempos, un alegato claro por la sostenibilidad como vector clave del crecimiento futuro de la economía y los mercados (“la descarbonización de la economía global creará la mayor oportunidad de inversión de nuestra vida”). Pero su insistencia en la parte ambiental de la historia del ESG dice mucho sobre las cuestiones a las que el mundo de la inversión responsable aún no ha sabido dar respuesta.

Foto: El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán. (EFE/Ismael Herrero)

Según los registros de la CNMV, BlackRock se sitúa a día de hoy como el segundo mayor accionista de Iberdrola, con algo más de un 5% de su capital. Al margen de cuáles sean los criterios que expliquen esta exposición (muy determinada por la gestión indexada), para la gestora de Larry Fink sería fácil explicar su apuesta por el grupo eléctrico español con base en los criterios tradicionales: pese a un mal 2021, Iberdrola ha arrojado en el último lustro un retorno superior al 105%, lo que representa más de 20 puntos por encima de la media de su sector.

Con frecuencia, en el ESG, la capa sostenible se superpone a todos los demás riesgos

También parece fuera de discusión que Iberdrola resulte una apuesta clara para aquellos con un enfoque más basado en los criterios medioambientales. Al fin y al cabo, la compañía dirigida por Ignacio Sánchez Galán se ha convertido en un gigante mundial de la industria de las energías renovables, como quedó en evidencia, sin ir más lejos, en la subasta de energía eólica marina celebrada esta semana en Escocia.

El problema es que la misma Iberdrola que ha arrojado unos resultados financieros tan reseñables y se ha consolidado como un gigante de las energías limpias está envuelta en un escándalo de gobernanza que amenaza con contaminar todos esos logros. Este martes, Sánchez Galán declaró en la Audiencia Nacional como investigado (bajo las imputaciones de cohecho, falsedad en documento mercantil y delito contra la intimidad) en el caso sobre las relaciones de la empresa con el controvertido comisario jubilado José Manuel Villarejo. Este hito supone un paso de calado en la espiral de episodios judiciales turbulentos que amenazan con convertir lo que en principio se había asumido como un problema reputacional menor en una senda de desprestigio con consecuencias a escala de negocio.

Foto: El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, entra en la Audiencia Nacional. (Jesús Hellín)

Decía en su mensaje Larry Fink que su apuesta por los criterios sostenibles no responde a que “seamos ecologistas, sino porque somos capitalistas y fiduciarios de nuestros clientes”, dando a entender que, a la larga, desdeñar estas tendencias acaba afectando al rendimiento de las inversiones. Si esto cada vez parece más claro en el terreno de la sostenibilidad, tampoco faltan ejemplos en lo referente a la gobernanza, que al fin y al cabo es el factor que más dice sobre el modo de conducirse de las empresas. Sin ir más lejos, la propia Iberdrola ya ha sufrido en Estados Unidos el rechazo a la compra de PNM por su filial Avangrid, en una decisión que los reguladores achacaron en parte a las dudas reputacionales que se ciernen sobre la compañía, a causa de las investigaciones en torno a Villarejo, lo que ya ha provocado revisiones a la baja en sus perspectivas de crecimiento.

Puede aducirse que se trata de una decisión aislada y poco justificada, que no debería suponer un bloqueo decisivo al potencial de crecimiento de Iberdrola. Pero, en un mercado global tan competido como el de las renovables, supone un precedente peligroso que avisa de que la compañía española podría estar jugando con desventaja frente a sus rivales.

Foto: El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.

A todo ello hay que sumar otro factor relevante cuando se analiza una compañía desde los criterios ESG: los contrapesos de la alta dirección. En estos momentos, Sánchez Galán ejerce de presidente ejecutivo de la compañía sin apenas cortapisas efectivas. La escisión de su puesto en dos, uno con un rol más representativo y otro con las funciones ejecutivas, ayudaría a equilibrar el juego de poder interno y facilitaría la adopción de decisiones difíciles en caso de que la evolución de la causa judicial haga necesario separar los intereses personales de Sánchez Galán de los empleados, accionistas y clientes de Iberdrola.

Pese a su mal tono reciente, no parece que mucho de esto haya sido ya tomado en consideración por los mercados, que parecen confiados en que para Iberdrola supondrá un obstáculo menor mientras se muestran convencidos de la capacidad del grupo de sacar réditos del escenario global de transición energética. Dos tercios de las firmas de análisis que cubren el valor aconsejan comprar sus títulos y ninguno recomienda la venta.

El veto a la compra de PNM expone claramente los riesgos que encara Iberdrola

Incluso algunas de las gestoras de inversión aparentemente más exigentes en el ámbito de la ESG (desde BlackRock a Norges Bank) mantienen sus apuestas por la compañía. Su liderazgo en sostenibilidad parece ampararles, pero aún tendrán que probar que las fallas de gobernanza no acaban contaminando el sesgo verde del grupo.

No cabe duda de que, a falta de resolución judicial (y sin menoscabo de las evidencias publicadas), la presunción de inocencia es un principio que debe enarbolarse con convicción. Pero, cuando se trata de proteger el dinero de sus clientes, las gestoras que presumen de sus enfoques ESG quizá deberían recordar que una capa de sostenibilidad no siempre basta para cubrir todo el abanico de riesgos que entrañan las políticas corporativas irresponsables.

A estas alturas, tiene poco de novedoso señalar que la ESG (siglas en inglés de medioambiental, social y de gobernanza) se ha hecho un hueco muy destacado en el mundo de la inversión. Cualquiera que siga de cerca el entorno financiero puede comprobar cómo casi cada día aparecen nuevos productos que adoptan enfoques de inversión responsable, se levantan voces autorizadas augurando un largo reinado a la sostenibilidad como eje clave de las decisiones de inversión y miles de empresas exponen sus avances en este terreno para lucir mejor en la foto. Por momentos, pareciera que sin asumir el camino de la ESG con convicción no hay futuro.

Ignacio Sánchez Galán Inversiones
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